Que no te confundan: esto es lo que puedes saber gracias al etiquetado de los productos cosméticos

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

La Voz de la Salud

Conocer el significado de los símbolos que aparecen en la etiqueta o saber cómo leer la lista de ingredientes nos puede ayudar a elegir entre uno u otro

27 may 2022 . Actualizado a las 17:52 h.

El etiquetado de un cosmético es uno de los instrumentos más valiosos que tenemos a nuestro alcance para conocer qué vamos aplicar en nuestra piel o cabello antes de comprarlo. Aquellos que sufren una alergia cutánea saben lo que es estar alerta a la lista de ingredientes, pero no es la única información que nos proporciona la etiqueta. También si contiene protección solar y de qué tipo —en el caso de que se trate de un cosmético corporal o para la cara—, o si el reclamo con el que se anuncia es una realidad o una buena estrategia de márketing. 

Las legislaciones nacionales aplicables a cosméticos están armonizadas a nivel europeo con el fin de facilitar su libre circulación dentro del mercado de la Unión Europea: concretamente, el Reglamento (CE) Nº 1223/2009. «Toda la cosmética se encuentra regulada velando por la seguridad del consumidor», afirma Héctor Núñez, farmacéutico especializado en dermocosmética y más conocido como @cosmetocritico. Desgranamos, con su ayuda, lo que se debe de tener en cuenta sobre el etiquetado de este tipo de productos. 

El etiquetado cosmético debe cumplir ciertas normas obligatorias, que son: el nombre y la dirección de la persona responsable del cosmético a efectos legales; el contenido nominal del producto, indicado en peso o en volumen, salvo para los envases que contengan menos de 5 gramos o menos de 5 mililitros o las muestras gratuitas; fecha de duración máxima; modo de empleo y precauciones; lote de fabricación; y lista de ingredientes, más conocido bajo la nomenclatura INCI (International Nomenclature of Cosmetic Ingredients)

Lista de ingredientes

El desglose de ingredientes de un producto cosmético se realiza bajo la nomenclatura INCI y es de obligado cumplimiento para todos los fabricantes. Aparecen en orden decreciente por su nivel de concentración. Es decir, los primeros son los que se encuentran en mayor proporción en el producto. Sin embargo, hay que tener en cuenta que algunos no necesitan estar presentes en grandes cantidades para que resulten efectivos. «Ingredientes como el retinol, por ejemplo, se utilizan en concentraciones inferiores al 1 %», explica Núñez. De esta forma, el farmacéutico considera que «en muchas ocasiones sucede que para un cosmético el fabricante solo reivindica las propiedades de un ingrediente, pero cuando te detienes a leer el listado completo suele contener alguno más con propiedades interesantes». 

«El nombre que con el que los ingredientes aparecen en el listado es en inglés, exceptuando las materias primas vegetales en las que aparece el nombre en latín seguido de la planta de la que se extrae en inglés», aclara Núñez. 

¿Quién debería de estar más alerta a esta lista? Aquellas personas que presenten algún tipo de alergia a un medicamento, alimento o planta. «Si por ejemplo, eres alérgico a la piña, debes evitar usar cosméticos que contengan extracto de la misma. O si lo eres al ácido acetilsalicílico, por precaución deben evitarse productos con ácido salicílico». El farmacéutico señala que también hay que tener en cuenta situaciones especiales como el embarazo, ya que ingredientes como los retinoides y aceites esenciales son desaconsejados. No obstante, tranquilidad, ya que es habitual que esto sea indicado en las propias precauciones de uso de un cosmético. 

Para evitar sustos antes de utilizar cualquier tipo de producto que vayamos a utilizar en nuestra piel, lo mejor es realizar una prueba aplicando una pequeña cantidad en una zona delimitada como el antebrazo o detrás de la oreja y observar si aparece cualquier tipo de reacción.

Pero ojo, los fabricantes tienen potestad para excluir ingredientes de esta lista: «Lo pueden hacer, pero siempre siguiendo la legislación cosmética. Lo que más le puede sonar al consumidor son los alérgenos presentes en perfumes y aceites esenciales. Estos pueden no aparecer en listado de ingredientes si su concentración en inferior al 0.01 % en productos de aclarado como los champús, o inferior al 0.001 % en cosméticos sin aclarado como una crema. Lo mismo sucede con las trazas presentes en ingredientes cosméticos y que no pueden ser eliminadas durante la fabricación». 

Fecha de caducidad 

La fecha de caducidad mínima de un producto cosmético indica el momento en el cuál dicho producto, conservado en las condiciones adecuadas, continúa cumpliendo su función inicial y no resulta perjudicial para la salud. En este caso, señala Núñez, existirían dos supuestos: «En los productos que tienen una duración inferior a 30 meses aparecerá la fecha de duración mínima que nos indica hasta cuándo el producto almacenado mantiene sus funciones iniciales con el símbolo de un reloj de arena. Si por el contrario, el producto tiene una duración mayor a 30 meses, aparecerá el símbolo de un tarrito abierto, indicando en el interior cuantos meses dura el mismo una vez abierto». Se refiere al símbolo PAO (period after opening, por sus siglas en inglés) que consta de un tarro abierta, con una indicación en número seguido de la letra M: número de meses que se garantiza que el cosmético se conserva en buen estado después de haber sido abierto. 

¿Puede un cosmético ser «natural»?

Es uno de los reclamos más utilizados hoy en día: que el producto cosmético que estamos utilizando sea lo más «natural» posible. Lo primero que se debe aclarar es que este hecho no implica necesariamente que sea mejor o más seguro. Cualquier producto de este tipo no es peligroso porque ha pasado la legislación vigente. La denominación «producto natural» tan solo nos indica la procedencia de los ingredientes que lo componen. Además, hay otro problema: «A día de hoy no existe ninguna definición regulada de lo que puede considerarse o no cosmética natural», señala Núñez. «Solamente existen certificadoras y entre las más conocidas estaría ECOCERT, que establece unas tasas y criterios que debe cumplir la marca y sus cosméticos para poder utilizar tal sello», añade. 

La certificación ECOCERT considera un producto natural cuando el 95 % de los ingredientes son de origen natural y al menos un 5 % de origen ecológico. Además, incluyen algunos requisitos acerca de la biodegradabilidad y ecotoxidad. Por ejemplo, existirían algunos materiales de envasado prohibidos, como el PVC. Otro de los inconvenientes de esta es que es privada, es decir, el hecho de que un producto consiga este sello es porque existe un acuerdo monetario entre ambas partes. Por lo que la legislación, en este caso, no tiene nada que ver. 

«Actualmente ha aparecido una norma ISO que permite armonizar el cálculo de la naturalidad de los cosméticos», dice Núñez. La ISO 16128 son una serie de directrices sobre definiciones técnicas y criterios para ingredientes y productos cosméticos naturales y orgánicos. Así, con ella se pueden diferenciar varios términos: 

  • Ingrediente natural: obtenido de fuentes naturales como plantas, animales o minerales.
  • Ingrediente mineral natural: sustancias inorgánicas naturales, como el oro o la sal de alumbre. 
  • Ingrediente orgánico o ecológico: obtenido a partir de agricultura ecológica.
  • Ingrediente natural derivado: el origen natural es superior al 50 % en peso. Dentro se englobarían, los ingredientes orgánicos derivados, los minerales no derivados y los no naturales. Algunos ejemplos son las glicerina y los aceites minerales. 

Productos «Cruelty Free» o veganos

«La etiqueta Cruelty Free no tiene sentido a nivel europeo pues está prohibido que los cosméticos sean testados en animales. Utilizando este tipo de claims en los que se transmite la idea de un beneficio sobre el producto que es cumplir con los requerimientos mínimos legales, es en realidad no cumplir con los criterios comunes del 655/2013», considera Núñez. La prohibición de no testar en animales lleva activa en la Unión Europa desde 2013, si bien es cierto que este tipo de prácticas  son habituales en otros países como China. 

«En cuanto a vegano es distinto y sí que podría utilizarse como reclamo en un cosmético, existen distintas certificadoras para ello y cada una de ellas con sus criterios. Pero como todo, esto es negocio», apunta Núñez. De esta forma, la cosmética vegana reagrupa productos de belleza que respetan los valores y principios del veganismo, es decir, que durante todo su proceso de fabricación no se utiliza ningún ingrediente de origen animal. Además, tampoco se prueba en animales.

  • Cuando en la etiqueta aparece «oil-free», expresión inglesa que significa libre de aceites, se trata de productos que pueden aplicarse en pieles acneicas y grasas.
  • El término no comedogénico se refiere a cuando se aplicación no produce comedones —protuberancias pequeñas, blancas, oscuras o de color carne causadas por el acné—, es decir, son productos que se pueden utilizar en pieles acneicas. 
  • Hipoalérgenico es aquel que produce una reacción alérgica muy reducida o nula. Es un término a tener en cuenta para personas con piel sensible o reactiva y para momentos en los que la piel se encuentra especialmente sensible. 

Champús sin siliconas ni parabenos, ¿son mejores?

«Tanto las siliconas como los tensioactivos catiónicos funcionan como acondicionadores del cabello, rellenan los huecos en la fibra capilar producidos en el día a día por el uso de secadores, planchas, los propios cepillos y por la fricción. No son un superglue, se retiran con los lavados», explica. Las siliconas son polímeros inorgánicos y en la actualidad se pueden encontrar en multitud de cosméticos, como bases y prebases de maquillaje o sérums para el cabello. Se pueden identificar en la lista de ingredientes porque terminan en -benos o -azos. 

En cuanto a los parabenos, están ampliamente extendidos porque son baratos y se necesita poca cantidad para que cumpla su función como conservantes. Sirven para matar bacterias y preservar los cosméticos que usamos a diario, aumentando su período de utilización y seguridad, según apuntan desde la OCU. «Saltaron a la palestra porque a inicios del 2000 apareció un estudio que había detectado parabenos en el tejido mamario de cáncer, pero nunca se hicieron comparativas en tejido sano. El SCCS —Comité Científico de Seguridad de los Consumidores— considera que el uso de los parabenos a las concentraciones utilizadas en cosmética en Europa son seguros  Por otro lado, los parabenos están presentes de forma natural en algunos alimentos como frutas y verduras que se ingieren a diario», considera Núñez. «Cabe mencionar que las marcas que utilizan este tipo de reclamos se están pasando por el forro el Reglamento Nº 655/2013 que mencionamos antes, ya que denigran ingredientes que son totalmente legales», sentencia. 

Identificar la protección solar 

En el etiquetado de un producto cosmético podemos encontrar si este contiene protección solar y de qué tipo es: «La protección frente a la radiación UVB en un cosmético es indicada mediante SPF seguido de un número que hace referencia la protección, siendo este número como máximo 50+, que no indica que el producto tiene un SPF superior a 60». Estos rayos UVB serían los responsables de quemaduras y también del que nuestra piel se broncee. 

En el caso de la radiación UVA, «puede aparecer de distintas formas, lo más común es que aparezca como un círculo en cuyo interior aparece UVA, que indica que la protección es al menos de un tercio del UVB. También puede aparecer como PA seguido de hasta 4 símbolos +, sobre todo en productos de origen asiático, el mayor sería PA++++ que nos indica una protección superior a 16». Este otro tipo de rayos solares son los que causan el envejecimiento prematuro de la piel. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.