El veneno «potencialmente mortal» del nabo del diablo: ¿cuáles son los síntomas?, ¿cómo hay que actuar?

LUCÍA CANCELA / UXÍA RODRÍGUEZ LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

En la imagen, el tubérculo y la flor del Nabo del Diablo o de «Oenanthe crocata».
En la imagen, el tubérculo y la flor del Nabo del Diablo o de «Oenanthe crocata». La Voz de la Salud | iStock

Alerta en Bergondo por la muerte de un vecino que comió nabo del diablo, un tubérculo venenoso

11 may 2022 . Actualizado a las 18:14 h.

Ante la sospecha de una intoxicación lo primero que hay que hacer es pedir ayuda médica lo antes posible. Esa es la primera lección que tenemos que aprender. Los síntomas de alerta son claros en la mayoría de los casos, aunque pueden confundirse con otro tipo de patologías banales. La muerte de un hombre de 37 años tras la ingesta del tubérculo Oenanthe ha hecho saltar todas las alarmas.

La Oenanthe crocata, conocida en Galicia como nabo de San Pedro, es típica de las zonas húmedas. Se parece al apio y tiene un tubérculo de color amarillo. Es precisamente esta parte la que contiene el veneno. Se trata de la enantotoxina, una neurotoxina extremadamente tóxica. Ataca el sistema nervioso central, y puede causar un amplio cuadro de síntomas, desde vómitos hasta convulsiones permanentes o un paro respiratorio. 

La Enantotoxina es una toxina extraída del nabo del diablo y de otras plantas del género Oenanthe. Ataca al sistema nervioso central y actúa como un antagonista no competitivo del Ácido y-aminobutírico. Es extremadamente tóxica para mamíferos, causando vómitos y convulsiones persistentes, pudiendo concluir en paro respiratorio.

Clásicamente se considera que la mortalidad de los pacientes que sufren una intoxicación grave ocurre entre el 50 y el 60 % de los casos. Sin embargo, si se logra hacer un diagnóstico temprano y un tratamiento precoz, la mortalidad puede caer por debajo del 10 %. En este tipo de intoxicaciones, muy comunes tras el consumo de setas, es muy importante que el paciente o sus acompañantes refieran la ingestión de algún producto sospechoso puesto que, de lo contrario, el diagnóstico se convierte en imposible. Igual de importante es tratar de identificar el ejemplar que se ha comido.

La confusión está detrás de la gran mayoría de casos de envenenamiento, ya sean tubérculos o setas. Sin embargo, el tiempo es clave para el buen pronóstico: «Los síntomas varían según el tipo de toxina, aunque al principio suelen ser bastante inespecíficos: vómitos, náuseas o diarreas que aparecen a las seis horas», señala el doctor Juan Turnes, jefe de servicio de Aparato Digestivo en el Chop y portavoz de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH), que añade: «Y después surgen las diferencias. Por ejemplo, las asociadas al consumo de setas suelen afectar directamente al aparato digestivo, empezando por el hígado porque es el primer lugar por el que pasan los alimentos después de ser absorbidos por el intestino», explica el profesional. 

Estos casos son propios del otoño cuando los aficionados pasean por los bosques y comienzan a recoger este tipo de hongos. «En muchas ocasiones, no es fácil diferenciar las comestibles, de las tóxicas o de las muy tóxicas», apunta el experto. 

El peligro de las neurotoxinas

Si bien las intoxicaciones con setas suelen ser las más comunes y frecuentes, no son la únicas: «Hay otro tipo de toxinas que no tienen afectación al hígado. Son las neurotoxinas, que afectan al sistema nervioso central o sistema nervioso periférico, y que normalmente comienzan produciendo vómitos, náuseas o diarreas pero evolucionan a otro tipo de sintomatología como alteraciones de la sensibilidad, crisis epilépticas o pérdida de la capacidad para moverse y respirar», señala el doctor Turnes. Cristina Sardiña, doctora en Medicina Interna del Hospital Monforte de Lemos, y miembro de la Sociedad Gallega de Medicina Interna (SOGAMI), añade los siguientes: «Alucinaciones visuales, que el paciente esté más obnubilado, eufórico, agresivo, agitación psicomotriz, alteraciones en las pupilas e incluso, llegar al coma», precisa. La enantotoxina, presente en el nabo del diablo, pertenece a esta familia. 

Las intoxicaciones pueden clasificarse según los efectos que produzcan en los humanos, los órganos a los que afectan y el tiempo en que tarden en aparecer esos síntomas. Dependiendo del tiempo en que tardan en aparecer los síntomas pueden clasificarse en tres grupos:

  • Comienzo temprano: los síntomas aparecen en las primeras seis horas después de la ingestión produciendo un síndrome gastrointestinal, alérgico o neurológico.
  • Comienzo retrasado: los síntomas aparecen entre la seis y veinticuatro horas después de su ingesta incluyendo los síndromes hepatotóxicos, nefrotóxicos y eritromerálgicos.
  • Comienzo diferido: tras haber transcurrido más de veinticuatro horas de haber comido algo sosprechoso puede dar lugar a la aparición de un síndrome nefrotóxico.

** Esta clasificación se establece en el caso de consumo de hongos.

La inespecificidad de los signos de alerta no juega a favor del paciente. «Más allá de que nos digan que han comido setas, lo que más nos suele hacer sospechar es que a las diez o doce horas, la sintomatología ha crecido en intensidad. Por ejemplo, la diarrea puede provocar deshidratación, fiebre, sudores, dolor abdominal cólico y analíticamente se ven una serie de alteraciones que indican que hay una actividad inflamatoria importante», precisa el doctor Turnes. 

¿Los síntomas son inmediatos?

Los signos de alerta no tienen por qué aparecer justo después de la ingesta del tóxico, aunque hay casos en los que se dan a partir de la media hora. Con todo, los más normal es que para las intoxicaciones leves se registre «unas tres o cuatro horas desde la ingesta de la sustancia y la llegada de los síntomas», indica la doctora Sardiña, mientras que para las graves puede demorarse, incluso, «hasta las doce horas posteriores», añade. 

Si bien su ingesta es muy peligrosa, el tiempo para actuar es crucial: «Lo más importante es consultar con un médico, sobre todo del entorno hospitalario. Tenemos disponibles antídotos o fármacos para algunas de estás toxinas que permiten bloquear su acción y que el paciente se recupere», señala el jefe de Aparato Digestivo del CHOP. Por eso, ante la ingesta de un alimento sospechoso y la presencia de síntomas, mejor acudir a un punto de urgencias cuanto antes: «Ante la aparición de cualquier signo, hay que acudir al hospital. También hay que tener en cuenta que aunque en la muestra que traigan los pacientes no esté el alimento tóxico, no se descarta que lo haya ingerido. Es decir, puede darse un solapamiento entre especies con distintos períodos de incubación», destaca la doctora Sardiña. 

El consumo de setas no comestibles es un buen ejemplo de ello: «Una de las más comunes es la intoxicación por amanita phalloides, que es una seta que tiene varias toxinas y que de no tratarse, puede acabar en trasplante hepático o fallecimiento», expone el experto en Aparato Digestivo. 

Sintomas enantotoxina

  • Quemazón intensa en boca y faringe.
  • Hipersialorrea.
  • Náuseas.
  • Vómitos.
  • Dolor cólico abdominal.
  • Vértigos.
  • Pérdida de conocimiento.
  • Posteriormente aparece un cuandro epileptiforme con convulsiones tonicoclónicas y espasmos.
  • Las pupilas suelen estar dilatadas y puede existir cianosis y fiebre.

¿Cómo reconocer el nabo del diablo?

Este tubérculo está presente en toda la región occidental de la Península Ibérica. También, en algunas partes de la zona mediterráneo. La raíz contiene la toxina, cuya concentración varía a lo largo del año, y alcanza su máximo durante el invierno y el comienzo de la primavera. La toxicidad es tal, que no se reduce con el secado ni con el almacenamiento, y una pequeña cantidad podría ser suficiente para matar a un animal. 

La planta tiene un fuerte olor a apio, y los síntomas de la intoxicación se parecen a los provocados por la cicuta acuática, destacando la salivación, la dilatación de pupilas o las convulsiones. La consecuencia más temida es un rápido fallecimiento que a veces puede provocarse sin signos de alerta previos.

Hay pocas dudas de que esta especie se corresponde con la «herba sardónica» de la antigua bibliografía farmacológica, responsable del «rictus sardónico» al que se hace referencia en la literatura homérica. Una planta tóxica utilizada por los pueblos prerománicos en Cerdeña, en ritos de muerte en los que se eliminaba a los ancianos que no podían valerse por sí mismos o a personas que representaban una carga para la sociedad. Eran intoxicados antes de ser asesinados a golpes o arrojados a un precipicio. El tóxico provocaba contracciones en los músculos faciales imprimiendo en el rostro de las víctimas una mueca a la que se alude como «risa sardónica» o «rictus sardónico».

Afectación del hígado, solo presente ante ciertas toxinas

No todos los venenos acaban provocando porblemas hepáticos. Sin embargo, ¿por qué puede verse afectado este órgano? «Realiza muchas funciones y una de ellas es la de eliminar las toxinas de todo tipo, desde químicas hasta biológicas», explica el doctor Turnes, que continúa: «Cuando comemos, los nutrientes o las toxinas son absorbidas por el intestino y segundos después, llegan al hígado, que realiza esta depuración».

Durante esta tarea puede encontrarse con las toxinas producidas por la amanita phalloides, las cuales no es capaz de neutralizar: «Este tóxico bloquea rápidamente la capacidad de todas las células del hígado para producir proteínas. Al no poder fabricar proteínas, no solo no elimina la toxina, sino que en el intervalo de unas 24 o 36 horas las células comienzan a morir, a destruirse.», explica el portavoz de la AEEH. Esta será la causa de una insuficiencia hepática aguda grave.

¿Tiene tratamiento?

El lavado gástrico es una solución aplicable al envenenamiento por enantotoxina siempre y cuando exista «una detección precoz», precisa el doctor Turnes, «no se puede recurrir a ello cuando ya aparecen los síntomas porque la toxina ya se habrá digerido», añade. Algo poco frecuente. Y ojo, porque el envenenamiento con nabo del diablo no tiene antídoto. 

Precisamente, el cuadro de esta sustancia se caracteriza por un inicio con síntomas gastrointestinales y posteriores alteraciones neurológicas, «como crisis epilépticas e incluso una parálisis diafragmática por lo que la gente se puede morir por asfixia estando conscientes», explica la doctora Sardiña, que añade: «Por lo que habitualmente, el tratamiento acaba siendo intubar al paciente y todo lo que precise para que no se ahogue». De ahí, que se considere un veneno «potencialmente mortal», concluye.