Todo lo que tienes que saber sobre el virus del papiloma humano

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

iStock | La Voz de la Salud

El virus responsable del cáncer de cuello de útero puede pasar décadas en el organismo sin provocar síntomas

01 jun 2022 . Actualizado a las 14:09 h.

El virus del papiloma humano es la enfermedad de transmisión sexual más frecuente del mundo. Se estima que afecta a alrededor de la mitad de las mujeres menores de 25 años. El problema es que suele ser una enfermedad asintomática, que puede presentarse sin dejar rastros perceptibles, exponiendo sin embargo al organismo a distintos tipos de cáncer. Uno de ellos es el cáncer de cuello uterino, del cual se estiman alrededor de 2.000 casos en España provocando la muerte de dos mujeres al día a causa de esta enfermedad. 

¿Qué es el virus del papiloma humano?

Lo primero que hay que saber es que no existe un único papiloma humano. De hecho, existen alrededor de 200 tipos virales que se distinguen por una variación en la secuencia de una proteína. Cada uno de los virus afecta de manera particular al organismo. Algunos de ellos afectan a la piel, otros a las mucosas.

El virus se contrae a través del contacto por la piel o las mucosas. La principal vía de contagio es la sexual, por penetración vaginal, anal y, menos frecuentemente, por el roce piel con piel de la zona genital y por el sexo oral. Según la Asociación Española de Patología Cervical y Colposcopia (AEPCC), cualquier persona sexualmente activa que tenga contacto genital, incluso sin penetración, con alguien que tenga el virus puede contagiarse. La mayor probabilidad de contagio ocurre en los primeros años de vida sexual (antes de los 30 años) y va disminuyendo progresivamente con la edad. «La infección por el virus del papiloma humano es muy frecuente. Hay un estudio que dice que el 80 % de las mujeres podemos infectarnos con el VPH a lo largo de nuestra vida sexual activa», dice Raquel Oliva Sánchez, ginecóloga de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO). 

«La infección por VPH suele ser asintomática, pero en ocasiones puede producir verrugas genitales conocidas como condilomas», explica María Pilar Cano Facenda, responsable de la Unidad de Patología de Tracto Genital Inferior y Colposcopia del Hospital Universitario Santa Cristina Madrid y miembro de la junta directiva de la AEPCC. «De igual modo, las lesiones precancerígenas producidas por el VPH van a ser asintomáticas, detectándose mediante la realización de citología, test de VPH, u otras técnicas diagnósticas como la colposcopia y la biopsia», detalla.

Tras el contagio, el virus del papiloma humano puede permanecer inactivo durante un tiempo prolongado. La detección del virus puede ocurrir incluso años después de la transmisión. Es decir, que una vez se detecta el VPH, no es posible determinar cuándo se adquirió la infección ni quién la transmitió.

¿Cómo produce cáncer el VPH?

La mayoría de los pacientes pueden acabar con el virus sin tratamientos y sin siquiera notar síntomas. Pero, en algunos casos, en particular cuando ciertos tipos del virus quedan presentes en el organismo durante más de 20 años, pueden llegar a provocar tumores malignos. Esta permanencia del virus en el cuerpo ocurre entre un 10 y un 15 % de los casos, cuando las defensas no logran eliminarlo. Algunos factores como el tipo de VPH, el tabaquismo o la inmunodepresión contribuyen, según explica la AEPCC, a esta permanencia.

El cuello del útero es el área genital con mayor riesgo de infecciones persistentes por VPH, ya que en el cérvix existe una zona anatómica especialmente susceptible a la infección por el virus: la zona de transformación epitelial, el área donde se unen el epitelio escamoso (tejido que recubre la parte externa del cuello) y el glandular (que recubre el canal y cuyas células fabrican el moco cervical). Otros tejidos del área ano-genital, (como la vagina, la vulva, el ano, el pene) o extragenital (como la orofaringe o laringe) son menos susceptibles, pero también pueden sufrir un proceso similar de aparición de lesiones premalignas o malignas.

Las lesiones premalignas preceden a la aparición del cáncer y pueden ser de bajo o alto grado. Aquellas lesiones de bajo grado se resuelven, en la mayoría de los casos, de forma espontánea, sin necesidad de realizar ningún tratamiento. En cambio, las lesiones de alto grado suelen ser persistentes y tienen un riesgo significativo de convertirse en malignas.

Según estadísticas publicadas por la AEPCC, se estima que en España hay 18 millones de mujeres sexualmente activas mayores de 18 años, de las cuales unos 2 millones son portadoras del VPH y aproximadamente 400.000 presentan alteraciones en la citología. Cada año en el país se diagnostican unos 1.942 cánceres de cuello de útero y por esta causa fallecen unas 825 mujeres.

¿Cómo se detecta la infección por VPH?

Dado que, en la mayoría de los casos, el virus es asintomático, la mejor forma de diagnosticar la infección es el análisis de una muestra de secreción del cuello uterino, que permite detectar la presencia de material genético del virus (prueba de VPH), o bien alteraciones celulares indicativas de la infección o alteraciones celulares más importantes, señales de lesiones premalignas (citología cervical).

La citología cervical es una prueba indolora y sencilla que se realiza sin ninguna preparación. Consiste en la toma de la muestra de células que recubren el cuello del útero, obtenida con una pequeña espátula o un cepillo, para su posterior análisis con microscopio. «La sensibilidad de la citología para la detección de lesiones es variable, pero se encuentra de media en torno al 50-67 %», explica Cano Facenda. «La citología no permite identificar el VPH, dado que lo que proporciona es un estudio morfológico de las células, pero nos hará sospechar de la existencia de una infección cuando el resultado sea patológico», precisa.

En cambio, la prueba de VPH es altamente precisa, permitiendo determinar hasta el tipo específico de virus presente en la muestra. «Estos test se realizan de forma muy similar a la citología, mediante la toma de una muestra del cuello del útero, y su sensibilidad para detectar el VPH es muy alta, mayor al 95 %», señala Cano Facenda. La especialista recomienda la realización de la citología cada 3 años en mujeres de entre 25 y 65 años de edad, y el test de VPH cada 5 años a partir de los 30 o 35 años.

Cuando las pruebas detectan la presencia del virus, se evalúa a la paciente para descartar lesiones del cuello del útero. Esto se hace mediante una colposcopía, que consiste en la exploración del cuello del útero con una lente de aumento, aplicando líquidos que hacen visibles las lesiones, y luego mediante una biopsia, que da un diagnóstico definitivo al analizar una muestra extraída del área anormal. Con estos diagnósticos, se define si será necesario tratar o bastará con realizar controles periódicos según el grado y características de la lesión y la paciente.

Tratamientos

En sí, la infección de VPH no cuenta, en la actualidad, con un tratamiento. El virus es eliminado por el organismo y, generalmente, desaparece en un período de 2 años a partir de la infección. Pero las lesiones provocadas por el virus se pueden tratar de distintas formas, como la extirpación con bisturí eléctrico, la destrucción de la lesión mediante congelación (crioterpia) o vaporización (aplicando un láser). Estos son tratamientos que buscan preservar la salud reproductiva de la paciente, evitando impactar en su capacidad de quedarse embarazada.

La enfermedad, por supuesto, debe tomarse en serio, lo que no significa que tengamos que entrar en pánico frente a una sospecha de VPH. «No hay que asustarse con el VPH, hay que recordar que una infección del VPH prácticamente no incrementa el riesgo de tener un cáncer en el cuello del útero. Lo que incrementa el riesgo es que esa infección permanezca durante un tiempo en el cuello del útero. Para eso estamos los ginecólogos, para detectarlo y establecer su seguimiento», asegura Oliva Sánchez. «Lo importante es detectarlo para poder intervenir. Lo que yo aconsejo cuando una chica tiene una infección por el VPH es que se ponga el preservativo y que deje de fumar, porque se ha visto que el tabaco disminuye la capacidad de que la mujer con su propia inmunidad elimine el virus del papiloma humano», explica. 

Cómo prevenir la infección por VPH

Dado que no existen tratamientos para la infección del virus del papiloma humano, la prevención es crucial para frenar la propagación de la enfermedad. Especialmente, teniendo en cuenta que una de cada diez mujeres está en riesgo oncológico por el VPH, según la Organización Mundial de la Salud. El organismo afirma que el cáncer cervical es el cuarto más frecuente entre mujeres a nivel global, con más de 300.000 muertes anuales por esa causa.

La principal medida preventiva frente al VPH es la vacunación. La AEPCC afirma que «todas las vacunas comercializadas ofrecen una alta protección frente a los cánceres de cuello de útero y una proporción significativa de los cánceres de vulva, vagina, ano y orofaringe. Algunas vacunas también ofrecen protección frente a las verrugas genitales o condilomas». Así, la vacunación es una forma sumamente efectiva de prevenir la infección.

La vacuna se aplica en tres dosis inyectables y se indica especialmente en niñas preadolescentes. La pauta completa se finaliza en 6 meses. En España se recomienda la vacunación de todas las chicas y chicos adolescentes, si bien esta solo está financiada para la población femenina. Además, aunque se administre preferentemente a los 12 años, los profesionales recalcan que no existe una edad concreta para su administración y que también es posible en edades adultas. Se estima que la cobertura de la vacuna del VPH a día de hoy es de alrededor del 75 al 80 % en las adolescentes. Pero esta desciende al 4 % cuando la mujer se encuentra en edades máas avanzadas. 

Sin embargo, la vacunación es preventiva, no curativa. Esto quiere decir que no contribuye a la eliminación del virus si ya ha sido contraída la infección. Por otro lado, cabe señalar que haber tenido VPH no protege frente a la adquisición de nuevas infecciones, por lo que la vacunación es útil también para aquellas personas que ya hayan pasado la enfermedad.

Otra forma de prevenir la infección es el uso del preservativo, aunque es necesario aclarar que usarlo no garantiza una protección completa, ya que el área protegida por el preservativo es limitada y toda la piel de la región perineal es potencialmente infecciosa. Pese a todo, la correcta utilización del preservativo ha demostrado una reducción significativa en la incidencia tanto de verrugas genitales o condilomas como de lesiones asociadas al VPH (60 - 70% de reducción frente a relaciones sexuales sin protección).

El rol de los hombres en el VPH y su diseminación

Se suele pensar que el papel de los varones es el de transmisores del virus, pero lo cierto es que también se producen cánceres genitales en hombres provocados por el VPH y cada vez son más frecuentes. «La transmisión del VPH puede darse de mujer a hombre y viceversa, pero también de mujer a mujer y de hombre a hombre, siendo en este último grupo especialmente importante la prevalencia de infección a nivel anal, relacionada con las lesiones precancerígenas y cáncer a ese nivel», señala Cano Facenda. La mayor parte de los tumores malignos de garganta son también provocados por estos virus y afectan más a los hombres que a las mujeres. Las verrugas genitales, mucho más comunes, las padecen también ambos sexos.

La OMS recomienda, por esta razón, la vacunación universal. En este sentido, Cano Facenda destaca «el impacto positivo de esto en la población femenina, reduciéndose en mayor medida la carga de enfermedad asociada a la infección por VPH en las mujeres cuando se vacuna de forma universal comparada con la vacunación exclusiva a mujeres».

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.