Consejos para evitar riesgos y accidentes en la noche de San Juan

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

PACO RODRÍGUEZ

Repasamos cómo actuar frente a las quemaduras o cortes y te contamos cómo evitar la irritación por el humo

23 jun 2023 . Actualizado a las 10:14 h.

La noche de San Juan está cerca y es una de las más esperadas del año, sobre todo para los jóvenes. Una fiesta que convoca a todo el mundo a salir a la playa y participar del ritual de las hogueras. Pero el espíritu de la fiesta puede salirse de control y la situación de fuego más bebidas alcohólicas es una receta para que la salud resulte perjudicada. Desde inhalar el humo hasta la posibilidad de una quemadura al asar sardinas o saltar la hoguera, los riesgos son múltiples y, aunque en la mayoría de casos, los accidentes o problemas no sean graves, es bueno saber cómo actuar ante ellos en caso de que ocurran.

Quemaduras

Las quemaduras que podemos sufrir durante la noche de San Juan asociadas al fuego, ya sea de una parrilla o de una hoguera, son quemaduras térmicas, es decir que están causadas por una fuente de calor. Si nos hemos quemado, lo primero que hay que hacer es alejarnos de esa fuente de calor y «enfriar la piel con agua corriente. Poner la zona afectada bajo el grifo durante al menos diez o quince minutos, no menos, ya que la piel necesita enfriarse», indica la doctora Rosa Pérez, responsable de Divulgación de la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES).

Si hay joyas o ropa en contacto con la piel, lo mejor es retirarlas y quitar todo aquello que retenga el calor. Sin embargo, si la ropa está adherida a la piel por la quemadura, «no se debe retirar ni tirar de ella. Refresca la zona bajo el agua corriente y acude posteriormente a un centro sanitario para su retirada», aconseja Pérez.

Cuando la zona ya está enfriada, podemos secar la piel con pequeños toques, sin frotar. En este punto podemos evaluar la gravedad de la quemadura. Según su profundidad, se podrán clasificar en quemaduras de primer grado, si son superficiales, segundo o tercer grado, si han producido mayor daño y son de gravedad. Tener esta clasificación en cuenta será importante para saber cómo proceder en cada caso.

¿Cómo podemos medir el nivel de gravedad de una quemadura? Para hacerlo hay que observar sus características visibles, al margen del dolor o molestia que puedan ocasionar. En las de primer grado, veremos un enrojecimiento de la piel, pero sin ampollas. En las de segundo grado, podremos observar ya alguna lesión en la dermis y suelen formarse ampollas en la superficie de la piel. En las de tercer grado, la piel se verá blanca o bien carbonizada; son casos en los que tanto la dermis como la epidermis, es decir, las dos capas superiores de la piel, se lesionan de manera irreversible.

Lo importante es no dejar al aire la quemadura, salvo que se trate de una muy leve, de primer grado. Si hay ampollas, habrá que cubrir con un vendaje limpio que no se adhiera a la piel mientras esta se regenera. Esto reducirá el riesgo de infecciones.

Para la curación, podemos aplicar cremas específicas para quemaduras, pero en ningún caso se deberá usar pasta de dientes o hielo; estos remedios caseros son, en realidad, contraproducentes, ya que pueden agrava la lesión y aumentar el daño. «En el tratamiento posterior y tras la curación de una quemadura superficial se puede usar aceite de rosa mosqueta, aloe vera o geles de silicona para mejorar su cicatrización», apunta Pérez.

Humo y salud respiratoria

Cuando hacemos una hoguera o estamos en un sitio donde alguien está haciéndola, de manera inevitable vamos a inhalar humo. Lo mismo ocurre cuando hay un acúmulo de parrillas y personas haciendo sardinas al carbón. En definitiva, lo que estaremos respirando será una mezcla de gases y partículas finas que se desprenden de la leña y de otros materiales orgánicos al quemarlos. Estas partículas finas son las que suponen el mayor riesgo para nuestra salud respiratoria.

Se trata de moléculas que pueden penetrar en el cuerpo causando daño a nivel pulmonar, pero antes de que notemos estos síntomas, percibiremos otros: irritación en los ojos, la laringe y la nariz, incluso congestión por el aumento de la secreción de mocos. A la larga, esto puede desencadenar patologías cardíacas y pulmonares crónicas, como les sucede a los fumadores. Pero a corto plazo, la exposición a contaminación por partículas de humo también es muy nociva.

«Uno de los problemas de cuando hay una combustión de leña es la inhalación del monóxido de carbono, que hace que llegue un poco menos de oxígeno a los pulmones. Luego, la exposición de forma crónica a determinados componentes de la combustión puede producir una intoxicación. La gente tiene que saber que se puede disfrutar de las hogueras, pero siempre evitando exponerse durante mucho tiempo a estos humos», señala el doctor Carlos Rábade Castelo, coordinador del área de tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).

Por otro lado, el nivel de peligro que represente el humo va a depender, en cierta medida, del material que se esté quemando. No es lo mismo el tipo de partículas que se desprenden de un tronco de madera natural, que las que pueden desprenderse al quemar un trozo de mueble barnizado. Se aconseja, por lo tanto, elegir maderas naturales y evitar el uso de acelerantes, la quema de muebles, colchones, ruedas, madera con puntas y objetos voluminosos.

En este sentido, la recomendación es ejercer la prudencia. «Hay que mantenerse a cierta distancia de la hoguera. Tanto las quemaduras como la intoxicación pueden ocurrir, pero el riesgo se reducirá en las personas que no estén expuestas durante mucho tiempo y que no estén a distancias cortas», dice Rábade.

Hay que tener en cuenta que la inhalación de humo «es problemática para todos, dependiendo de la cantidad y el tiempo que inhalen. Pero, sobre todo, afecta a los colectivos más vulnerables, a los niños, a los enfermos respiratorios crónicos, a las personas mayores. A ellos les va a producir más efectos que a una persona sana. La exposición aguda a esto puede producir, en personas con asma, más crisis de asma. En personas con enfermedad respiratoria crónica, también puede producir agudización y que respiren peor», señala la doctora Cristina Martínez, neumóloga y coordinadora del Área de Medio Ambiente de la Separ.

¿La recomendación? Si eres asmático o tienes problemas respiratorios de cualquier tipo, protégete de la irritación con una mascarilla FFP2. De todos modos, «si hay síntomas relacionados con la inhalación de humo, es que estás demasiado cerca del fuego y tienes que irte de ahí. Hay que evitar estar en las zonas donde la calidad del aire está tan deteriorada que nos provoca irritación de garganta o nariz, o broncoespasmos», advierte Martínez. Esto también se aplica a aquellos que tienen complicaciones a nivel del corazón. «En personas que tienen problemas cardiacos sí que puede afectar. Se produce una alteración de la oxigenación pulmonar y eso al final se traduce en una falta de oxígeno en el corazón», apunta el cardiólogo Manuel Anguita.

Astillas y cortes

Si nos cortamos la piel en la playa, es importante lavar bien la herida con agua del grifo; no hace falta jabón. Hay que hacerlo minuciosamente para eliminar todos los restos de arena u otros residuos que puedan haber quedado bajo la piel. Si hay hemorragia, debemos comprimir la zona con una gasa o paño limpio, «para que deje de sangrar y actúen las plaquetas», explica Manuel Durán, médico de familia y miembro del grupo de cirugía menor de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen).

A continuación, podemos aplicar un antiséptico que no irrite el tejido, pero que ayude a evitar la propagación de microorganismos en él. Algunas opciones en este sentido son el Betadine o la Cristalmina.

Usar una tirita no siempre es recomendable, sobre todo si se trata de una herida superficial. «Tener una herida superficial al aire libre ayudará a que esta cicatrice», señala Durán. «La tirita como tal puede provocar que se acumule sudoración debajo, por eso lo mejor es que esté seca y para eso lo mejor es no cubrirla con nada», añade.

Si una astilla de vidrio o de madera se incrusta en la piel, lo mejor, siempre que esté accesible, es retirarla con pinzas, higienizando previamente las manos con agua y jabón. Si la astilla está demasiado metida en la piel, se puede utilizar un alfiler o aguja esterilizado en alcohol para remover suavemente la piel sobre la astilla y así retirarla. Una vez que la astilla esté fuera, hay que lavar el área con agua y jabón, y secar dando golpecitos, sin frotar la piel.

Recomendaciones

Para mantener la seguridad y garantizar que todos los participantes de la velada, niños y adultos, lo pasen bienl sin correr riesgos sanitarios, conviene tener en cuenta algunos puntos clave en términos de prevención de accidentes:

  • No hacer fuegos ni hogueras en sitios cerrados ni cercanos al tendido eléctrico
  • Dejar como mínimo 15 metros de distancia con respecto a coches y edificios al encender el fuego
  • No encender el fuego cerca de sitios donde jueguen normalmente los niños
  • Elegir una zona de fácil acceso para vehículos de emergencia
  • Evitar el uso de líquidos inflamables
  • No quemar productos de PVC, ruedas de coches, muebles, papeles ni tejidos
  • Llevar prendas de tejidos naturales como el algodón, evitando la ropa sintética, que es más inflamable
  • Elegir ropa ajustada y calzado cerrado que sujete bien el pie, sin tacones
  • No saltar la hoguera con niños al hombro o en brazos
  • Al bailar alrededor de las llamas, posicionarse siempre en la dirección del viento
  • Fijar un punto de encuentro por si los niños se pierden en la multitud
  • Comprobar que el fuego se ha extinguido por completo antes de abandonar el sitio

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.