El peligro de las doce uvas: «Unas cucharaditas de manzana asada pueden ser una alternativa»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

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Los mayores de 65 años, los menores de 5 y las personas con algún trastorno de la deglución no deben ingerirlas

31 dic 2023 . Actualizado a las 16:26 h.

Es una tradición muy arraigada, pero puede acabar en tragedia. Dar la bienvenida al 2024 con las uvas al son de las campanadas no es un ritual indicado para todo el mundo y, además, ninguno de nosotros está exento de que se complique. No son pocos los que han sufrido un atragantamiento justo a las puertas del nuevo año y, por eso, los otorrinolaringólogos proporcionan una serie de recomendaciones. 

«Las uvas se encuentran entre los alimentos considerados como peligrosos. Primero, porque son redondas, resbaladizas y tienen varias texturas, es decir, sólidas acompañadas de un líquido. Además, cuentan con pepitas en su interior. Cumplen muchas características y por eso son peligrosas para la deglución», indica Magdalena Pérez, vocal de la comisión de Laringología, Voz, Foniatría y Deglución de la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (Seorl-CCC). El tamaño de esta fruta tiene el mismo diámetro que nuestro espacio glótico (uno o dos centímetros), que es el sitio que queda en las cuerdas vocales y por donde se respira. Además, la propia textura de la uva, por su piel, hace más difícil poder masticarla. 

Por si todo esto fuese poco, las tomamos en un período muy corto de tiempo. Y si el ambiente está caldeado, prestándoles poca atención. «Realmente lo más importante de todo es no ingerirlas mientras estamos riendo, hablando, contamos las campanadas... Uno de los grandes peligros es el hecho de tener la uva en la boca y a la vez, intentar utilizar la laringe para otra cosa», asegura la especialista. Añade que esta tiene tres funciones: el habla, la deglución y la respiración. «Por lo tanto, si yo estoy intentando utilizar todos al mismo tiempo, puedo sufrir atragantamiento o asfixia». 

Ni «cachitos» de turrón, ni Lacasitos, ni gominolas

Hay a quien no le gustan las uvas y, para poder participar en la tradición, eligen tomar cachitos pequeños de turrón, Lacasitos, cacahuetes, etcétera. «No son una buena alternativa. Hay ingredientes de algunos turrones que se pueden desprender. Los Lacasitos también pueden soltar pequeños trozos y podemos aspirarlos igual. También las gominolas necesitan mucha masticación para poder comerlas. Todo eso hace que sean alimentos complicados», asegura la doctora. 

¿Qué opción podríamos barajar? Pérez recomienda algún alimento blando, «fácil de aplastar, que no suelte juego y que permita tener un mayor control en la boca. Como por ejemplo, cucharaditas de manzana asada». 

Quiénes deberían evitar las uvas

La experta considera que no todo aquel que se sienta en la mesa en Fin de Año debería tomarlas. Uno de los perfiles que las debe evitar completamente son los niños menores de5 años. «La deglución aún no está establecida del todo», alerta Pérez.

«La epiglotis se coloca por encima de las cuerdas vocales para que el alimento no pase a la tráquea, y que vaya por unos orificios laterales que se llaman senos piriformes, que se comunican con el esófago», detalla el otorrino Juan Carlos Casado, presidente de la Comisión de Laringología, Voz, Foniatría y Disfagia de la Sociedad Española de Otorrinolaringología de la Seorl-CCC. Según sus palabras, cuando la epiglotis todavía se encuentra en este estado, todavía no tiene tiempo suficiente para hacer de compuerta y existen más posibilidades de que el alimento acabe en las vías respiratorias que comienzan en la tráquea. A esto se le añade que la piel de las uvas las vuelve antideslizantes y que, una vez que se quedan atrapadas, forman un tapón que no deshace ni con agua ni saliva. 

Otro perfil que debería abstenerse de tomarlas son las personas mayores de 65 años: «La incidencia de asfixia es siete veces mayor que en niños de uno a cuatro años, según una revisión publicada en la revista Geriatrics», señalan desde la Seorl-CCC. Asimismo, Pérez asegura que, en el caso de correr el riesgo, «deberían ingerirlas de una forma adaptada». ¿Qué significa eso? Tomarlas sin piel ni pepitas, partidas en trozos de forma longitudinal y si es posible, en forma de cruz. 

Además, «la disfagia es un trastorno de la deglución que afecta a más de 2,5 millones de españoles, de los que el 90% están sin diagnosticar», alertan desde la sociedad. «Aunque pueden sufrirla personas de cualquier edad, es más frecuente a partir de los 65 años, cuando afecta a casi un tercio de la población mayor». 

Cómo actuar ante un episodio de atragantamiento en adultos

Cuando una persona se está ahogando empieza a toser, tiene dificultad para hablar o respirar, sufre palidez o empieza a ponerse de color morado y, en el peor de los casos, se puede perder el conocimiento.  

«Lo primero es pedir ayuda. La situación se puede complicar y quien va a poder salvar esas situaciones con éxito es el personal de emergencias. Por eso lo primero, antes de ayudar a esa persona, es llamarles», indica la otorrina. El segundo paso puede resultar bastante obvio, pero los nervios pueden jugar muy malas pasadas en estas situaciones: «Nunca darles palmadas en la espalda sin control ya que, si tengo un elemento en el bronquio, lo que voy a hacer es impactarlo más». Al igual que no se debe de ofrecer agua ni comida, ya que complicarían (y mucho), el proceso. 

Si se trata de un adulto, para poder ayudarlo debemos colocarnos de pie, ligeramente detrás y a su lado. Apoyaremos la mano en su pecho inclinándolo hacia delante (para que la uva salga fuera de la vía aérea) y le daremos una serie de cinco palmadas en la espalda, en la zona interescapular. Si aún así, no se ha logrado resolver la obstrucción, el siguiente paso es la maniobra de Heimlich. Se realiza colocándose detrás de la persona, con los brazos alrededor por debajo de las axilas, poniendo el puño de una mano en la línea media del abdomen entre el ombligo y el extremo inferior del esternón y la otra mano agarrando el puño, y se empuja bruscamente hacia arriba y adentro.

Si a pesar de los intentos anteriores, no se consigue desobstruir la vía aérea, continuaremos estas maniobras alternando los 5 golpes interescapulares con las 5 compresiones abdominales hasta que se solucione el problema, llegue la ayuda o la víctima se quede inconsciente. Ese sería el momento de comenzar las maniobras de RCP, una vez que hayamos tumbado a la persona en el suelo. 

Los niños, un caso particular

En los niños, la secuencia de desobstrucción de la vía aérea es muy similar a la de las personas adultas, pero siempre dependerá de la edad y el tamaño del menor. En los lactantes la diferencia primordial es que no se deben realizar compresiones abdominales porque se pueden producir lesiones.

De esta forma, debemos al bebé boca abajo apoyando su cuerpo sobre nuestro antebrazo y sujetando su cabeza con nuestra mano. Esta se mantendrá ligeramente extendida con la boca abierta, procurando que la cabeza del niño esté situada más abajo que el resto del cuerpo. Una vez en esa posición, daremos cinco golpes secos con el talón de la otra mano en la parte superior y central de la espalda, entre las escápulas.

Si con esto no es suficiente, debemos cambiar al bebé al otro antebrazo, poniéndolo boca arriba, sujetándole la cabeza con la mano, intentando que esté colocada por debajo del cuerpo con la boca abierta. Una vez en esa posición, daremos cinco compresiones con los dedos índice y medio en el centro del pecho, ligeramente por debajo de la línea que une ambas tetillas, es decir, en la misma zona que se daría el masaje cardíaco, pero un poco más fuertes y más lentas.

Si no se consigue solucionar la obstrucción de la vía aérea, se debe repetir la secuencia de cinco golpes interescapulares y cinco compresiones torácicas, hasta que se expulse el objeto. Si el pequeño queda inconsciente y deja de respirar, iniciar inmediatamente la secuencia de RCP infantil.

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.