Las historias detrás del cáncer de mama: «La palabra fue miedo. A morirme, a que tengo una niña, a lo que pudiera pasar»

Cinthya Martínez / Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Cuatro mujeres pacientes de cáncer de mama ofrecieron su testimonio a La Voz de la Salud.
Cuatro mujeres pacientes de cáncer de mama ofrecieron su testimonio a La Voz de la Salud. La Voz de la Salud

María, Isabel, Nuria y Ana son cuatro mujeres que han padecido distintos tipos de cáncer de mama; en el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, nos cuentan cómo la enfermedad cambió sus vidas

20 oct 2022 . Actualizado a las 16:08 h.

Cuatro mujeres, cuatro vidas totalmente diferentes y cuatro historias que se cruzan en un punto que lo cambia todo: un bulto en el pecho. María, Isabel, Nuria y Ana son los rostros de una realidad que sufren una de cada ocho mujeres en España. En el Día Mundial de la Lucha contra el Cáncer de Mama, hablamos con ellas para descubrir cómo empieza su historia con esta enfermedad. Pero sobre todo, saber qué ha pasado después de ese punto y aparte que supuso el diagnóstico.

María Cuellas, de 41 años, responde a la llamada de La Voz de la Salud ya casi entrada la noche, después de una jornada de trabajo. Cuenta que es la mejor franja horaria para ella, porque después de meses de ausencia, el pasado septiembre se reincorporó a su puesto en una conocida empresa de Vigo, Interatlantic. En su relato, solo existen palabras de agradecimiento para su jefe y sus compañeros. Esos a los que avisó, el verano del año pasado, de que un tumor en la mama la iba a mantener ausente durante un tiempo. 

En junio de 2021, la joven se notó un bulto en el pecho izquierdo. «Al principio pasé un poco, porque tengo las mamas densas. Ya en el 2018 había acudido a consulta por uno, pero era de líquido. Este era distinto, porque no se movía. Me preocupé un poco y llamé a mi médico. Me dijo que efectivamente, tenía un bulto, pero como él no era especialista, me metió por protocolo del cáncer de mama», narra.

A los tres días, la llamaron del Hospital Povisa para hacerle una mamografía y una ecografía. Y en esta última, «yo ya vi que al médico le cambió absolutamente la cara». Ese mismo día, le hicieron una biopsia y confiesa que, en ese momento, estaba asustada. «Pero porque yo ya sabía lo que me iban a decir», precisa.

Dos días después le hicieron una resonancia y a los pocos días llegó el diagnóstico: era cáncer de mama. «En ese momento ni lloré, solo le dije al médico: "Por favor, dime que no es triple negativo. Porque me he estado informando y sé que no tiene cura ahora mismo". Me contestó que no. Y le dije: Pues se hace lo que se tenga que hacer, de esto no me voy a morir», explica. Y añade: «Yo había ido al ginecólogo en marzo. No tenía nada. De marzo a junio se me formó un tumor de tres centímetros y medio». 

Se le informó de que primero se le iba a operar y después, quimioterapia. «Se me dijo tenía que decidir si quería mastectomía o tumorectomía y en ese momento me quedé confusa porque no sabía que lo tenía que decidir yo». Pidió un tiempo para pensarlo y, aunque ella reconoce que al principio fue un poco reacia, su hermano le recomendó acudir a la Asociación de Personas Afectadas de Cáncer de Mama y Ginecológico (Adicam). Así conoció a Jorge Cameselle, experto patólogo que colabora con la entidad y sobre el que María reitera sus halagos por el apoyo que le proporcionó tanto a ella como a su familia. Él le recomendó optar por una tumorectomía, y así lo hizo. 

María es de Vigo y tenía 40 años cuando fue diagnosticada de cáncer de mama.
María es de Vigo y tenía 40 años cuando fue diagnosticada de cáncer de mama. Xoan Carlos Gil | La Voz de la Salud

Sin embargo, la joven confiesa que para ella la peor noticia no fue el diagnóstico, sino descubrir que no iba a poder cumplir su sueño de ser madre. «Creo que llevé peor  que me dijeran eso que todo lo anterior. Me propusieron congelar óvulos pero tenía que tener en cuenta que durante cinco años iba a estar tomando tratamiento en pastillas para acabar todo el proceso que iba empezar en ese momento», asegura. 

María llega a uno de los puntos de su historia con la enfermedad que más le marcó. «Tener que decirle a mi pareja: "Entiendo que me dejes porque no te voy a poder dar hijos". Porque yo entendía perfectamente que si yo no le podía dar hijos, él me dejase. Por muy duro que fuese en ese momento, aunque él sea el amor de mi vida, yo sé que a él le condiciona la vida. Pero gracias a Dios la persona que tengo al lado me dijo que me quería a mí: "Prefiero una familia de dos sanos a una familia de tres y que tú enfermes otra vez"». 

Pero, en realidad, lo peor llegó tres meses después. Ya recuperada de la cirugía, en medio de sus sesiones de quimio, a su pareja Iago le detectan un cáncer de piel. «Eso fue lo más duro. A mí ya no me dolía lo mio. Porque un melanoma puede ser más grave si no lo detectas a tiempo. Y hasta que no supimos que no tenía metástasis, ahí fue cuando tuve que ir a un psiquiatra. De pago, porque si espero por el de la Seguridad Social, podría seguir esperando hoy. Pero se lo pillaron a tiempo y lo afrontamos juntos», explica. 

16 sesiones de quimioterapia y 15 de radioterapia. «No me salvaba nadie de eso». Pero cuenta orgullosa que no tuvieron que pararle ninguna. Eso sí, recalca el porqué: la ayuda que le proporcionó Adicam. Describe que a través de la asociación, las mujeres tienen a su disposición una serie de servicios «que si tuviera que proporcionármelos la Seguridad Social, puede que aún estuviera esperando ahora». Entre ellos, el deporte, que ella considera que ha sido fundamental en su recuperación. Eso sí, recalca que siempre especializado en este tipo de cáncer, con sus entrenadoras Naza Tilve y Sandra Sastre. 

Dice que ella siempre lo afrontó con optimismo. «En el sentido de que, si te paras a pensar, si hubiésemos llegado más tarde tanto a mi cáncer como al de mi pareja, podría haber sido mucho peor. Mucha gente se queda por el camino, que es triste, pero muchas otras aparecen y te sorprenden. Valoras la vida de una forma totalmente distinta».

No obstante, también señala que «da rabia que no se investigue más. Yo no tengo un cáncer metastásico, pero muchas otras compañeras, sí. Y hay medicamentos que están aprobados y funcionan, pero en España no se dan y son caros. Me parece muy duro que digan: “Es que luchó, pero no pudo más”. No, luchó, pero no pudo más porque no tenía la medicación adecuada. Yo luché porque sí que la tenía para mi tipo de cáncer». 

«Al final, lo que quiero dar a entender es que de lo malo se pueden sacar cosas buenas. Tienes dos maneras de vivirlo: llorando durante un año o sonriendo por haberlo detectado pronto, seguir viva y seguir adelante», reflexiona María.  

«Cuando fui a recoger los resultados, la oncóloga me dijo que tenía un cáncer de mama de tipo triple negativo»

El tumor que le detectaron a Ana Patau es uno de esos para los que puede no haber medicación. La zaragozana de 50 años, residente en Madrid, acudió varias veces durante un año a consulta por un bulto en el pecho, pero su médico le decía que no había ningún problema. «El bulto crecía y me dolía», comenta. «Finalmente, me dijeron que me hiciera una biopsia por si acaso, porque tenía mucho líquido. Después de la biopsia le confirmaron que era maligno y que estaba muy avanzado. Claro, había pasado un año ya», lamenta. 

Todas estas pruebas, las llevó a cabo en un hospital privado. Pero como su situación era «bastante crítica», le trasladaron el expediente al Hospital 12 de Octubre de Madrid. «Cuando fui a recoger los resultados, la oncóloga me dijo que tenía un cáncer de mama de tipo triple negativo —el de peor pronóstico—, que es resistente a muchos tratamientos», cuenta. En ese momento, hace cinco años, este tipo de tumor solo se podía tratar con quimioterapia.

Ana, que tiene 50 años, nació en Zaragoza, pero vive en Madrid.
Ana, que tiene 50 años, nació en Zaragoza, pero vive en Madrid. La Voz de la Salud

Pero por la situación en la que se encontraba, en un estadio avanzado y sin haber recibido ningún tipo de tratamiento aún, su oncóloga le ofreció participar en un ensayo clínico que buscaba pacientes en ese momento. Ana no dudó en aceptar. Sé trató con una inmunoterapia experimental, financiada en parte por la fundación Cris Contra el Cáncer. Un tipo de tratamiento que está en funcionamiento a día de hoy para algunas pacientes. 

«El triple negativo es un tipo de cáncer en el que primero intentan reducir al máximo el tumor y después te operan, porque cuanto menos tumor quede dentro, menos probabilidades tienes de que se reproduzca. Es distinto al cáncer hormonal. No hay pastillas hormonales, es mucha quimioterapia y cruzar los dedos los tres primeros años», explica.

La operaron y le pusieron «toda la quimioterapia que no me habían puesto al principio porque estaba en el ensayo clínico y tenían que ver si el ensayo funcionaba o no». La gran sorpresa, en palabras de Ana, fue «que cuando me operaron y me quitaron lo que quedaba de bulto, ya no tenía ninguna célula mala. Había tenido una respuesta completa al tratamiento. Me dijeron: "Esto ha sido milagroso". Y había sido gracias al ensayo clínico». 

Después de un año y cuatro meses de tratamiento, reconoce, en una emoción contenida, que ahora mismo sigue asistiendo a revisiones cada seis meses —los dos primeros años, son cada cuatro—, pero se encuentra bien: «Yo cruzo los dedos, pero a partir de los tres años me dijeron que sería raro que se reprodujera, pero siempre lo vives con miedo. Hasta que no pasan los tres años no descansas». 

Ana concluye su relato agradeciendo la oportunidad que le ha brindado la vida: «Cuando me dijeron que entraba en el ensayo clínico vi la luz. Es crucial la investigación, porque el cáncer de mama se cura en alta probabilidad si está pillado a tiempo. No quiero volver a verme ni me gustaría ver a nadie en la situación en la que yo estuve, en la que solo tienes un tratamiento y cruza los dedos». 

«La gente cuando dices que tienes cáncer, siempre piensa que te vas a morir»

«Sí que es verdad que la primera pregunta que hice cuando me dijeron que tenía cáncer, y que sé que también lo dijeron otras compañeras, es: "¿Me voy a quedar calva?"», admite Isabel Millán, una pontevedresa de 47 años. Ella también tenía un bulto en el pecho que era benigno: «Suele aparecer cuando se hace mucho deporte, y la verdad es que yo soy deportista, porque soy exmilitar en reserva. Lo llevaba vigilando un año y medio y, cada seis meses, me iba a hacer pruebas». Pero la última vez, el pasado enero, «vieron que tenía otro bulto debajo de ese. Y ya empezó todo». 

Ya en casa, empiezan los miedos: «Te comes la cabeza pensando que te puedes morir. Llegué a llamar a mi ginecólogo un sábado a las once de la noche diciéndole: "Si no me mata el cáncer, me mata un infarto, pero por favor dígame que no me voy a morir. Me faltaba el aire, el corazón se me salía. La palabra fue miedo. A morirme, a que tengo una niña, a lo que pudiera pasar».

El primer mes se resumió en una resonancia, una mamografía y otro tipo de pruebas para, en febrero, empezar la quimioterapia. Los tres primeros meses, cada 21 días, y después, semanalmente. «El primer mes fue horrible». Confiesa que sus mayores apoyos fueron —y siguen siendo— su mujer y su hija. Esta última, se pasó la maquinilla por la cabeza casi al mismo tiempo que su madre: «Apareció al día siguiente con el mismo peinado. Las dos, al uno. Y me dijo: "¿Ves mamá? Solo es pelo"». 

En septiembre, la operaron: «Me quitaron dos ganglios, que eran los que estaban infectados. Fue muy poquito. Gracias a Dios como me dieron la quimio antes, se redujo todo. Dicen que quedó limpito pero todavía me queda la radioterapia, por si queda algún punto de algo por ahí perdido». Además de eso, como su tumor es hormonal, tendrá que tomar durante cinco años. 

Isabel, paciente de cáncer de mama, tiene 47 años y vive en Pontevedra.
Isabel, paciente de cáncer de mama, tiene 47 años y vive en Pontevedra. Miguel Villar | La Voz de la Salud

Eso sí, considera que la recuperación de su operación ha sido rápida gracias a que practica piragüismo con sus compañeras de Adicam. Se hacen llamar las Libélulas y desde el pasado marzo ya han competido, en la categoría de cáncer de mama, en la copa de España o en los europeos. «Somos segundas de España y todo esto en unos meses», dice emocionada. Y añade: «Hay mucha leyenda urbana que dice que no puedes hacer nada. Me lo dijeron a mí, que no iba a poder hacer nada. Y aquí estoy, haciéndolo». De hecho, el piragüismo adaptado se considera un buen deporte para el cáncer de mama, ya que tal como explica «es bueno para la linfa y la movilidad del brazo». 

Isabel pone el foco en el futuro pidiendo una sola cosa: «Más investigación. Porque se me murió una amiga de otro cáncer. Me imagino que es lo que queremos todos... Pero hasta que no lo ves de cerca, parece que siempre le toca a otro». 

«Como precaución ante la amenaza de un posible cáncer de ovario o de útero, me vaciaron»

Nuria Caldés asiste en marzo de 2015 a una revisión rutinaria al cumplir los 40 años. Era la primera mamografía que se hacía en su vida e iba tranquila, «porque hasta ese momento, lo más grave que había tenido era un constipado». Pero el equipo médico, ve algo que no le gusta. «Me dicen que hay que hacer una biopsia», cuenta. Se la hacen a los pocos días y le comentan que los resultados estarán disponibles a finales de semana. 

Nuria tiene 48 años y vive en Madrid.
Nuria tiene 48 años y vive en Madrid. La Voz de la Salud

El viernes, la joven llama su ginecólogo porque aún no había recibido ninguna noticia. «Él dice que aún no los tienen, que acuda el lunes a su consulta. En realidad sí los tenía, solo que en un detalle de calidad humana, él no quiso que me pasara todo el fin de semana con la angustia. Cando llegué allí, me encontré a mi marido. Lo avisó para que también estuviera presente. Fue cuando me dijo: "Tienes un cáncer de mama que no tiene buena pinta, te tenemos que operar ya". Así empezó todo», relata la madrileña. 

«¿Esto me está pasando a mí?». Esa fue, según Nuria, su reacción inicial. Por aquel entonces, su hija mayor tenía tres años y sus mellizos, uno. «Yo solo pensaba que tenía que seguir adelante y luchar con todas las fuerzas que me dieran la medicina y los médicos. No tenía ninguna intención de dejarme vencer y de morirme», recalca. 

Como sus niños eran muy pequeños, decidió darle la máxima normalidad a todo el proceso relacionado con el tratamiento de la enfermedad. «Cuando se me cayó el pelo, realmente utilizaba la peluca por mis hijos. Eran muy pequeños para que de repente de un día para otro vieran a su madre sin ningún pelo en la cabeza», asegura. Y cuando llevaba el pañuelo, y la mayor le preguntaba qué sucedía, ella contestaba: «Soy una pirata, vamos a luchar». 

La operación salió «fenomenal», pero sí que tuvieron que quitarle una parte de un pecho. Posteriormente le pusieron un Port-A-Cath (PAC) y empezó con las sesiones de quimioterapia. No obstante, remarca que no dejó que la enfermedad le limitase a hacer cosas. «Yo montaba a caballo. Pues seguí haciéndolo. Si me encontraba mal, bajaba, vomitaba y volvía a subir. Intentaba hacer vida normal, estar con mis hijos y que no me robara más tiempo de disfrutar de mi familia». 

Nuria apunta a que hace un año, seis después de su diagnóstico, le tuvieron que «quitar el endometrio, las trompas de Falopio y parte de los ovarios. Tenía unos sangrados importantes y había que descartar posibilidades. Los marcadores del cáncer no estaban como tenían que estar, se dispararon y, como precaución ante la amenaza de un posible cáncer de ovario o de útero, me 'vaciaron'». 

Confiesa que no puede decir con garantías si está relacionado o no con el cáncer de mama, porque aún se está investigando: «El tamoxifeno es una medicación que se toma, o que tomamos casi todas las mujeres que hemos tenido cáncer de mama por el carácter hormonal del tumor. En mi caso, tenía una parte muy pequeña que era hormonal y el resto no lo era. Para tener garantías de que por la parte hormonal no se iba a reproducir, empecé a tomar esta medicación. Es muy bueno para lo del cáncer de mama, pero puede provocar cáncer de ovario y de útero. Te lo quitan todo para prevenir». 

No obstante, Nuria considera que este último episodio, solo ha sido un bache «de una carrera de fondo que hay que ganar». Repite en varias ocasiones que sin la investigación que se destina a esta enfermedad, «no estaríamos como estamos ni habría los ensayos clínicos que existen». Cuatro mujeres, cuatro vidas totalmente diferentes y un objetivo común: demandar más investigación. 

Los datos del cáncer de mama en España

  • La incidencia del cáncer de mama está aumentando y se estima que en 2022 se diagnosticarán 34.750 casos nuevos, 144 casos por cada 100.000 mujeres al año. 
  • Entre 2002 y 2020, la tasa de incidencia anual ajustada por edad por cada 100.000 personas se incrementó de 106,5 a 126 casos.
  • El cáncer de mama supone el 28,9 % del total de cánceres en las mujeres. 
  • Por grupos de edad, los nuevos casos se concentran más en el grupo de edad de a partir de los 70 años, con un 29 %. Seguido del grupo de 50-59 años, con 25 %. Los grupos de edad de 0-49 años y de 60-69 años acumulan ambos un 23 % de los casos.
  • Se trata del tumor más mortal en mujeres. Es responsable de un 15,1 % del total de defunciones por cáncer. Aunque la evolución de la mortalidad es descendente.

Fuente: Red Española de Registros de Cáncer (Redecan) y la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).