Los riesgos de las bebidas energéticas: «Una sola lata sube la presión arterial y la frecuencia cardíaca»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Los jóvenes son los principales consumidores de bebidas energéticas.
Los jóvenes son los principales consumidores de bebidas energéticas. iStock

Galicia prepara una ley que las equiparará a las bebidas alcohólicas | Cuatro de cada diez jóvenes gallegos consumen este tipo de bebidas con regularidad, lo que trae riesgos a nivel cardiovascular, metabólico y psicológico

17 oct 2023 . Actualizado a las 18:04 h.

Galicia prohibirá el consumo de bebidas energéticas a los menores de edad. La Consellería de Sanidade está elaborando un anteproyecto de ley, que responde a los riesgos que supone para la salud tomar de manera habitual este tipo de productos, y que equipara su consumo al de las bebidas alcohólicas en términos legales. Las bebidas energéticas llevan unos años creciendo en popularidad entre los más jóvenes. Apoyándose en streamers de Twitch o youtubers como patrocinadores, las campañas publicitarias detrás de estos productos los han catapultado a la fama y la cada vez mayor variedad de sabores y colores disponibles han permitido ampliar ese mercado.

Lo cierto es que, aunque sus sabores y sus presentaciones se puedan parecer bastante, una bebida energética no es lo mismo que un refresco. Y si bien en ambos casos se desaconseja el consumo habitual, las primeras no deberían formar parte de la alimentación de los más jóvenes ni siquiera ocasionalmente, según advierte la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan). De hecho, el reglamento de la Unión Europea obliga a incluir en el etiquetado de estos productos la frase «Contenido elevado de cafeína: No recomendado para niños ni mujeres embarazadas o en período de lactancia», seguida de una referencia al contenido de cafeína expresado en miligramos por cada 100 mililitros.

Las bebidas energéticas en números

  • Casi 40.000 jóvenes gallegos de entre 14 y 17 años consumen estos productos.
  • Cuatro de cada diez personas de entre 14 y 18 años en Galicia reconocen beberlas de forma habitual, lo que supone un incremento de más del 30 % entre el 2018 y el 2021.
  • Los varones son los más propensos a consumir bebidas energéticas: la mitad de los chicos las toman al menos una vez al mes, frente al 31 % de las chicas.
  • Casi un 12 % de los adolescentes han consumido bebidas energéticas combinadas con alcohol.

Riesgos para la salud

«El problema de estas bebidas energéticas en la gente joven y los adolescentes, que, por cierto, son el grupo que más las consume, es que tienen una capacidad adictiva debido a las altas cantidades de cafeína que tienen. Eso hace que además del efecto negativo que tienen esas dosis de cafeína en sí, se genere una dependencia física que lleva a que la persona tenga que seguir consumiendo con frecuencia. Además, producen tolerancia y se va perdiendo el efecto de la cafeína, con lo cual, cada vez se necesitará tomar dosis más altas que, a nivel cardiovascular, provocan muchos problemas», señala el doctor Manuel Anguita, presidente de honor de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

Esta dependencia física y esta tolerancia aparecen a partir de los 100 miligramos diarios de consumo de cafeína. Hay que tener en cuenta que una lata de 250 mililitros de cualquier bebida energética comercial contiene unos 80 miligramos de cafeína, mientras que las latas de 330 ml ya superan los 100. Pero lo alarmante es que una de las presentaciones más frecuentes de estos productos es la lata de medio litro, que contiene unos 160 miligramos de cafeína. Así, beber solo dos latas en el transcurso de 24 horas supondría sobrepasar la dosis aguda de cafeína, que está entre los 300 y los 400 miligramos, según el peso corporal y la tolerancia de cada persona. Sobrepasar esta cantidad conlleva la aparición de síntomas físicos y psicológicos.

Otro dato no menor a tener en cuenta es el hecho de que este consumo de bebidas energéticas se suma, generalmente, al de otros productos que contienen cafeína, como café, té o chocolate. Esto incrementa la dosis diaria y supone un incremento del riesgo, ya que a partir de los 160 miligramos de cafeína, empiezan a verse efectos adversos generales para la salud, tanto a nivel psicológico como fisiológico.

Si hacemos zoom a la fórmula de estas bebidas, vemos que la principal culpable de los problemas es, como señala Anguita, la cafeína. El consumo excesivo de esta sustancia, que también está presente en el café, el té y algunos refrescos, provoca «efectos fisiológicos no deseados que van desde la alteración del sueño, tanto en el tiempo necesario para conciliarlo como su duración, hasta efectos psicológicos y alteración del comportamiento, así como trastornos cardiovasculares», detalla la Aesan.

Estos efectos incluyen «desde síntomas que son molestos pero no graves, como palpitaciones, nerviosismo o ansiedad, hasta hipertensión. Esto se ha demostrado: después de la toma de una sola de estas bebidas sube la presión arterial y la frecuencia cardíaca. Si esto se hace a largo plazo, se puede producir hipertensión mantenida, crisis hipertensivas, arritmias ventriculares e incluso podría producirse un infarto de miocardio», advierte el cardiólogo.

Incluso en el corto plazo, consumir una lata «puede tener efectos negativos muy importantes para la salud de nuestros niños y adolescentes, porque una bebida energética puede equivaler en el contenido de cafeína a dos cafés expresos. Puede provocar dificultades para dormir, un sueño de peor calidad, menos horas, más irritabilidad», señala Rosaura Leis, catedrática de pediatría en la Universidade de Santiago de Compostela.

La experta señala además que, aunque en muchas familias no se da café a los niños, sí que se permite el consumo de este tipo de bebidas, que contienen incluso más cafeína. «Los estudios parecen poner en evidencia que son consumidas con alta frecuencia por niños, más en niños que en niñas. Por eso, es de enorme interés que los padres conozcan la composición nutricional de estas bebidas, que tienen consecuencias para la salud de sus hijos tanto a corto como a largo plazo», sostiene.

Asimismo, Leis destaca la importancia de adquirir un estilo de vida saludable en esta edad temprana, que es el puntapié inicial para los hábitos que las personas tendrán durante el resto de su vida. Para lograrlo, las medidas de etiquetado de los productos y la educación son claves. «Es necesario introducir en el curriculum escolar una materia de estilos de vida saludables, donde los niños aprendan a cocinar, a planificar su menú, a hacer la mejor elección para su salud, unido a la práctica de actividad física y disminución de la inactividad. Los estilos de vida saludables adquiridos en la edad pediátrica son un seguro de salud durante todo el ciclo vital. Debemos conseguir una alimentación cada vez más saludable que conduzca a la prevención de estas enfermedades en el niño y de las enfermedades metabólicas cuando sea adulto», aconseja.

A nivel neurológico, «se pueden originar crisis epilépticas o convulsiones. Además, a través de la subida de tensión e incluso directamente, por problemas de coagulación, se pueden producir accidentes cerebrovasculares a corto y medio plazo», detalla Anguita.

¿Y a largo plazo? Eso es algo para lo que todavía no hay respuesta. «Faltan más años de seguimiento para ver esos efectos. Pero dado el potencial adictivo de producir dependencia y tolerancia, que hace que cada vez se necesiten dosis más altas y que la gente tenga esa necesidad de tomarla, probablemente todos esos efectos se vayan a magnificar», señala Anguita.

Lo que queda claro es que los jóvenes son particularmente propensos a sufrir estos problemas, porque, como en el caso de otras sustancias, los efectos adversos de la cafeína y otros ingredientes presentes en las bebidas energéticas dependen de nuestra masa corporal. Así, cuanto menor sea el peso de una persona, más alteraciones producirán estas sustancias en su organismo.

Pero la cafeína no es la única responsable de los daños. Las altas concentraciones de azúcar que contienen estas bebidas son otra causa de preocupación para los profesionales de la salud. Dependiendo del caso, una lata de medio litro puede llegar a aportar 240 kilocalorías sin sumar nutrientes. Una lata de medio litro puede contener casi 75 gramos de azúcar (el equivalente a 15 sobres), triplicando la dosis diaria recomendada por la OMS. «Esto puede inducir problemas de diabetes en el largo plazo», advierte Anguita.

«El alto contenido en azúcares puede producir molestias digestivas, diarreas, dolor abdominal y alteraciones cardiovasculares. Además, hoy sabemos que esto se asocia a un mayor riesgo de alteraciones metabólicas, hipercolesterolemia, sobrepeso y obesidad, que es una de las grandes pandemias que debemos prevenir desde la edad pediátrica. Los niños con obesidad tienen mucho más riesgo de tener obesidad en edad adulta. Por eso, son bebidas no recomendadas para su consumo por parte de niños y adolescentes, porque tienen consecuencias tanto a corto como a largo plazo», señala en este sentido Rosaura Leis.

Cabe señalar que estas bebidas no constituyen una alternativa eficaz si de lo que se trata es de hidratarse. Así, conviene evitarlas en entornos deportivos y gimnasios. «Ya estás sometido a un esfuerzo importante cuando estás haciendo ese deporte y esto aumenta el riesgo, por eso habría que evitar esas bebidas para mejorar el rendimiento en la práctica deportiva», aconseja el experto.

En este sentido, lo mejor durante y después de hacer ejercicio es beber agua. Sobre todo, en el caso de los más pequeños. «No debemos olvidar que la bebida por excelencia para el niño y adolescente es el agua. Las bebidas azucaradas se deben evitar, forman parte del vértice de la pirámide alimentaria, por tanto se deben consumir en muy poca cantidad y esporádicamente», sostiene Leis.

Bebidas energéticas y alcohol

Cerca del 12 % de los jóvenes que consumen este tipo de bebidas energéticas lo hacen en combinación con destilados alcohólicos, lo que potencia el riesgo y es una conducta que debe hacer sonar las alarmas. No solo porque el alcohol está totalmente desaconsejado en los adolescentes, que aún tienen su cerebro en desarrollo y son especialmente vulnerables a sus efectos, sino porque la mezcla de ambas sustancias es altamente peligrosa.

«El alcohol es un depresor del sistema nervioso y estas bebidas energizantes levantan el ánimo y te ponen alerta. Eso hace que acabes bebiendo más alcohol, porque no notas esos efectos depresores y sientes que no has bebido tanto. Vas a beber mucho más alcohol porque sigues despierto a pesar de haber bebido mucho. Al disminuir esos efectos de la intoxicación, el riesgo de tener un coma etílico es mucho mayor», señala Anguita.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.