Juan Fueyo, investigador: «La FDA ya ha conectado el consumo de refrescos con el cáncer; la OMS todavía no ha querido»

ENFERMEDADES

Juan Fueyo posa con su libro desde su domicilio en Estados Unidos.
Juan Fueyo posa con su libro desde su domicilio en Estados Unidos. La Voz de la Salud

Considerado uno de los mayores expertos españoles en oncología acaba de publicar «Cuando el mundo se detiene», la primera obra en la que trata sobre su especialidad y en la que reivindica que los tumores tienen «ideología»

30 oct 2023 . Actualizado a las 12:32 h.

Juan Fueyo, veintisiete años después de emigrar a Estados Unidos para trabajar, es todo lo que cabe esperar de alguien que es considerado, en casi todas las listas de referencia, como «uno de los mejores científicos españoles de la actualidad». Su campo de estudio es el cáncer —en concreto la neurooncología— y durante la conversación se muestra al tanto de la actualidad sobre su especialidad, incluso sobre aquellas formas de la enfermedad que no generan excesiva preocupación para la población, como los cánceres contagiosos de los moluscos. «Ahora se está hablando de esto, porque han salido varias cosas», dice. Cabe preguntarse de dónde saca el tiempo para no perder el hilo entre libro y libro. Cuando el mundo se detiene; cáncer: del mito a la esperanza (Sinequanon, 2023) es el último de ellos. Por primera vez en una obra, habla «de lo suyo»: el cáncer. Asegura, sin embargo, sentirse un impostor: «Porque tú no tienes cáncer; vas a escribir sobre lo que siente otra persona». Además, piensa que divulgar trae mala fama. «Acabamos de publicar un artículo en New England Journal of Medicine, una de las revistas médicas más prestigiosas que hay. Eso la gente sí me lo aprecia. Pero que salga en la televisión, que hable contigo o publique un libro te genera muy mala prensa», asegura. Pero se ha tirado a la piscina. Pese al sufrimiento.

—Le he visto decir que este es el libro que le gustaría no haber escrito, ¿por qué?

—Parece que cada vez que escribes un libro tienes que dar una excusa. Es increíble. Si juegas al golf, no tienes que dar una excusa, pero si escribes un libro te preguntan por qué lo haces. Al final, las editoriales te dicen que por qué no escribo sobre el cáncer, si es lo mío. Yo no quería escribirlo, porque sabía lo que iba a pasar. Ya desde el primer capítulo, sientes un poco el síndrome del impostor. Porque tú no tienes cáncer; vas a escribir sobre lo que siente otra persona. El dolor es una experiencia subjetiva; no puedes tener la experiencia del dolor de otras personas. Cuando te metes a contar historias de cáncer de cualquier persona, tú tal vez te quedes con las palabras, pero yo en mi cabeza veo el melanoma invadiendo el intestino y produciendo una necrosis. Yo cuando hablo del cáncer, veo sus efectos, lo que he visto en la gente: pacientes con mutilaciones, con operaciones de cerebro, con crisis epilépticas producidas tanto por el cáncer como por los tratamientos. No quería pasar unos meses metido constantemente en ese ambiente. No quería escribirlo por respeto a ellos y por el sufrimiento que iba a tener mientras lo hacía. La vida del médico, si la miras bien, es la de una persona que lo pasa mal constantemente porque siempre está en contacto con el sufrimiento. Si tienes esa empatía , ser médico nunca te da la felicidad. Porque al final pierdes todas las batallas. Por eso no quería escribir este libro. 

—Reitera en el libro que no gusta leer sobre el cáncer. Es cierto que la gente solo se interesa ávidamente por la enfermedad cuando se enfoca de manera esperanzadora. ¿Siente que predica en el desierto?

—Pero agarrémonos a eso. Es verdad que casi la mitad de los tumores son evitables, lo que pasa es que como sociedad no lo hacemos. ¿Quién no quiere ir en verano a la playa? Pero sí que es un punto a remarcar. Que la mitad de los tumores sean prevenibles es una cosa importante. En el libro se cuenta todo lo que descubrió Susan Sontag cuando recibió su diagnóstico de cáncer de mama en los setenta. Vivía en un mundo en el que, además de la enfermedad, todo el vocabulario iba contra ella. Tenía algo 'maligno', porque cuando hay algo malo en nuestra forma de vivir, el terrorismo, por ejemplo, siempre se lo apellida como «el cáncer de la sociedad». Hay toda una terminología de guerra en la que el paciente ha de ser poco menos que un héroe. Todo esto hace que la palabra tenga mala fama, que haya todavía un estigma. Todo esto dificulta las cosas. Cuando escribí este libro, mis editores estaban entusiasmados. «Este es el libro que tú tenías que escribir», me decían. Y yo pensaba, ¿pero quién va a querer leer de cáncer? Leer sobre cáncer es duro.

—Plantea reiteradamente que el cáncer es una enfermedad más, como cualquier otra. Pero en el caso del cáncer, el patógeno somos nosotros. Leyendo su libro casi se llega a la conclusión de que el cáncer es sinónimo de vida. 

—Me voy a copiar esa frase (ríe). Es verdad, se puede interpretar que el cáncer somos nosotros, el precio que hay que pagar por la evolución. La evolución se basa en que el ADN no tiene una replicación perfecta y entonces surgen mutaciones. Y esas mutaciones, con el paso de muchos años, dan lugar a que los mutantes formen especies diferentes. Nuestro ADN, cuando se multiplica, tiene esas mutaciones y por eso aparece el cáncer: por una replicación deficiente de nuestro ADN. Por tanto, sí, el cáncer somos nosotros. Somos tanto nosotros que nuestro sistema inmune no lo reconoce como algo anómalo, sino que sigue pensando que es algo nuestro. Y ese es el gran problema. 

—Enumera una serie de escenarios que siempre se plantea un paciente tras el diagnóstico: ¿es incurable?, ¿debería buscar otro hospital?, «tiene que ser un error». ¿Siempre es este ciclo?

—Yo tengo una edad en la que ya me aproximo a la posibilidad de ser diagnosticado de cáncer de próstata y me asombra lo agresiva que es la medicina. La próstata está situada cerca de la vejiga urinaria y de las vías sexuales y, cuando te la quitan, te librarán del cáncer, pero te dejarían con incontinencia urinaria y con impotencia sexual. Esta es la realidad que tenemos hoy en día en un cáncer avanzado. Y siempre que tengas suerte y no haya metástasis. Sí que hay ese ciclo, no para todo el mundo. Cuanto más estatus tengas, cuanto más privilegiado seas en la sociedad, menos durará ese ciclo porque enseguida tendrás información y podrás hablar con profesionales competentes. Hay que hablar de la ideología del cáncer. El cáncer no es para todos igual; ni en el diagnóstico ni en el tratamiento. Cuanto más paria seas en la sociedad, peor te va a ir con el cáncer.

—Esto es algo que pasa en todos los campos de la medicina. Cuanto menos dinero tengas, peor te alimentarás y más probabilidades tendrás de obesidad, por poner un ejemplo demostrado.

—Y la obesidad también está relacionada con el cáncer; con el síndrome metabólico. El caso es que para otras enfermedades no hay tanto estigma. Al vecino de al lado no le preocupa reconocer que ha tenido un infarto de miocardio. La noticia del cáncer todavía se sigue escondiendo. La gente que tiene cáncer, no lo dice. Es que hasta hace poco, ni siquiera se lo decían a ellos. En el libro comento el caso de Johannes Brahms, que padeció un cáncer, quizás de hígado o quizás de páncreas, y los médicos lo comentaban entre ellos pero no se lo dijeron a él. El paciente de cáncer ya sabe que tiene algo muy grave por todos los efectos que le produce. El cáncer no es algo que se diga, una cosa que se comparta, es algo por lo que todavía nos sentimos culpables. Por esto es algo todavía peor que el resto de las enfermedades. 

—Habla de la culpa o el estigma. Podríamos pensar que nosotros no lo sufrimos, pero el presidente de la SEOM nos dijo hace unos días que se sigue culpabilizando a pacientes de, por ejemplo, cáncer de pulmón por su enfermedad. 

—Es verdad. Ten en cuenta algo: la mayoría de la gente que fuma no va a tener cáncer de pulmón. Es algo chocante, pero es así. Kurt Vonnegut, que era escritor y un tipo muy divertido, cuando tenía setenta y pico de años dijo en una conferencia que iba a denunciar a las tabacaleras porque llevaba fumando sesenta años y el tabaco no le había matado pese a las advertencias de las cajetillas. El tabaco demuestra la avaricia de la sociedad y el desprecio por el cáncer. Las compañías fabricantes supieron pronto que el tabaco provocaba cáncer y generaron toda una contraofensiva publicitaria que llevó a la financiación de estudios científicos para demostrar lo contrario. Al final, cuando ya no quedó más remedio que aceptar que, efectivamente, el tabaco produce cáncer, los gobiernos dijeron: «Sí, el tabaco es muy malo, pero si pagan impuestos, que sigan vendiendo». Es cierto que, históricamente, prohibir las drogas nunca ha funcionado, pero en España se fuma mucho. En el libro digo que el olor del tabaco es también el olor del dinero y el olor de la muerte. 

El tabaco demuestra la avaricia de la sociedad y el desprecio por el cáncer

—Los productores de alcohol también se encargan de pagar estudios científicos para resaltar los beneficios de, por ejemplo, el vino a nivel cardiovascular. ¿Es un «dejavù»?

—En Estados Unidos se intentó implantar la Ley Seca y salieron a tiros. Hace poco estuve en Gran Bretaña. Es curioso que, en ambientes académicos con niveles culturales altísimos, donde están las librerías más grandes y mejores, donde escuchas música clásica por cualquier esquina mientras te cruzas con traductores de la Odisea, se bebe muchísimo. Y además se anuncia. Se organiza una reunión para discutir la política social de la edad media francesa, pero antes habrá unos aperitivos con vino y después nos quedamos a un brindis. Los universitarios, por su parte, hacen esto que se conoce como pubcrawling, ir de un pub al otro y al otro —la traducción de craw es, literalmente, gatear—. Me asombra enormemente que gente con tanta información y cultura pase totalmente o no entienda el problema con el alcohol. El alcohol es malo desde la primera gota. En el caso de España, Francia y del sur de Europa, tenemos el alcohol presente en nuestra cultura y eso nos protege un poco más. Pero en el norte beben demasiado. Pero no bebe el que tiene una adicción, bebe el profesor de universidad. Llegaremos a intentar controlar el alcohol como el tabaco, pero hay otro producto que hay que controlar y que son las sodas, que tienen una cantidad de azúcar impresionante y que incluyen aspartamo u otros edulcorantes. Aquí, la FDA ya lo ha conectado con el cáncer, algo que la OMS todavía no ha querido hacer. Hay poca gente que beba cola y que piense que es malo, algo que sí sucede con el alcohol. Los refrescos producen el síndrome metabólico y ya se liga con cáncer también. 

—En su libro nombra la paradoja de Peto y esa relación que marca que en dos seres de la misma especie, el que tenga mayor tamaño tendrá más riesgo de cáncer. ¿Los cánceres relacionados con la obesidad siguen esta lógica?

—Hay gente que lo intenta relacionar, pero la obesidad puede relacionarse también con los lipocitos; con una mayor cantidad de grasa en las células de lo normal. La obesidad entra dentro de lo que es el síndrome metabólico, hay una alteración de la inmunidad. Funciona como una enfermedad crónica que es lo que condiciona el cáncer. El riesgo es mayor por tener la obesidad ligada a una diabetes, al colesterol y al sedentarismo. El sedentarismo es el nuevo tabaquismo, es una frase que ya se usa mucho. Se debe quizás más a eso que al tamaño, aunque está claro que el tamaño también es un factor de riesgo. Pero un factor de riesgo mucho menor que todos los demás que entran en juego. 

—Hablaba de que a los pacientes se les ocultaba el diagnóstico de cáncer hasta hace muy poco, ¿cuánto de poco?

—Yo llegué a Estados Unidos hace 27 años a trabajar en un hospital llamado Anderson Cancer Center, que tiene la palabra cáncer en la fachada. Llegué con mi mujer y cuando lo vi, me quedé de piedra. En España usábamos, y todavía lo hacemos, fórmulas como instituto oncológico, nos escondemos detrás del griego o usamos latinajos. No había un pabellón de cáncer, sino un pabellón de enfermos oncológicos. El avance de que la sociedad acepte la palabra cáncer mejor se ha producido en las dos últimas décadas.  

—Cuando se habla del cáncer, siempre se acaba preguntando por la cura del cáncer. ¿Tiene sentido?, ¿sabemos siquiera qué es estar curado de cáncer?

—En Estados Unidos se habla de c-word —traducido, algo así como «palabra que empieza por c»— para evitar nombrar la palabra 'cura'. A los oncólogos les cuesta mucho hablar de esa palabra que empieza por 'C' que es la cura. Se habla de remisión, se habla de respuesta, porque nadie sabe cuánto va a tardar en volver. Se evita, se considera que es una palabra que no tiene fundamento. Hasta hace poco te desprestigiaba usar la 'C'. Puedes tener un cáncer de mama y estar curado diez años y que, en el año once, desarrolles metástasis cerebral. Nunca se sabe. Pero hay otra palabra grande que empieza por 'c' que es «crónica».

—¿La enfermedad crónica es una meta más realista?

—Creo que podemos intentar conseguir  que el cáncer sea una enfermedad crónica como es la diabetes, que tenga un tratamiento y que de vez en cuando te obligue a ir al médico para hacer reajustes. Pero no morirás de ella o, al menos, se lograrán evitar las muertes prematuras por cáncer antes de los 70 años. La idea, aparte de la prevención, es que el cáncer logre ser manejable con los tratamientos. Nadie se propone curar el cáncer porque el cáncer son muchas enfermedades y es el precio de la evolución. La teoría oficial nos dice que el cáncer lo vamos a tener, al menos por el momento, durante muchísimos años.  

—Es común escuchar que es mejor padecer cáncer con una edad ya avanzada porque la regeneración celular es más lenta y es más sencillo de controlar, ¿es cierto?

—No, al revés.

—Pero se dice.

—Sí, sí. Y tanto que se dice. Los seres humanos, mientras estamos en época fértil, no tenemos cáncer. O, al menos, no es frecuente. El cáncer es una enfermedad de gente mayor. Los gliomas de tumor cerebral, que es a lo que yo me dedico, tienen su pico a los 55 años. El cáncer es una causa de muerte principal entre los 50 y los 70 años. El cáncer es una enfermedad de cuando ya no puedes tener niños. Es como si naturaleza pasase completamente de ti porque ya no le sirves para nada. Bajan todas defensas que tenías contra la reproducción de las células y empiezan a multiplicarse de manera anómala. Es una enfermedad de gente mayor y cuanto más joven la padezcas, más posibilidades tienes de curarte. Yo cuando era joven vi Love Story, una película en la que sus protagonistas eran un médico y una paciente de leucemia que moría y llorábamos todos mucho con aquello. También estaba aquella serie de televisión en la que un paciente moría de enfermedad de Hodgkin. Ahora muchos jóvenes ya no se mueren de enfermedad de Hodgkin, se trata; y muchas leucemias de la gente joven también se pueden tratar. El cáncer es una enfermedad de gente mayor y cuanto más mayor seas, peor pronóstico tienes. 

—¿Pero está hablando de la infertilidad como sinónimo de envejecimiento o hay una relación demostrada entre infertilidad y cáncer? Porque entonces habrá que ponerse a intentar prolongar la edad fértil al máximo. 

—Ahora mismo se defiende a nivel académico, basándose en ciertos hechos que, mientras seas fértil, tus posibilidades de cáncer son menores que después. Hay animales pequeños como los roedores que son un gran ejemplo de lo que muchos dicen aspirar en su juventud: «Vivir rápido y morir joven». Los ratones hacen esto, nacen y se dedican a comer y tener sexo. Comen y tienen sexo, comen y tienen sexo, y, a los dos años, han muerto. Y pese a vivir dos años, muchas veces desarrollan cáncer. Así que la fertilidad tampoco te prevendría completamente de la enfermedad. 

—La actitud no influye en el pronóstico del cáncer. Recuerda en el libro que hay personas con una actitud pésima ante el cáncer que sobreviven y otras que, pese a afrontarlo con el mayor optimismo, acaban falleciendo. 

—Lo que está mal es entrar en el terreno de que tener cáncer es un fracaso moral y que si te has muerto es porque no has peleado los suficiente. No se le puede poner más culpa al paciente de que las cosas vayan mal. Ese es el peligro. Me gustaría hablar de política y que se hablase de política con este libro y de toda esta teoría del neoliberalismo. Un capitalismo radical que promete que si una persona pobre pelea con todas sus fuerzas dentro de la sociedad, acaba siendo rico y venciendo. Quienes no lo consiguen son los losers, los perdedores. Sabemos que esto no es así, que si naces en un gueto aquí o en pueblo de las urbes en España, por mucho que te esfuerces no vas a poder. Los enfermos de cáncer pueden tener un diagnóstico de un cáncer avanzado que dará igual la actitud que tengan, porque seguramente van a fallecer. Dicho esto, los planteamientos del cáncer que tenemos son muy malos. Hay que acabar con la cirugía, la radioterapia y la quimioterapia. Y aquí te está hablando el científico que piensa en el futuro. Todo esto que tenemos en el presente es muy malo y tenemos que mejorarlo. ¿Qué implica esto? Que un paciente que tenga que someterse a quimioterapia va a padecer fatiga, se les va a caer el pelo, las cejas y puede que se le caigan las uñas, que no va a poder dormir,  que va a estar vomitando todo el día. ¿Cómo puedes afrontar eso? Aquella persona que dice que va a pasar por todo eso y se planta en el segundo ciclo de quimioterapia con buena actitud, naturalmente le favorece. Pero esa actitud no quiere decir que vayas a ganar. ¿Positive thinking? Sí, te puede ayudar si tienes la información y el tratamiento. Pero si tienes un cáncer avanzado, da igual que digas «me voy a curar» o no, porque no lo vas a hacer. El tratamiento del cáncer es tan brutal y el ambiente que lo rodea es tan hostil que tener cierto carácter positivo te puede ayudar a atravesar todos los estadíos de la enfermedad, pero eso no quiere decir que la gente que muere de cáncer sean unos perdedores. Ni que no hayan luchado o que no sean guerreros. No. Es que el cáncer fue diagnosticado tarde. Y a lo mejor fue diagnosticado tarde porque esa persona es pobre, porque es una madre soltera, una emigrante, porque vive en un sitio donde no hay hospitales, porque no hay suficientes médicos de cabecera en España, porque la Sanidad no la protege o porque nunca pudo acceder a un estudio clínico que solo se realizaba en Madrid o en Barcelona. Todo eso es mucho más real que los héroes que consiguen vencer al cáncer. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.