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El doctor Ramón Cacabelos (Cambados, 1955) es uno de los expertos más distinguidos a nivel mundial en el campo de las neurociencias, la medicina genómica y la farmacogenética de las enfermedades del sistema nervioso central. Cuenta con dos doctorados, uno de la Universidad de Osaka y otro de la Universidad de Santiago de Compostela. También fue profesor titular en la Universidad Complutense de Madrid. Ha dedicado su carrera al estudio de cómo la genética puede determinar el curso de la salud de las personas y está a la vanguardia en investigación genómica.

Con toda esta experiencia a sus espaldas, el especialista ha decidido fundar el primer Instituto para Enfermedades del Sistema Nervioso Central, actualmente denominado Centro de Investigación Biomédica EuroEspes, sede del Centro Internacional de Neurociencias y Medicina Genómica en A Coruña.

—¿Cuál es el rol de los factores genéticos en las enfermedades?

—Aunque la inmensa mayoría de las enfermedades son el resultado de la convergencia de factores genéticos, epigenéticos y ambientales, en más del 80 % de las patologías de la vida adulta es necesaria una predisposición genética para que se manifiesten tras la inducción medioambiental.

—¿Qué importancia tienen los estudios genéticos en este sentido?

—Los estudios genéticos son de vital importancia en la vida de cualquier persona. En un futuro no lejano, todo recién nacido debería tener un estudio genómico completo que permita conocer sus fortalezas y debilidades, para poder preservar su salud y alcanzar las mayores cotas de desarrollo y bienestar a lo largo de la vida.

—¿Esto es lo que se denomina perfil genómico? ¿Qué beneficios tiene para los pacientes conocerlo?

—El perfil genómico de una persona se obtiene del ADN extraído de un tejido o fluido corporal, generalmente sangre o saliva. El análisis del ADN se puede hacer a 3 niveles. El primero son segmentos o conjuntos de genes asociados a una enfermedad concreta. El segundo es el análisis del exoma, que son los genes que se expresan en proteínas, que solo representan un 2 % del genoma. Y el tercero es el análisis del genoma completo, que incluye regiones codificantes, o exoma, y regiones no codificantes, que son más del 95 % del genoma humano. Nosotros hemos diseñado un modelo del perfil genómico personal, al que llamamos PGENP, que analiza unos 25.000 genes.

—¿Qué beneficios tiene para los pacientes conocerlo?

—Este modelo permite saber qué genes defectuosos pueden causar una enfermedad a lo largo de la vida. También aporta otra información, como qué genes defectuosos porta una persona que no le van a causar enfermedad, pero que pueden transmitirse a los descendientes, los cuales, si se unen a otra persona con el mismo defecto, pueden tener hijos con una enfermedad determinada. Hay una relación de 200 a 500 genes defectuosos que todos tenemos en nuestro genoma, pero que en el momento actual no sabemos qué problemas pueden causarnos, de los cuales vamos teniendo información a medida que la ciencia avanza y conocemos mejor la función de nuestro genoma.

—¿Cuáles son las principales patologías que podemos identificar precozmente a través de esas pruebas genéticas?

—Más del 95 % de las enfermedades humanas tienen un correlato genómico que puede ser identificado en cualquier momento de la vida. La estructura del ADN no cambia desde que nacemos hasta que morimos. Cuando cambia, es porque hay un problema grave detrás, que ya se está manifestando o que hará su aparición en el futuro.

—El alzhéimer y el párkinson son las dos enfermedades neurodegenerativas más importantes en países desarrollados, ¿qué importancia tiene ese diagnóstico precoz y cómo ve el futuro en cuanto a tratamientos?

—El alzhéimer y el párkinson son enfermedades que se manifiestan en la vida adulta y en la vejez, pero que realmente están destruyendo nuestro cerebro desde que este deja de madurar, alrededor de los 30 años de edad. Estas enfermedades neurodegenerativas tienen un importante componente familiar, con más de 600 genes defectuosos relacionados con el alzhéimer y más de 200 genes relacionados con el párkinson. Cuantos más genes defectuosos haya en nuestro genoma, la enfermedad aparece antes, se desarrolla de forma más rápida y responde peor a cualquier tratamiento convencional, mientras que cuantos menos genes inductores de muerte neuronal haya en nuestro genoma, la enfermedad aparece más tarde, evoluciona de forma más lenta y responde mejor a los tratamientos disponibles. Puesto que ambas enfermedades están destruyendo nuestro cerebro dos o tres décadas antes de dar síntomas, es esencial detectar el riesgo lo antes posible para intentar detener el proceso de muerte neuronal prematura. Cuando aparece la clínica, son ya tantos los millones de neuronas destruidas que ningún tratamiento va a ser capaz de resucitar a las neuronas muertas. La única forma de vencer algún día a estos dos procesos neurodegenerativos que afectan a más de 100 millones de personas en el mundo es intervenir precozmente con estrategias preventivas que impidan que las neuronas mueran o que retrasen su destrucción programada.

—¿Cómo se puede detectar de manera precoz este tipo de problemas?

—Para ello contamos con el análisis genómico, que nos permite identificar el riesgo en la juventud. Por lo tanto, la solución terapéutica más eficaz es neutralizar la destrucción progresiva de las neuronas. Hasta ahora los tratamientos disponibles son sintomáticos -mejorar la memoria en el Alzheimer, mejorar el movimiento en el Parkinson. Pero lo que hace falta es desarrollar nuevos fármacos y bioproductos neurotróficos que mantengan vivas a las neuronas, no fármacos que las hagan trabajar más y aceleren su muerte, que es lo que realmente tenemos a día de hoy. Queda mucho que hacer, pero ya estamos reorientando las nuevas estrategias terapéuticas con resultados alentadores en base al perfil genómico de cada paciente.

—¿Cómo está transformando la medicina este enfoque personalizado?

—Las tres áreas que está revolucionando la medicina genómica son la etiopatogenia, es decir, entender las causas moleculares de las enfermedades, el diagnóstico precoz, con biomarcadores genómicos y epigenéticos presintomáticos capaces de identificar el defecto antes de que dé síntomas para poder prevenir, y el tratamiento personalizado mediante la implantación de la farmacogenética en la clínica diaria.

—¿Cómo funcionan los programas profilácticos personalizados basados en el perfil genómico de las personas?

—En base al perfil genómico de cada paciente, ante una enfermedad concreta, se diseña un programa de intervención farmacológica y no farmacológica con fines preventivos si todavía no hay síntomas, o con fines terapéuticos si ya la enfermedad se ha manifestado. Se hace un seguimiento de la evolución en el tiempo con biomarcadores epigenéticos relacionados con los genes defectuosos asociados a la enfermedad.

—¿En qué consiste la farmacogenética?

—Un pilar fundamental de la medicina genómica es la farmacogenética, una ciencia con unos 50 años de vida que permite dar tratamientos en base al perfil genómico de cada paciente. Todo el mundo sabe que un mismo tratamiento no funciona igual en todas las personas. La eficacia y seguridad de todo fármaco depende en más del 90 % del perfil farmacogenético de cada persona y solamente un 30 % de la población es portadora de un perfil genómico capaz de procesar adecuadamente el 80 % de los medicamentos de uso común. Esto indica que medicando por ensayo y error, como se hace ahora, las posibilidades de causar daño son del 40 % y las de no lograr nada, es decir, de ineficacia, son del 30 %. La farmacogenética permite dar el fármaco correcto al paciente adecuado en la dosis más conveniente. Esto que, hasta hace poco, era una ficción, hoy es una realidad que practicamos cotidianamente en los centros médicos en los que aplicamos la farmacogenética como rutina. Con la implantación de la farmacogenética en la medicina diaria podríamos reducir el gasto farmacéutico inútil en más de un 30 % y mejorar las tasas de eficacia farmacológica en más del 50 %.

—¿Qué es la Tarjeta Farmacogenética?

—La Tarjeta Farmacogenética es un instrumento digital que desarrollamos hace 15 años para que los médicos pudieran hacer tratamiento personalizado y los consumidores de fármacos tuviesen la seguridad de que lo que tomaban era correcto en base a su perfil farmacogenético. El año pasado hemos lanzado Mylogy, una plataforma bioinformática inteligente que define el perfil farmacogenético individual de cada persona, identifica las variantes genéticas más relevantes para el uso adecuado de los fármacos y proporciona instrucciones personalizadas a médicos y usuarios sobre los medicamentos que cada persona puede consumir y los que debe evitar de por vida. Mylogy funciona desde el teléfono móvil, el ordenador o una tablet. Una vez que se introduce el nombre del medicamento, Mylogy lee el genoma de la persona y al instante te dice si lo puedes tomar o no. Mylogy ya se está usando dentro y fuera de España.

—¿Cuáles son los desafíos más significativos en medicina genómica actualmente?

—El principal desafío es educativo. Un reciente estudio en Estados Unidos y Canadá señala que la cifra de médicos y farmacéuticos familiarizados con la genómica y la farmacogenómica no llega al 5 %. El siguiente desafío es organizativo, en términos de cambios en protocolos y procesos de intervención médica. Otro desafío es instrumental y económico. Hay una necesidad de equipamiento para análisis genómico, con la consiguiente necesidad de nuevas inversiones. Un desafío capital es la compleja interpretación de datos, que empezamos a superar con la ayuda de la bioinformática y la inteligencia artificial, como hemos hecho con Mylogy. Y el último desafío es ejecutivo: empezar a aplicar la medicina genómica de forma masiva, cosa que no se alcanzará en una década. Lo más importante y positivo es la aceptación universal por parte de la población.

—¿Cómo visualiza el papel de la medicina genómica en el futuro?

—La ciencia progresa a una velocidad de vértigo. En los últimos 20 años se han publicado más de un millón de trabajos sobre genómica de diferentes patologías humanas. Se ha avanzado mucho también en la caracterización del genoma de otras especies, del reino animal y del reino vegetal. Todo eso va a repercutir en medicina, desde la búsqueda de nuevos productos y vacunas biotecnológicas para prevenir enfermedades, para combatir plagas y amenazas externas, hasta la identificación de las causas primarias de muchas dolencias endógenas, que llevamos escritas en nuestro genoma y que son potencialmente previsibles y modificables.

La genómica nos permitirá implementar nuevas fuentes de alimentación sana. La inteligencia artificial y la biotecnología facilitarán el desarrollo de órganos biónicos y la restauración de sistemas somatosensoriales dañados. La medicina práctica se beneficiará del entendimiento molecular de la patogenia de las enfermedades y los biomarcadores presintomáticos harán que muchas enfermedades se puedan predecir antes de que den síntomas para intervenir profilácticamente y evitar que se manifiesten. En el área terapéutica, la farmacogenómica y la farmacoepigenética serán esenciales para el desarrollo de nuevos medicamentos adaptados al perfil genómico y epigenético de cada paciente y serán claves para usar de forma correcta y precisa muchos de los medicamentos convencionales que hoy se administran a granel, con el consecuente riesgo para la salud por la toxicidad que generan. La farmacogenómica y la epigenética ayudarán a reducir el índice de resistencia a fármacos y la tasa de efectos adversos. Pero, como siempre, será la inteligencia humana, la responsabilidad profesional y el sentido común lo que hará que convirtamos el progreso biomédico en una fuente de salud y bienestar o nos hagamos esclavos dependientes del desarrollo tecnológico y científico que unos pocos controlan para dominar a la mayoría.