Pablo Vega, médico digestivo: «Se está disgnosticando enfermedad inflamatoria intestinal en edades muy tempranas, incluso a los dos años»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

El doctor Pablo Vega es especialista en enfermedades inflamatorias intestinales.
El doctor Pablo Vega es especialista en enfermedades inflamatorias intestinales. Santi M. Amil

El experto analiza el panorama de la enfermedad inflamatoria intestinal en Galicia, una región donde esta patología autoinmune está creciendo y es difícil de controlar con medicamentos

28 abr 2024 . Actualizado a las 12:07 h.

Las enfermedades autoinmunes son uno de los grandes males que ha traído consigo la sociedad moderna. Llevamos vidas cómodas, limpias, ordenadas. Nuestro contacto con animales vivos es limitado y las familias tienen cada vez menos niños pequeños. Todo esto quiere decir que nuestro sistema inmunitario no necesita esforzarse tanto como antes para mantenernos protegidos. Pero, sin esa función que cumplir, acaba por actuar de maneras impredecibles y atacando al propio organismo con más frecuencia que antes.

La enfermedad inflamatoria intestinal (EII) es una de las patologías crónicas que pueden surgir en este contexto y las últimas cifras señalan que los casos van en aumento. En Galicia, son 27.000 los pacientes que tienen alguna de estas patologías, sea colitis ulcerosa o enfermedad de Crohn. A pesar de los avances en los tratamientos, casi la mitad de estas personas no tienen controlada su enfermedad. El doctor Pablo Vega, coordinador de la unidad de EII del Complexo Hospitalario Universitario de Ourense (CHUO), explica cómo hemos llegado a esta situación y cuál es el rol de la alimentación para frenarla.

—Cerca de 30.000 personas en nuestra comunidad autónoma tienen una enfermedad inflamatoria intestinal. ¿Cómo se compara la incidencia de esta patología en Galicia con la situación en otras regiones?

—Hemos realizado un estudio epidemiológico muy potente a nivel de toda España para conocer la incidencia de enfermedad inflamatoria en el ámbito nacional y hemos visto que estamos en una zona de alta incidencia, pero acorde a todo el norte del país. Nos establecemos en 17 casos por cada 100.000 habitantes al año. Lo que se ha visto es que, previamente, se consideraba que España y los países mediterráneos eran zonas de baja incidencia comparados con los países del norte de Europa, los escandinavos y el Reino Unido. Pero la incidencia ha aumentado y, prácticamente, nos equiparamos a las poblaciones del norte de Europa.

—¿A qué se debe este aumento en los casos?

—Lo que pasa es que la mejoría en los cuidados, el gran avance tecnológico y en cuanto a opciones terapéuticas ha hecho que los pacientes estén cada vez mejor tratados, con lo cual, su esperanza de vida prácticamente es la misma que en la población general. Entonces, tenemos, por un lado, gente que se diagnostica a edades muy tempranas y, por otro, su esperanza de vida es larga. Así que aumenta la prevalencia porque cada año se diagnostican más pacientes y ellos no fallecen.

—¿Las mejoras en el diagnóstico y el tratamiento son suficientes para explicar el aumento?

—No. Se habla de que, probablemente, estemos alcanzando un pico de incidencia, pero estas son enfermedades en las que los factores ambientales influyen mucho y la globalización y el estilo de vida en las sociedades occidentales ha provocado el incremento de estas y otras enfermedades de naturaleza autoinmune, como la psoriasis, la espondilitis, las artropatías. Esto tiene relación con que comemos muchos productos precocinados, estamos expuestos a mucha polución, consumimos mucha carne roja, somos una sociedad excesivamente esterilizada y protegida frente a los microbios, porque ya no tenemos tantos niños ni animales en casa, no vivimos tanto en el campo y eso hace que nuestro sistema inmunitario actúe de una manera diferente, alterada, lo que facilita la aparición de estas enfermedades. En los países que se están industrializando, la incidencia está creciendo de manera enorme, mientras que nosotros llegamos a un punto en el que es difícil que esto siga incrementándose.

—¿Estos factores se relacionan también con la aparición de brotes en pacientes ya diagnosticados?

—La enfermedad inflamatoria está considerada como impredecible, realmente no podemos saber cómo va a ser su curso. Pero sí que hay factores de riesgo para sufrir brotes y el principal es el tratamiento. Muchas veces, las personas se encuentran bien y empiezan a tener olvidos en la toma correcta de la medicación y esto lleva a los brotes. Luego, hay otros factores, como la toma de algunos medicamentos, infecciones, el tabaquismo, y luego, también, se cree que el estado emocional, el estrés y la ansiedad pueden desencadenar un brote. También depende de diversos factores relacionados con la enfermedad, como qué parte del intestino está afectada, la carga inflamatoria previa, el daño intestinal acumulado a lo largo de los años, que puede favorecer un peor o mejor control de la enfermedad.

—¿Qué líneas de tratamiento hay disponibles a día de hoy?

—Afortunadamente, en los últimos años hemos vivido una auténtica explosión porque han aparecido numerosos fármacos y  cada vez hay tratamientos más personalizados dirigidos contra dianas terapéuticas muy específicas dentro del engranaje de la enfermedad. Tenemos los corticoides que, en la medida de lo posible, son fármacos que intentamos evitar, por sus efectos adversos a largo plazo. Luego, tenemos fármacos de primera línea que son antiinflamatorios; luego, hay tratamientos inmunomoduladores o inmunosupresores, que son fármacos biológicos, y disponemos de opciones intravenosas, subcutáneas o moléculas orales, que han cambiado la forma de tratar la enfermedad.

—A pesar de estas opciones, hay un alto porcentaje de pacientes que no tienen controlada su enfermedad...

—Sí. Desafortunadamente, aunque cada vez disponemos de más alternativas terapéuticas, siempre hay un grupo de pacientes que, por la severidad de la inflamación, no responden a los diferentes tratamientos y tienen que recurrir a cirugías resectivas para quitar el colon u otros tramos del tracto digestivo.

—¿Cómo impacta en la calidad de vida de los pacientes la enfermedad intestinal inflamatoria?

—La sintomatología se manifiesta habitualmente como dolor abdominal, diarrea, urgencia, incontinencia. Tanto desde un punto de vista emocional como físico, es complicado. Son pacientes que a veces tienen que organizar su vida en función de tener un baño cerca y cuando salen con sus amigos siempre están pendientes de eso. Luego, pueden aparecer lesiones en las áreas genitales o en el ano, con lo cual, su vida sexual también se ve afectada. Tienen problemas de imagen corporal e incluso problemas a nivel laboral, porque requieren ingresos hospitalarios y cirugías, lo que puede impactar en la posibilidad de acceder a ciertos puestos de trabajo o que no los contraten. Entonces, la calidad de vida se ve afectada en todas las esferas, tanto familiar como laboral y personal.

—¿Qué necesitan estos pacientes, más allá del tratamiento farmacológico, para mejorar su calidad de vida?

—Un abordaje holístico multidisciplinar es lo ideal. En las unidades de enfermedades inflamatorias contamos con enfermeras especializadas en esta patología, que dan también apoyo y los pacientes tienen acceso a estos profesionales. También están las asociaciones de pacientes y, aparte de los médicos, siempre contamos con el apoyo de psicólogos y nutricionistas. Entre todos intentamos ayudar a controlar la problemática.

—¿Cuál es el rol de la dieta en el tratamiento de estos pacientes?

—Es algo que siempre se consideró influyente. Se sabe que determinados factores dietéticos son predisponentes a que se manifieste la enfermedad, como el exceso de carnes, grasas y productos precocinados en la dieta. Sin embargo, no se tenía en cuenta como un pilar en el tratamiento de los brotes. Pero sí que están empezando a desarrollarse dietas antiinflamatorias u otras que restringen alimentos que pueden desencadenar los síntomas. A día de hoy, lo que tiene que estar sobre la mesa para todo el mundo son patrones dietéticos saludables. No hay ninguna dieta que haya demostrado ser mejor que la mediterránea, basada en el producto fresco, variada, con buena presencia de frutas, verduras, hortalizas, pescados y aceite de oliva.

—¿En qué edades suelen debutar estas enfermedades?

—Se habla de dos picos de incidencia, principalmente aparece entre los 15 y los 24 años. Luego, hay un segundo pico entre los 45 y los 55 años. Pero los pediatras están alertando de que se están diagnosticando casos a edades muy tempranas, incluso a los dos años de vida. Y nosotros estamos diagnosticando a pacientes en edades muy avanzadas, por encima de los 80 años. Es una enfermedad que puede aparecer en cualquier momento de la vida.

—¿Qué síntomas indican que puede haber una enfermedad inflamatoria intestinal?

—A veces hay síntomas que pueden ser similares a los de otras enfermedades más banales, pero habitualmente, los síntomas son dolores crónicos abdominales, deposiciones diarreicas, líquidas, que aumentan en número, pérdida de peso, la presencia de sangre en las heces o una anemia no explicada por otras causas.

—¿Se está diagnosticando a los pacientes de manera temprana?

—Está habiendo estudios que intentan diagnosticarlo antes sobre todo en poblaciones de riesgo, en familias con antecedentes o en portadores de diferentes factores de riesgo. A día de hoy, con los avances médicos que tenemos y los estudios de epidemiología que hemos hecho, los tiempos para el diagnóstico de la enfermedad se han reducido mucho y estamos en un buen momento para coger la enfermedad en etapas precoces.

—¿Se pueden prevenir las complicaciones con esta detección temprana?

—Desgraciadamente, las complicaciones pueden ser muchas, tanto derivadas de la enfermedad como de los tratamientos que realizamos, que no dejan de ser fármacos con potenciales efectos adversos. La actividad inflamatoria mantenida va provocando una disfunción intestinal y conlleva el desarrollo de incontinencia. Luego, puede haber estenosis, estrechamientos del intestino que pueden llevar a obstrucciones o a fugas que llamamos fístulas e infecciones intraabdominales. Los pacientes pueden desarrollar complicaciones articulares, oculares o dermatológicas, que son manifestaciones extraintestinales de la enfermedad. Pueden desarrollar complicaciones en el ámbito psicológico de tipo ansioso o depresivo. Para prevenirlas, tenemos que plantear desde un inicio objetivos a largo plazo para controlar la enfermedad, porque cuanto mejor la controlemos desde el inicio, más vamos a prevenir el desarrollo de complicaciones futuras y podremos cambiar la historia natural de la patología para que los pacientes tengan mejores condiciones con el paso de los años.

—¿Qué avances veremos en los próximos años en el ámbito de las enfermedades inflamatorias intestinales?

—Se está invirtiendo mucho en investigación y todo va hacia intentar desarrollar una medicina personalizada o de precisión. Se está estudiando mucho sobre genómica y metabolómica para intentar ver los perfiles de los pacientes e identificar qué fármaco le va mejor a cada persona. Hoy, sabemos que los fármacos que le van muy bien a un paciente, a otro no le sirven. Pero aún no sabemos si esto es debido a determinantes genéticos, a la flora intestinal de cada persona, o a una serie de factores de riesgo de tipo medioambiental. Estamos yendo hacia un abordaje en el que el tratamiento médico será una pata, pero habrá otras, como la nutricional o la psicológica, de manera tal que controlemos la enfermedad desde diferentes frentes.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.