Blanca Navarro, psiquiatra: «Muchos niños que cometen actos violentos también han sido víctimas de abusos»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Blanca Navarro es psiquiatra y profesora en la Universtat Internacional de Catalunya.
Blanca Navarro es psiquiatra y profesora en la Universtat Internacional de Catalunya.

La experta es coautora del libro «Perfiles psiquiátricos de niños asesinos», que explora los casos en los que los menores cometen estos actos

18 oct 2023 . Actualizado a las 11:27 h.

Cuando pensamos en alguien que ha matado a otra persona, probablemente nos imaginemos a un perfil específico. Lo más frecuente es que pensemos en alguien de mediana edad, de sexo masculino, quizás alguien con aspecto desaliñado, con la mirada perdida. En cambio, no es tan común que nos imaginemos a una mujer, si bien ellas también son capaces de cometer crímenes. Y, sin dudas, cuando hablamos de asesinos no estamos pensando en un niño.

Pero lo cierto es que niños y jóvenes son capaces de hacer daño a otros, si se dan determinadas circunstancias. Los casos recientes en España de adolescentes y niños armados con cuchillos que han atacado a sus compañeros lo demuestran. Tratar de entender por qué ocurren estos hechos es el primer paso para prevenirlos. La psiquiatra Blanca Navarro, profesora de medicina de la Universitat Internacional de Catalunya (UIC) y coautora del libro Perfiles psiquiátricos de niños asesinos (Editorial Sekotia, 2023) asume esta tarea y explica qué hay detrás de estas conductas.

—¿Qué lleva a un niño a llegar hasta el punto de cometer un asesinato?

—Lo primero que hay que aceptar es que los niños también matan, también cometen actos violentos. Esto es algo que rompe muchos esquemas. Pensamos que la infancia es el territorio de la inocencia y que los niños son buenos y es el mundo el que los hace malos. Entonces, cuando un niño de corta edad mata, la sociedad se asusta. Pero ocurre. Para analizar un caso concreto y saber lo que ha pasado hace falta más información sobre la biografía del niño, cómo era su funcionamiento antes de cometer el acto violento, entre otras cosas.

—¿Cuáles son las trayectorias más frecuentes?

—Detrás de muchos de los niños que cometen actos violentos lo que hay es que ellos también han sido víctimas. Si ha habido situaciones de abuso, de malos tratos, de abusos sexuales, si han sido golpeados o abandonados, sus circuitos neurológicos han quedado dañados por esta exposición a traumas en edades tempranas. Puede haber también algún trastorno psicótico que le lleve a creer que hay alguien que le quiere perjudicar. De todos modos, los trastornos psicóticos de inicio en la infancia son raros y a veces están relacionados con algunas formas de trastornos generalizados del desarrollo que son prepsicóticos. Son cuadros muy graves.

—Pero tener esos trastornos no significa que la persona vaya a cometer estos actos...

—Claro que no. Es más, durante muchos años las personas con trastornos de salud mental han sido estigmatizadas y consideradas peligrosas porque cada vez que había un homicidio cometido por una persona con problemas de salud mental, se titulaba: «Esquizofrénico mata a su madre». Eso promovió el estigma, cuando la realidad es que las personas con estos trastornos son víctimas de delitos con mucha más frecuencia de lo que los perpetran, porque son más vulnerables y los pueden engañar. Entonces, no se puede decir que una cosa lleve a la otra. 

—Más allá de estos casos, ¿cuál es la influencia del entorno para que un niño o un joven llegue a matar?

—El bullying en las relaciones entre iguales puede tener mucho impacto. Puede haber niños con trastorno del espectro autista a los que les hagan bullying. Esas personas no van a tener las habilidades sociales para gestionar el conflicto de forma adaptativa, con lo cual, hay riesgo de que puedan explotar. Aquí hay un papel de los adultos en cuanto a la ausencia de estructuras sanas que protejan a la infancia. Luego, dependiendo del espacio donde crezca el niño, puede haber entornos donde asesinar esté totalmente normalizado. Hablamos, por ejemplo, de niños que viven en familias que se dedican a la delincuencia. En algún momento pueden aprender que el delinquir es algo normal, incluidos los delitos de sangre. Y más allá de Europa y Occidente, hay niños que necesitan matar para poder seguir viviendo, hay niños que viven en contextos de pandillas o de guerras. Son niños asesinos, pero serlo es la única manera de seguir vivos. Son entornos en los que asesinar es lo correcto.

—¿El niño que mata es consciente de lo que está haciendo?

—Los niños, hasta la edad de diez u once años, tienen un concepto de lo que es real y lo que es posible que no es como el mundo del adulto. Por eso creen en Papá Noel o en el ratoncito Pérez. Porque ellos están en la fase del pensamiento mágico. Entonces, no saben que uno después de morirse no se vuelve a levantar, o no saben la diferencia entre disparar con una pistola de juguete y una de verdad. Entonces, hay niños que con muy corta edad matan porque hay un arma de fuego ahí, porque ha habido unos adultos negligentes.

—¿Se puede hablar de premeditación en estos casos?

—Depende. Si hablamos de edades en las que el niño todavía se mueve en el pensamiento mágico, podría planificar, por supuesto. Lo que pasa es que esa planificación no se puede considerar libre. Para tener libertad, uno tiene que entender las consecuencias de sus actos. Esa planificación no es como el proceso de pensamiento del adulto, porque no hay una capacidad de tomar decisiones pudiendo gestionar todo eso a través del pensamiento. Por otra parte, por ejemplo, un niño que ha sido sometido a bullying tiene un estado emocional en el que, si se siente atrapado, puede no ser capaz de encontrar otras salidas. Por eso, en el caso de los niños, es importante preguntarse qué hacen los adultos a su alrededor.

—Tampoco es necesariamente impulsividad lo que les ocurre...

—Entre la irreflexividad de los actos en caliente y la planificación fría del psicópata, que también puede existir en niños, porque pueden tener dañados los circuitos neuronales relacionados con la empatía, hay una gran distancia. Yo diría que ellos lo pueden planificar, lo que pasa es que esa planificación no es libre.

—¿El cerebro de estos niños es diferente?

—Depende del caso. Si hay un trastorno mental y la persona además vive en un entorno desestructurado, las estructuras implicadas en la empatía estarán dañadas. Eso puede ser por herencia congénita o bien por traumas, por haber presenciado eventos violentos o haber sido víctima de maltrato en la infancia. Se ha visto que estos traumas dañan esos circuitos que forman la empatía. Pero si matan de forma más circunstancial, puede que no tengan ni siquiera una desviación moral.

—¿Qué diferencia a un niño y un adulto a la hora de cometer estos crímenes?

—La principal diferencia es que la fantasía y la realidad se entremezclan en el mundo del niño. Pero todo depende de en qué circunstancias se ha cometido el asesinato. Si hay un trastorno de salud mental, el comportamiento del niño y del adulto se parecerán más. Cuando un adulto comete un crimen, nadie se pregunta dónde estaban sus padres. Pero en edades tempranas, uno entiende que el papel del freno y de inculcar normas morales le corresponde a los adultos. En un niño es necesario que concurran las circunstancias de ausencia de adultos sanos que contengan.

—¿Cómo podemos intervenir los adultos ante señales?

—El abanico de circunstancias que pueden dar lugar a un comportamiento violento que acabe en asesinato es muy variado. La prevención en cada caso se hará a diferentes niveles. Cuando hablamos de algo biológico congénito, garantizar el cuidado a estos niños vulnerables desde la edad temprana es importante. Si han sido víctimas de abuso o maltrato, es fundamental establecer programas de detección en las escuelas que ayuden a identificar cuando los niños empiezan a tener comportamientos llamativos que lo indiquen. Los programas de atención a la salud mental pueden ser una intervención importante para la detección precoz de la patología mental y para hacer un tratamiento adecuado. En cuanto al bullying, hay que controlarlo mucho, ser conscientes y no hacer la vista gorda nunca.

—¿Cómo se puede rehabilitar a alguien que ha matado a otra persona siendo tan joven?

—Se puede reeducar y sanar a la persona para que pueda reinsertarse en la sociedad. Esto depende mucho del caso. Pero para que eso suceda, la persona tiene que querer empezar una nueva vida que sea diferente. Si hay una patología o alteración que ha intervenido para que ocurra el delito, esa patología va a seguir estando después del acto. Si en principio hay una estructura más sana y la persona en un momento dado se ha dejado llevar por otro miembro de su pandilla, es diferente.

—¿Cualquier niño puede cometer un crimen si se dan las circunstancias que lo permiten?

—Eso es como preguntar si cualquier adulto puede cometer un crimen. El pensar que yo no sería capaz de hacer eso es algo que tranquiliza, pero no es verdad. Cada persona ha recibido una herencia biológica, ha vivido en unas circunstancias particulares y ha tomado sus decisiones. Todos sabemos que si nos portamos mal hay consecuencias, pero hay algo biológico que no controlamos, los padres que nos tocaron y cómo nos educaron tampoco lo controlamos, el daño en etapas tempranas de la vida tampoco, el riesgo de padecer enfermedades de salud mental, tampoco. Y luego, también existe la maldad. El ser generoso y altruista es una opción que no todo el mundo elige. Se puede ser malo sin tener ninguna lesión neurológica y sin tener ninguna enfermedad mental. Es una decisión y hay gente que elige no ser generosa ni altruista. ¿Todo el mundo puede cometer un crimen en un momento dado? Sí, pero algunos tendrán más facilidad que otros para hacerlo. Yo prefiero pensar que no sé si sería capaz de matar, porque no sé mi grado de propensión y no sé cómo reaccionaría ante determinadas circunstancias. Aunque nos asusta, esa respuesta es más honesta que decir que uno nunca lo va a hacer.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.