José Luis Carrasco, psiquiatra: «Si uno lo intenta controlar todo, está condenado al infierno de la ansiedad»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

José Luis Carrasco es catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid.
José Luis Carrasco es catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid.

El experto, catedrático e investigador, asegura que «estar bien siempre es imposible, sería casi una enfermedad mental»

23 oct 2023 . Actualizado a las 16:56 h.

Hablamos mucho de ella pero ¿sabríamos explicar que es la salud mental? ¿Y de qué manera está ligada con la felicidad? ¿Existen pautas para llegar a ella? Son algunas de las preguntas a las que responde José Luis Carrasco, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid y coordinador de investigación del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Clínico San Carlos. Fue profesor titular de Psiquiatría de la Universidad de Salamanca y fellow en Trastornos de Ansiedad de la Universidad de Columbia, en Nueva York. Hablamos con él a raíz de la publicación de su primer libro Mentalmente sano y feliz (Sinequanon, 2023), donde desgrana muchos mitos y realidades que existen sobre la salud mental. 

—Usted es psiquiatra y comenta que muchos le preguntan si cuenta con la llave para la felicidad. ¿La tiene?

—Hay una cierta idea de que la salud mental y, por extensión, la felicidad, que no son la misma cosa, está basada en una serie de pautas de saber hacer lo que se tiene que hacer correctamente en el momento. Ahí es donde la gente, los amigos, los que te conocen más, piensan que tú tienes la clave de lo que se debe hacer y cómo se deben afrontar en cada momento las cosas. Eso no es así, no existen unas pautas para vivir bien, hacer lo correcto y estar sano mentalmente. Sí que las hay, desde el ámbito científico, sobre el funcionamiento de la mente. Al igual que sobre las cosas que solemos hacer los humanos y que valen, en general, para que uno reflexione un poco más sobre sí mismo, tenga mayor conocimiento y vaya encontrando sus propias respuestas. Pero sí que es verdad que, al principio, la gente pide pautas. «Como es psiquiatra, usted sabrá qué hacer en cada momento». Ya me gustaría a mí... 

—¿Qué otro tipo de mitos sobre salud mental se suele encontrar?

—Hay un mito que, además, es moderno. Antiguamente no se hablaba de salud mental. Se hablaba de intentar buscar la felicidad y de vivir en la vida lo mejor que se podía. Empieza a hablarse de ella en el siglo XVIII, cuando la sociedad deja de ser tan religiosa, tiende a ser más individualista y pone el foco en el logro de la felicidad en sí mismo. Los humanos estamos solos y somos los que tenemos que hacernos felices. Ahí ya se empieza a hablar del loco, del no loco, del cuerdo, de lo que es más sano, de lo que se debe hacer y lo que no. Pero somos nosotros los que nos ponemos las pautas. Existe un mito moderno que es el de que si los humanos hacemos una sociedad idílica, todos tendremos salud mental.

—Interpreto que no es así. 

—Claro que no. ¿Quién dicta la salud mental y cómo tiene que ser la sociedad? Los humanos. Y todos somos diferentes. Tienen que ser las ideologías, los partidos políticos, los gobiernos… Alguien tiene que decir cómo tiene que ser uno para estar mentalmente sano. Por ejemplo, en la Rusia soviética, decían que tendría que ser de una manera, en la Alemania nazi de otra y en los países occidentales, también otra. Es un mito el pensar que la salud mental depende del bienestar externo, de que la sociedad y el Estado nos provean de todo y no tengamos necesidades. Que la salud mental depende de que las cosas nos vayan bien y de que no tengamos estrés, sufrimiento y necesidades. Eso está mucho en nuestra mente, sobre todo en los últimos 50 años.

—Entonces, la salud mental no depende solo del bienestar externo.

—Exacto, es un mito. La realidad que conocemos ahora científicamente es que la salud mental depende fundamentalmente de cómo nosotros podemos conseguir un bienestar más interno que externo. Por supuesto, está influenciado por los acontecimientos de fuera. Si uno no pasa hambre, no pasa penurias económicas y no está sometido a una situación de opresión y de maltrato, por supuesto, la salud mental mejora. Pero depende más de cómo nosotros elaboremos las cosas que pasan en el mundo. Es un mito pensar que la salud mental es que no exista estrés o problemas mentales. Siempre va a haber. 

—Un cardiólogo podría dar pautas para mejorar la salud cardiovascular. ¿Un psiquiatra puede darlas para mejorar la salud mental?

—Las pautas son mucho más complejas. No son puramente biológicas y tienen que ver con la forma de vida, las creencias, los sentimientos y emociones. No es fácil dar pautas, ni tampoco sería bueno del todo, porque al no existir unas preestablecidas, están guiadas por la propia personalidad del que las da, del supuesto experto en salud mental.

Más que pautas, podemos dar indicaciones para reflexionar, así como herramientas para mejorar algunos aspectos. No toda la salud mental, pero sí para mejorar el control de la ansiedad, por ejemplo. O llevar mejor el perfeccionismo, si es lo que más nos preocupa; o para ver cómo manejamos esa impulsividad que parece que tanto le molesta a su entorno. Como ves, son pautas de ciertas cosas, no una general sobre cómo debe vivir el ciudadano para tener una buena salud mental. Por ahí no debemos ni planteárselo, porque no contamos con ciencia suficiente para eso.

—Hasta qué punto la felicidad tiene que ver con nuestro cerebro. 

—La verdad es que sí que tiene que ver. El cerebro no produce la felicidad. Es una parte muy importante de nuestro cuerpo y lanza sus emociones e impulsos. Es decir, el cerebro pone una parte del funcionamiento. Participa en nuestras emociones, conducta y pensamientos, pero no es el que tiene la última palabra. Digamos que esta la tiene una parte de nosotros que puede ser crítica de nuestros pensamientos y nuestra conducta, al igual que puede regular nuestras emociones. Esa es la parte en la que nosotros podemos participar. Y con nosotros me refiero en la que el individuo puede participar en mejorar su salud mental. 

Luego, el cerebro, como es importante, es donde los profesionales podemos ayudar a que funcione mejor. Para producir mayor bienestar y para que colabore en que exista un cierto equilibrio en salud mental. Por tanto, la respuesta es que, por supuesto que el cerebro tiene una participación en cómo somos y en cómo regulamos nuestras emociones y pensamientos, pero no es definitivo. Uno no es solamente su cerebro. Con nuestra parte psicológica, que también viene del cerebro pero la educamos más por el aprendizaje y el conocimiento, también podemos regular nuestro propio cerebro.

—¿Cómo es una persona mentalmente sana?

—Existen varias descripciones, pero todas son especulaciones. Al igual que la mía, probablemente (ríe). Una persona mentalmente sana es aquella que puede tener un cierto bienestar subjetivo y que puede desenvolverse en la vida. Así dicho queda muy contundente, pero es muy complejo, porque un bienestar subjetivo no significa estar bien siempre. Eso es imposible, sería casi una enfermedad mental. Continuamente nos están pasando cosas, hay algunas que consigo y otras que me salen mal. La salud mental sería poder tener un cierto bienestar subjetivo y poder funcionar razonablemente. Además, añadiría que comunicándose y relacionándose con los demás. 

—¿Es lo mismo tener buena salud mental que ser feliz?

—La salud mental es más el poder sobrevivir y la felicidad, lo mismo, pero aspirando a sentirse bien. No podemos definir muy bien lo que llamamos felicidad. La salud mental es poder estar en el mundo sobreviviendo y la felicidad es aspirar a algo mayor: sentirse bien en el mundo, con los demás y con uno mismo. La salud mental no es la felicidad, pero sí es una herramienta y un sustrato muy importante para poder alcanzar la felicidad. Si uno no tiene un cierto grado de esta, es muy difícil que uno pueda aspirar a ser feliz, a buscar la felicidad. Pero no es exactamente lo mismo. Uno puede estar sano mentalmente y sentir que vive una vida tediosa o gris. No se puede decir que esté mentalmente enfermo, pero de ahí a la felicidad, hay otro paso que tiene que ver con otras cosas que son menos científicas: aspiraciones, valores, cómo se toma uno las cosas, cómo se afronta el sentimiento de la vida, qué sentido le podemos encontrar a nuestra existencia…

—Se recalca mucho el mensaje de «si quieres, puedes». Que si tienes confianza en ti mismo, las cosas van a ir mejor. ¿Hasta qué punto esto es cierto?

—La confianza en uno mismo es un buen elemento de salud mental. Uno no es consciente de que la tiene, siempre lo comparo con la respiración: uno se da cuenta de que la tiene o no cuando deja de respirar. Pero cuando uno tiene confianza en sí mismo, hace las cosas mejor, está más esperanzado, acepta mejor las derrotas, espera a otra victoria y se hunde menos.

Sin embargo, no hay que pasarse con la definición de que el ser humano lo puede todo. Eso ha sido una posición muy de los últimos cuarenta años, muy positivista y americana. «Puedes con todo» o «el ser humano no tiene límites». Eso es muy peligroso para la salud mental. Crea muchas expectativas y presión. No es cierto que se pueda llegar a todo. Lo sano mentalmente sería ir haciendo las cosas lo mejor que uno puede, con cierto gusto y conexión con lo que está haciendo. Y así, ya las irá consiguiendo. Pero proponerse metas lejanas y muy altas, en que todo el sentido de mi vida es conseguir esa meta, eso es peligroso.

—¿Por qué?

—Primero, porque puede que no se consiga. Y como eso era la meta de su vida, ya no hay más vida. Y lo segundo, que cuando uno entrega su vida a una meta, cuando llega a ella, ¿qué hace? Fin de la carrera. 

La salud mental implicaría conocernos a nosotros mismos, regular nuestras expectativas, anhelos y emociones. Y la felicidad andaría en entender que lo importante es el camino, el estar haciendo cosas, perseguir anhelos, estar conectados. No el tener una meta que no vamos a conseguir. Ese es el mito principal en el que estaríamos ahora y que es clave en muchos problemas y trastornos de salud mental. La felicidad no es conseguir una meta en el futuro, es todo lo contrario, es ir consiguiendo pequeñas cosas.

—¿Entonces lo ideal sería proponernos metas a corto plazo?

—Exacto. Si uno no tiene pequeñas metas u objetivos, anhelos, cada día o cada semana, tampoco viviríamos. Estaríamos apáticos, sin hacer nada, tirados en el sofá con el mando a distancia. Pequeñas metas como: tengo que ir a clase, voy a quedar con los amigos, en el fin de semana vamos a hacer este plan, me apetece leerme este libro, o me voy a acercar a esta persona porque me gusta... Todo esto son pequeñas metas. Incluso: voy a ver si ahorro un poco porque me quiero comprar un coche. Eso sí es vida: tener pequeñas metas dentro de un rumbo. Puede que mi rumbo sea querer ser médico, intentar hacerlo bien y ser bueno. Eso es un rumbo. Pero para llegar a él, tienes que tener pequeñas metas: ir a clase, presentarme a los exámenes y aprobarlos, etcétera. La salud mental está en el equilibrio. Si te das cuenta, todo lo que me has preguntado no es sí o no, blanco o negro. El control es bueno, pero si uno lo intenta controlar todo, está condenado al infierno de la ansiedad. 

—¿Qué papel tiene el dinero en nuestra felicidad?

—Va en la línea de lo que estábamos hablando ahora. Algo de dinero en nuestra sociedad hay que tener, porque si uno no tiene nada, es muy difícil que pueda tener salud mental, salvo casos excepcionales. Hoy en día si alguien no tiene dinero, no puede tener relaciones con los amigos, no puede salir, tiene penurias económicas, lo está pasando muy mal, es probable que sienta ansiedad, irritabilidad y depresión. Ahora, si uno tiene mucho dinero, ¿eso va aumentando exponencialmente la salud mental? No, no es cierto. Porque hay gente que tiene mucho dinero y no cuenta con ella. El exceso de dinero también produce muchos efectos secundarios de más codicia todavía y de miedo a que te lo quiten. Cuando uno tiene mucho dinero y poder, hay algo que aparece directamente en la mente: el miedo a perderlo. Por eso los ricos nunca están contentos con todo lo ricos que son. Gente que tiene millones de euros, siguen ahí en la brecha, y muchos de ellos, sienten que nunca es suficiente. 

—Entonces el dinero no da la felicidad.

—No, el dinero no da la felicidad, es la relación con el dinero la que nos la da. Si esta es mentalmente sana, nos puede dar felicidad, si no lo es, no.

—¿Qué importancia tiene el sentido del humor?

—Mucha. Ya lo decía Freud hace ya un siglo. Cuando estudias la mente humana profundamente, te das cuenta de que el sentido del humor es una forma que tiene el ser humano de aceptación. Las cosas a veces son como son, somos así. Puedo haber metido la pata, haber cometido un error tonto o tener muy mala suerte con lo que sea. Si uno consigue aplicar el sentido del humor, que es reírse un poco del absurdo de nuestra necesidad de lógica y de control, es sano. Es una forma de aceptar nuestra pequeñez y limitación. Si lo tomas con sentido del humor, reduces la ansiedad, la rabia y todos los pensamientos negativos. En definitiva, mejoras tu salud mental. 

Obviamente, el sentido del humor no es bueno cuando se utiliza de forma maligna, contra los demás, para reírte de alguien. Eso no es sentido del humor. Sí es aquello que nos permite tomarnos las contrariedades y las desgracias de una forma mejor. Conlleva a que aceptamos nuestra pequeñez, lo absurdo de nuestra lógica, el que la vida está por encima de nosotros y que no la controlamos. Por eso es bueno.

—¿Se practica?

—Sí, hay que cultivarlo. No es que exista gente graciosa y otra no. Ni solo lo tiene aquel que cuenta más chistes. Los psiquiatras decimos que es una actitud. Científicamente es intentar, sobre todo cuando las cosas van mal y se complican, sacar el sentido del humor. Puede ayudar mucho. Y no es una frivolidad. Es un mecanismo humano de aceptación. Nos puede sacar de la desesperación y, a algunas personas, del suicidio. En un momento determinado, si hay una chispa y le viene algo de sentido del humor o si alguien puede tocarles un punto que les estimule el sentido del humor, esto puede sacar a personas de momentos presuicidas. Yo me dedico mucho a los trastornos de la personalidad y depresiones crónicas, con muchos intentos de suicidio, y quizás por eso lo tengo más presente. Hay situaciones en las que puedes pasar de la desesperación más absoluta a un alivio inmediato por un comentario que estimule el sentido del humor. Ahí es donde me he dado cuenta de que es algo muy profundo en el cerebro, que no es algo frívolo como una palmadita en el hombro. Produce una liberación de sustancias químicas en el cerebro que le dan mucha importancia en nuestra vida. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.