Audios de WhatsApp a velocidad 1,5: «Con esto estamos promocionando la cultura de la gratificación instantánea»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Consumir vídeos, música o audios a velocidad 1,5 es cada vez más frecuente.
Consumir vídeos, música o audios a velocidad 1,5 es cada vez más frecuente. iStock

Los expertos señalan que acelerar los audios de WhatsApp, los vídeos o las canciones tiene consecuencias negativas para nuestra salud mental, ya que nos predispone a ser impacientes e impide desarrollar la tolerancia a la frustración

19 abr 2024 . Actualizado a las 09:05 h.

¿Sientes que vives acelerado? ¿Que, sin importar lo que estés haciendo, estás siempre con la cabeza en el futuro, pensando en el próximo paso? ¿Te has sorprendido alguna vez a ti mismo pensando en lo que vas a responder en lugar de escuchar activamente a alguien que te está contando algo? Si has respondido que sí a estas preguntas, no estás solo. No son ideas tuyas: el siglo XXI ha traído consigo una aceleración vertiginosa de todas las esferas de la vida humana.

La tecnología ha exacerbado estas tendencias y el constante flujo de información que recibimos a través del móvil ha llevado a nuestro cerebro a concentrarse cada vez menos y peor. La mente, que evolucionó en un mundo de estímulos naturales como la lluvia o el hambre, se ve ahora abocada a la compleja tarea de priorizar entre textos, sonidos, imágenes y vibraciones que aparecen de manera constante en forma de notificaciones y se suman a la lluvia o el hambre, que, por supuesto, siguen estando presentes.

A nivel cognitivo, esto supone el uso de nuevas estrategias y herramientas que permiten seleccionar rápidamente lo más importante. Entre ellas, se ha popularizado especialmente la aceleración: la posibilidad que ofrecen cada vez más aplicaciones de consumir vídeos o pistas de audio a velocidades aumentadas ha hecho que muchas personas escuchen los mensajes de voz que reciben en WhatsApp a un ritmo 1,5 veces más rápido.

En Spotify, la lista de reproducción Sped up songs (canciones aceleradas), que incluye éxitos como Si no estás, de Íñigo Quintero, en su versión 1,5x (pasando de 3:04 minutos de duración a apenas 2:19), cuenta con casi dos millones de likes. Y, desde hace ya unos años, los expertos en tecnología han observado el éxito de YouTube al incluir el botón de fast-forward que permite a los usuarios más impacientes ver más vídeos en menos tiempo, pasando más horas enganchados a la plataforma. Todo esto no es gratis: los expertos advierten que la aceleración tiene consecuencias para nuestra salud mental y cognitiva.

Comprensión superficial

«Hemos pasado de usar el móvil para comunicarnos a través de texto a lo siguiente, que es ver pasar vídeos. Incluso lo hacemos mientras estamos viendo la televisión. Pero ver un vídeo a más velocidad te impide sumergirte en su trama o reflexionar sobre los temas que aborda. Tu conocimiento es más superficial», explica la psicóloga Conxita López Martín, vocal en la sección de psicoloxía educativa del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (COP).

«Estos cambios se centran en la búsqueda de una mayor eficiencia y rapidez en el acceso a contenidos, es una respuesta directa a las crecientes demandas de un mundo digital saturado de estímulos. Desde un punto de vista adaptativo, los usuarios contemporáneos buscan formas de manejar esta sobreabundancia de información y la encuentran en las posibilidades que ofrecen diversas plataformas que se ajustan a estas necesidades», observa el psicólogo Martín Barrera Oro.

Para López, el problema es que nos hemos acostumbrado a este nivel superficial de análisis que se ha ido estableciendo como la norma desde que el consumo de contenidos a nivel digital se decantó por los vídeos, dejando atrás los textos. «Los vídeos tienen mensajes muy cortos, necesitas muy poca atención, no vas a leer, no vas a hacer ningún proceso que sea difícil. Hay tanta impaciencia, que ponemos hasta los audios de WhatsApp a velocidad aumentada, queremos todo ya, solo tenemos espacio para cosas muy rápidas que impliquen poco tiempo», señala la experta.

Al mismo tiempo, el acostumbrarnos a este modo de percibir los estímulos puede aumentar la frustración ante aquellas tareas o metas que requieren de más esfuerzo o tiempo para llevarse a cabo. «Nuestro cerebro no está preparado para procesar de manera profunda y completa estos elementos acelerados. Se pierde gran parte de la información. Estamos promocionando el "lo quiero para ayer", la cultura de la gratificación instantánea, y eso tiene consecuencias negativas para el bienestar de las personas. Luego, no sé quién nos aguanta cuando hay algo que no puede ser para ya», dice López.

Cuando consumimos contenidos de esta manera, también nos predisponemos a entrar en la mentalidad de hiperproductividad que lleva a que todo lo que hagamos tenga que ser útil. «Nos estamos dedicando a ahorrar tiempo dentro de nuestro ocio, lo que es paradójico. Queremos consumir más en menos tiempo y esta impaciencia nos produce estrés, no nos relaja, no lo pasamos bien», advierte la experta.

Teléfono roto

Al contrario de lo que sucede con los textos o las imágenes, la voz tiene una característica especial, la evanescencia. Esta palabra hace referencia al hecho de que la información que recibimos a través de la comunicación oral se «disuelve» o desaparece más rápido de nuestra mente que aquella que vemos con los ojos.

Cuando pasamos a escuchar los mensajes más rápidamente, reforzamos aún más esa evanescencia, y gran parte de la información se pierde. De hecho, hay estudios que muestran que, sobre todo en adultos, la capacidad de rendimiento cognitivo se ve afectada cuando se mira un vídeo a velocidades más rápidas.

Menos distracciones

Existe, al menos, un beneficio que las investigaciones que hay a día de hoy parecen demostrar cuando se trata de ver vídeos a velocidad aumentada, y es que los sujetos tienden a distraerse menos de esta forma. Este hallazgo podría explicar por qué se ha popularizado el uso de playlists de música acelerada como la de Spotify para estudiar o trabajar.

Un estudio del 2021 llevado a cabo en la Universidad de California analizó a 200 estudiantes a quienes se evaluó tras haber visto clases de una asignatura a velocidades aumentadas. La investigación concluyó que esta podía ser una estrategia eficiente para estudiar, ya que permitía retener los mismos conocimientos en menos tiempo.

Sin embargo, cuando el tema que se está estudiando es complejo, el tiempo para procesar la información sigue siendo un requisito que no se puede pasar por alto.

¿Por qué aceleramos los vídeos?

Si vivir la vida a velocidad 1,5 impide procesar adecuadamente ciertos elementos del contenido, ¿por qué muchas personas siguen haciéndolo? Para López, la clave está relacionada con el aspecto social del consumo de contenidos digitales.

«El fomo (fear of missing out, por sus siglas en inglés, que significan miedo a perderse de algo) es un factor importante, el miedo a no estar al día con lo que sucede en redes sociales, eso lleva no a ver contenido, sino consumirlo. Esto significa tratar de ver en menos tiempo más contenido», explica. El fomo se compone de dos procesos. Primero, tenemos esa percepción de que nos estamos perdiendo de algo y, a continuación, tenemos un comportamiento compulsivo que va a buscar esa conexión social anhelada a través de las redes sociales. Estos eventos se asocian a la emergencia de síntomas depresivos en algunos individuos.

Las consecuencias de este fenómeno en la salud mental son importantes. «El fomo podría ser un factor de empeoramiento de algunos síntomas de salud mental. Por ejemplo, en personas más inseguras, puede exacerbar el sentimiento de que no son importantes en la vida de los demás, y algunos rasgos, como miedo al abandono, al final también pueden acabarse agravando, empeorando esos síntomas. Es posible que la persona esté constantemente en alerta para no perderse nada», advierte en este sentido la psicóloga Claudia Pradas.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.