Los riesgos de no detectar la dislexia: «Puede convertirse en una fobia a tener que leer»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

El 8 de octubre es el Día Mundial de la Dislexia.
El 8 de octubre es el Día Mundial de la Dislexia. iStock

La dislexia es un trastorno del aprendizaje de la lectura y la escritura que, si no se diagnostica a tiempo, puede causar problemas en las relaciones y abandono escolar

09 oct 2023 . Actualizado a las 10:41 h.

«Cuando estás leyendo, las letras se transforman. Se achican, se agrandan, se van, vienen. Todo lo que estás intentando leer, desaparece y aparece al mismo tiempo». Así describe la dislexia Lucas Slevin, un joven que tiene esté diagnóstico y que se dedica a concienciar acerca de este trastorno en TikTok. Su labor es importante porque, aunque hoy la dislexia es conocida y fácil de detectar en niños, sigue existiendo cierta confusión a nivel general acerca de lo que significa vivir con el trastorno. Pero no todas las personas que tienen dislexia experimentan ese síntoma.

A grandes rasgos, se sabe que es una dificultad en el lenguaje específicamente ligada a las habilidades de lectoescritura. Pero ¿cómo es la dislexia? ¿En qué síntomas se manifiesta? Y, lo más importante, ¿cómo podemos saber si un niño la tiene y ofrecerle herramientas para superar esa dificultad de manera oportuna? En el Día Mundial de la Dislexia, que se celebra cada 8 de octubre con el fin de dar a conocer este trastorno, abordamos estas preguntas con la ayuda de expertos.

Qué es la dislexia

La dislexia es un trastorno del aprendizaje que se caracteriza por una dificultad para adquirir y desarrollar las habilidades de leer y escribir. «No está del todo claro su origen, pero la idea más común actualmente es que tiene un componente neurológico en el que está implicado el procesamiento del lenguaje, sobre todo el procesamiento de los sonidos que forman el habla, la capacidad de distinguir los fonemas. Es una teoría con mucho apoyo, pero no está confirmada», explica el psicopedagogo Juan Cruz Ripoll, especialista en dislexia.

Esta dificultad que distingue a la dislexia no es un impedimento para aprender a leer, pero puede evolucionar hacia una dificultad más grave si no se detecta de manera temprana y se establece una intervención oportuna. Rubén Iduriaga Carbonero, psicólogo y logopeda especializado en dislexia y director del CES Don Bosco, en Madrid, señala que «es un trastorno difícil de superar por sí solo. Y una vez que lo tienes, lo vas a tener permanentemente. Es muy importante entender esto. En lo que podemos trabajar es, sobre la base de un modelo de estimulación e intervención, llegar a paliar esas dificultades».

El origen neurocognitivo de este trastorno implica que, si bien hay estrategias que pueden ayudar a las personas a desarrollar esas habilidades de lectoescritura en las que encuentran una dificultad, esta dificultad seguirá existiendo, porque siempre ha estado allí. «Está desde el principio. Las personas que no tienen relación con la lectoescritura pueden ser disléxicas pero nunca lo van a saber. De hecho, si tú no tienes relación con la lectoescritura, tu lenguaje oral y algunos aspectos relacionados con el lenguaje seguirán siendo correctos de forma natural hasta que en algún momento determinado entres en contacto con la lectoescritura, que es lo que les pasa a los niños cuando aprenden a leer. Pero no te puedes contagiar dislexia y una falta de estimulación de pequeño a la hora de leer tampoco debería provocarla, porque es de origen neurológico», subraya Iduriaga.

Letras que bailan

Una de las ideas más populares cuando se habla de dislexia es la de un texto en el que las letras o palabras enteras van moviéndose a medida que uno intenta leerlas, cambiando de lugar o incluso cambiándose unas por otras. En el imaginario social, tener dislexia significa, en pocas palabras, ver letras que bailan.

Esta representación fue plasmada por el desarrollador sueco Victor Widell, que inspirado por una conversación con una amiga disléxica decidió diseñar un sitio web en el que las palabras se van transformando de esa manera. Pero aunque sus intenciones fueron buenas, ya que quiso generar consciencia acerca de este trastorno, la página web que creó Widell no es una representación totalmente fiel de la dislexia.

Lo cierto es que las manifestaciones del trastorno son variables y dependen mucho de cada caso. «La idea de que las palabras bailan quizás sea real para algunos, pero yo creo que está muy influida por las películas y la cultura. Yo trabajo con alumnado con dislexia y no suelen decir que las letras se muevan ni nada de eso», observa Ripoll.

«Lo que sí que les ocurre es que rinden muy bajo en el aprendizaje de lectura y escritura. Pero no todos los casos se manifiestan de la misma manera. Hay gente que lee con muy poca fluidez, hay gente que comete errores en la lectura, otra que no comete errores pero lo hace muy despacio y con mucho esfuerzo, hay gente que comete fallos al escribir, se deja algunas letras o cambia el orden de las letras. Y en general, hay muchas dificultades con la ortografía, por ejemplo, confunden la J y la G», apunta el experto.

En este sentido, puede decirse que existen diferentes tipos de dislexia, no solo en cuanto a la gravedad, sino en la especificidad de los síntomas. «Los tipos de dislexia dependen mucho de la dificultad. La mayor parte de estos trastornos se centran en la fonología, que es el manejo de las unidades sonoras del habla. Esa traba en la transformación entre lo que lees y cómo suena es el primer síntoma que aparece y es una dislexia fonológica. Luego, tenemos un porcentaje de niños que tienen lo que se denomina dislexia superficial o visual, que implica dificultades en reconocer una palabra de forma completa. Y después, hay muchos niños que tienen dificultades tanto en esa ruta visual como en la fonológica», detalla Iduriaga.

Cómo saber si un niño tiene dislexia

Lo primero es observar cómo lleva el proceso de aprender a leer y escribir. «Puede haber niños que tengan un retraso en la adquisición de la lectoescritura y tarden más en empezar a leer, y no pasa nada. Ellos no tienen por qué ser necesariamente disléxicos. Pero cuando tú detectas que un niño tiene dificultades no solo en el proceso de aprendizaje lector, sino ya anteriormente con el léxico, con la oralidad y en especial con la fonología, que es el manejo de las unidades sonoras, el entender cuántas sílabas tiene una palabra, dónde está la P de paloma, en todo eso, puede ser una señal», apunta Iduriaga.

A partir de ahí, se continúa observando si poco a poco las habilidades lectoescritoras avanzan, hasta la edad de seis o siete años. «En general, lo que se hace es constatar que hay una dificultad, que el nivel de lectura o escritura es sustancialmente bajo. Eso se suele hacer con tests estandarizados para cuantificar el nivel comparándolo con la gente de su edad», indica Ripoll.

En este proceso, es importante descartar otras causas de esa dificultad. «Por ejemplo, si yo tengo un problema de agudeza visual y no llevo gafas, me va a costar mucho leer y eso no significa que tenga dislexia. Puedo tener un problema de atención u otras dificultades que me impidan leer y habrá que comprobar que no haya nada de eso», explica el psicopedagogo.

Señales principales de que alguien tiene dislexia:

Antes de la edad escolar:

  • Tarda en comenzar a hablar
  • Aprende palabras nuevas a un ritmo lento
  • Tiene problemas para formar palabras correctamente, por ejemplo, invierte los sonidos de las palabras o confunde palabras que suenan parecido
  • Tiene problemas para recordar o nombrar letras, números y colores
  • Tiene dificultades para aprender canciones infantiles o jugar juegos de rimas

En edad escolar:

  • Un nivel de lectura muy por debajo del que se espera para su edad
  • Problemas para procesar y comprender lo que escucha
  • Dificultad para encontrar la palabra correcta o elaborar una respuesta a una pregunta
  • Problemas para recordar secuencias de cosas
  • Dificultad para ver (y, ocasionalmente, escuchar) similitudes y diferencias entre letras y palabras
  • Incapacidad para pronunciar una palabra desconocida
  • Dificultad para deletrear
  • Necesita mucho tiempo para completar tareas que implican leer o escribir
  • Evita actividades que requieran leer

Intervenciones

Con el foco puesto en la funcionalidad, es decir, en lograr cultivar unas habilidades que más adelante le sirvan a la persona en su vida cotidiana, las intervenciones trabajan sobre distintos ejes o dimensiones. «Una es la mejora de las habilidades de lectura y escritura, para lo cual uno de los recursos más importantes es el entrenamiento de la consciencia fonológica. Es esa percepción de los sonidos del habla y cómo distinguirlos y separarlos. Otra de las cosas que se hacen es un trabajo directo sobre las habilidades de lectura, escritura, comprensión y expresión, que, realmente, es algo muy parecido a enseñar a leer y escribir, solo que con unas actividades adecuadas para este problema, con más tiempo y más pausa», explica Ripoll.

Tan importante como esta parte de trabajo funcional es la dimensión emocional y social del problema, sostienen los expertos, ya que las personas con dislexia tienen un mayor riesgo de desarrollar dificultades en su relación con los demás, dificultades a nivel académico y, más adelante, a nivel profesional. 

En este sentido, la psicóloga Amparo Calandín, que atiende a pacientes con dislexia en la edad adulta, señala que «las personas que acuden a terapia por una dislexia suelen hacerlo porque les afecta principalmente a nivel laboral, ya que tienen dificultades para la lectura y la comprensión, lo que hace que les cueste adaptarse a determinados trabajos, sobre todo a la hora de redactar textos e informes, leerlos o cumplir con exigencias burocráticas. Esto suele llevar a estas personas a un estrés laboral. Y por este mismo motivo, pueden tener estrés al estudiar en la universidad».

«En la terapia psicológica trabajamos de manera personalizada, sobre todo con ejercicios de exposición progresiva a la lectura, para que vayan trabajando en el miedo y leyendo textos cada vez más largos y exigentes a nivel de dificultad. También se les pueden proponer retos de escritura para que vayan superando esas tareas y vayan mejorando su autoestima al enfrentarse a ellas. También trabajamos en la aceptación del trastorno y en su autovaloración, ya que muchos de estos pacientes se comparan con otras personas que leen de manera fluida», explica Calandín.

«En la intervención con niños, sobre todo, hay que tener en cuenta que estás trabajando con algo que le cuesta, entonces, no le va a gustar. Por lo tanto, es importante que los padres no se conviertan en logopedas o maestros. Si estamos trabajando con ellos y después llegan a casa y siguen haciendo la misma tarea que hacen con el logopeda, que es complicada, por mucho que intentemos hacerlo lúdico, la dislexia puede convertirse en una fobia a tener que leer. Los padres tienen que intentar que esto no suceda», advierte Iduriaga.

Dentro de las intervenciones a nivel educativo, es fundamental que haya una voluntad por parte del centro de adaptar los materiales para facilitar el aprendizaje de las personas que tienen dislexia. «Se trata de adaptaciones metodológicas. Si yo tengo en el aula a una persona a la que le cuesta mucho leer, si le pongo un examen escrito, le va a costar el examen, sepa o no sepa la materia. Le va a llevar más tiempo leer las preguntas y se puede equivocar más al escribir las respuestas. Quizás, si le hago esa prueba de evaluación de forma oral, puede demostrar que sabe. Entonces, hay que hacer esas adaptaciones metodológicas: tender a presentar la información de manera oral, con textos adaptados, cortos, muy estructurados, dando tiempo suficiente para hacer las actividades», dice Ripoll.

«El aprendizaje en un colegio no es solo lectura y escritura. Los niños aprenden mucho por vía visual y auditiva. Entonces, todas las metodologías educativas visuales ayudan mucho. El trabajo con iPads, lo audiovisual, los esquemas claros, eso les ayuda más que subrayar en un texto. Esas herramientas ayudan muchísimo a esos niños», añade Iduriaga. Se trata, en definitiva, de lograr que la lectura y la escritura se automaticen lo mejor posible.

Para el psicólogo y logopeda, el papel de los segundos en estas intervenciones es fundamental. «El abordaje tiene que ser muy personal. No todos los niños leen y no comprenden. Muchos leen y comprenden, pero su dificultad está en la escritura. Puede haber dificultades en la ortografía como característica principal. El logopeda es quien podrá evaluar aquellas habilidades que son deficitarias para la edad que tiene y, a partir de allí, trabajarlas», señala.

El día a día

Desde enviar un mensaje de WhatsApp hasta leer la carta de un restaurante, la vida cotidiana de un adulto se ve totalmente condicionada a las habilidades de lectoescritura. Para la mayoría de las personas, esta dimensión es algo en lo que no pensamos. Hemos aprendido a leer y a escribir durante la infancia y ya lo tenemos automatizado. Pero para aquellos que tienen dislexia, dependiendo de la gravedad del trastorno, la situación puede ser muy complicada.

«Está claro que si nunca has sido diagnosticado de dislexia y en tu proceso de lectoescritura has tenido muchas dificultades, llega un momento en el que eso se convierte en un grave trastorno que influye en tu vida a la hora de leer un correo, un WhatsApp, o un contrato. Eso ocurre muchas veces porque ese tipo de dificultades producen mucho abandono escolar. Si yo no quiero leer en voz alta en ningún sitio, porque tengo una verdadera dificultad, no voy a querer seguir yendo a clases», señala Iduriaga. Para él, los casos más graves son los de aquellas personas que habrían necesitado una intervención en la infancia y, al no recibirla, han acabado por abandonar la lectura.

La buena noticia es que, con las intervenciones adecuadas, la dislexia puede convertirse en una dificultad menor. En estos casos, asegura Ripoll, el trastorno «crea dificultades pero no límites. Las personas con dislexia podrán hacer muchísimas cosas. Puede que necesiten más esfuerzo en tareas que involucren lectura y escritura, pero podrán hacerlo. Incluso existe algún escritor con dislexia, que sería el campo menos afín para trabajar si tienes este trastorno, así que no hay que pensar que es algo que te limitará en tu vida».

No es fácil, teniendo en cuenta que estas personas viven inmersas en un mundo que no las tiene en cuenta. «Tenemos cada vez más alumnos que terminan grados universitarios e incluso posgrados y doctorados, porque desde un inicio han tenido una resiliencia enorme en superar sus dificultades, se han esforzado muchísimo y al final han reducido esas dificultades. Pero si les vuelves a pasar una tarea específicamente difícil para ellos, van a seguir teniendo dificultades en la edad adulta. La dificultad se manifiesta en la variable del tiempo, en cuánto tardan en hacer cosas, por eso es tan importante la adecuación de los exámenes de EVAU y oposiciones. El futuro de la dislexia pasa por conseguir esa adaptación», sostiene Iduriaga.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.