Lucía Galán, pediatra: «Soy partidaria de darle a los niños el mismo desayuno que toman los papás»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

Lucía Galán, pediatra y divulgadora.
Lucía Galán, pediatra y divulgadora. Greg Sebastian

La reconocida experta recomienda ofrecer frutas cortadas en trozos en lugar de enteras, ya que de esta forma les resultan más apetecibles a los pequeños

05 feb 2024 . Actualizado a las 12:07 h.

Lucía Galán Bertrand tiene varios roles. Pediatra, madre, miembro del Consejo Asesor de Unicef y autora de una decena de libros, Galán es una verdadera embajadora de la salud infantil y juvenil. Ha sido incluida en la lista Forbes de los 100 mejores médicos de España dos años consecutivos y ha recibido numerosos premios por su labor divulgativa, como el Reconocimiento a la Infancia por la Comunidad de Madrid o el de Mejor Divulgadora, otorgado por la Organización Médica Colegial de España. Su cuenta de Instagram, @luciamipediatra, tiene cerca de un millón de seguidores con los que la experta comparte consejos prácticos e información útil.

En un ecosistema plagado de bulos e información errónea, Galán se encarga de separar la paja del trigo y derribar algunos mitos que ponen en riesgo la salud de los más pequeños. Este es el objetivo de su nuevo libro, Los virus no entran por los pies (Planeta, 2024), una compilación de creencias, falsedades y verdades a medias que la experta derriba de manera clara y directa. Una guía que busca brindar tranquilidad a los padres entre el murmullo constante de familiares, amigos, conocidos e influencers que opinan acerca de la crianza.

—Le ha puesto al libro el nombre de Los virus no entran por los pies por los mitos que existen acerca de las enfermedades. ¿Cuáles son los que encuentra más frecuentemente en consulta?

—Lo de que caminar descalzo causa enfermedades es el mito que motiva el título del libro. El frío no resfría exactamente, lo que causa la enfermedad es el virus, un organismo que habita en nuestra nariz y nuestra garganta y que se contagia por el contacto directo estrecho con otras personas. Pero no contraemos virus por caminar descalzos y el que se enfríen los pies tampoco produce que bajen las defensas o que nos duela la garganta. El frío lo que hace en realidad es enlentecer nuestros mecanismos naturales de defensa frente a las infecciones. Si te enfrentas a un virus, las defensas estarán más torpes si te has expuesto al frío. Tampoco es verdad que si te acuestas con el pelo mojado te vas a resfriar. No tiene nada que ver. También hay otros mitos, como lo de «este niño tiene fiebre, eso es que está dando un estirón». Tampoco. El crecimiento no produce fiebre.

—¿Qué significan los mocos en los niños? ¿Cuándo son motivo de consulta?

—Los mocos son un mecanismo de defensa de nuestro organismo frente a agentes extraños que entran por nuestra nariz. Cuando nuestro sistema inmune reconoce ese agente extraño como algo que puede poner en peligro nuestra salud, empieza a fabricar esas defensas para luchar contra ello. Entre esas defensas, se produce una inflamación en nuestras mucosas que genera moco, con el objetivo de atrapar a los gérmenes en esa sustancia viscosa para expulsarlos a través de la tos, sonando la nariz, con lavados nasales o incluso vomitando ese moco. Y así debe ser, así es como se limpia el cuerpo. El hecho de que un niño tenga mocos indica que ha cogido una infección vírica, la inmensa mayoría de las veces, banal, y que su cuerpo está luchando de forma natural contra ella. Otra cosa es que, además, empiecen con fiebre.

—¿Cuándo hay que llevarlos al médico por una fiebre?

—Es bastante habitual que tengan dos o tres días de fiebre, pero si se mantiene durante más de cinco días hay que consultar, o cuando la tos les despierta por la noche o tienen una respiración muy agitada. En ese caso, hay que consultar porque puede haber una inflamación en los bronquios que necesita de asistencia. Pero los mocos en sí son una cosa habitual en la infancia, yo siempre digo que los mocos se cogen en septiembre y se sueltan en mayo en el mejor de los casos.

—¿Cómo hay que actuar ante la fiebre? ¿Debemos aislar al niño en casa?

—Cuando los niños tienen fiebre durante muchos días no es contraindicación de salir a la calle a dar una vuelta y despejarse un poco cuando le baje y se encuentre bien. Lo que marca la actividad del niño es su estado general. Si le baja la fiebre y está despejado y le apetece un paseo, no hay ningún inconveniente en salir. Si un niño lleva varios días con catarro, a veces no lo bañan en bañera para que no empeore, pero en realidad, un baño calentito en casa no va a empeorar en absoluto su evolución.

—En el libro también menciona muchos «remedios caseros» para la diarrea o el vómito que en realidad no funcionan. ¿Cómo hay que actuar ante estos síntomas?

—Depende del estado general del niño. Si tiene diarrea pero son dos o tres deposiciones al día, tiene buen estado general, come con normalidad y no tiene un dolor intenso de barriga, puede permanecer en casa tranquilamente. Le ofreceremos alimentos, que no sean ultraprocesados ni azúcares, en pequeñas cantidades, respetando su apetito. Si la diarrea empieza a ser intensa o hay vómitos y vemos que no tolera la alimentación porque ya vomita, alentamos a la familia a que le den suero oral. Ni refrescos ni bebidas bicarbonatadas de limón. Hay que ir a la farmacia y comprar suero oral para beberlo a sorbitos pequeños. Y si hay signos de deshidratación en el niño, como más de diez deposiciones al día, sangre en las heces, que vomite absolutamente todo lo que le das, que tenga la boca seca, los labios fisurados, o síntomas de mareo, entonces es cuando hay que acudir al pediatra.

La pediatra Lucía Galán Bertrand tiene más de 900.000 seguidores en Instagram.
La pediatra Lucía Galán Bertrand tiene más de 900.000 seguidores en Instagram.

—Hablemos de la alimentación. ¿Cuáles son los errores más frecuentes en la dieta de los más pequeños?

—Hay una falsa creencia de que tomar zumo de naranja todas las mañanas es un hábito saludable y lo cierto es que no. La Academia Americana de Pediatría desaconseja el consumo de zumos naturales en niños menores de un año y en los mayores de un año lo acota a no más de medio vaso. Porque lo realmente interesante de la fruta se encuentra en la matriz, en la parte de la fibra. Al hacer un zumo, lo que hacemos es extraer esos azúcares de la matriz y a efectos metabólicos se comporta como agua con azúcar. Esto provoca una hiperglucemia con un pico insulina posterior que no le gusta nada a nuestro organismo. Por eso, la fruta se mastica, no se bebe. Se aconseja que las familias cambien el zumo por una naranja cortada a trocitos, que es mucho más saludable para los niños.

—¿Qué consecuencias puede tener el consumo de azúcar por parte de los niños?

—Los niños no necesitan azúcares añadidos en su dieta habitual. Lo que necesitan es el azúcar que está presente de forma natural en los alimentos: en las frutas, en las verduras y las hortalizas. Está demostrado que el consumo continuado de azúcares añadidos en la dieta no solamente provoca caries, sino obesidad, hipertensión, resistencia a la insulina o diabetes tipo 2.

—¿Cómo podemos lograr esa reducción del consumo de azúcar si no les gustan otros alimentos?

—Cuanto más tarde introduzcamos este tipo de productos en la alimentación de un niño, mejor. El paladar de los niños se educa y si desde muy chiquitos les educas hacia postres lácteos azucarados, chucherías, bollería industrial o hacia ultraprocesados, al final terminarán rechazando alimentos como frutas y verduras, porque les resultarán completamente insípidos. Esto tiene un impacto directo en la salud a medio y a largo plazo. No pretendemos demonizar ningún alimento, lo que más marca los hábitos de vida saludable es la lista de la compra semanal, lo que tenemos en la despensa y lo que tenemos en la nevera. Si sales a cenar el fin de semana y te apetece tomarte una tarta de queso, esto no tiene impacto en la salud. El impacto está cuando ese tipo de alimentos se consumen de forma diaria y continuada.

—¿Qué recomendaría para el desayuno o la merienda de los niños?

—Yo soy partidaria de darle a los hijos el mismo desayuno que toman los papás o el resto de la familia, siempre y cuando tengan hábitos saludables. Pero, por ejemplo, un plato de fruta cortadita siempre es más apetecible que encontrarla entera. Entonces, cortas unas fresas, un plátano y unas uvas, las pones en un plato con unos tenedores o palillos y no hay niño que se resista. En lugar de darles galletas o cereales cargados de azúcares, vamos a tostar unas rebanadas de pan integral, que siempre es mejor que el pan blanco, con un poquito de aceite de oliva, atún, aguacate o queso. También puede ser un vaso de leche o un yogur con fruta y copos de avena sin azúcar. Realmente, las posibilidades son muy amplias. Existe la creencia de que preparar estos desayunos lleva mucho tiempo, el tiempo que te lleva cortar las frutas es el tiempo que tarda en hacerse el café y ponerlas de una forma atractiva en el plato o de hacer tres tostadas con la aceitera al lado.

—¿Qué consejos daría para construir unos hábitos de sueño saludables en la infancia?

—Lo primero de todo es que entiendan cómo es el sueño normal de un niño cuando va creciendo. Yo me encuentro padres en consulta que pretenden que su bebé de ocho meses duerma como lo hacen las personas adultas. Es importante saber cómo es el sueño de un bebé de 0 a 6 meses, de 6 a 12 y de 12 a 24 meses. A partir de ahí, los hábitos son determinantes en su descanso.

—¿Cuáles son los hábitos más importantes en este sentido?

—Hay que huir de las pantallas dos horas antes de irse a la cama. Ni tablet ni televisión, porque la luz incide sobre los ojos y esto disminuye la síntesis de melatonina. La exposición a pantallas retrasa el inicio del sueño, porque el cerebro interpreta que es de día. Las luces que tengamos en casa, si son cálidas, de color amarillo o anaranjado, mejor. Esto simula un atardecer y le da la señal al cerebro para empezar a segregar melatonina. Hay que huir también de actividades muy energéticas justo antes de irnos a la cama: correr, saltar en la cama, tener discusiones, broncas o enfados. Todo esto produce un aumento del cortisol, que es la hormona del estrés. Y el cortisol y la melatonina son hormonas que no conviven juntas. O tenemos melatonina y dormimos como angelitos, o tenemos cortisol y estamos como motos.

—¿El dormir bien favorece al crecimiento?

—Sin duda. Es tan importante como una buena alimentación. Si no hay un buen descanso, esto tiene impacto en la salud de los niños. Los que duermen mal tendrán problemas de crecimiento, de memoria, de atención, caída en el rendimiento escolar, problemas de conducta y mayor riesgo de obesidad e hipertensión.

—Una sección importante del libro va dedicada a la salud mental de niños y adolescentes. ¿Cómo podemos detectar si hay un problema?

—La ansiedad es uno de los trastornos mentales más frecuentes de la infancia y la adolescencia. Los síntomas pueden ir desde irritabilidad o llanto hasta sudor en las manos. Ellos mismos suelen decir que el corazón les va muy deprisa, es muy frecuente el dolor de pecho, sobre todo en los adolescentes. También el miedo a que les pase algo malo. Todos estos síntomas son muy habituales y hay que descartar un origen cardiológico con un electro o una ecografía. Entonces, se indaga en la historia para ver qué motivo desencadena esos síntomas que son muy desagradables y, en ocasiones, muy limitantes, porque se pueden generar otros miedos, como no querer ir al colegio, o fobia social. Entonces, los padres deben saber que los niños y adolescentes también tienen ansiedad y que si aparecen síntomas deben consultar.

—¿Cómo podemos identificar un caso de bullying?

El bullying es realmente frecuente en nuestra sociedad. Según la asociación No al Acoso Escolar, uno de cada cuatro niños españoles lo sufre. Si te pones a pensar, entre tus hijos, los hijos de tus amigos y tus vecinos, encontrarás varios casos a tu alrededor. Las señales más frecuentes son la negativa a ir al colegio, llorar mucho, estar muy susceptibles, irascibles, tender al aislamiento. Son frecuentes los dolores de barriga o de cabeza continuados en el tiempo, se quejan todas las tardes, los fines de semana están más distraídos y no se quejan pero el domingo a la hora de hacer la mochila se vuelven a quejar, a veces tienen problemas de sueño, pesadillas, insomnio, pérdida de apetito, cambios en el rendimiento escolar, suspenden asignaturas. Ante cualquier cambio de conducta mantenido en el tiempo, recomendamos que consulten.

—¿Qué podemos hacer cuando se identifica uno de estos casos?

—Lo primero de todo es que los padres lo denuncien al colegio para que se active el protocolo antibullying. La prioridad es proteger a la víctima. A continuación, hablar con nuestro hijo para que entienda que le apoyamos incondicionalmente, que nada de lo que él es o ha hecho justifica la violencia que ha sufrido. Y la mayor parte de estos niños necesitan apoyo psicológico durante un tiempo para aprender a gestionar este dolor. Porque cuando los niños lo comunican, en la mitad de los casos, llevan seis meses padeciendo el bullying. Si no se trata adecuadamente, el dolor les puede acompañar durante años.

—La adolescencia es una de las etapas más complejas para los padres. ¿Cuáles son los errores que se cometen?

—Por ejemplo, comentarios que yo misma he escuchado y que sigo escuchando, como: «Yo le compro el alcohol a mi hijo para que haga botellón en casa, porque así controlo lo que bebe y no le dan garrafón». El consumo de alcohol en menores en ningún caso se debe normalizar. Tiene un impacto importante en su salud física y mental a corto, medio y largo plazo. El cerebro de un adolescente está en formación todavía y el consumo de sustancias puede repercutir en la toma de decisiones, en la memoria, en trastornos de conducta, e incluso aumenta el riesgo de que en el futuro sean personas alcohólicas. No hay que olvidar que el consumo de alcohol disminuye la capacidad de juicio, el criterio y la toma de decisiones. Esto, en el cerebro de un adolescente, que de por sí es más impulsivo, es una combinación explosiva.

—¿Cuáles son los riesgos?

—Los adolescentes que consumen alcohol tienen un riesgo mucho más elevado con respecto a los que no lo consumen de tener conductas de riesgo, sufrir accidentes, abusos o actos violentos. Entonces, normalizar que nuestros hijos consuman una sustancia que les está poniendo en riesgo es totalmente innecesario. Además, a estas edades, el alcohol resulta tóxico para su desarrollo. El mensaje debería ser: «Hijo, yo preferiría que no bebas alcohol mientras seas menor de edad y si te vas a tomar una cerveza, cuanto más tarde mejor». El alcohol es un tema trascendental en el manejo de la adolescencia. Tarde o temprano van a tener contacto con él, entonces, tienen que tener al menos las ideas claras acerca del riesgo que asumen si empiezan a consumir alcohol los fines de semana.

—¿Lo mismo sucede con el tabaco y los nuevos productos de vapear?

—Exactamente. El 50 % de las personas que fuman terminarán falleciendo por motivos relacionados con el tabaco. El mensaje debe ser: «No tienes ninguna necesidad de fumar o vapear, hacerlo daña severamente tu salud y preferiría que no lo hicieras». Estas son conversaciones que debemos tener. La idea es informar a nuestros hijos de los riesgos a los que se exponen con estos consumos, así como con conductas sexuales de riesgo, pero dejando claro en cada conversación que todos somos humanos que cometemos errores y que si alguna vez pasa algo, vamos a estar aquí incondicionalmente apoyándoles. Nosotros también hemos pasado por ahí, hemos sido adolescentes y hemos estado expuestos a esos riesgos, no estamos aquí para juzgarlos, somos sus padres y estamos aquí para apoyarles.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.