¿Cuál es la mejor estación del año para nuestra salud? «Si tuviera que elegir una, me quedaría con el otoño»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martinez LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

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Los beneficios e inconvenientes que pueden llegar a tener el frío y el calor en nuestro organismo son una de las claves de esta elección

09 sep 2022 . Actualizado a las 12:07 h.

El próximo 23 de septiembre se da pistoletazo de salida al otoño. Una época del año no muy querida para aquellos a los que les encanta el verano, pero amada por otros por ser la antesala del invierno. No obstante, más allá de gustos personales, los cambios de estación repercuten en nuestra salud, y nuestro organismo, aunque no siempre coincida con la nuestra, también tiene preferencias a la hora de elegir una época del año. 

Una de las variables a tener en cuenta en esta ecuación es cómo influyen el frío y el calor en nuestra salud. «Tanto si hablamos de beneficios como de inconvenientes hay que tener en cuenta no solo la temperatura, también el tiempo que estamos expuestos a esta», apunta Belén Díaz, miembro de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen). 

El calor, buen antiinflamatorio y vasodilatador

En términos generales, el calor es un buen antiinflamatorio. «En muchas circunstancias nos ayuda a reducir algún tipo de dolor muscular o dolores articulares. Además, baja la tensión arterial —dependiendo del tiempo de exposición—, y tiene un efecto sedante y relajante», explica la doctora. Las temperaturas cálidas ayudan al sistema inmunitario a luchar contra virus. 

De hecho, «algo muy utilizado ahora mismo es todo lo que tiene que ver con las saunas y los baños turcos, que nos exponemos a altas temperaturas de calor durante un período corto de tiempo. En este caso sí que tiene un beneficio muy concreto que es eliminar toxinas por el sudor y por el efecto depurativo que tienen».

No obstante, tanto si hablamos de este tipo de instalaciones como al aire libre, otra variable a tener en cuenta porque nos repercute en la salud es la humedad. «ESi hablamos de la población en general, es mejor una temperatura seca porque si el calor es seco, nos permite que el cuerpo a través del hipotálamo, que ayuda a compensar las temperaturas, produzca un efecto defensa que es sudar. En el ambiente seco se suda bien y podemos perder calor. En caso de que haya mucha humedad, esa sudoración se ve impedida y hace que sudemos menos», asegura Díaz.  

En cuanto a los inconvenientes que puede llegar a tener el calor cuando estamos muy expuestos a él es que baja la tensión y eso en algunas circunstancias puede «provocar mareo, náuseas, cefalea o vómitos. Como sudamos, perdemos muchas sales y diferentes electrolitos que pueden provocar calambres». Pero también aumenta la insuficiencia venosa crónica: «Los pacientes que la sufren, debido a la vasodilatación que produce el calor, notan como empeora el retorno de la sangre y hace que les hinchen las piernas o padezcan problemas de circulación. Les duele, y por eso es importante limitar la exposición», comenta. 

Además, no se debe olvidar la esfera dermatológica. El calor sobre la piel puede causar tanto erupciones cutáneas, como quemaduras. 

El frío, vasoconstrictor

«Pasa un poco lo mismo que con el calor, depende del tiempo de exposición», remarca Díaz. «Pero como beneficios, el frío también es un buen antiinflamatorio y lo utilizamos a veces de analgésico. Por eso sabemos que los deportistas de élite a veces usan tratamientos que consisten en meterse en zonas muy frías para lograr este efecto antiinflamatorio y analgésico», añade. 

En épocas de frío también existen menos alergias y algunas enfermedades infecciosas «que aumentan con el calor como pueden ser la Salmonella, el dengue o el paludismo, desaparecen si las temperaturas son bajas». Si bien aumentan otros virus, como el de la gripe, «que provoca mucha mortalidad y morbilidad sobre todo en personas mayores». 

Es frecuente escuchar la frase típica de nuestras abuelas «no cojas frío que te vas a poner malo». En realidad, es errónea, porque una bajada de temperaturas no nos va hacer enfermar. «Lo que sí se produce es que se baja nuestro sistema inmunológico y provoca que exista un mayor riesgo de coger una infección», aclara Díaz. 

¿Cómo se adapta nuestro cuerpo al frío?

«Los impulsos nerviosos son enviados a los músculos para generar calor metabólico a través de los escalofríos, los vasos sanguíneos se contraen para evitar que se pierda calor por aquellas zonas que están más frías y concentrándolo en los órganos internos», explica Jenny Dávalos, miembro del grupo de trabajo de Dermatología de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).

La doctora añade que estos impulsos también llegan a la corteza cerebral, la parte del cerebro en la que se produce el razonamiento y en la que se genera la información acerca de que estamos teniendo frío: «Estas sensaciones se combinan con los impulsos que llegan desde el sistema límbico, el responsable de nuestro estado emocional para determinar cómo nos sentimos respecto al frío que estamos sintiendo. Y todo en su conjunto nos lleva a realizar acciones que nos protejan contra ese frío. Nos tapamos, nos ponemos más ropa, nos acurrucamos y expresamos que tenemos frío, nos cuesta calentar las manos o los pies».  

No todos percibimos igual el frío o el calor

Las afirmaciones «es que soy friolero» o «yo es que soy caluroso», en realidad tienen base científica. El cerebro es el encargado de regular la temperatura y mantener el organismo a una temperatura confortable, es decir, entre 35 y 37 grados centígrados.

«No obstante, en una misma familia el padre, madre, abuelos y hermanos reaccionan diferente ante la misma temperatura», apunta Dávalos. Es decir, todas las personas percibimos diferente el frío porque tenemos diferentes respuestas biológica ante la misma temperatura. 

Además, como dato curioso, la doctora comenta que las mujeres están más preparadas «para afrontar temperaturas extremas y precisamente por ello, son más frioleras. Cuando están en un ambiente frío las mujeres tienen dos mecanismos para regular la temperatura. Uno, que cierran los vasos sanguíneos de la piel para impedir que se pierda calor. Y dos, que suelen tener mayor proporción de grasa subcutánea que el hombre y pierden menos calor por radiación, conservando así más calor en su cuerpo. Sin embargo, las señales que llegan al cerebro provenientes de la piel se traducen como frío y sienten necesidad de cubrirse.

La estación del año más beneficiosa para nuestra salud

La elección, según confiesa la doctora Díez, no es fácil, «y más ahora por el cambio climático que estamos sufriendo». Antes en el verano hacía calor, en el invierno frío, y otoño y primavera eran meses de temperaturas suaves. «Lo que pasa es que ahora estamos teniendo unas primaveras muy calurosas y unos otoños muy fríos, por lo que ya es difícil como tal establecer por el efecto invernadero una estación mejor. En mi opinión, todo lo que se aleje de los extremos es mejor para la salud», considera. 

«En concreto, para la salud me iría más al otoño porque es verdad que en la primavera estamos viendo cada vez más alergias. Es una época en la que vemos bastantes problemas respiratorios y complicaciones en los pacientes. Por eso si tuviera que elegir una, creo que me quedaría con el otoño», manifiesta. 

Con todo, hay que tener en cuenta que la elección se basa en lo «menos malo» para nuestra salud. Pero que aún con esas, en esta época son frecuentes enfermedades como la gripe, el asma, la neumonía, bronquitis, rinitis, sinusitis y alergias respiratorias. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.