Sara Teller, neurocientífica: «El enamoramiento dura unos 15 meses y, en parte, menos mal que es así»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Sara Teller, doctora en Neurofísica por la Universidad de Barcelona.
Sara Teller, doctora en Neurofísica por la Universidad de Barcelona.

Entre las claves para llegar a la ansiada felicidad, la especialista remarca las relaciones sociales: «Se ha visto que las personas que cuentan con más apoyo social son más longevas»

11 oct 2023 . Actualizado a las 19:24 h.

A nuestro cerebro le afecta todo. Cuando respiramos, comemos, dormimos, sonreímos, nos enfadamos y amamos se crean conexiones neuronales y se liberan un sinfín de explosiones neuroquímicas en él. Conocer su funcionamiento nos puede ayudar a vivir mejor y gozar de salud y felicidad. Ese es el propósito de Sara Teller, doctora en Neurofísica por la Universidad de Barcelona. Empezó su carrera investigando con grupos líderes en el campo de la neurociencia y las redes complejas y, desde hace unos años, se inició en el mundo de la divulgación científica. Después de El cerebro de la gente feliz (Grijalbo, 2021), éxito de ventas traducido a nueve idiomas del que es coautora, ahora publica Neurocuídate (Aguilar, 2023), donde une el concepto de la neurociencia al del bienestar personal. 

—Uno de los procesos de nuestra vida donde se dan muchas explosiones neuroquímicas es en el enamoramiento. ¿Cuánto dura?

—Tal como comento en el libro, según los estudios de Helen Fisher, se dice que el enamoramiento dura unos 15 meses. Es decir, un año, año y medio. Y en parte, menos mal que es así. Porque cuando estamos enamorados, estamos como drogados. Realmente se elevan mucho los niveles de dopamina, una neurotransmisor que te hace sentir mucha adicción hacia la persona que tienes delante, de la que estás interesada. Mucha motivación y euforia. También se reduce la parte frontal de tu cerebro, que está relacionada con la razón. Siempre se dice que perdemos el juicio, mientras que la amígdala, que es una parte más emocional y que se activa frente a miedos, también se ve atenuada. Por lo que, de alguna manera, te sientes más atrevida a probar y experimentar cosas nuevas. De ahí que estés más abierta a conocer a esa persona. Pero a la larga, esos cambios neuronales te hacen estar menos atenta a lo que son las señales de peligro de fuera. Tiene parte de sentido que esto no se alargue mucho más en el tiempo. 

—Hablamos de enamoramiento y no de amor. 

—Claro. El enamoramiento es más una fijación, una adicción. Tenemos esa neuroquímica más relacionada, como si estuviéramos drogados. Y cuando surge el amor, pasados esos quince meses, empieza a tomar más protagonismo la famosa oxitocina. Esta hormona que se le llama «la del abrazo, la del contacto y del amor». Es una hormona que nos hace sentir en paz y en confianza. Realmente, también se dan otros cambios en el cerebro que te hacen estar más tranquila, más relajada, mientras que en el enamoramiento es un estado más de excitación. 

—¿Hay que 'trabajar' una relación?

—Antes he mencionado la dopamina, en el tema del enamoramiento. Te hace estar muy motivado o motivada conociendo a la persona. Siempre digo que en el amor, aunque bajen los niveles de dopamina, es importante mantenerlos altos. ¿Cómo? Haciendo cosas nuevas con la persona. La dopamina está detrás de la sorpresa, la curiosidad, de las cosas inesperadas. Sería un poco lo que se conoce como mantener «viva» la llama. Intentar innovar con la pareja, no caer en la rutina y monotonía.

Por otro lado, otra sustancia neuroquímica que también favorece mucho el enamoramiento es la que se conoce como noradrenalina. Te hace estar muy atento a todo lo que te cuenta la persona amada, todo te parece muy interesante. Yo diría que hay que intentar no perder ese interés hacia la persona amada aunque ya la conozcas y consideres que es algo con lo que estás muy familiarizado. Seguir manteniendo esa mirada curiosa, de que hay algo más que puedes encontrar en el otro que te puede sorprender o que te puede mostrar cosas que todavía no sabes. 

—¿Es lo mismo placer y deseo a nivel cerebral?

—No. Parece obvio, pero no lo es. A ti te pueden decir que un restaurante se come muy bien y tú deseas ir a ese restaurante y probar la comida, pero una vez que estés comiendo esa comida, no te guste. Puede ser que no sientas el placer que se supone que tiene que causarte. El deseo va sobre algo futuro, es ir en busca del placer, pero todavía no lo tengo. Está en mi mente y lo quiero en un futuro.

—Y el placer es más presente. 

—Sí, es algo que estoy disfrutando y degustando. La neuroquímica que se libera también es diferente, el circuito neuronal que se activa. Normalmente están relacionados. Es decir, aquello que nos causan placer, en principio es lo que deseamos. Pero es cierto que el placer, está más mediado por los opiáceos endógenos y es algo que disfrutas en el presente, mientras que el deseo está liderado por la dopamina y es algo que tiene como un componente futuro de «ir en busca de».

Menos mal que existe el deseo o esa dopamina, porque muchos placeres están relacionados con las funciones vitales. Por ejemplo, el comer, el beber, el reproducirnos, todo eso nos causa placer. Y el cerebro, en parte, ha evolucionado con ese diseño en el que quiere más de aquello que te causa placer. Tienes que ir a buscarlo. Esa dopamina, ese deseo, es el que provoca que, sí o sí, vayas a cumplir esas funciones vitales. Que no te quedes sin hacerlo porque si no, moriríamos. Tiene un componente muy positivo para la supervivencia. 

—Vamos a poner un ejemplo: 'Cuando consiga el trabajo de mis sueños, seré feliz'. ¿Es una trampa?

—Sí, es el círculo de la dopamina. A veces, las cosas que nos despiertan placer provocan ese chute de dopamina y de «quiero más de eso» que me ha causado placer. Pero ahí estás, siempre buscando más y más. Deseas más, por lo que estás todo el rato posponiendo tu felicidad hacia el futuro. Te olvidas de disfrutar lo que es el presente, aquello que tienes y de esos placeres del día a día. La dopamina está muy bien porque te empuja a esforzarte, a conseguir todas esas cosas que deseas, pero puede volverse adictiva. Tiene un componente adictivo porque nunca es suficiente y siempre quiero más. Eso pasa mucho: nunca estamos satisfechos. 

—Esa misma dopamina que nos lleva a los malos hábitos, también nos puede ayudar a salir de ellos. ¿Por qué?

—Sí, es algo que parece increíble. Detrás de la dopamina está el esfuerzo. Si realmente quiero algo, si estoy motivada, esa ansia también me va ayudar si ese algo es positivo, si me lleva a buen puerto. De hecho, se ha visto que, cuando queremos introducir un hábito saludable, realmente solo por fuerza de voluntad, cuesta. La fuerza de voluntad es como un músculo del cerebro que se agota y, en cambio la dopamina, no. Esta se puede llevar de una forma mucho más ilimitada y puede ayudar mucho en esto. 

—Todo el mundo quiere la felicidad. ¿De qué depende?

—Todo depende de qué hablemos. Sobre la felicidad, normalmente, en neurociencia, se habla mucho sobre el bienestar personal. Dentro de la felicidad existen dos componentes: un componente más relacionado con esos placeres inmediatos y otro más relacionado con el bienestar subjetivo, con sentirnos bien con nosotros mismos. Esta última es la que a mí me parece más interesante. Es la que se ha visto, por ejemplo, en los últimos estudios.

—¿En qué consisten esos estudios y cuáles fueron los resultados?

—Hay uno muy bonito, de Harvard. Han seguido a unas mil personas durante 80 y pico años y han visto que el factor número uno que las hace más felices y que le hace mejor a nuestro cerebro son las buenas relaciones sociales (puedes saber más sobre este estudio aquí). Realmente, parece que la felicidad, para el cerebro, es sentirse querido y protegido. Cuando no tenemos un buen sistema de apego, cuando te sientes en soledad o te sientes desprotegido y vulnerable, ahí se activa mucho todo lo que es el estrés y la ansiedad. En cambio, cuando tenemos un grupo o estamos rodeados de gente que nos quiere, un sistema de apoyo y apego bueno, eso hace que se calme un montón el cerebro y nos proporciona mucho bienestar personal. También hay otros factores, como el propósito de vida, que es algo muy neurosaludable para el cerebro y para sentirnos bien. Podría decirse que existen muchos factores, pero el apoyo social es el factor número uno y encima, alarga la vida. Se ha visto que las personas que cuentan con más apoyo social son más longevas. 

—¿Una mente que divaga es una mente feliz?

—Sobre esto se han hecho uno de los grandes estudios de la neurociencia. Se publicó en la revista Science en el 2010. Ahí se podía ver que nos pasamos casi el 50 % del día, la mitad de nuestro día, divagando: con la mente puesta en otras cosas y no en el momento presente. En cambio, los participantes decían que realmente cuando se sentían mejor, más felices, era cuando estaban atentos al momento presente. Ahí es donde se concluyó que si tenemos nuestra mente todo el rato distraída y divagando, eso causa más infelicidad.

—Puede resultar complicado no divagar. 

—Sí, esto crea mucha presión. «Tengo que estar presente constantemente, las 24 horas de mi día». Realmente, es algo que no se puede conseguir. Incluso dejaría a nuestro cerebro muy exhausto. Porque al estar atento, al final consume muchos recursos cognitivos. Todo en su justa medida. Es encontrar ese equilibrio entre intentar estar presente el mayor tiempo posible, pero también tengo que aprender a dejar que mi mente se relaje y se distraiga. Que se pueda divagar, porque también se ha visto que tiene su lado bueno.

—¿Qué beneficios tiene?

—Por ejemplo, relaja y regenera el cerebro. Hoy en día que vamos hiperestimulados con el móvil y las pantallas, todo el tiempo haciendo actividades y cosas, es importante dar el mensaje de que el cerebro necesita sus momentos de relax y descanso. Por eso digo que tiene su lado bueno y que no hay que ponerse en el blanco o negro. Divagar, se cree que fomenta la creatividad, que podamos entender mejor las intenciones de los demás. Le das más vueltas a: por qué me dijo esto o aquello, por qué me dijo mi madre. Y eso, parece ser que también tiene su componente positivo. También nos ayuda a crear nuestra identidad, consolidar bien las memorias y el aprendizaje. El problema es el abuso. Si yo siempre estoy haciéndolo, voy a tender a la rumiación, un exceso de pensamientos y preocupaciones que también tiene su lado negativo. Personas que padecen mucha ansiedad o depresión, tienen muy activa esa parte del cerebro que divaga. Por eso hay que encontrar ese equilibrio de también poder estar presente. 

—¿Qué consejo daría para aumentar nuestra creatividad?

—Sobre todo diría que para fomentar la creatividad hay que abrir la mente. Normalmente utilizamos una mente muy convergente, enfocada en un punto, mientras que la creatividad al final se trata de tener una mente más divergente. Más abierto el foco. Y para abrir esa perspectiva, va muy bien tener humor en el día a día, o la meditación. Hay un tipo de meditación que se llama de atención abierta, en el que te das cuenta de todo lo que sucede a tu alrededor. Eso también abre mucho la perspectiva de convergente a divergente. O mantenerse curioso con todo lo que te rodea. Esa mirada que tiene un niño, que es tan abierta hacia al mundo exterior, hacia todo lo que le rodea. Hacer cosas, pueden ser artísticas también, que te ayuden a abrir ese campo de foco de visión. 

—¿Qué relación tiene la respiración con nuestro cerebro?

—Realmente creo que no le damos el peso suficiente a la respiración. Quizás es algo muy cotidiano que hacemos todo el tiempo de manera inconsciente. Pero se ha visto que dependiendo de cómo respiremos, cambia nuestro estado mental y emocional. Se ha visto que la respiración está interconectada con el cerebro. Hay partes del cerebro que tienen que ver con la atención, la memoria e incluso con el nivel de excitación y de euforia. También con partes de nuestro cerebro que se ocupan de regularse emocionalmente. Por eso es importante saber, conocer y aprender a respirar bien para saber conseguir un buen estado mental y emocional. Es más, incluso se ha visto que las personas que respiran bien viven más años. Está muy ligado con la longevidad. 

—¿Cómo se respira bien?

—Lo que se ve es que la mayoría de la gente respira muy corto y poco profundo. Al final, respirar bien consiste en hacerlo de una forma prolongada y profunda. Que el aire no solo llegue a las clavículas, sino que pueda llegar hacia costillas, abdomen y diafragma. Y largo en el sentido de que no sean respiraciones cortas e hiperventilando, sino que puedas inhalar y exhalar. Coger el aire en tres o cuatro tiempos, tres o cuatro segundos, y exhalando también en tres o cuatro segundos. Si puede ser más, mejor. Se ha visto que cuanto más larga es esa respiración de coger el aire y soltarlo, más variabilidad de la frecuencia cardíaca. Y que la gente que tiene esa variabilidad muy alta, son personas que viven de forma muy alegre y se sienten muy bien. Por el contrario, las personas que presentan una variabilidad muy baja o nula, son personas que presentan mucha ansiedad o depresión. Respirar largo y profundo, por ejemplo, hace que puedas tener una variabilidad de la frecuencia cardíaca muy alta. También favorece mucho tu estado de ánimo. 

—¿Qué es el 'flow'?

—Un estado de rendimiento óptimo del cerebro. Cuando entramos en ese estado, estás tan concentrada y disfrutando de aquello que estás haciendo que se te olvida todo lo demás. Incluso se te olvida quien eres y pierdes la noción del tiempo. Estás inmersa, disfrutando, súper concentrada en aquello que estás realizando. Eso lo vemos mucho en músicos. Cuando están tocando un instrumento y los ves que están absorbidos, muy apasionados con aquello que hacen y el resto del mundo parece que desaparece. Eso es entrar en un estado de flow. Se ha visto que aumenta mucho la creatividad y la productividad del cerebro. 

—¿Todos podríamos llegar a ese estado?

—Creo que todos podemos estar ahí. Dos de las condiciones que se necesitan para que se de este estado es que haya motivación, que aquello que voy a realizar me guste o apasione. Ahí estaría la dopamina de nuevo, detrás del éxito. Y lo segundo sería que el grado de dificultad fuera óptimo, porque si la tarea que voy a realizar es muy fácil, me voy a aburrir y voy a dejar de prestar atención. Si la tarea es muy difícil, tiene un grado de dificultad muy alto, me voy a bloquear, voy a procrastinar y lo voy a acabar dejando. El grado de dificultad tiene que ser ese grado medio, justo para que la atención esté ahí presente. 

—«Si quieres conseguir algo, no lo cuentes antes de que suceda». Es un dicho popular, pero ¿tiene evidencia científica?

—Sí, justamente realizar objetivos, cumplir tareas, los típicos checks que vamos marcando, son chutes de dopamina. Son recompensas para el cerebro. Cuando hago algo que me he propuesto, me hace sentir bien. El tema es que, cuando a veces lo contamos, aunque no lo hayamos hecho aún, el cerebro ya lo recibe como una recompensa. Pone menos esfuerzo y menos empeño en conseguirlo porque al final, ya ha tenido previamente esa recompensa. 

—Antes hablábamos del placer. Hay alimentos que nos los provocan. ¿Cómo es este mecanismo?

—Se liberan mucho lo que son las endorfinas. Opioides endógenos que es la neuroquímica que está relacionada con el placer, con el degustar. Todo eso tiene un sentido evolutivo en el sentido de que, ahora mismo, los alimentos que nos provocan placer son alimentos relacionados con el azúcar, las grasas, más calóricos. Claro, todo eso, antes, tenía un sentido evolutivo porque nuestros antepasados comían una dieta muy poco calórica. Cuando encontraban un alimento muy calórico, pum, sentían mucho placer. También se elevaba mucho el deseo, la dopamina, para ir en busca de esos alimentos. El azúcar y la grasa van muy bien para el funcionamiento del cerebro. El problema es que hoy en día, vamos sobrealimentados. Tenemos estos mismos mecanismos metidos en nuestro cerebro e igualmente, nos hacen sentir mucho placer, pero ya sabemos que su abuso es muy perjudicial para nuestro cerebro. 

—¿Qué otras claves, además de las que hemos hablado, proporcionarías para neurocuidarnos?

—Para mí los tres pilares serían el ejercicio físico, el descanso y la nutrición. El ejercicio físico, como decía, hay un tipo que beneficia el cuerpo. Pero hay otro que beneficia al cerebro. No es el mismo. Se ha visto que con 20 o 30 minutos al día haciendo un ejercicio leve o moderado ya hace que podamos ganar mucho en salud mental. No hace falta matarse en el gimnasio o hacer algo más intenso. El ejercicio físico, creo que no se le da la importancia que se le tiene que dar. Es un bálsamo para el cerebro. Nos ayuda a mejorar nuestra salud mental, a tener una buena regulación emocional, se libera mucha neuroquímica que nos hace sentir muy bien, potencia nuestras habilidades cognitivas como la memoria o el aprendizaje, tiene una interconexión con el cerebro que lo favorece mucho. Eso por un lado. Por eso yo siempre digo: muévete. Como quieras, pero hazlo, porque es una de las claves para neurocuidarse. 

—El segundo pilar, el descanso. 

—Sí, como he dicho antes, vamos todo el día hiperestimulados, súper activos, mirando todo el tiempo las pantallas y el móvil. Cada vez que tenemos un mini descanso, miramos el móvil a ver qué nos han dicho. Un buen descanso es el que va a propiciar que tengamos un buen cerebro porque mientras dormimos, este se limpia. Se regenera de todas las toxinas que hemos ido acumulando durante el día. También se afianzan los procesos de aprendizaje, la memoria y muchas cosas más. Es muy necesario dormir bien y, durante el día, es importante tomar ese equilibrio entre estar activa y relajada. Tener un sistema nervioso bien equilibrado, siempre digo que es importante. Estamos hechos para estar en activo, pero no todo el tiempo. Tomar esos momentos de relajación va a provocar que luego, cuando llegue la noche, estés más preparada y que tu cuerpo y mente estén más relajados para poder tener un buen sueño. 

—Sobre la nutrición, hemos hablado antes del placer que provocan algunos alimentos. 

—Sí, pero para conectarlo un poco más con el cerebro, hablaría de la microbiota. La típica flora intestinal. Se ha visto que el estado de esta microbiota afecta mucho al cerebro. Si tenemos una buena microbiota, que la mayoría la tenemos en el intestino, significará que tenemos un mejor funcionamiento del cerebro, que se liberan neurotransmisores que nos ayudan a sentirnos bien, etcétera. También nos protege de la neuroinflamación, que es como sentirte embotada mentalmente. Tener una buena microbiota ayuda mucho a neurocuidarse y, para ello, digamos que hay muchas cosas que puedes hacer. Pero una que es muy sencilla y fácil de explicar es llevar una dieta variada y equilibrada. Se está poniendo muy de moda dietas en las que restringen algunos tipos de alimentos, como los hidratos de carbono. La dieta paleo, la keto, la vegetariana… Todas restringen algún tipo de alimentos y, eso, hace que una parte de nuestra microbiota muera. En verdad, cuanto más variado y equilibrada es nuestra dieta, mucho más rica y diversa será nuestra microbiota. Esto hará que nos ayude a tener un buen cerebro. La dieta mediterránea misma, ya es una buena dieta. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.