Ni lejía ni jabón: este es el método más seguro para lavar las frutas y verduras

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Lavar las verduras y frutas es fundamental incluso aunque no tengan suciedad visible en su superficie.
Lavar las verduras y frutas es fundamental incluso aunque no tengan suciedad visible en su superficie. iStock

A diferencia de los huevos y las carnes, que nunca deben lavarse, una correcta higiene ayuda a preservar mejor y durante más tiempo los alimentos vegetales

07 mar 2024 . Actualizado a las 09:09 h.

Cocinar de manera segura es mucho más que evitar la contaminación cruzada o garantizar que determinados alimentos alcancen una temperatura adecuada para eliminar las bacterias. También hay que tener en cuenta otros aspectos, incluso algunos que podemos llegar a ver como algo trivial.

En este sentido, el lavado de las frutas, verduras y hortalizas antes de su consumo es una tarea que muchas personas pueden descuidar, pensando que no es tan importante o que no es necesario hacerlo si vamos a pelar una fruta antes de comerla. Después de todo, la práctica recomendada consiste en enjuagar los alimentos solamente con agua. ¿Qué función tiene este lavado?, ¿por qué es tan importante y qué puede pasar si nos lo saltamos? Respondemos a estas dudas y repasamos el método más adecuado para lavar las frutas y verduras.

Riesgos

Lo primero que debemos saber es que, dado que provienen de la tierra de manera directa, las frutas y las verduras crudas pueden contener microbios dañinos que llegan a causar enfermedades. Hablamos de bacterias como la Salmonela, la E. coli o la Listeria, que provocan infecciones gastrointestinales severas en algunos casos.

«Vemos muchos casos, en medios de comunicación, de intoxicaciones en bares o restaurantes. Esos, aunque hacen mucho ruido, son muy pocos casos en comparación al grueso de alimentos que se mueven en la hostelería. La mayoría de las intoxicaciones alimentarias ocurren en nuestro propio hogar, por prácticas tan simples como ir al aseo y no lavarse las manos con agua y jabón», señala el tecnólogo de alimentos Mario Sánchez.

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#pegar con @ESTELA hemos aprovechado su pregunta para contároslo. A ver, que si no os queda otra, váis al baño, pero bueno, en base a lo que contamos, mejor no! #salud #curiosidades #aprendeentiktok

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A diferencia de las carnes y los pescados, que están en zonas refrigeradas a las que no tenemos acceso directo, las verduras se pueden encontrar descubiertas en el supermercado o la frutería, frecuentemente sin refrigerar. Además, los vegetales se caracterizan por tener un alto contenido de agua, a la que los nutrientes se unen para formar lo que Sánchez denomina un «caldo de cultivo» para los microbios.

«Siempre digo que a ellos les gusta lo mismo que a nosotros, que haya nutrientes y agua; además, cuando aumenta un poco la temperatura, sobre todo, la del ambiente, hay cierto entorno favorable para que los microbios se encuentren en su salsa y tengan un abanico de desarrollo bastante importante», explica Sánchez. Todo esto contribuye a la proliferación de bacterias. Por esta razón, lavar estos alimentos frescos en agua corriente es fundamental para retirar estos agentes.

La higiene adecuada no solo elimina la suciedad visible, sino que también reduce significativamente el riesgo de contaminación por bacterias, parásitos y residuos de pesticidas, garantizando así la seguridad alimentaria y promoviendo un consumo saludable. Explicamos qué hacer paso a paso.

De la tienda al hogar

La seguridad alimentaria no empieza en casa. Desde el momento en el que elegimos lo que vamos a comprar en la tienda, es importante tener una serie de cuidados.

  1. Elige frutas y verduras que no estén magulladas ni dañadas.
  2. Si compras frutas o verduras precortadas y envasadas, asegúrate de que estén bien refrigeradas.
  3. Separa las frutas y verduras de las carnes, los huevos, los pescados y mariscos crudos cuando las pongas en el carrito y en las bolsas de la compra.

Al llegar a casa, hay que aplicar otras pautas básicas de higiene. La primera de ellas, indica la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan), es lavarnos bien las manos con agua y jabón. «Las manos son el principal vehículo de transmisión de microorganismos, por lo que hay que lavarse bien las manos antes y después de manipular cualquier alimento y después de realizar actividades que puedan suponer un riesgo como usar el baño o tocar mascotas», señala la agencia.

A continuación, guardar la compra, empezando por los productos que van en la nevera. Es importante respetar al máximo la cadena de frío de los alimentos para evitar que empiecen a crecer las bacterias y otros organismos.

A la hora de ordenarlos, se debe tener en cuenta la fecha de caducidad o de consumo preferente de los productos. Así, se aconseja guardar los próximos a caducar en el frente, atendiendo a las zonas más y menos frías de la nevera. De esta forma, conseguimos también tener más a mano los alimentos que debemos consumir pronto, lo que ayuda a evitar desperdicios.

En este proceso, hay que prestar especial atención a los envases de los alimentos que hemos comprado, revisando y desechando los huevos que tengan grietas o las verduras que no estén en buenas condiciones. También cabe recordar que los huevos no se deben guardar en la puerta del frigorífico, ya que «esa zona es la que está más expuesta a los cambios de temperatura, y aunque no sea algo excesivo, en períodos de verano es preocupante. Lo mejor es guardar los huevos en el primer o segundo estante del frigorífico porque estarán más protegidos, mientras que se deja la puerta para productos que no se refrigeran por necesidad de conservación, sino para que estén frescos, como bebidas o mermeladas», apunta Sánchez.

Cómo lavar las verduras

Primero, debemos enjuagar los productos bajo el grifo. Alimentos duros como las patatas o las manzanas pueden frotarse con un cepillo limpio para eliminar completamente la suciedad del exterior y repasar las zonas que no quedan limpias tras colocarlas bajo el agua. Es importante hacer esto incluso aunque no vayamos a comer la piel de la fruta o verdura en cuestión. Esto es así porque los microbios pueden ingresar a la parte interna del alimento en el momento de pelarlo o cortarlo.

Cabe señalar que el agua, aunque no es suficiente para lavar las manos, es lo único que ha de entrar en contacto con los productos que vayamos a ingerir. En este sentido, no se recomienda lavar las frutas y verduras con jabón, detergente, alcohol o limpiadores químicos comerciales de ningún tipo. Tampoco es adecuado utilizar soluciones de blanqueador con lejía ni otros productos desinfectantes en frutas y verduras. Hay que tener en cuenta que algunos alimentos son porosos y pueden absorber las moléculas de jabón.

Evita dejar los alimentos en remojo, ya que esto puede aumentar el riesgo de contaminación. Lo mejor es enjuagarlos para que la suciedad y los gérmenes se vayan por el desagüe. La Aesan recomienda secar los vegetales sobre una superficie limpia, como un paño o toalla de papel en la encimera. Si usas un colador o un escurridor de ensalada para remover el exceso de agua, límpialo antes y después de usarlo.

A continuación, corta y desecha las partes de las frutas y verduras que estén dañadas o magulladas, antes de prepararlas o comerlas. Los microbios pueden entrar más fácilmente en las frutas y verduras a través de estas zonas dañadas o abiertas. Quita las hojas rasgadas o marchitas y descarta las hojas exteriores de los repollos y las lechugas; es probable que tengan más suciedad y microbios.

Para una máxima seguridad, recuerda guardar las frutas y verduras separadas de los alimentos crudos de origen animal como huevos o carnes. Las verduras pueden guardarse refrigeradas y, en general, las frutas, también, aunque algunas se conservan durante más tiempo si se guardan a temperatura ambiente: los tomates y los plátanos son dos ejemplos.

Ojo con las carnes

Lavar las carnes, especialmente el pollo, es una práctica común en muchos hogares, pero está totalmente desaconsejada. No solo no aporta beneficios desde el punto de vista de la seguridad alimentaria, sino que, de hecho, puede contribuir al esparcimiento de bacterias y otros microbios por todo el ambiente de la cocina.

Lo mismo puede decirse de los huevos. Para limpiarlos, de ser necesario, «lo mejor es utilizar un paño o servilleta en seco, porque si se lavan, el agua degrada la cutícula del huevo, que es una membrana protectora que tiene. Como su cáscara es porosa, puede ser que esa suciedad se arrastre hacia el interior, y que luego, al almacenarse, se contamine», recomienda Sánchez.

Hay que recordar que, cuando hablamos de carnes, la única manera de garantizar su seguridad es cocinarlas hasta que alcancen una temperatura adecuada. En este sentido, la Aesan indica que «por lo general, para evitar intoxicaciones alimentarias, es necesario que el alimento alcance, en todas sus partes, los 70ºC».

En el caso de los alimentos de origen animal, nos daremos cuenta de que se alcanza esa temperatura cuando la carne vacuna alcance un color grisáceo, y cuando en el pollo desaparezca el color rosa. Los pescados que hayan alcanzado una temperatura adecuada de cocinado presentaran una carne firme y blanca, fácilmente separable con el tenedor. Los huevos han de cocinarse hasta que la yema y la clara estén cuajadas, teniendo en cuenta además que los alimentos que contengan huevo han de servirse inmediatamente después del cocinado.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.