Patri Psicóloga: «La mayoría de las veces tenemos ansiedad porque interpretamos de manera catastrófica lo que hay alrededor»

Uxía Rodríguez Diez
uxía rodríguez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Patricia Ramírez más conocida en redes sociales como Patri Psicóloga
Patricia Ramírez más conocida en redes sociales como Patri Psicóloga BELÉN DE MIGUEL

Es una de las psicólogas más influyentes del país, insiste en que «no se puede perseguir la felicidad todo el día» e invita a cambiar nuestro vocabulario porque «las palabras con las que nos hablamos condicionan completamente nuestras emociones»

10 feb 2022 . Actualizado a las 12:59 h.

La psicología de la vida cotidiana es su especialidad. Se reinventó con la pandemia y ahora tiene más de un millón de seguidores en sus redes sociales. Patricia Ramírez, conocida como Patri Psicóloga, es licenciada en Psicología, tiene un máster en Psicología Clínica y de la Salud y un doctorado en el departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico. Está considerada como una de las psicólogas más influyentes del país, imparte talleres, da conferencias, escribe libros (ya van diez) y hasta protagoniza obras de teatro.

—Ahora mismo vivimos una especie de revolución mental. Por fin, la salud mental está en primera línea, aún queda mucho por hacer, pero nunca se había hablado tanto y tan abiertamente de depresión, ansiedad o estrés. ¿Por qué hemos tardado tanto?

—Yo creo que la pandemia ha cambiado muchas cosas. En realidad, nos ha cambiado a todos. Ha cambiado nuestra manera de convivir, de trabajar, de relacionarnos, nos ha traído la incertidumbre, que es algo con lo que no solemos lidiar porque nos gusta tener todo controlado, estar en esa zona confortable. Por eso, estos dos años también han cambiado la salud mental, hay muchos más casos de depresión, de ansiedad... Y en cualquier edad de la población.

—Ha habido más casos y también hemos aprendido a hablar más abiertamente de ellos. 

—Sí, yo creo que como es algo que nos ha afectado a todos, la gente ha perdido un poco la vergüenza. Se ha aprovechado el momento para sacar un tema del que hace mucho tiempo teníamos que haber hablado más. Ahora que todo el mundo lo entiende. «yo tengo ansiedad, no porque estoy loco, sino porque estoy viviendo una pandemia», pues voy a hablar de ello y ya no me veo una persona tan vulnerable, sino que me veo como todas, con los mismos síntomas que el resto. Se ha normalizado toda esa sintomatología ansiosa y depresiva. Esto es algo que nos ha afectado a todos.

—Estás inmersa en una obra de teatro, «La ansiedad no mata pero fatiga», que además estará en Pontevedra el 12 de marzo, una especie de terapia sobre el escenario. Así que hablemos de ansiedad. ¿Cómo sé que mi ansiedad no es normal y puede convertirse en un problema mayor?

—Tú puedes tener ansiedad de manera momentánea porque te estás trasladando de ciudad, estás cambiando de trabajo, te estás separando y sabes que eso es algo puntual. Luego, hay momentos en que esa ansiedad no es algo puntual y empieza a interferir con tu vida. Por culpa de la ansiedad empiezas a tener un sueño poco reparador, a no descansar, te sientes más irritable. O puede llevarte a tener problemas con la alimentación, puede ser ansiedad por miedo al contagio y con esto estás limitando tu vida social. Cuando la ansiedad, de alguna forma, te está cambiando el carácter, tus hábitos de vida y te está limitando, tienes que consultar con un profesional.

—¿Cómo se gestiona la ansiedad?, ¿cómo se afronta?

—Lo primero es reconocerla y entenderla. Hay muchas veces que la gente va al médico pensando que es un problema digestivo, o luego va al cardiólogo pensando que las taquicardias o esa sensación de ahogo puede ser un tema del corazón. Entonces, lo primero es entender cuál es la sintomatología y aceptar que uno siente esa emoción, no luchar contra ella, sino aceptarla. Vale, oye, estoy pasándolo mal. Esto se llama ansiedad y viene de... Pero es importante que la gente localice el «viene de». ¿Cuáles son tus estresores?, ¿A ti qué te está en este momento cambiando la vida? Puede ser el miedo al virus, un duelo por el que estás atravesando, que has cambiado de trabajo, que no aceptas tu edad o que tienes un problema con tus hijos de comunicación. A lo mejor son tus propios pensamientos los que te generan ansiedad. A lo mejor no hay solamente un solo factor, tienes que detectar el tuyo. Una vez llegas a ese punto, hay que trabajar, por un lado, en técnicas que nos ayudan a regular la ansiedad, técnicas de respiración, de meditación, de relajación muscular. Es muy importante tener hábitos de vida saludables que ayudan a regular nuestros neurotransmisores. No le podemos robar horas al sueño porque el sueño es de las funciones más importantes y a la que menos atención le prestamos. Es importante el sueño reparador, hacer ejercicio a diario. Una actividad que de alguna forma nos active. Comer de manera saludable. Y luego, lo siguiente sería empezar a trabajar en tus pensamientos. La mayoría de las veces tenemos ansiedad porque interpretamos de manera catastrófica lo que hay alrededor, o porque estamos adivinando un porvenir negativo, o porque desconfiamos de la gente y pensamos que nos van a fallar, o porque dudamos de nosotros. Pero eso es un pensamiento.Todo lo que tu cabeza dice, genera emociones. Si tu cabeza todo el rato está «corre, vete de prisa» o «no puedo, no estoy a la altura, no sé si voy a llegar, la vida no me da para más». Eso se hace bola y es normal que tengamos ansiedad.

—¿Cómo podemos entrenar la positividad? Porque estamos hablando de pensamientos negativos, pero ¿cómo podemos cambiar esos pensamientos?

—Bueno, primero hay que entender que nuestro cerebro está configurado para pensar de forma negativa, porque es la manera que hemos tenido de sobrevivir, el estar pendiente de las amenazas. Pero claro, antes había amenazas que ponían en peligro nuestra vida y hoy no. Hoy la mayoría de las amenazas que a nosotros nos generan ansiedad están relacionados con la comodidad y la seguridad de nuestra vida. Entonces, para entrenar los pensamientos, algo que podemos empezar a hacer es cambiar el vocabulario, o sea, aprender a tener un vocabulario más sereno. No es lo mismo decir «oye, me tomo un café corriendo y ahora voy contigo» o «acabo rápido lo que tengo y ahora te llamo», que decir «acabo y ahora te llamo». Así eliminamos palabras que no añaden ningún valor a nuestro discurso, pero que sí que mandan mensajes de estrés a nuestro cerebro. Rápido, corre, ya. Todo eso que mete prisa y mete urgencia, el cerebro lo interpreta como que ahí hay un peligro. Y si hay un peligro, respondo con ansiedad. También podríamos tratar de verbalizar más veces las cosas que funcionan. «Qué a gusto estoy», «hoy me siento calmada», «oye, qué día más bonito hace». Es decir, que tratemos de focalizarnos en las cosas que funcionan, hay que cambiar un poco lo que nos decimos y las palabras con las que nos hablamos.

—Es decir, focalizarnos en lo bueno, no que estemos en ese bucle del que muchas veces es difícil salir.

—Hay una serie de bucles que vienen provocados por pensamientos y preocupaciones que llamamos inútiles, que son aquellas preocupaciones a las que nosotros no les podemos dar solución, pero que aun así nos dedicamos a rumiar. Por ejemplo, «¡Uf! Mañana no seré capaz de levantarme para hacer deporte». ¿Tú qué sabes? Mañana lo verás. Pero si tú empiezas a enredarte con ese pensamiento, vas generando una imagen de ti negativa, te va creando desasosiego, tristeza. Y mañana, ¿que pasará? Pues que se cumplirá lo que tú te estás diciendo. No hay que enredarse, cuando viene un pensamiento negativo, lo dejo ahí, pero no hablo con él, no me enredo.

—La actitud es clave, pero no siempre «querer es poder».

—La actitud es muy importante porque sin actitud no seríamos capaces de sobreponernos a la adversidad, pero no es justo trasladar el mensaje a la población de que tú solo eres el responsable de tu devenir. Igual en una casa hay un nivel socioeconómico o sociocultural o unas comodidades que favorecen tener actitud y en otra casa no. La actitud es importante, mucho, pero no podemos dejar todo en manos de la actitud. Tenemos que hablar también de neurociencia, que juega otro papel importante.Tener una actitud cuando tú eres una persona que normalmente tiene unos neurotransmisores que funcionan bien, genial. Pero si eres una persona que de por sí suele tener bajos sus niveles de serotonina o de dopamina, pues te va a costar mucho más que a otra persona. Es como si a mí me dicen que me ponga a correr sin tener bien los niveles de hierro, porque soy una persona que tiene anemia. Necesito tomar hierro para competir en igualdad de condiciones. Pues esto es algo parecido, pero con los neurotransmisores, claro.

—Hay personas que tienen la serotonina más baja, por ejemplo, pero ¿cómo se soluciona eso? Porque no es lo mismo que tomar hierro. 

—La serotonina, oxitocina, dopamina, endorfinas... se generan, por ejemplo, con la meditación, con la práctica de ejercicio físico, con el disfrute de las relaciones personales. Cualquier persona, para su bienestar emocional y su salud mental, tiene que practicar actividades que estén relacionadas con el bienestar de los neurotransmisores. Y eso es el sueño, la meditación, la actividad física y el pensamiento orientado hacia el disfrute. Pero aun así, no todo el mundo tiene la misma facilidad para generar los neurotransmisores que te hacen sentir bien. Decir todo esto es muy importante para quitar la culpa, la gente tiene que saber que es muy importante la actitud, pero que no todo es nuestra responsabilidad. 

— También le he escuchado decir una frase que me parece muy interesante: vivimos en una tiranía de la felicidad. 

—Este es otro mensaje que se ve en las redes. Hay que ser feliz. Es como si me pusiera a escribir artículos como «10 Consejos para estar triste» o «10 consejos para estar celoso». Al igual que los celos, la envidia o la tristeza son emociones y como emociones, pues son pasajeras. Entonces, cuando tú le dices a la gente que tiene que estar feliz siempre, hay que pensar que, en realidad, es un estado emocional que aparece de vez en cuando. Claro, cuando te llegan emociones como la ansiedad y la tristeza, lo que haces es tratar de evitarlo a toda costa, porque no es normal. Y ese es el mensaje erróneo. Sí es normal sentir cualquier emoción y lo que hay que hacer es aceptarla y entender por qué está ocurriendo en ese momento. Si yo cuando estoy feliz entiendo que es porque estoy a gusto con mi marido y con mis niños y sé por qué, pues trataré de tener más momentos a gusto con mi marido y con mis niños. Y si cuando estoy triste sé porqué es, pues igual lo puedo cambiar. No se puede perseguir la felicidad todo el día, porque cuando llegan las otras emociones pensamos que están equivocadas.

—¿Daría algún consejo para poder aumentar esos «ratitos» de felicidad?

—Creo que podríamos, por ejemplo, meditar cada día, porque eso nos permitiría tener una atención, una atención plena o una atención mucho más plena durante la jornada. Y eso nos ayudaría a ser conscientes del momento presente, a no utilizar el cerebro multitarea, que eso nos genera mucho estrés. Y luego podríamos llevar un diario de bienestar, un diario en el que nosotros apuntamos cada día durante unos minutos aquellas cosas que hemos disfrutado, de tal manera que con eso cambiemos el foco. Y también podríamos practicar más el agradecimiento, agradecer las cosas bonitas que nos ocurren durante el día, aunque sean nimiedades. Enfocarnos en las cosas bonitas de la vida, eso nos genera bienestar emocional. Más que felicidad, bienestar emocional.

—Nos preocupamos demasiado por el pasado, también por el futuro, pero sí que es verdad que nos centramos muy poco en el presente, ¿cómo podemos estar más presentes?

—Vuelvo a reiterarme en la meditación, en aprender a meditar cinco o diez minutos al día y en que cuando tú estés en una cosa, estés en una cosa. Si estás contestando un correo, estás en el correo. Si estás revisando la contabilidad de tu empresa, estás en eso. Si estás atendiendo a un cliente, deja el móvil en el bolso. Si estás cocinando, te pones a cocinar.

En tu último libro, «Somos fuerza», hablas también de los procesos de la adversidad, de esas crisis a las que muchas veces no sabemos enfrentarnos.

—Hay que darse cuenta de que la adversidad forma parte de la vida. Tú puedes estudiar mucho para un examen y que te pongan una pregunta que no entiendes y no tener la nota que mereces. Puedes tener un negocio con un socio en el que tú confiabas mucho y que te traicione porque luego te das cuenta de que tiene otros valores. O tener mala suerte y tener un accidente de coche con alguien que viene de frente por hablar en el móvil. La adversidad, la mala suerte, la parte injusta de la vida va a estar ahí. Cuando llegue, la tenemos que afrontar, encajar lo que ha pasado, aceptarlo, dejar de darle vueltas a por qué me ha pasado esto a mí. Porque mientras estás en ese bucle no puedes caminar para adelante, aprender a buscar soluciones, ponerlas en práctica, perdonar.

—También dices que todos tenemos que encontrar un propósito, un para qué. 

—Cuando dices a principio de año que quieres perder peso o que quieres tener una vida más activa, o que este año quieres aprender un idioma, tiene que haber un sentido detrás. Reconocer el sentido por el que tú haces algo va a ayudar a que tú te mantengas más constante. Y que, en lugar de un propósito, igual se convierte en un estilo de vida, porque tú has encontrado tu para qué.

—Esto me lleva también a hablar del autocuidado, que es una palabra que se ha puesto mucho de moda últimamente. 

—Yo creo que el autocuidado es algo que tú puedes compaginar con el cuidado de otras personas, y yo creo que hay tiempo para todo. El autocuidado simplemente es una forma de respeto. Tú eliges tener un tiempo en el que conectas contigo o con una afición, con el deporte, con la manera que tienes de comer, con tu tiempo de descanso. Son momentos que te hacen sentir bien.

—Hablamos de autocuidado, pero también me gustaría hablar un poco de autoexigencia. 

—La exigencia es uno de los valores para mí más negativos, porque está claro que la gente es súper exigente. Lo que se aprende es que siendo de esa manera tiene resultados, pero no se dan cuenta del precio tan alto que se paga por esa exigencia. Yo creo que basta con que uno actúe por la vida de manera responsable. Hay que saber convivir con el error, con que podemos fracasar, con que no podemos hacer las cosas perfectas, con que se pierde mucho tiempo en darle vueltas a algo que al final tampoco es tan relevante. En ese sentido, yo creo que hay que bajar ese nivel de exigencia.

—¿A qué se refiere con el «draque», esa mezcla de drama y queja?

—Esto lo comento, sobre todo, para aquellas personas que están dentro de una crisis, y que se pasan todo el día con el drama y con la queja constante. Entonces, como tú estás todo el día concentrado en tu drama, te conviertes en el ombligo del mundo, te quejas de todo, de qué injusta ha sido la vida contigo. Así, eres incapaz de mirar hacia delante y normalmente en ese estado de «draque» no encontramos ninguna solución, porque te provoca un estado emocional de tristeza, apatía o de ansiedad, en el que no te apetece buscar nada.

—¿Qué les dirías a esas personas?

—Pues les diría que ese pensamiento es tóxico tanto para los demás como para ellos, porque, como te decía antes, el vocabulario y la manera que tenemos de hablar condiciona nuestro estado de ánimo. Cuando tú continuamente le estás diciendo a tu cerebro que la vida es una porquería, que nada funciona, que la gente no te quiere, que la vida es injusta, que vaya mierda… Cuando tú le transmites esto al cerebro, el cerebro termina pensando que realmente vives en un mundo hostil y claro, no se relaja. Está todo el día en guardia esperando encontrarse con algún peligro, con alguna amenaza de la que se tiene que defender, porque tú le estás diciendo que esto es horrible y eso es deprimente. Entonces, las palabras con las que nos hablamos condicionan completamente nuestras emociones y nuestra manera de actuar.

—Muchas veces no queremos aceptar que la vida no siempre es justa. 

—La aceptación es clave en esta vida y hay gente que no quiere aceptar las cosas porque piensan que es como tirar la toalla. Pero es que hay situaciones y personas con las que tenemos que tirar la toalla porque no hay nada que podamos hacer. No todo en esta vida depende de nosotros, hay veces en que las cosas las tenemos que dejar estar.

—¿Qué rutinas aconsejarías para mantener nuestro bienestar emocional en el día a día?

—Yo, por un lado, trataría de mantener hábitos de vida saludables relacionados con el sueño, con la meditación y con la actividad física. Trataría de mantener también relaciones saludables en las que tú puedas ser tú y comportarte de una manera honesta. Y luego buscaría esa parte de los valores, la gratitud, el ser un poco más paciente e ir un poco más despacio por la vida, el bajar tu nivel de exigencia, cambiar ese foco de atención a lo que suma, aprender a hablarnos en un idioma que sea un poco más útil. 

—¿Tenemos que aprender a aburrirnos?

—El aburrimiento genera creatividad. Hay que preguntarse, ¿qué harías si no tuvieras el móvil todo el rato en la mano? Mientras esperas en la cola del supermercado, en la consulta de un médico, en la parada del autobús. La gente tiene que salir del teléfono. Déjalo, abúrrete, mira alrededor, mira a ver qué pasa. Porque en el momento en el que dejas de estar tan estimulado, el cerebro creativo empieza a trabajar. Hay que dedicar momentos en el día al aburrimiento, porque son los que al final nos van a generar más creatividad.

—Los adultos no queremos aburrirnos, pero tampoco dejamos a los niños que lo hagan.

—Los niños también se tienen que aburrir. También tenemos que practicar su resiliencia empezando a dejar que se responsabilicen de sus cosas, que la mayoría de los padres estos helicópteros con el chat de padres en el cole no dejan que los niños se responsabilicen de sus cosas. A cada edad le corresponden una serie de actividades y hay que dejar que las pongan en práctica. Tienen que experimentar qué es la tolerancia a la frustración, que aprendan a vivir las consecuencias de sus actos.

Uxía Rodríguez Diez
Uxía Rodríguez Diez
Uxía Rodríguez Diez

A Rúa, Ourense (1986). Coordinadora de La Voz de la Salud con una misión, que todos nos cuidemos más y mejor. La pandemia de covid-19 no solo la viví, también la conté en La Voz de Galicia. Mucho antes de todo esto trabajé en Vtelevisión durante casi una década como redactora, reportera y presentadora. Allí dirigí y presenté el programa Sana sana, sobre sanidad, bienestar y nutrición.

A Rúa, Ourense (1986). Coordinadora de La Voz de la Salud con una misión, que todos nos cuidemos más y mejor. La pandemia de covid-19 no solo la viví, también la conté en La Voz de Galicia. Mucho antes de todo esto trabajé en Vtelevisión durante casi una década como redactora, reportera y presentadora. Allí dirigí y presenté el programa Sana sana, sobre sanidad, bienestar y nutrición.