Senderismo, escalada o paddle surf: los beneficios de un «baño de naturaleza»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Nuestro cerebro se ha desarrollado hace millones de años en contextos naturales y ese es nuestro hábitat por excelencia, explican los especialistas.
Nuestro cerebro se ha desarrollado hace millones de años en contextos naturales y ese es nuestro hábitat por excelencia, explican los especialistas. La Voz de la Salud | iStock

Practicar actividades al aire libre baja nuestra frecuencia cardíaca y disminuye las tendencias del cerebro a la preocupación

13 abr 2022 . Actualizado a las 19:00 h.

Ahora que la primavera se ha instalado y los días son cada vez más largos, volvemos a tener ganas de estar al aire libre y aprovechar el buen tiempo. Desde disfrutar de un café en una terraza hasta pasear con nuestros perros por el parque, la vida transcurrirá, en los próximos meses, más y más en espacios abiertos. Una acción que debería formar parte de nuestro día a día, pero que se ha convertido en algo todavía más valioso tras una larga temporada de confinamientos y restricciones que nos han alejado de esta conexión con la naturaleza.

Aunque pueda parecer algo secundario, este vínculo con lo natural tiene una gran importancia a nivel evolutivo. «Nuestro cerebro se ha desarrollado hace millones de años en contextos naturales y ese es nuestro hábitat por excelencia. Existe una necesidad intrínseca en los humanos de conectarnos con la naturaleza y otras formas de vida, porque formamos parte de esa red viviente y eso permite que nuestro sistema nervioso se sienta en un entorno seguro, en casa», explica Fátima López Rodríguez, psicóloga sanitaria y coordinadora del Espazo de Autocoidado del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia.

En este sentido, el alejarse de la ciudad reporta grandes beneficios. No se trata de una conexión mística o espiritual: algo se activa a nivel biológico cuando cambiamos de aire. «Hay una vinculación entre los espacios y cómo se regulan nuestros cuerpos, en los diferentes entornos donde vivimos existen señales que nuestro sistema nervioso interpreta como seguridad o amenaza, lo que nos lleva de modo involuntario a que nuestro sistema nervioso active estados de calma, apertura y conexión, o estados de amenaza que nos motiven a lo protección y a la defensa», detalla López.

Por otro lado, el pasar demasiado tiempo encerrados puede ser sumamente perjudicial para nuestra salud. Ya se ha comprobado que la exposición constante a pantallas empeora nuestra visión, por ejemplo. Y los problemas que ocasiona la vida urbana sin descansos son numerosos. Como señala López, «los entornos artificiales son ajenos a nuestra naturaleza, el cerebro no fue creado para este tipo de espacios donde existen variedad de estímulos con potencial estresor: espacios cerrados, sobreexposición a tecnologías, contaminación acústica, odorífera y lumínica. Estas condiciones provocan fatiga mental, emociones agotadoras, dificultades para la conciliación del descanso. Además, los espacios artificiales conducen a un estilo de vida sedentario».

En contraposición, pasar tiempo en entornos naturales es muy beneficioso. «Son innumerables las investigaciones acerca de la correlación entre los encuentros conscientes con los espacios naturales y una buena salud mental. Esto favorece el acceso a estados de calma y conexión, emergen cualidades como la apertura mental, la amabilidad, la creatividad, la empatía, la humildad, se restablecen los circuitos agotados en nuestro interior lo que tonifica nuestro sistema nervioso», explica Fátima López.

Algunos de los beneficios probados de estar en la naturaleza:

  • Disminuye la presión arterial y la frecuencia cardíaca
  • Se reduce la segregación de hormonas relacionadas con el estrés (cortisol y adrenalina)
  • Aumenta la segregación de hormonas vinculadas con la conexión social, la seguridad y la reducción del dolor (oxitocina, serotonina, endorfinas)
  • Disminuye el flujo sanguíneo en áreas cerebrales que están relacionadas con la depresión y la ansiedad
  • Disminuyen las tendencias rumiativas (pensamientos repetitivos negativos) y la preocupación

«Además, en el campo de las neurociencias hay una vasta linea de investigación que estudia los estados de admiración ante lo inconmensurable (AWE). Estar en presencia ante algo grandioso activa distintas funciones en nuestro cerebro, induce emociones profundas de trascendencia y pertenencia, lo que nos lleva a vivir una vida con propósito. Aquí indican que los entornos naturales como bosques, manantiales, lagos, valles, o cielos estrellados, posibilitan acceder a estos estados AWE y experimentar la sensación de que formamos parte de algo mucho más grande que nos incluye, aliviando así la experiencia de aislamiento presente en muchas personas con sufrimiento emocional. Los espacios naturales son enormes pacificadores y sanadores», observa López.

Adentrarse en la naturaleza

Para disfrutar de todos estos beneficios, no hace falta hacer un retiro espiritual ni ir a abrazar árboles al bosque. La forma más simple de lograr una conexión con la naturaleza es practicar actividades como el senderismo. «Caminar o realizar cualquier actividad al aire libre, en el campo o la naturaleza, tiene el doble beneficio de ser una actividad física y que además se realiza fuera del entorno habitual urbano. El hacerlo fuera del entorno urbano tiene el beneficio de que es un entorno más tranquilo, que tiene menos distractores, hay menos ruidos, menos molestias. Además, el aire de por sí ya es más sano. No solo tiene los beneficios del ejercicio, a nivel de liberación de endorfinas, sino que además sales de tu entorno, estás en un entorno más saludable, puedes visitar sitios y ver paisajes que no ves todos los días, y eso te ayuda a desconectar más», explica el psicólogo del deporte Marc Bolufer.

«Si hablamos de campo o montaña, la actividad más habitual y accesible para todo el mundo, porque no requiere una preparación física súper especial o espectacular, sería el senderismo. Puedes hacer desde rutas más cortitas hasta otras más largas o trails de montaña. Pero es una actividad saludable, asequible para todo el mundo y que no tiene coste. Por muy poco dinero te puedes equipar para salir al monte a dar un paseo. Hay otras actividades como las carreras de montaña que requieren una preparación mayor, también hay muchas rutas que se pueden hacer en bicicleta. Luego, hay muchas actividades que se pueden hacer en las zonas donde haya costa o río, como pueden ser el paddle surf, que es súper relajante, o salidas con kayak. Todas las actividades que se pueden hacer saliendo de nuestro entorno y en contacto con la naturaleza pueden ser beneficiosas para nuestra salud mental», sostiene Bolufer.

Por supuesto, no todos los espacios naturales son iguales y su impacto variará en función de la actividad que realicemos y el tipo de geografía en la que nos encontremos. «A una persona puede llamarle más la atención la montaña y a otra los entornos con agua. La cuestión es que sea, a ser posible, fuera del entorno urbano. Salir de la zona de la ciudad, ir a zonas más remotas, sobre todo porque la calidad del aire no es la misma dentro de la ciudad que fuera», señala el experto.

Momentos de calma

Durante los paseos, es importante dedicar también un momento a la quietud, que ofrece otros beneficios específicos, más relacionados con los estados de admiración que describe López. «Los espacios naturales invitan a explorar, a la expansión, pero también invitan a la lentitud, al descanso, al no hacer. La indicación cuando disfrutamos de un espacio natural es abrirnos a su belleza y dejar que emerja la invitación que este espacio nos hace a la interacción con él», propone la psicóloga.

«Los momentos en la naturaleza son enormes oportunidades para que emerja la conexión con uno mismo. Hay aspectos que es importante traer a la consciencia antes del encuentro con la naturaleza», señala López. La psicóloga propone algunos consejos de cara a esos momentos:

  • Liberarnos de tecnología y de la exigencia que nos marca el reloj
  • Traer la atención a todos nuestros sentidos y así acceder a ese lugar de un modo ampliado. Percibir los sonidos, aromas, vistas, lo somático
  • Observar todos los elementos de ese entorno con curiosidad y apertura y dejarnos llevar por esa fascinación
  • Permitirnos el tiempo necesario para saborear esta experiencia, hacer un llamado a la lentitud
  • Agradecer la generosidad de estos espacios, su servicio a nuestro bienestar y a posibilitar la vida en el planeta
  • Atesorar el recuerdo de estos momentos como anclas en nuestro día a día y así acceder a emociones renovadoras 

Motivación

Para que los beneficios del contacto con la naturaleza perduren una vez que hemos vuelto a la ciudad y retomado el ritmo de vida de siempre, la clave está en incorporar estos paseos a nuestra cotidianidad. «Esto va en incorporarlo a nuestros hábitos. Es decir, si voy a hacer senderismo este fin de semana y luego no vuelvo a hacer una ruta de senderismo hasta dentro de un año, los beneficios son menores que si lo incorporo como rutina semanal. Tratar todos los fines de semana hacer una salida, más larga o más corta, hace que tengamos una válvula de escape y luego, los beneficios que tiene en cuanto a práctica deportiva, los iremos notando. Si es algo esporádico, evidentemente, es algo que te ayuda a desconectar en un momento dado, pero no se sostiene el beneficio en el tiempo. Es como la alimentación. Si tú comes bien un día y el resto de días comes mal, no conseguirás ningún efecto en la salud. Si habitualmente comes bien, vas a lograr un efecto», explica Bolufer.

En los niños, esta construcción del hábito tiene una importancia aún mayor, ya que en la infancia se cimentan las bases de las conductas que tendremos a lo largo de la vida. «Cuando uno desde pequeño se acostumbra a salir al monte o a hacer una actividad o un deporte, de alguna manera buscará hacer deporte a lo largo de su vida. Si un niño se habitúa desde pequeño, incorporará esa rutina de cara al resto de su vida. Los beneficios son exactamente los mismos, pero la diferencia es que, en un niño, estamos inculcando esos hábitos, esa cultura. Mientras que una persona adulta ya tiene esos hábitos adquiridos», señala el psicólogo.

En este sentido, lo mejor para motivarnos es encontrar una actividad que nos guste. «Hay gente que se aburre haciendo senderismo y necesita una actividad un poco más activa. Entonces, igual le interesa más salir en bicicleta o hacer algo más físico. Lo importante es que no sea algo que te aburre. Si yo hago algo que me aburre, por mucho que me repercuta positivamente en mi salud, seguramente no repita. Entonces el tema no es solo hacer la actividad, sino hacer una actividad que te guste, para que te motive», explica Bolufer.

Cómo empezar

Al igual que en otras actividades físicas, las que se realizan al aire libre requieren de un período de adaptación. Lo aconsejable es, al principio, tomarse las cosas con calma y empezar poco a poco. Cuando se trate de practicar senderismo, comenzar con una ruta sencilla y no demasiado larga es lo ideal: hay que recordar que el camino de vuelta también cuenta como parte del paseo y no es bueno llegar demasiado cansados a ese punto. Elegir caminos con poca elevación y de tierra suave es una buena idea para iniciarse en el senderismo.

Otro consejo es ir acompañado. Tanto por seguridad como para ayudar a que la actividad sea más amena. Planificar la ruta también es clave en este sentido: esto nos ayudará a saber qué esperar en el momento del paseo. Y, por último, hay dos artículos que no debemos olvidarnos de llevar en nuestras aventuras al aire libre: la botella de agua y la protección solar.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.