Los nuevos croissants, helados «saludables» y yogures «realfooding» de Carlos Ríos levantan otra polémica entre nutricionistas

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Las imágenes pertenecen a un vídeo promocional disponible en la cuenta de Carlos Ríos. La Voz de la Salud
Las imágenes pertenecen a un vídeo promocional disponible en la cuenta de Carlos Ríos. La Voz de la Salud

El fundador del movimiento «realfooding» nos explica sus productos, mientras que otros profesionales debaten acerca de su idoneidad

22 jul 2022 . Actualizado a las 15:07 h.

El movimiento realfooding es casi una institución en el mundo de la nutrición. Todo empezó cuando Carlos Ríos, uno de los dietistas-nutricionistas con más seguidores en Instagram, comenzó a lanzar el mensaje de «come comida real» en sus redes sociales. Poco a poco fueron más los adeptos que se sumaron a la corriente de imitar el patrón de dieta mediterránea incorporando la receta mágica de los abuelos: nada de alimentos con etiquetas, y si la tienen, al menos, que no superen los cinco ingredientes. 

Dentro de su corriente ha destacado la intención de luchar contra las multinacionales de los productos ultraprocesados y fomentar la comida real en la población. Por ello ha decidido formar parte de la industria. ¿Cómo? Lanzando alternativas que de alguna forma casan mejor con los objetivos de este movimiento. 

Hummus, crema de cacao, gazpacho, salmorejo, queso, bebidas vegetales, croissants, helados e incluso unos yogures líquidos. Precisamente, estos últimos han sido, de nuevo, objeto de polémica. En una colaboración con la marca Danone, el nuevo producto «realfooding» levanta ampollas por rozar los 2.40 euros, 4.55 euros el kilogramo. ¿Y por qué? Porque ese mismo yogur natural que se puede comer con cuchara, sin la etiqueta «de comida real», es de 2.69 euros el kilogramo. 

Si la intención es que la población comiese más alimentos y menos productos, ¿por qué su marca registrada ha decidido vender ahora dulces asociados a una dieta cuestionable? Quién mejor para responder que el propio Carlos Ríos: «Tenemos bastantes productos. Los primeros que lanzamos fueron el humus, el gazpacho o el salmorejo, entre otros. Empezamos sacando buenos procesados basados en vegetales, y por lo tanto en comida real», detalla el dietista-nutricionista y creador del estilo de vida, que añade: «Lo que ocurre es que la gente nos pide otros que son ultraprocesados y que suelen llevar muy malos ingredientes».

Para Ríos este tipo de estrategia forma parte de su misión de crear un futuro supermercado realfooding (descubre cómo hace la compra una nutricionista): «Queremos tener una amplia variedad de comida real, y a la vez, buenos procesados que en el supermercado tradicional solo encontrarás con malos ingredientes. Es más, creo que podemos cambiar esto y que incluso, puede ser bueno para que la industria mejore la oferta quitando cantidades de azúcar o grasas malas», detalla. 

Gemma del Caño, farmacéutica especializada en biotecnología, I+D+i, calidad y seguridad alimentaria, aplaude la idea inicial del movimiento: «Era estupenda y se basaba en comer comida de verdad, no ultraprocesados con mejores ingredientes», explica en referencia a los nuevos lanzamientos. Indica que la composición de estos nuevos productos con excepción de un par de elementos «no son una extrema novedad», sino que ya eran empleados: «Hay productos en el supermercado que son igual de correctos o incorrectos que los que él promociona, solo que en lugar de tener fibra de achicoria tienen fibra de maíz. Y la verdad que, para la cantidad que tienes que consumir de helado, la diferencia entre uno y otro no es representativa», apunta. 

Sin embargo, el mayor problema para la experta en la industria de la alimentación es que el márketing y el etiquetado es similar al utilizado en el resto del sector más tradicional: «Hace parecer que son productos sanos y estupendos cuando en realidad, un helado no deja de ser un helado». Con esto en mente, lamenta que ahora recurre a reclamos de publicidad como «sin azúcar, alto en fibra o con aceite de oliva, cuando la cantidad que lleva ese producto es muy pequeña», y que antes, según Gemma del Caño, criticaba. En esto también coincide Beatriz Robles, tecnóloga de los alimentos y dietista-nutricionista: «Cuando hablamos de un producto tenemos que valorarlo en su conjunto. Pretender llamar la atención sobre partes concretas, como que tiene fibra o aceite de oliva, hace que perdamos la perspectiva», explica. Es más, destaca que esta técnica la ponen en práctica muchas firmas de la industria alimentaria «que intentan vender cualquier ultraprocesado». 

Por lo tanto, su preocupación gira en torno a aquella parte de la población que piensa que estas preparaciones son más sanas: «Desplazarán otros alimentos más saludables que antes estaban en ese lugar». 

Analizamos los croissants «realfooding»

Primer punto. Los croissants. Una dulce delicia presente en todo tipo de desayuno: desde el hotel más cotizado hasta en cualquier cafetería de paso. El ultraprocesado por excelencia con aires parisinos, que no lo hacen estar exento de grasas hidrogenadas y azúcares añadidos de mala calidad. Pero no todos son iguales. El de realfooding, en concreto, está compuesto por harina de trigo integral, aceite de oliva virgen extra, grasa vegetal de karité, agua y pasta de dátiles. 

 
 
 
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¿Lo hace más saludable? Los expertos responden. «Desde el punto de vista de ingredientes es más interesante que el resto de ofertas que hay en el supermercado», detalla Marta Romero, dietista-nutricionista, que añade: «Con todo, cuando se etiqueta de saludable a algo que no lo ha sido tradicionalmente pueden ocurrir dos cosas. En primer lugar, que se desplacen otros alimentos que sí deben consumirse de manera frecuente, como la fruta. Y en segundo lugar, que la gente se confunda, porque si el consumo será ocasional, se puede tomar la versión tradicional», precisa.

Para Jose Luis Flores de la Cerda, dietista-nutricionista, después de comparar unos productos con otros, «la calidad nutritiva no es muy diferente entre la versión tradicional y la versión realfooding». Se refiere, sobre todo, al aporte calórico, y a otros valores como los carbohidratos, proteínas, fibra y sal. Robles apunta a la cantidad de sal: «Se considera que un alimento es alto en sal cuanod supera los 1,2 gramos. Este tiene 1,1». El carácter integral tampoco le convence: «Por supuesto que es mejor consumir harinas integrales. Sin embargo, cuando los profesionales hacemos esta recomendación no nos referimos a la bollería, sino al pan, a la pasta o al arroz», indica la tecnóloga. 

Emma Enríquez, directora del equipo Nutriciona, coincide con esta visión: «Se está lanzando un mensaje de que son fantásticos y que se pueden consumir cuando nos dé la gana. No es así, porque por mucho que sus ingredientes sean mejores que los de otro producto que encontremos en una pastelería, no deja de ser bollería», señala. Algo que, para la profesional, se traduce en una ingesta esporádica.

Sorprenda o no, Ríos opina algo similar: «Matizamos que no son productos para comerse todos los días, sino de forma ocasional. No sustituye a la comida tradicional», destaca. Si alguien tiene dudas, el plato de lentejas que vaya por delante. 

¿Aceite de oliva o aceite de karité?

Otro de los puntos candentes dentro de esta polémica ha sido el aceite utilizado. La etiqueta detalla que un 26 % del producto está compuesto por «preparado graso a base de aceite de oliva virgen extra». Sin embargo, de este porcentaje, solo el 12 % corresponde al oro líquido mediterráneo. El resto procede del aceite de karité. ¿Por qué esta decisión? «Este aceite es como el de coco. Lo que hace es darle más consistencia a la base grasa. Es decir, al estar mezclado con el aceite de oliva que es más líquido, consigue que se adhiera mejor en el propio producto», explica. Se trata, por lo tanto, de una cuestión «organoléptica».

Pasta de dátiles: ¿sí o no?

De nuevo, y al igual que ocurrió durante el lanzamiento de la crema de cacao, el uso de la pasta de dátiles se pone encima de la mesa. ¿Se puede considerar azúcar?, ¿es o no un endulzante más saludable? La Organización Mundial de la Salud recomienda limitar el consumo de azúcar añadido. No ocurre lo mismo con el natural que se puede encontrar en muchas materias primas. Pensemos en una fruta. «Si bien es cierto que el contenido de fructosa de los dátiles es mayor, por ejemplo, que el de una manzana, el azúcar que contiene es intrínseco, por lo que entraría dentro de las pautas que da la OMS», apunta Emma Enríquez, a lo que Romero añade: «Es más, también contiene nutrientes y fibra». Por ello, la pieza de fruta en sí no supone ningún problema.

El argumento cambia cuando se convierte en pasta: «El azúcar se hace más disponible, y al final, sigue siendo algo añadido al producto. No es comparable al azúcar blanco, pero no podemos abusar de ello y tener barra libre», explica la dietista-nutricionista, Emma Enríquez. ¿Se puede hablar de azúcar añadido? Aquí hay opiniones divididas: «Yo pienso que sí, porque se utiliza con la finalidad de edulcorar. Se está añadiendo una fuente rica en fructosa que, aunque provenga de una fruta, no quiere decir que se deba consumir en altas cantidades», comenta Flores de la Cerda. 

Para Carlos Ríos, utilizar la pasta de dátiles y no edulcorantes, como sí ocurre en otros productos, es un valor añadido: «Los edulcorantes le dan un sabor mucho más dulce a los productos de forma que alteran nuestra percepción del paladar. Además, también se ha visto que muchos de ellos alteran nuestra microbiota y no son beneficiosos para nuestro organismo», señala el creador del movimiento. 

En cambio, Marta Romero indica que se pierde el poder de la saciedad, tal y como ocurre en la comparación de la fruta frente a batidos o zumos: «Tanto la pasta de dátil como el propio croissant se comen enseguida porque necesitamos poca masticación. Entonces, en estos casos el vaciado gástrico será más rápido y tendrá un papel menos saciante que con otro producto». 

Postre de verano, un helado realfooder

El croissant de la imagen no pertenece a la marca Realfooding. El resto de imágenes pertenecen a un vídeo promocional disponible en la cuenta de Carlos Ríos.
El croissant de la imagen no pertenece a la marca Realfooding. El resto de imágenes pertenecen a un vídeo promocional disponible en la cuenta de Carlos Ríos. La Voz de la Salud

Momento para el postre. Los helados de realfooding, disponibles en dos sabores: vainilla y de cacao. Están elaborados a base de agua, leche desnatada en polvo, cacao o virutas de cacao, y otro tipo de compuestos añadidos como emulsionantes en forma de lecitina de girasol o goma guar y goma garrofín que hacen el papel de estabilizantes. El primer reclamo en su etiqueta es «ingredientes naturales». ¿Por qué? «Es materia prima, y por ejemplo, el azúcar que tiene es porque está presente y viene de todos los ingredientes que marcamos en la etiqueta. Y entre ellos evitamos los edulcorantes o las grasas que sabemos que no son saludables», explica Ríos. 

Algo que a Marta Romero no le dice mucho sobre su composición: «¿Qué significa natural? Hay ciertos tipos de azúcares que también lo son. En realidad, esta declaración es algo muy utilizado dentro de la industria. Ocurre lo mismo con el término “casero”», precisa. 

El empaquetado del producto señala, igualmente, que por cada 80 gramos, 14 son azúcares. ¿Es esto demasiado? La dietista-nutricionista no ve inconveniente: «En este caso hace referencia al azúcar que lleva el dátil de forma natural. También por la leche desnatada. Algo similar podemos ver en el yogur que si le damos la vuelta veremos que lleva 4 o 5 gramos de azúcar, los cuales proceden de la propia lactosa», explica la experta en nutrición. Para ella, el quid de la cuestión reside en el término ocasional: «Insisto, no es algo que se deba comer todos los días», indica. 

¿Qué hace ahí la lecitina de girasol?

La lecitina de girasol «tampoco tiene mucha importancia», explica Romero. «Si lo hiciésemos en casa no sería necesario, pero evidentemente en un producto que precisa una conservación en el supermercado, y del cual hay que asegurar la calidad alimentaria, organoléptica y de textura, sí lo es», indica la nutricionista. Este tipo de emulsionantes se utilizan para que el producto no se cristalice o que los ingredientes no se separen, «tal y como ocurre con una salsa de bote en la que el líquido, y en especial el aceite, se queda en la parte superior», concluye la dietista. 

Entre los ingredientes también se encuentra la fibra de achicoria. Es más, esta es una de las grandes apuestas de la marca: «Es un tipo de fibra con sabor endulzante. Pero no deja de tener beneficios para la salud basados en la evidencia, porque tiene efecto prebiótico (descubre otros alimentos probióticos). Creo que no existen otros helados en el mercado que la utilicen», expone Carlos Ríos. Otro punto fuerte que destaca ¡es la ausencia de edulcorantes artificiales como los polialcoholes, «que suelen dar más gases y pueden empeorar nuestra microbiota». 

 Buenos procesados

Con o sin críticas, Carlos Ríos habla de ambos productos como «buenos procesados» y recomienda un consumo ocasional: «Al final, la definición de buen procesado es aquel producto al que no le han añadido azúcares refinados, aceites vegetales, harinas refinadas o algunos aditivos como los edulcorantes. Así, desarrollamos mejores productos para un consumo puntual», precisa el dietista-nutricionista. Con todo, añade: «Entiendo la crítica de que algunos nutricionistas me digan que hay gente que se puede confundir y consumir eso todos los días. Y para eso seguiré explicando que no», reflexiona. Sin embargo, reclama que el mercado «tenga derecho a tener mejores opciones disponibles» porque considera que puede «ser bueno para toda la población». 

Beatriz Robles no habla de buenos procesados, sino de ultraprocesados: «Son croissants y helados, por lo tanto, no podemos esperar que sean saludables. Como mucho, y en comparación a sus homólogos, serán menos insanos», explica. 

¿Y las personas con patologías digestivas?

En materia de nutrición se suele hablar de población general. Toda aquella que no tenga unas características concretas que la obliguen a comer de una forma diferente al resto. Sin embargo, estos productos, aun manteniendo un consumo ocasional, pueden ser una buena oportunidad para que aquellos con ciertas patologías digestivas puedan decir «un dulce no amarga a nadie»: «Puede haber personas con problemas que si se quieren comer un producto como este les vaya a sentar mejor que un ultraprocesado con azúcar, harinas y aceites refinados», señala Marta Romero. 

Pero este cajón también puede abrirse para aquellos que están transicionando hacia una alimentación más saludable: «Es cierto que una parte de la población está muy acostumbrada a tomar galletas o bollería. Para ellos puede ser complicado pasar a consumir fruta y otros alimentos en el desayuno. Por ello, si jugamos con este tipo de productos como una medida de transición para entender un cambio de hábitos pueden resultar útiles», indica la dietista-nutricionista Marta Romero. Es más, para Jose Luis Flores de la Cerda, el helado se podría recomendar en casos de «adicción al azúcar: «Son de mayor calidad que la mayoría de los helados que podemos encontrar y pueden contribuir a disminuir el consumo de productos de peor calidad», apunta. Al final, ni todo es tan blanco, ni todo es tan negro. Por lo que moverse en una escala de grises puede acabar siendo lo ideal.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.