Doctor Alejandro Lucía: «Hacer deporte cuesta mucho, y tomar una pastilla, nada»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

En la imagen, el doctor Alejandro Lucía, catedrático en Fisiología del Ejercicio en la Universidad Europea.
En la imagen, el doctor Alejandro Lucía, catedrático en Fisiología del Ejercicio en la Universidad Europea.

El catedrático de Fisiología del Ejercicio, uno de los mejores expertos en investigación deportiva, asegura que «una persona que no hace actividad física desde niño padecerá enfermedades antes de tiempo»

20 jul 2022 . Actualizado a las 16:49 h.

Los beneficios de la actividad física son innegables. Tanto para prevenir, como para ayudar a tratar multitud de enfermedades. El doctor Alejandro Lucía, es catedrático de Fisiología del Ejercicio en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Europea de Madrid, investigador sénior de esta institución, y se le considera uno de los 20 mejores expertos en investigación deportiva a nivel mundial. En sus propias palabras se dedica a «estudiar las respuestas de adaptación del organismo al ejercicio». Su ciencia es multidisciplinar, y con cuna en la mismísima Harvard. 

—La Encuesta Europea de Salud en España, del 2020, muestra que un 36,4 % de personas mayores de 15 años se declaró sedentaria en su tiempo libre. ¿Podemos decir que vivimos una pandemia de inactividad?

—Así es. Son números bastante preocupantes. Varían según la fuente y la definición de actividad. Pero creo que podemos decir que por lo menos, la mitad de los españoles adultos, y posiblemente, niños, no siguen las recomendaciones que da la Organización Mundial de la Salud de hacer entre 150 y 300 minutos de actividad aeróbica a la semana como es caminar a buen ritmo durante una media hora al día. Y eso sería lo mínimo. 

—Entiendo que se refiere a caminar con intensidad. 

—Sí, eso que se conoce como actividades de moderadas a vigorosas. Andar es mucho mejor que no andar, pero esto no significa que haya que caminar viendo escaparates. Más bien, tomándoselo un poco en serio. Aun así, cualquier tipo de actividad es buena. Es mucho mejor que nada. 

—Justo lo acaba de mencionar. Los datos oficiales muestran que los niños también se mueven menos. Más allá del sobrepeso y obesidad que puedan tener en la actualidad, ¿a qué problemas se enfrentan a largo plazo?

—Una persona que no hace actividad física desde niño padecerá, antes de tiempo, enfermedades que deberían aparecer más tarde en la vida. No solo obesidad, sino patologías cardiometabólicas en general, como la aterosclerosis o una prediabetes.

—Esto parece ir a contracorriente de lo que usted ha defendido en múltiples ocasiones, que el ejercicio es una polipíldora, un fármaco con mucho potencial. 

—Sí. La polipíldora es un concepto que engloba el hecho de prevenir enfermedades cardiovasculares a través del fármaco, y mucho ojo a esta frase, porque no estamos hablando de prevención secundaria o tratamiento, sino de tomar un fármaco para que la enfermedad no aparezca. Eso ya habla de lo medicalizada que está la sociedad. Por ejemplo, aquí en España, lo trabaja mucho Valentín Fuster, y consiste en juntar varios fármacos que sabemos que previenen enfermedades cardiovasculares en una misma píldora. Por ejemplo, la aspirina infantil, los hipotensores o las estatinas. Con todo esto en mente, se sabe que el ejercicio regular tiene los mismos efectos que la polipíldora. Solo que hacer ejercicio cuesta mucho, y tomar una pastilla, nada

—¿Estamos diseñados para hacer ejercicio?

—No, eso es un concepto erróneo. Estamos diseñados para hacer actividad física. El ejercicio es algo reglado, como entrenar para una carrera. En cambio, la actividad física es un modo de vida, como las personas que trabajan en el campo, o los grupos étnicos en el mundo que tienen que moverse para vivir. Se les llama cazadores- recolectores. Con esto quiero decir que nuestro cuerpo está diseñado para moverse mucho cazando, pero como una obligatoriedad con el fin de mantener la especie. De ahí, que a muchas personas les cueste motivarse para hacer ejercicio si no hay un premio. Es difícil motivar a toda la población para revertir esas cifras de inactividad, porque lo más fácil es ser inactivo. 

—¿Hay forma de pasarse con el ejercicio? Los casos de muerte súbita que vemos de vez en cuando asustan. 

—Vivimos en una sociedad en la que una imagen vale más que mil palabras, y lo que es noticia, es lo excepcional. Por ejemplo, fue noticia cuando en Santiago de Compostela hubo un accidente de tren, pero no lo es lo bien que funcionan nuestras infraestructuras y lo segura que es la red de transporte. Desgraciadamente, el riesgo nunca es cero, pero lo mismo ocurre con la muerte súbita. Las personas que se mueren súbitamente haciendo ejercicio ya tenían una enfermedad cardiovascular de base. Solo que a veces, estas afectaciones no son fáciles de diagnosticar, o no se hacen screenings a toda la población antes de un maratón, por lo que es muy difícil identificarlo. 

—Parte de sus líneas de investigación se centraron en el estudio de deportistas de alto rendimiento. Pienso en Kipchoge, que completó una maratón en poco más de dos horas. ¿Hay personas que genéticamente están hechas para correr?

—Todas las adaptaciones en nuestra especie están hechas en beneficio de reproducirnos, de perpetuar la especie. Y precisamente, algo necesario para perpetuar la especie es crecer y tener alimentos. Para ello, había que cazar y moverse. Nuestros genes han sido seleccionados para eso, para caminar diez o quince kilómetros al día, pero no para ser deportistas de élite. Pongo un ejemplo: cuando nuestros ancestros se ponían a cazar un antílope, el animal es capaz de desarrollar muchísima velocidad en muy pocos metros, pero no termorregulan bien, se agotan enseguida. De tal manera, que nosotros lo seguíamos a distancia hasta llevarlos al golpe de calor. Es decir, en cuestión de horas el animal había muerto. Esto sucede así porque somos andadores o corredores persistentes, pero no tenemos un récord del mundo. 

—Es decir, que no hemos evolucionado para correr 42 kilómetros en dos horas.

—Exacto. No tiene sentido pensar que evolutivamente hay personas que tienen una genética dotada de esta habilidad. Creo que la ventaja de los kenianos es que corren desde niños, mientras que los nuestros no hacen nada. Allí corren kilómetros cada día, y aún por encima lo hacen en altura, lo que genera unas adaptaciones muy especiales. Eso sí, puede haber variaciones individuales y personas con una cierta ventaja genética, pero este efecto es muy pequeño. Decir que los kenianos están dotados para correr porque rinden mejor en pruebas, es el mismo argumento que decir que no están dotados para las matemáticas, porque no hay ninguno bueno en este aspecto. Y no, la razón para esto es que allí no hay una Harvard. 

—Lo que más pesa es el poder del ambiente. 

—Mucho. Cuando estudias un grupo de gente que se caracteriza por algo, estás estudiando mucho más el efecto del entorno de esa gente, que un supuesto factor genético. 

—¿Cómo se diferencia el corazón de una persona que hace ejercicio regular con el de una persona sedentaria?

—Se crea una adaptación sanísima. Vuelvo a hablar de la evolución. Por ejemplo, los chimpancés se mueven muy poco. No están hechos para ello, al contrario que nosotros. Y su corazón es como el de un hipertenso, con paredes gruesas y cavidades pequeñas. La persona que hace resistencia tiene un corazón más bonito, se adapta y presenta un crecimiento tanto de las cavidades como de las paredes. Late con más fuerza, lo cual es un marcador de salud importante. Y además, tiene más potencia porque es más elástico. Un corazón es como una bomba de hinchar bicicletas, cuánto más la llenes, más se vacía. Pues así actúa este órgano, a demanda. Cuanto más se llene, con más fuerza aprende a bombear. Se dilata más, coge más fuerza, y después se estruja más (como una esponja) y es capaz de expulsar mayor cantidad de sangre. Aun por encima, también disminuye la frecuencia cardíaca basal, y esto es porque las personas que hacen ejercicio de resistencia aumentan su tono parasimpático. 

—¿A qué se refiere?

—Nosotros tenemos dos sistemas que activan o relajan el corazón, y nuestro sistema cardiovascular. Son el simpático, y el parasimpático. El primero es el sistema del estrés, que lo tenemos que activar cuando hacemos ejercicio para que el corazón lata con más fuerza, y más veces. El segundo es el de la relajación. Pues bien, las personas que hacen ejercicio aumentan su tono parasimpático en reposo, y eso les protege muchísimo de arritmias, y de que la tensión suba demasiado a lo largo del día. Pero voy más allá. Con el envejecimiento, el tono simpático suele aumentar. Por ejemplo, los grupos étnicos que hacen mucha actividad física, como los Hadza de África, no tienen la típica subida de tensión arterial que tenemos las personas occidentales. 

—Un incremento de la tensión que muchas veces se achaca a la edad. 

—Claro, porque lo peor que te puede pasar es activar ese sistema simpático en reposo. Pero como no nos movemos, lo activamos en una caravana, o cuando vemos a nuestro equipo de fútbol. Y desde el punto de vista evolutivo, estamos haciendo una tontería. En reposo habría que activar el parasimpático, que es lo que ocurre en quienes hacen ejercicio. 

—O sea que, ¿podría decirse que el estrés que causa el ejercicio, cuando activamos el sistema simpático, es beneficioso?

—Exactamente. Hago un símil con las vacunas, y bienvenidas sean, eh. Para que sean buenas, tienen que causar un poco de estrés, una lesión para que estos se adapten y salgan más fuertes. Lo mismo ocurre con el ejercicio. Con ello, te sube la tensión, te inflamas un poco, pero es necesario para que se haga una adaptación, y que poco a poco, una vez estemos en reposo, la tensión y la inflamación vayan bajando. Obviamente, siempre con equilibrio. 

—Otra de sus líneas de investigación ha sido la relación entre el cáncer y el ejercicio. ¿Cuál es el papel del movimiento en la prevención y durante el tratamiento? 

—El hacer actividad física regular disminuye entre un 10 y un 20 % el riesgo de los cánceres más prevalentes, como el de mama y colon. Incluso, puede disminuir el riesgo de mortalidad una vez que se padece. Luego, mantenerse activo físicamente es fundamental para tolerar los efectos de la quimioterapia y del tratamiento, porque lo que este hace es que nuestros músculos, y corazón, se vuelven más débiles, y solo el ejercicio es capaz de revertirlo. Ojo, que bienvenidos sean los efectos secundarios del tratamiento.

—Usted colabora con la fundación Unoentrecienmil que dedica todos los beneficios de sus actividades a la investigación contra la leucemia infantil. Defienden que el ejercicio puede acortar los ingresos hospitalarios de los niños con cáncer hasta en un 17 %. 

—Sí, acorta el número de días que los niños están en el hospital. 

—¿Qué tipo de ejercicio se propone para ellos?

—Con cualquier persona, se deberían practicar dos tipos, aunque lógicamente se vaya modulando en función del contexto. Son las actividades aeróbicas como caminar, correr, remar o nadar, y con los niños también sería juego activo. En segundo lugar y con mucha importancia está el ejercicio de fuerza, que se debería hacer en todos los grupos de población, pacientes o no, de dos a tres días a la semana. Es decir, levantar pesas o hacer ejercicios con el propio peso. Fíjate que esta es una recomendación que hace la OMS pero que no se enseña en la facultad de Medicina. 

—Precisamente, en uno de los artículos en los que participó se vio que el ejercicio de fuerza mejoraba la salud cardiovascular. ¿Hacer pesas ayuda a nuestro corazón?

—Sí, forma parte de un todo, y el corazón trabaja en combinación con los músculos esqueléticos. Es el esclavo de los músculos. Es difícil que una persona con un tono muscular fuerte, tenga un corazón débil. De hecho, si a una persona sedentaria o inactiva le trasplantan el corazón de un chico joven que, por ejemplo, ha fallecido en un accidente de tráfico, ese corazón se volverá débil enseguida, en cuanto los músculos no estén funcionando.  

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.