Cómo protegerse en un incendio: «La intoxicación por monóxido de carbono produce somnolencia»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

Imagen de archivo de un incendio en un edificio de A Coruña
Imagen de archivo de un incendio en un edificio de A Coruña MARCOS MÍGUEZ

El fuego es una sustancia heterogénea que tiene tres componentes principales que pueden contribuir a las lesiones por inhalación: el calor, los gases y las partículas finas

12 oct 2023 . Actualizado a las 15:07 h.

Cuatro personas han perdido la vida tras arder un edificio en Vigo. Un incendio con víctimas mortales que ha tenido lugar tan solo unos días después del que acabó con trece personas fallecidas. El hecho pone de manifiesto una vez más la importancia de prevenir los incendios, pero también de conocer la actuación adecuada en caso de que ocurran y de estar preparados para hacerlo. Sobre todo, teniendo en cuenta que los mayores riesgos están relacionados con la inhalación de humo. Explicamos cómo afecta el humo a nuestra salud y a nuestra capacidad de permanecer alerta y repasamos el protocolo de actuación en estos casos.

Los riesgos de respirar humo

«Las lesiones por inhalación son, actualmente, la mayor causa de muerte en las víctimas quemadas por fuego», advierte el Plan de Emergencias elaborado por el Sergas. Esto se debe a que, cuando hay un incendio, el humo se mezcla con el aire y entra a nuestros pulmones a medida que respiramos, reduciendo la proporción de oxígeno con el que cuenta nuestro cuerpo. 

El fuego es una sustancia heterogénea que tiene tres componentes principales que pueden contribuir a estas lesiones por inhalación: el calor, los gases y las partículas finas. En el caso del calor, el daño dependerá de la proximidad al fuego, que influirá en la temperatura del aire que respiramos. Esto puede ocasionar lesiones en las vías aéreas superiores.

Pero la mayor amenaza son los gases, que fundamentalmente reducen el oxígeno disponible en el aire, ya que este se consume en el proceso de combustión, pudiendo causar hipoxia, es decir, falta de oxígeno. A su vez, el dióxido de carbono ocasiona una acidosis metabólica y el monóxido de carbono, que se genera como consecuencia de la combustión incompleta de los materiales que contienen carbón, contribuye a esta hipoxia al limitar la hemoglobina disponible para transportar ese oxígeno por el cuerpo. Otro gas que puede estar presente en este tipo de incidentes y que daña nuestros tejidos es el CNH, que se produce por la combustión de polímeros de nitrógeno: lanas, algodón, seda, nailon, papel o poliuretanos. Es un asfixiante químico que afecta al metabolismo celular.

«Una persona que inhala humo tiene, fundamentalmente, dos problemas: la reducción del oxígeno y, además, la inhalación de otras sustancias que pueden tener riesgos añadidos. Muchas veces, monóxido de carbono; en otros casos, gases derivados de la sustancia que se pueda estar quemando. La intoxicación por monóxido de carbono produce somnolencia y es peligrosa porque puede causar pérdida de conocimiento y, finalmente, el fallecimiento», explica la doctora Ana Martínez Moraña, médica coordinadora de la Fundación Pública Urxencias Sanitarias de Galicia-061.

«Cuando asistimos a una persona en esta situación, el problema al que nos enfrentamos es que su hemoglobina, que es la sustancia que tiene que trasladar el oxígeno a través de la sangre a todo el organismo, está ocupada transportando monóxido de carbono en el lugar en donde debería estar viajando el oxígeno. Entonces necesitamos arrancar ese monóxido de carbono y aportar oxígeno. Este es un proceso complicado en cualquiera, y mucho más en personas que ya tengan patología respiratoria previa», señala Martínez Moraña.

En resumen, «el aire de los incendios es broncoirritante. Cuando hablamos de sus efectos, hablamos de broncoespasmo, de empeoramiento de las enfermedades respiratorias como el asma, la EPOC, que tienen broncoespasmo como elemento determinante, y que afectan a millones de españoles», explica el doctor Luis Seijo, neumólogo y portavoz de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).

Las partículas microscópicas que se esparcen durante un incendio constituyen asimismo otro riesgo. Pueden penetrar profundo en los pulmones y provocar una serie de problemas de salud, desde daño térmico por su alta temperatura hasta irritación de las vías respiratorias y toxicidades incluso a largo plazo en los supervivientes. Se las ha asociado a enfermedades cardíacas y pulmonares crónicas y la exposición a la contaminación por partículas incluso se relaciona con la muerte prematura.

Problemas a largo plazo

En las personas que sobreviven a un incendio, la exposición a este puede dejar secuelas a largo plazo, sobre todo si se trata de individuos especialmente vulnerables, como los niños o las personas mayores. «Si son humos en cantidad y hay una inhalación importante, con poco tiempo de exposición ya es peligroso. Pero, a más tiempo y más cantidad de humo, aumenta la peligrosidad», señala Cristina Martínez, neumóloga de la Separ. «Las secuelas dependen de la gravedad de la inhalación, o sea, el deterioro de la calidad del aire en la proximidad de los incendios. Lógicamente, si inhalas suficiente humo, puedes tener un problema no solo agudo por broncoespasmo, sino directamente por la toxicidad que supone inhalar monóxido de carbono», alerta Seijo.

Quemaduras

La inhalación de humo no implica solamente riesgo de asfixia y contacto con sustancias tóxicas. La temperatura a la que está supone la posibilidad de quemaduras a nivel interno. La doctora Martínez Moraña explica que «muchas quemaduras pueden provocar un edema laríngeo, cambios en la voz, garganta inflamada y una dificultad respiratoria a posteriori. Hay que ver si han quedado quemaduras en las pestañas, en el vello facial, el bigote y la barba. Esas quemaduras indican un riesgo de disnea posterior, es decir, de dificultad respiratoria causada por haber inhalado humo. Por mucho que la persona diga que se encuentra bien, si ha inhalado humo hay que tener a ese paciente en observación unas horas».

Por otro lado, podemos sufrir quemaduras en la piel de manos, pies u otras partes del cuerpo. Ante ellas, es importante aplicar agua abundante en la zona y luego atenderlas hasta que hayan curado. Se debe tener en cuenta que las secuelas relacionadas con quemaduras en la piel no son algo menor, sino que debemos vigilarlas y procurar que la cicatrización vaya bien. «Sobre todo en las extremidades, porque el proceso de cicatrización puede conllevar una retracción de la piel que condicione la disminución de la movilidad de esa extremidad. Pierdes movilidad en los dedos cuando la parte osteomuscular está bien, porque la piel ha cicatrizado mal. Por eso es muy importante hacer bien las curas en zonas delicadas como la cara, el cuello o las manos», advierte Martínez Moraña.

Se está incendiando mi casa, ¿qué hago?

Cuando se trata de un incendio en un hogar, la prioridad principal es ponernos a nosotros mismos y a las personas que estén con nosotros a salvo del humo tan pronto como sea posible. El tiempo es la variable fundamental en estos casos, por lo que las guías oficiales sobre actuación subrayan la importancia de refugiarse en una parte del edificio que esté apartada del fuego, aclarando que no hay que perder tiempo intentando recuperar objetos de valor material o sentimental, ni siquiera rescatando a las mascotas.

En este sentido, reaccionar de manera inmediata ante la alarma de un detector de humo o la presencia de fuego es crucial. Si es de noche, se aconseja gritar fuerte para despertar a todos los ocupantes de la vivienda y ponerlos alerta, ya que es posible que solo se cuente con unos segundos.

Pero ojo: salir del edificio no siempre es la mejor idea. «La mayor parte de veces no se debe salir. Hay veces que por ese instinto de supervivencia, si está ardiendo el edificio, queremos salir lo antes posible, pero muchas veces no es necesario y es perjudicial, porque estamos a oscuras, no se ve nada y bajar las escaleras puede ser peligroso si hay humos y gases tóxicos calientes subiendo», explica David Hermida, técnico de emergencias sanitarias de la Escuela Integral de Seguridad y Emergencias de Galicia (Eisega). 

¿Qué hacer, entonces, para ponernos a salvo? Hermida indica que hay que seguir el protocolo de proteger, alertar y socorrer, en ese orden. «Protegernos a nosotros mismos implica no ponernos en una situación de riesgo. En un incendio, significa no ir en la dirección de la que viene el humo e intentar siempre alejarnos de él. En segundo lugar, avisar rápidamente al 112 para dar aviso y que la ayuda llegue lo antes posible. En tercer lugar, si tenemos un extintor para intentar sofocar el incendio, podemos intentar apagarlo, pero lo más importante no es actuar sino intentar protegernos», insiste.

«La pauta general es apartarnos del humo. Cerrar las puertas que dan a los sitios donde esté el fuego y buscar un lugar en el que no haya humo. Si la escalera del edificio está libre y puedo salir, puede ser buena idea, pero si llego a la puerta de mi casa y veo que todo está inundado de humo, es mejor cerrar esa puerta, evitar que el humo entre donde estoy, ir cerrando todo mi paso y buscar un sitio que dé al exterior, con una ventana abierta, para que los servicios de emergencia vean que estoy allí y puedan venir a sacarme si hace falta», detalla Hermida.

Mantener cerrada la puerta de la habitación que está en llamas es crucial para evitar las asfixias. «Si la puerta está cerrada, va a pasar muy poco humo por debajo de la puerta y no llega a suponer un problema grave, además, se puede atajar poniendo una toalla mojada en la rendija de la puerta. Podemos también respirar con una toalla en la boca para que haga de filtro un poco frente a esos humos de la combustión», sugiere Martínez Moraña.

A la hora de abrir puertas para ir a un sitio libre de humo, hay que controlar que no haya fuego del otro lado, tocando el pomo de la puerta. «Si está caliente, es porque en esa habitación hay llamas y hay que evitar abrir la puerta porque en el momento en que la abras, puede provocarse una explosión. La puerta, llegado el momento, la abrirán los bomberos», advierte Martínez Moraña.

Una vez que nos hemos apartado del foco del incendio, es momento de pedir ayuda, es decir, alertar. «Para que el resultado sea lo menos malo posible, hay que llamar a los servicios de emergencia y obedecer a lo que ellos indiquen. Cuando una persona está nerviosa, el hecho de que alguien le diga claramente las dos o tres cosas que tiene que hacer le aportará tranquilidad. Si te pones nervioso, que es lo más normal del mundo, intenta pararte, llamar a los servicios de emergencia y dejarte guiar», recomienda la experta del 061.

Finalmente, si estamos pensando en intentar apagar el fuego, es importante hacerlo solamente si estamos seguros de que no nos vamos a poner en un mayor riesgo. «Si voy a intentar apagar el incendio, tengo que tener claro que las maniobras que voy a hacer son seguras para mí. Tengo que tener claro qué es lo que está ardiendo, si tiene o no electricidad, si conviene o no echar agua. Por ejemplo, si es un incendio en una cocina con aceite hirviendo, no tengo que echar agua, porque corro un riesgo muy alto de que el incendio se propague y me queme. Antes de usar un extintor, tengo que saber de qué tipo es, si es de polvo, de CO2, o de agua y espuma, y saber si el que tengo es apto para este caso», señala Hermida.

Más consejos en caso de incendio en un edificio

  • Evita usar el ascensor, ya que puede cortarse el suministro eléctrico y puedes quedar atrapado
  • Evita huir hacia la azotea, ten en cuenta que el humo sube y allí es donde se concentrará la presión térmica
  • Nunca intentes cruzar una zona en llamas. Si solo hay humo, espera a que se disipe o a que los bomberos te indiquen que puedes pasar
  • Si el fuego acaba de empezar y es muy pequeño, puedes intentar apagarlo arrojándole una manta que le quite el oxígeno
  • Evita correr, es mejor gatear 
  • Si te alcanzan las llamas, tírate al suelo y rueda hasta extinguirlas

Prevención

Los incendios son accidentes relativamente frecuentes en los hogares, pero en muchos casos se pueden prevenir. En este sentido, Ana Martínez Moraña señala que «los descuidos con los cigarrillos, con las cocinas o las chimeneas y las averías eléctricas son las causas más frecuentes. Se atienden bastantes casos al año, aunque afortunadamente muchos no llegan a salir en prensa porque no hay pérdidas humanas, sino que solo hay que lamentar daños materiales».

Por esto, la experta insiste en la conveniencia de instalar detectores de humo, sobre todo en las viviendas donde haya gente mayor. Asimismo, conviene tomar medidas de seguridad como evitar fumar en la cama o cuando estamos por quedarnos dormidos en el sofá, no dejar velas encendidas, evitar dejar ropa secándose sobre estufas o lámparas (y no colocar ningún objeto sobre ellas), no dejar cerillas ni materiales inflamables al alcance de los niños y verificar el cableado eléctrico antes de mudarnos.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.