Así debe ser tu rutina facial: «La piel no necesita que la hidratemos, sino hacerlo ella misma»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

La limpieza es un paso fundamental en las rutinas faciales de cualquier edad.
La limpieza es un paso fundamental en las rutinas faciales de cualquier edad. iStock

Dos expertas explican qué activos resultan más interesantes según las necesidades de cada etapa: del retinol a la cafeína

19 dic 2023 . Actualizado a las 17:05 h.

La piel es el órgano más grande del cuerpo. Ronda los cinco kilogramos de peso y tiene una superficie de dos metros cuadrados. En ella, viven distintos tipos de células con un papel asignado. Más allá de pura estética, se involucra en distintas funciones esenciales como la síntesis de la vitamina D, la activación sensorial o formar parte del batallón de defensas natural—es más, es la primera barrera de acción—-. Sus características dependen mucho de la zona, como es evidente, la piel de la cara es diferente a la de las plantas de los pies. La epidermis de esta última es mucho más gruesa ya que estará expuesta a muchas más agresiones. No cabe duda de que mantenerla en buen estado resulta fundamental. 

El auge de la dermocosmética se ha centrado, sobre todo, en la cara. Las razones son obvias y se enfocan en la apariencia. Lejos de lo que se suele pensar, no hace falta tener 40 productos esperando a ser usados, ni buscar el potingue de mayor precio. Los expertos recuerdan que la mejor rutina es la que se sigue, aunque la lógica también llame a la puerta. Una persona de 20 años no tendrá los mismos problemas que alguien de 60 y, por lo tanto, las necesidades tampoco se parecerán. 

Si bien hablar de cremas por edad es un error, el paso del tiempo es un proceso al que todo individuo llega: «Es una incoherencia, porque el 70 % del envejecimiento de la piel está ligado a causas externas. Sin embargo, sí podríamos establecer un corte en el uso de una crema antiedad a partir de los 30», explica Helena Rodero, farmacéutica especializada en dermocosmética.

Este producto buscará mejorar el aspecto general de la piel y su etiqueta contribuye a guiar al consumidor: «Cuando un laboratorio lanza un cosmético al mercado generalista, tiene que ayudar al usuario en su elección», indica la doctora Cristina Eguren, dermatóloga y miembro del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (Gedet), pues no siempre contará con la ayuda de un profesional. «Por eso, ponen los rangos de edad, porque con una perspectiva general, el mecanismo de acción puede corresponder más o menos. Aunque la crema no tenga edad», aclara. 

Muchos se sabrán el proceso de memoria. Primero aparece una pequeña línea de expresión, después se marcan las ojeras y más tarde una mancha debido a la exposición solar acumulada durante toda una vida. Las cremas no tienen edad, pero sí responden a necesidades que más o menos corresponden a cada etapa. 

Adolescencia y veintena, una piel joven

La piel joven, propia de los adolescentes, no suele precisar demasiados artificios. Su problema principal está claro: el acné. La Academia Española de Dermatología y Venereología lo define como un proceso inflamatorio que afecta a la unidad pilosebácea, es decir, al pelo y a las glándulas sebáceas. Y si bien es propio de la etapa juvenil, los adultos no están exentos. 

En este grupo de edad, hay una prima que todos los expertos consultados recuerdan: la limpieza es fundamental. «Basta con lavar la cara con un jabón suave y agua tibia para retirar el exceso de sebo y reducir el riesgo de que los poros se obstruyan y aparezcan los granos», explica el doctor Pedro Jaén, en su libro Una piel para toda la vida. El siguiente paso a cumplir es la hidratación, «con una crema ligera y muy fluida», apunta el experto. 

Para Rodero, resulta interesante aprovechar esta edad «para instaurar ciertos hábitos», haya acné o no. Y, si el maquillaje entra en la ecuación, la limpieza se vuelve, todavía, más fundamental. «Dejarlo para dormir asfixia y estropea la piel, empeora el acné y puede causar problemas oculares muy serios en el caso de no retirar las sombras de ojos y las máscaras de pestañas», recuerda el doctor Jaén. Una norma que recomienda grabarse a fuego. 

Si bien la limpieza es fundamental, esta no debe ser muy agresiva. «Cuando somos jóvenes, solemos caer en el error de lavarnos la cara varias veces al día. Y no, hacerlo por la mañana y por la noche es suficiente», indica la farmacéutica. A primera hora, «servirá para eliminar todo el exceso de sebo que se haya creado durante la noche y produzcan granos» y, por la noche, permitirá eliminar los restos de maquillaje. 

¿Qué opciones podrían ser útiles? Teniendo en cuenta que puede variar en función de cada persona, Rodero sugiere el uso de un limpiador al agua que contenga ácido salicílico, «un agente que permitirá tratar, en cierta medida, el acné», indica. En suma, la experta añadiría un protector solar «indicado para pieles acneicas». 

Para la doctora Eguren, también resulta interesante acudir a la exfoliación e, incluso, emplear un tónico para el control de la grasa. «Buscaremos que tenga ingredientes como el ácido salicílico, un beta-hidroxiácido seborregulador muy interesante en pieles de este tipo», indica. La experta señala que, si este compuesto no se adaptase al gusto del consumidor, también se podría valorar el uso de retinol. Se escoja el que se escoja, la rutina siempre se debe completar con el uso de un fotoprotector

Una rutina anti acné «bastante tolerada por las pieles», según Helena Rodero

Por la mañana, limpieza, tónico con ácido salicílico, un serum con niacinamida y protector solar para piel acneica. Por la noche, se podría utilizar un limpiador y una crema con ácido azelaico. 

Los 30, la década en la que el paso del tiempo se hace visible

El envejecimiento comienza desde el mismo momento en el que una persona nace. Solo que, durante la niñez, adolescencia y primera juventud, los mecanismos de reparación son rápidos y eficaces. Sin embargo, la edad no perdona. Pedro Jaén explica que el deterioro de la piel empieza a hacerse más evidente a partir de los 30, cuando más allá de la genética y la propia biología, «se empiezan a apreciar los excesos que se cometen con respecto al tabaquismo, a la falta de descanso o a la sobreexposición solar». 

Así que, tal y como indica el dermatólogo, es un buen momento para sumar un antioxidante, como la vitamina C, a la limpieza facial ya asumida. Los sérums con vitamina C pura se consideran los más efectivos, y se deben emplear por la mañana para que la protección dure toda la jornada. Por su parte, si el acné adulto hace acto de presencia, «podría ser útil un sérum de niacinamida», indica Rodero. 

Un contorno con hidratación

En esta etapa, las líneas de expresión en el contorno de los ojos suelen ser un motivo de consulta. «En este caso, recomendaría emplear un limpieza específica para la zona, que fuera algo más suave, ya que esta piel es mucho más fina que el resto y no tiene glándulas sebáceas, por lo que la hidratación natural es menor», señala. Precisamente, es habitual que las arrugas aparezcan antes y se marquen más que en otras áreas. A continuación, el usuario podría aplicarse una crema hidratante específica para el contorno. «Para después terminar poniendo el protector solar por encima». 

Ojeras y bolsas, otros compuestos a explorar

En materia de mirada, los expertos también mencionan la existencia de ojeras y bolsas. «Una cosa es tener la zona hinchada, como ocurre con las bolsas, y otra, que esté hundida y con color, como sucede en la ojera», explica Rodero. Para las primeras, «sería útil un contorno con cafeína para mejorar la circulación»; y para las segundas, la experta recomienda el uso de retinol. «Este puede ir acompañado de otros activos, porque si la zona se tiñe de un color morado, la cafeína también puede ayudar». 

Ahora que, si la ojera se torna de color marrón, serán necesarios compuestos despigmentantes. Eso sí, llegados a este punto, lo mejor sería contar con supervisión profesional. 

¿Y la crema hidratante?

Para todos los expertos consultados, la crema hidratante no es un producto esencial de la rutina. «Yo siempre digo que no se debe abusar de ellas, porque al final, una sobrehidratación produce un efecto contrario», señala Eguren, que añade: «La piel no necesita que la hidratemos, sino hacerlo ella misma».

Década de los 40 y el retinol: dos compañeros que pueden darse la mano

A los 40, la piel puede necesitar una ayuda extra en el proceso de renovación. El signo de envejecimiento más reconocible es el surco nasogeniano, «la línea de expresión que va desde la nariz hacia la boca», indica Rodero. Esto se debe a que la zona de los pómulos, que es el tercio medio de la cara, «han perdido densidad». La producción de colágeno se reduce desde los 25, por lo que a los 40 ya es más evidente, y se suma a la pérdida de grasa facial. «También se genera menos ácido hialurónico, que aporta jugosidad a la piel». 

Por eso, Jaén indica, en su libro, que los retinoides pueden ser un buen acompañante. «Actúan sobre el tono, las manchas, la luminosidad, las arrugas, la dislocación de los porros o la textura de la epidermis», resume para después añadir: «Es decir, prácticamente sobre todos los signos de envejecimiento de la piel». 

Es más, si la persona desea un aspecto jugoso, se consideran una muy buena opción: «Actúan a un nivel profundo estimulando la síntesis de colágeno, una proteína esencial para combatir la flacidez». Su uso debe limitarse a la noche porque además de funcionar mejor, puede producir manchas o hiperpigmentaciones en la piel debido a la exposición solar. Todo ello, combinado con la limpieza facial como primer paso y la fotoprotección, como último. 

Una piel de 50, mayor riesgo de manchas

A los cincuenta, los compuestos despigmentantes se suman a la ecuación, ya que es más probable que aparezcan manchas en la piel. Aunque a estas alturas, lo mejor es que un especialista supervise los productos. En materia de estética, existen dos grandes conocidas: los lentigos solares y el melasma. Los primeros son «las manifestaciones más evidentes del fotoenvejecimiento», indica el doctor Jaén. ¿La razón? Muchas son la consecuencia de quemaduras solares de la infancia o de la adolescencia. Son marrones con bordes irregulares y coloración desigual, que pueden aparecer en los hombros, brazos, manos, cara y escote, principalmente. 

Por su parte, el melasma es un tipo de hiperpigmentación «con un claro componente genético y hormonal», aunque la radiación solar haya podido agravarlo. Tiene un color oscuro y se suele ubicar, sobre todo, en la cara. 

¿Qué compuestos resultan más o menos útiles? Varían en función de lo que el usuario desee tratar. Por ejemplo, si la persona busca mejorar la pigmentación de la piel, «debe enfocarse en activos despigmentantes de día y de noche para hacerlos más potentes». La experta pone sobre la mesa distintas opciones: el ácido kójico, el ácido tranexámico, el ácido azelaico, la niacinamida, la vitamina C o el retinol.

Por otra parte, si la persona quiere mejorar la flacidez puede avanzar en su rutina dando el paso hacia los péptidos y factores de crecimiento, «aunque para ello la piel tendrá que estar activada mediante un uso previo de retinol», explica Rodero. 

A medida que avanza la edad, es posible que el rostro gane en sequedad. «Mantenerla hidratada es fundamental para que los activos hagan efecto», indica la farmacéutica. Por ello, en este caso, puede ser útil el empleo de un aceite limpiador, «subir el nivel con el uso del retinol e incorporar una crema más nutritiva», señala la experta.

Esta debería tener una base de aceites y mantecas, a la que se sumen «activos regenerantes de la piel como la centella asiático, calmantes como el pantenol, moléculas que aumentan la resistencia y la fuerza de la barrera cutánea como la niacinamida e ingredientes parecidos a los propios del manto lipídico como las ceramidas», concluye. Con todo, los profesionales recuerdan que si bien la dermocosmética funciona, no obra milagros. Por eso, la gestión de las expectativas es, cuanto menos, importante. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.