¿Cómo es una noche en una farmacia de guardia? De un cólico nefrítico a un ataque de ansiedad

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

La farmacéutica Sara Catrain apaga las luces antes de volverse a la cama tras atender una urgencia.
La farmacéutica Sara Catrain apaga las luces antes de volverse a la cama tras atender una urgencia. Álex López-Benito

La Voz de la Salud acompaña a una profesional de la localidad de Padrón durante este turno nocturno

26 feb 2024 . Actualizado a las 15:34 h.

España se sentaba frente al televisor todos los jueves entre 1991 y 1994 para consumir masivamente Farmacia de Guardia. Hasta la llegada de la primera edición de Operación Triunfo, tuvo el honor de ser el programa más visto de la historia catódica del país. Pero cuando una farmacia baja la verja, no hay tramas guionizadas en la rebotica. De un tiempo a esta parte, la trastienda de la oficina de farmacia se ha convertido en un lugar silencioso. «Hace tiempo que los horarios se han ampliado y el personal trabaja a turnos. Entran unos y salen otros. Ya no hay ese rollo de quedarse de tertulia», comenta Sara Catrain que pasará esta noche dentro de la Farmacia Nueva de Padrón, la villa en la que lleva ejerciendo desde 1987.

Es la farmacéutica titular y, además, Presidenta del Colegio de A Coruña (COFC). Lleva 36 años en la localidad. Empezó en el casco histórico; con los años acabaría por mudarse a este nuevo local —de ahí lo de Farmacia Nueva— ubicado en la salida del pueblo por la N-550. Son las 21.30 horas de un lunes y acaba de darle el relevo a uno de sus compañeros, que se marcha. La verja se cierra tras él. Sara separa un expositor para hacer hueco y dejar libre el acceso al dispensador de seguridad o ‘guardiero', un término que no está en el diccionario, pero sí en el argot del gremio. En la Farmacia Nueva están esta semana de guardia, por lo que de lunes a domingo habrá una persona dentro, aunque la verja esté cerrada. Cualquier paciente podrá tocar el timbre y será atendido.

La atención nocturna de esta zona, que da servicio a los pacientes procedentes de las urgencias que tienen como referencia el Punto de Atención Continuada (PAC) de Padrón, se reparte entre las boticas de Padrón, Rois o Lestrove (Dodro). A Sara y a su equipo les toca una semana de guardia de cada siete. Otros establecimientos están obligados a rotar cada menos tiempo. La normativa de la Xunta obliga a que las farmacias incluidas en los turnos de guardia de cada área de referencia estén situadas a menos de 15 kilómetros o a menos de 15 minutos del PAC. Poco tendrán que caminar esta noche los que tengan la mala pata de acabar en urgencias. La Farmacia Nueva está situada a escasos 400 metros del centro de salud. 

Aunque Sara dice no tener miedo —ni nada que se le parezca— a pasar la noche aquí, hoy no estará sola. Un equipo de La Voz de la Salud la acompañará. Las guardias no son ningún caramelo, sino un derecho que debe ser garantizado. «Son para las urgencias y hay que cubrirlas. A nosotros nos toca una de cada siete. Nadie se va a pelear contigo por hacer las guardias, eso ya te lo digo yo. Tienes aquí a una persona que tienes que pagar y la calefacción puesta. No son rentables ni mucho menos», aclara Sara. Otra cosa es que, como sucede en las ciudades grandes, existan farmacias que abran las 24 horas, eximiendo al resto de la rotación nocturna.

En el concello de Padrón, al tratarse de un ayuntamiento con menos de 10.000 habitantes, debe existir una farmacia de guardia a menos de 15 kilómetros o minutos del PAC de referencia. Esta noche, la farmacia de Sara dará servicio también a las poblaciones vecinas de Rois y Lestrove.

La noche

Apenas lleva la persiana bajada cinco minutos cuando suena el timbre por primera vez. Una mujer busca algo para una llaga: «Saíulle ao neno na lingua». Aquí se notan los kilómetros de Sara. «¿Pero cuántos años tiene el niño?», pregunta. «Veinte», responden desde el otro lado. Una aclaración que evitó que se llevase un fármaco pediátrico.

Antes de la medianoche otros tres grupos llaman al timbre: el primero se lleva un jarabe para la tos; el segundo, un analgésico y un antiespasmódico, los habituales para tratar cólicos; el tercero, viene a por un ansiolítico. Estos últimos no se han podido llevar el fármaco. En el CHUS, donde fueron atendidos, olvidaron incluirlo en la receta electrónica. Y sin receta no hay psicofármaco. Sara asegura que esto es un accidente habitual. Reciben el informe del alta, reciben la hoja de la medicación con la posología de su tratamiento pero, al llegar a la farmacia, la sorpresa es que en el sistema no les aparece nada. «Esto es un problema». La farmacéutica les sugiere que lo resuelvan en el PAC para evitar tener que volver a la capital. Pese a la mala pata, lo entienden y vuelven al rato —apenas 15 minutos se demoró el desagradable trámite— ya con la prescripción electrónica. «Es un error habitual», insiste. Se produce una situación cómica cuando la profesional de farmacia les dice el precio, que son 65 céntimos de euro —el precio final tras la parte financiada por la seguridad social—. La paciente no puede evitar dar un respingo cuando escucha la cifra e, inmediatamente, le da un ataque de risa. «Pensé que me ibas a decir 65 euros», se escucha desde el otro lado del interfono. 

Sara aprovecha el tiempo muerto para poner al día facturas. También se ha traído un libro, pero alberga pocas esperanzas de poder avanzar antes de que se le cierren los ojos. Cerca de las doce se va a la cama que tiene en un despacho de unos pocos metros cuadrados. 

Suena el timbre y toca levantarse

Son las dos y cuarto de la mañana y el sonido del timbre saca a Sara de la cama. Tiene un intercomunicador dentro de la habitación, por lo que la primera conversación se produce dentro de la habitación. Le avisan de que traen una receta para un familiar, que tiene una infección bacteriana. Le han recetado antibióticos y solicita también unos probióticos para paliar los efectos de la medicación. Dispensa lo prescrito, apaga las luces y vuelve a la cama. 

A las cinco, el zumbido del timbre vuelve a sonar. Está siendo una guardia más agitada de lo esperado —o, al menos, de lo habitual para un lunes—. Esta vez, el problema parece ser una lumbalgia o algún tipo de dolor muscular. Lo sabe porque le han pautado una combinación de analgésicos y alprazolam (más conocido como trankimazin). Aunque se trate de una benzodiacepina muy utilizada en cuadro de ansiedad, su potencial como relajante muscular hace que sea también empleada para este tipo de dolencias. 

Aún queda una última venta. Falta unos minutos para las siete de la mañana y suena la llamada desde el exterior. Sara se levanta y cuando está saliendo por la puerta, vuelve a sonar otra vez. «Este tiene mucha prisa». Esta vez se encuentra con algún tipo de problema estomacal, para el que dará el correspondiente tratamiento recetado. Le preguntamos si, dado que empiezan a asomarse los primeros rayos del día, se plantea quedarse ya en pie. Pero tiene un día duro de reuniones por delante. La agenda de su cargo como presidenta de los farmacéuticos de la provincia es exigente y tiene la suficiente experiencia para saber que no es buena idea desperdiciar ni un solo minuto de descanso. Cierra la puerta murmurando su deseo de que esta urgencia haya sido la última. 

Cuando el reloj marca las ocho, vuelve a salir. Es la hora a la que acostumbra a levantarse y esa rutina la saca de la cama aunque haya descansado menos de lo que suele ser habitual. Si existían dudas de que las guardias se hacen por una motivación económica, quedan descartadas. El 'botín' nocturno apenas habrá llegado a los cuarenta euros —repartido en siete ventas—. Si Sara pasó la noche dentro de la farmacia fue para garantizar un derecho de sus vecinos. 

Aunque en el exterior hace el frío propio de una mañana de febrero, por el escaparate entra el sol de forma agradable. «A esta calle le llaman Marbella», comenta sobre lo fuerte que pega el sol a algunas horas del día. Su compañero llega un poco antes de las nueve para darle el relevo. Son los refuerzos que seguirán dando respuesta a las reclamaciones de sus vecinos. Ahora ya, con la persiana abierta. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.