Sara Catrain, farmacéutica: «Una vez nos robaron y el ladrón se dejó el carné de identidad encima del mostrador»

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

EL BOTIQUÍN

La farmacéutica Sara Catrain durante una guardia en su farmacia.
La farmacéutica Sara Catrain durante una guardia en su farmacia. Álex López-Benito

Con más de treinta y cinco años de experiencia tras el mostrador de una oficina de farmacia, la profesional repasa algunas de las anécdotas que se ha encontrado durante sus guardias nocturnas

27 feb 2024 . Actualizado a las 12:42 h.

«Conoceré al 80 o el 85 % de los que pasan por aquí», dice Sara Catrain, propietaria de la Farmacia Nueva de Padrón, a la que algunos pacientes llaman por su nombre cuando abre el guardiero para atender una urgencia. Su botica lleva años ubicada en la Avenida de Compostela —el nombre que la N-550 tiene a su paso por la localidad—, pero anteriormente ya estaba tras el mostrador en otro local de la zona monumental. Esta noche le toca guardia, una más a las muchas que lleva desde que se compró su farmacia en el año 1987. Treinta y pico años después se ha convertido también en la presidenta del Colegio de Farmacéuticos de A Coruña (COFC). En cada interacción, se le notan los kilómetros. Cuando una mujer le pide un medicamento para «unha llaga que lle saíu ao neno», está fina preguntando cuántos años tiene la criatura. «Veinte», responden desde el otro lado, evitando dispensar un fármaco pediátrico. Le visitarán ciudadanos de las poblaciones vecinas de Rois o Lestrove, que tendrán durante esta semana aquí su farmacia nocturna de referencia.

—¿A qué distancia está la persona que se encuentra más alejada de esta farmacia de guardia?

—Estará a siete u ocho kilómetros. Estos ayuntamientos no son demasiado extensos. Pero hay concellos como Coristanco o Santa Comba que, aunque tengan mucha menos población, tienen el triple de kilómetros cuadrados. O Aranga, por ejemplo, que es un ayuntamiento enorme y hay una parte que pertenece al PAC de Betanzos y otra al PAC de Teixeiro. Pasa lo mismo con Porto do Son, que parte pertenecen a Noia y parte a Ribeira. O Carnota, que parte pertenece a Muros y parte a Cee. Desde aquí, la siguiente farmacia, si vamos hacia Santiago, está en el ayuntamiento de Ames. Pero Ames es muy grande y puede estar en Milladoiro o en Bertamiráns. Si cogemos ruta hacia Pontevedra, la siguiente debe de ser ya en Vilagarcía. 

 —Cuando se habla de farmacia de guardia en España, uno se acuerda inevitablemente de aquella mítica serie de televisión. ¿Se parece algo hacer una guardia a aquella ficción?

—Si te digo la verdad, casi no me acuerdo de la serie. Sé que buena parte se desarrollaba en la rebotica, que allí hablaban, había discusiones y esas cosas. Si te digo la verdad, eso aquí no ocurre. Date cuenta de que, de un tiempo a esta parte, en las farmacias se hacen horarios ampliado y el persona está a turnos. Entran unos y salen otros. Ya no es el rollo ese de quedarse de tertulia, esto ya pasa bastante menos. 

 —Usted es una veterana ya, ¿lleva muchas guardias encima? 

—Yo compré la farmacia en el año 87 y, por aquel entonces, hacía una semana de guardia y otra no. Hacía todas las guardias. Y así estuve durante los dos o tres primeros años. Luego empezamos a tener más personal, a estar un poco menos empufada y fui haciendo menos. Pero sí, llevo muchas guardias encima. 

Catrain, regitrando una venta durante la noche.
Catrain, regitrando una venta durante la noche. Álex López-Benito

—¿Recuerda aquellas primeras guardias?

—Cuando empecé a hacer guardias ni siquiera tenía reja. Me pusieron una cadena para que no se pudiese abrir del todo la puerta, pero la verdad es que no tuve nunca ningún problema gordo. Me acuerdo que en las primeras guardias que hice llevaba los bolsillos llenos de jeringas de la cantidad de ellas que se vendían. En una noche se podían vender, no sé, ¿200 jeringas? Era la época dura de la heroína. Dura, dura. Y cuando venían las fiestas de la Pascua, se multiplicaba. Yo ya les decía: «Pensad lo que necesitáis, pero no voy a estar cada media hora dándoos un kit, ya os lo digo. Haced la cuenta de que lo que os hace falta». A poco contacto que hayas tenido con este mundo, eres consciente de que los adictos se llenan de razones y que no hay manera de mandarles a freír espárragos. Así que les pedía que hiciesen las cuentas de lo que necesitaban para que no me estuviesen toda la noche tocando el timbre. Y si no, llamaba a la policía municipal. 

 —Dice que nunca tuvo grandes problemas, pero aún así puso la cadena, ¿por qué?

—Nos atracaron dos veces, aunque sin más consecuencias. El susto sí, pero bastante poco susto y no es que yo sea la más valiente ni nada de eso. Uno de los que nos robó nos dejó el carné de identidad encima del mostrador. Antes de llegar a Boiro ya lo había cogido la Guardia Civil. Ya ves que no era muy profesional. Recuerdo que sacó una navaja o un cuchillo y lo que quería era dinero. Le dimos lo que teníamos y se marchó.

—Eso la primera vez, ¿y la otra?

—La otra vez fue más complicado porque fue un Jueves Santo, que es día festivo. Dejaron a la persona que estaba haciendo la guardia encerrada en el baño. Pero el vecino de enfrente se dio cuenta de lo que había pasado, me llamó y ya vine. Tuvimos que tirar la puerta del baño abajo porque no teníamos otra llave. A raíz de eso, quitamos las cerraduras de todas las puertas.

—¿Lo de repartir jeringuillas es historia?

—Desde luego. Ahora te vienen a por disolventes o cosas de estas, pero sin comparación. Afortunadamente. eso pasó a la historia.

 —¿Qué es lo que más se dispensa en una guardia nocturna?

—Antibióticos es casi lo que más. Por ejemplo, por un cuadro con bronquitis ante el que se prescribe antibiótico y jarabe. Eso sería casi los más comunes. Es verdad que, a veces, vienen con el alta del hospital y con medicación muy variada. Antes de empezar la guardia, una pareja vino a por una heparina para su padre, al que le habían dado el alta. 

 —¿Podría suceder que le timbrasen de madrugada para pedir un champú de farmacia? Porque eso muy urgente no parece. ¿Lo vendería igualmente?

—Claro que te pueden timbrar por un champú. Te timbran por cosas muy variada: porque tiene piojos o porque necesitan una caja de condones. El tema infantil, los chupetes y las leches, es también algo por lo que pueden venir perfectamente. Te digo, si no encuentras un chupete por la noche y el niño está llorando puede llegar a ser una urgencia. Lo mismo si se quedan sin leche. Nosotros no ponemos mayor problema. Primero porque hay sentencias del Tribunal Supremo que dicen que, cuando estás de guardia, todo lo susceptible de ser pedido hay que atenderlo, aunque probablemente un champú no entrase en esa jurisprudencia. Pero nosotros no ponemos problema. Si viene alguien y lo pide correctamente, lo atendemos. Otra cosa es que venga alguien borracho, que ahí sí que no atendemos y se acabó. 

 —Pocas profesiones pasan de la cama al mostrador en cuestión de segundos. ¿Se puede entrenar ese sueño ligero que te permita no estar zombie nada más salir de las sábanas?

—A mí no me cuesta trabajo. Honradamente te lo digo, ninguno. Yo vengo con un chándal, me quito la bata y voy para la cama. Si timbran, me levanto, me pongo la bata y salgo. 

—Imagino que hay noches que son temibles, por ejemplo, la de Fin de Año.

—La noche de Fin de Año no creo que sea de las más conflictivas. Las peores son las del verano. Hay mucha gente por la carretera a deshora,  mucha marcha y muchas fiestas. Te diría también, por ejemplo, la Pascua. Yo si tengo guardia en la Pascua no me marcho nunca de vacaciones. Viene mucha gente de fuera, también toda la gente que se dedica a las barracas. Al final, se establece casi un grupo de población. Desde que montan todos los cacharros, se quedan dos semanas seguidas, son ya es una población flotante. Ahí, si me toca guardia, nunca me marcho.

 —¿Son obligatorias las guardias? Porque en ciudades como A Coruña o Santiago ya no hay esos clásicos turnos rotatorios. 

—Son obligatorias a no ser que te sirvan tus compañeros. En A Coruña tendría que haber, por el número de habitantes, dos farmacias de guardia cada noche. Pero es que ya existen tres que abren 24 horas, por lo que ya no hace falta hacer turnos. En Santiago llegaría con una, y sin embargo hay dos que abren día y noche. Estamos hablando de ayuntamientos urbanos, de más de 30.000 habitantes. Aquí somos considerado un núcleo rural, pero si el año que viene decidiese abrir las 24 horas del día, mis compañeros ya no tendían que hacer las guardias. Pero sí, son obligatorias y deben ser solidarias, hay que repartirlas.

—Dice que deben ser solidarias, ¿porque es un marrón que hay que repartirse o porque son tan rentables que todos tienen derecho a un trozo del pastel?

—Las guardias no son un caramelito. Date cuenta de que tienes aquí a una persona que tienes que pagar, que tienes la calefacción puesta porque si no tienes frío y eso gasta. Las guardias no son rentables ni mucho menos. Son para las urgencias y las urgencias hay que cubrirlas. Eso es así. Pero nadie se va a pelear contigo por hacer las guardias, eso ya te lo digo yo. De hecho, hasta el año pasado había farmacias que abrían hasta las doce de la noche o la una de la mañana, que son horas a las que todavía hay gente por la calle. Eso se cambió, la administración dijo que eso se acababa y que, si querían abrir hasta esa hora, había que hacer la guardia completa. 

—¿Cómo se planifica la noche? Porque nunca se sabe si van a ser todo horas muertas o el timbre no va a parar de sonar. 

—Es que ya no pienso en si va a venir algo o no. Por ejemplo, hoy voy a repasar un tocho de facturas que tengo ahí desde hace un tiempo. Además, al ser la presidenta del colegio de A Coruña, tengo que preparar la agenda de la próxima semana y una reunión que tengo mañana. También me traje un libro de Vargas Llosa que estoy leyendo, pero no creo que me de tiempo a pasar dos páginas porque ya antes me quedaré dormida.

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.