¿Por qué empeoran nuestros síntomas de gripe por la noche?

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

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Sueño e inmunidad están vinculados de forma bidireccional: la activación del sistema inmunológico altera al sueño y la falta de este último, a su vez, trastoca la capacidad de nuestras defensas para «batallar» frente a las infecciones

11 ene 2024 . Actualizado a las 18:35 h.

Se cae el sol y con él, parece que esos síntomas que estaban más o menos controlados por el día, aparecen con más fuerza. Sea cuál sea la principal molestia (tos, fiebre o congestión nasal), notamos que este incrementa su intensidad. ¿Es una simple sensación nuestra? Lo cierto es que no. Con el anochecer, el reloj interno de nuestro cuerpo le avisa al cerebro de que es hora de irse a la cama y se producen una serie de procesos. Entre ellos, una activación de las células inmunitarias para que se dirijan a las diferentes partes de nuestro cuerpo en busca de patógenos invasores como bacterias y virus. 

Por qué los síntomas de gripe y resfriado son peores por la noche

Carlos Egea, presidente de la Federación Española de Sociedades de Medicina del Sueño (Fesmes), subraya que somos animales cronobiológicos: «Seguimos un ritmo marcado por el movimiento del planeta con los ciclos de luz y oscuridad. Esta última se asocia al sueño porque promueve la melatonina. Todo el ciclo circadiano promueve unos cambios de las hormonas, como el cortisol, que se encargan de remover los fenómenos de auxilio, por decirlo así». Estos son más elevados por la mañana, ayudando a suprimir la inflamación durante el día y en consecuencia, mejorar los síntomas. Pero cuando empiezan a descender con la caída de noche, los síntomas pueden empeorar. 

«Por ejemplo, la fiebre siempre sube de noche. Eso se debe a los ciclos hormonales, el sistema inmunológico y los ritmos circadianos. Estos últimos afectan mucho a la respuesta inmunitaria y a la fiebre y ambos están más activos por la noche; es algo que está descrito», amplía José Gómez Rial, inmunólogo del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela y coordinador de inmunología en el Grupo de Investigación en Vacunas Genvip. 

Además, nuestra posición corporal cuando dormimos también influye, sobre todo, en el caso de sufrir tos y el llamado goteo posnasal, esa mucosidad que se acumula en la garganta cuando estamos acostados. Por el día, la «gravedad» ayuda a drenar la mucosidad porque estamos erguidos y en movimiento, pero por la noche, esta tiende a acumularse. «Somos como botellas de agua. El decúbito supino provoca más cantidad de líquidos absorbidos a los espacios pulmonares y respiratorios», asegura Egea.  

Para dormir, necesitamos bajar medio grado la temperatura corporal. «Por eso las noches de verano nos cuesta mucho conciliar el sueño, porque esta tarea se complica», ejemplifica el doctor Egea. Por lo que, si en un momento determinado no conseguimos que baje la temperatura corporal porque estamos sufriendo una subida de la fiebre, también nos va a costar dormirnos: «Al mismo tiempo, podemos sentir esa sensación de escalofríos, porque esa subida genera movimiento muscular. Al igual que la sensación de frío en las extremidades, pies y menos. Todo esto es fruto del proceso infeccioso, nuestro sistema inmunológico está en alerta», amplía. 

Paradójicamente, lograr dormir nos ayudará a sanar

Ángeles Bonmatí cuenta que, mientras dormimos, nuestro sistema inmunológico no descansa. «Es más, puede que incluso funcione como más intensidad», remarcaba la fisióloga. Todo apunta a que, durante el sueño, se liberan citoquinas. Unas proteínas que actúan, precisamente, como defensa. Cuando estamos sufriendo una infección, la bacteria o virus responsable estimula a nuestros «batallones» y, dependiendo de esta estimulación, puede inducir a un aumento de la duración del sueño, pero también una alteración del mismo. 

«El papel de la prolactina es fundamental. Esta hormona es secretada por la hipófisis por la noche e influye en la regulación de las fases del sueño, pero sobre todo está implicada en la actividad inmunológica nocturna. Induce la proliferación de las defensas y modela la secreción de citoquinas inflamatorias para luchar de una forma más eficaz contra las agresiones externas producidas por los patógenos», expresa el doctor Javier Albarés en su libro La ciencia del buen dormir (Península, 2023). «Es la acción contraria a la realizada por el cortisol durante el día, que adormece el sistema inmunitario para que dediques toda tu energía a enfrentarte a los peligros de la vida». 

¿Y si no dormimos lo suficiente? Primero, aumentan las probabilidades de padecer este tipo de enfermedades infecciosas. Es decir, la prevención de las mismas, ya falla. «Existen varios estudios científicos en los que se confirma que dormir menos de siete horas se asocia con la disminución de la carga inmunitaria», señala Egea. Además, apunta a otra circunstancia: «Se ha visto que el tiempo total de sueño influye científicamente no solo en el aumento de las infecciones, también en la respuesta a estas. Según han confirmado varias investigaciones, a más horas de sueño, mejor efectividad de las vacunas». 

Concretamente, ya hace más de veinte años que un equipo de investigadores de Chicago llevó a cabo una experiencia para comprobar si el sueño podía influir en la eficacia de la vacuna de la gripe. Así, se la inyectaron a dos grupos de personas. Al primero se le permitió dormir solo cuatro horas cada noche durante una semana y se le puso la vacuna a mitad de esa semana. Después, les dejaron dormir hasta doce horas durante la segunda semana, para que se recuperaran. Por otro lado, los del segundo grupo, pudieron descansar a pierna suelta durante esas dos semanas. En consecuencia, no solo estuvieron mucho más descansados: su sistema inmunológico también había producido el doble de anticuerpos en comparación con los somnolientos. 

Por lo tanto, se puede confirmar que sueño e inmunidad están vinculados de forma bidireccional: la activación del sistema inmunológico altera al sueño y la falta de este último, a su vez, trastoca la capacidad de nuestras defensas para «batallar» frente a las infecciones

Si mis síntomas empeoran por la noche, ¿qué puedo hacer para lograr dormir?

«No hay un remedio mágico», remarca Egea. «Pero si tenemos congestión nasal, sí sería una buena opción recurrir a fármacos que ayuden a respirar mejor porque con la nariz tapada es difícil iniciar el sueño e incrementa mucho el ronquido», añade. Como apunte, justo este tipo de medicamentos que se utilizan para disminuir la sobrecarga nasal suelen generar somnolencia como efecto secundario.

Dejando a un lado la vía farmacológica, los dos pilares son la hidratación y el descanso. «En cuanto a los llamados remedios caseros, los lavados nasales con agua de mar son muy positivos para eliminar la mucosidad que, a su vez, ayuda a rebajar la tos nocturna. Los vahos también ayudan a fluidificar las secreciones», explicaba Jesús Sueiro en este reportaje de La Voz de la Salud.

«Todo esto nos referimos al tratamiento sintomático, de lo síntomas que uno tiene, porque contra el virus ya sabemos que solo las vacunas son el único tratamiento eficaz», concluye Egea. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.