Elisa Pose, hepatóloga: «El hígado no puede regenerarse si el daño es crónico»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

La hepatóloga gallega Elisa Pose, en el Hospital Clínic de Barcelona.
La hepatóloga gallega Elisa Pose, en el Hospital Clínic de Barcelona.

La experta, natural de Santiago aunque trabaja en el Hospital Clínic de Barcelona, señala que en Estados Unidos ya existen niños con esta afectación

02 feb 2024 . Actualizado a las 09:55 h.

Las enfermedades hepáticas están en continuo crecimiento desde hace unos años debido a los hábitos de vida. El consumo de alcohol sumado a factores de riesgo metabólicos, como la obesidad o la diabetes, aumentan la probabilidad de que el hígado enferme. Desde hace diez años, Elisa Pose, una picheleira asentada en Barcelona, estudia los mecanismos de acción y relación de estas patologías y el alcohol. Es hepatóloga en el Hospital Clínic e investigadora del grupo Enfermedades hepáticas crónicas: mecanismos moleculares y consecuencias clínicas del Idibaps. 

Cuenta que sus intenciones, al comienzo de la carrera de Medicina en Santiago de Compostela, eran diferentes a esta rama: «Conocía muy poco esta especialidad, quería ser cardióloga o neuróloga, las dos más populares», recuerda. No fue hasta que, después de un intercambio en la Universidad de Barcelona y de trabajar en el centro catalán, descubrió su verdadero interés: el hígado. «Es vital en muchos sentidos y es un área que engloba muchas cosas», detalla. 

El día en el que La Voz de la Salud la entrevista por teléfono cuadra con la celebración de la semana de las Enfermedades Hepáticas en Cataluña. Pose había visitado, recientemente, un instituto: «Nos hicieron muchísimas preguntas, estaban muy interesados. No solo hablamos de los efectos crónicos del consumo del alcohol, sino del patrón en atracones, que es lo que a ellos les queda más cerca».

Concienciar a esta edad es más importante que nunca. De media, los jóvenes españoles prueban el alcohol, por primera vez, a los 14 años, cuatro antes que el límite legal. «Intentamos hacer hincapié, también, en que si van a beber lo hagan con el estómago lleno, porque se ha visto que el metabolismo del alcohol es mucho más tóxico cuando no hay comida en el estómago», precisa. 

—¿Qué es la cirrosis?

—Es la fase final de todas las enfermedades crónicas del hígado. Cuando los pacientes llegan a nuestra consulta por primera vez y les hablas de ello, todo el mundo se asusta muchísimo porque es algo que en general tenemos asociado a una enfermedad muy grave y muy estigmatizada. Pero no es más que el resultado de haber expuesto al hígado a un daño crónico y que, como consecuencia, se vayan produciendo fibras, cicatrices, en él. 

—¿Cómo cambia el hígado cuando hay esta enfermedad?

—Se altera mucho su estructura. Habitualmente, es un órgano suave, blandito, y se convierte en algo duro, como de corcho. Además, una vez ocurre, el hígado puede empezar a funcionar peor o, incluso, a dejar de hacerlo. De la cirrosis se derivan unas complicaciones que, al final, son las que llevan a los pacientes a ingresar en el hospital de manera repetida y que nos pone en alto riesgo de cáncer de hígado. 

—¿Qué porcentaje de personas que consumen alcohol acaban desarrollándola?

—Esta es una de las cosas que más estamos empezando a estudiar, porque hace unos años, la investigación de las enfermedades del hígado estaba muy centrada en las fases más avanzadas: en las cirrosis, en sus complicaciones o en los puntos hospitalarios. Pero, desde hace unos años, se empezó a poner más interés en la detección de las enfermedades del hígado a nivel poblacional, incluso, entre la gente que no es consciente de que tiene una. En nuestro grupo de investigación hemos hecho varios estudios a nivel general y hemos visto que alrededor de un 5 % de la población adulta que desconoce que tiene esta enfermedad, la tiene. Como es lógico, no todos están en una fase de cirrosis, sino que pueden situarse en una etapa más precoz, pero sigue siendo una enfermedad crónica del hígado. Y si nos centramos en la población con un consumo de alcohol de riesgo, hemos visto que su probabilidad se duplica, incluso algo más del doble, hasta llegar al 12 %. Lo hicimos con la gente que va a la Unidad de Tratamiento y Seguimiento de las Adicciones de nuestro hospital, y ahí encontramos que de cada cien que acudan, doce tendrán una patología sin diagnosticar. 

—Queda claro que son dolencias silentes. 

—Al principio, sí. Para que una persona llegue a tener una cirrosis es probable que haya pasado 10 o 20 años con un hígado enfermo. Y como es lógico, si no se mira al detalle y con cierta intención, es fácil que pase desapercibido. 

—¿Cómo se va formando la lesión?

—La primera lesión que aparece es el hígado graso, un término bastante popular. Consiste en que se deposite la grasa en el hígado. Actualmente, en nuestro medio, las dos causas más frecuentes de enfermedades crónicas del hígado son el alcohol y, lo que llamamos los factores de riesgo metabólico. En otras palabras, la obesidad, la diabetes, etcétera. En el caso del alcohol, el daño comienza con el depósito de lípidos en la estructura y es algo relativamente frecuente que ocurre en un 60 o 70 % de personas que lo ingieren, aunque no todos desarrollarán cirrosis. Estos depósitos generan una inflamación crónica en el hígado la cual conduce a la aparición de fibrosis, una especie de cicatrices. Cuando esta fibrosis altera y cubre toda la estructura del órgano, lo convierte en algo duro y comienza la cirrosis. ¿Qué ocurre? Que el hígado y sus enfermedades crónicas no duelen. 

—¿No se regenera?

—Sí, pero no hasta tal punto. Existe la creencia de que puede hacerlo en cualquier contexto, y no es así. Sí es capaz cuando el daño es agudo, como una hepatitis aguda o se extrae parte del órgano, pero si el daño es crónico, se supera la capacidad del hígado para regenerarse. 

—¿Suelen ver un tipo de paciente típico?

—La causa más frecuente de cirrosis en nuestro medio es el alcohol. Es difícil homogeneizar, pero te puedo decir que el perfil más común es el de personas que tienen problemas no solo derivados de la enfermedad como tal, sino derivados per sé de todo el daño que el alcohol ha producido en sus vidas. Todos ellos tienen una adicción o han tenido una adicción al alcohol, un consumo problemático. Esto, en muchos casos, ha generado problemas sociales, familiares y económicos incluso. En nuestro hospital trabajamos de forma integrada con los psiquiatras de adiciones, los psicólogos, la trabajadora social y una enfermera especializada. Es decir, tenemos una clínica donde tratamos de tocar todas estas esferas para que las cosas funcionen, porque sabemos que si los pacientes tienen una cirrosis por alcohol y continúan bebiendo, las probabilidades de que se mueran son muy altas. 

—A nivel epidemiológico, ¿está cambiando este perfil?

—Hay dos tendencias en aumento de la prevalencia de las enfermedades del hígado: que se diagnostiquen de manera más temprana y un aumento de la cantidad de mujeres que se diagnostican de patologías hepáticas por alcohol. Además, y aunque aquí no lo vivimos mucho y es algo que se está viendo en Estados Unidos, los factores de riesgo metabólicos llevan a que ya existan casos de niños y adolescentes que se diagnostican de cirrosis por el sobrepeso u obesidad. Se produce un proceso acelerado debido a la carga metabólica que tienen, porque llevan siendo diabéticos, hipertensos y obesos desde los 7 años. 

—¿Si alguien consume alcohol con regularidad y tiene obesidad el riesgo se multiplica?

—Ese se considera un perfil de muy alto riesgo, estos adultos con una carga metabólica que beben. Lo vemos con mucha frecuencia. Hace unas décadas, y esto es algo que cuentan las generaciones anteriores de hepatólogos, era más frecuente un paciente desnutrido, con 50 kilogramos de peso y poca masa muscular y grasa en el cuerpo. Ahora, el perfil ha cambiado totalmente y la mayoría de nuestros pacientes tienen sobrepeso. Va un poco de la mano. 

—¿La genética tiene algún tipo de impacto en esta enfermedad?

—Sí, y cada vez se conoce más. Hay algunos genes que ya están claramente descritos y que se sabe que el tener cierta combinación aumenta mucho el riesgo de desarrollar una enfermedad del hígado. Incluso, también se conoce ciertas combinaciones de genes que te hacen tener una dependencia del alcohol que otras. 

—¿Qué se considera un consumo de riesgo para el desarrollo de enfermedades del hígado?

—Mucha gente nos hace la pregunta de cuánto se puede beber. Es diferente para hombres o mujeres, la de ellas es mucho menor. Lo que nosotros consideramos un consumo de riesgo de alcohol como para desarrollar enfermedades del hígado se mide en unidades de alcohol a la semana. Una unidad es una caña de cerveza de unos 20 centímetros. A la mujer, a partir de dos unidades al día que son 14 a la semana, ya la ponen en riesgo de desarrollar enfermedad crónica del hígado, y en el hombre, en lugar de dos, son tres al día y 21 a la semana. Mucha gente conocerá a alguien que tenga esta ingesta. en nuestra sociedad sucede algo muy curioso. Por una parte, tenemos muy normalizado el consumo de alcohol en edades muy tempranas, la gente no lo observa como un tóxico dañino, o lo percibe como poco dañino y minimiza el riesgo de esto, y por otra, tenemos un estigma muy marcado hacía las personas que tienen un problema de dependencia al alcohol. No todo el mundo que bebe esa cantidad va a desarrollar una enfermedad del hígado, pero si esa cantidad se combina con otros factores, aumenta el riesgo. 

—¿Y en dónde queda el consumo por atracón?

—Ese es el consumo de fin de semana, o binge drinking. Se ha visto que es igualmente dañino para el hígado y el desarrollo de patologías. 

—Habla de una cantidad segura. ¿Si yo me mantengo dentro de esos límites de ingesta, estoy exenta de peligro?

—De esto hay varios estudios. Al final, el alcohol es una droga legal y se relaciona como agente causal de más de 200 enfermedades, incluyendo, prácticamente, todos los cánceres, las patologías cardiovasculares, del hígado, del páncreas o del tubo digestivo. Con esto en mente, hay estudios que ya dicen que una unidad de alcohol al día aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas. Muy poco, pero lo aumenta. Si tengo que responder de forma purista, diría que la cantidad segura debe ser cero. Ahora bien, es cierto que con una cantidad baja o moderada el riesgo es relativamente bajo. 

—¿Qué opina de la recomendación de dejar tres días de descanso entre ingestas de alcohol?

—Esas recomendaciones fueron bastante polémicas, porque la evidencia para decirlo eran poco sólidas, pero es cierto que intentaban transmitir un mensaje sencillo para la población, fácil de recordar y practicar. Así que en ese sentido, cumplieron su función, porque abrieron un debate muy interesante y pusieron el foco en los efectos del alcohol. Como decía, la base no es demasiado sólida, pero sí sabemos que bebiendo la misma cantidad de alcohol a la semana, hay menos probabilidad de desarrollar una enfermedad del hígado si esa cantidad no está presente todos los días.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.