Cristina Blanco, paciente con endometriosis: «La dieta antiinflamatoria me ha ayudado»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Cristina Blanco tiene 37 años y lleva casi una década con endometriosis.
Cristina Blanco tiene 37 años y lleva casi una década con endometriosis.

Las menstruaciones de Cristina empeoraron hasta que su dolor se cronificó y pasó de ser un síntoma del período a estar presente casi a diario

14 mar 2024 . Actualizado a las 17:37 h.

Para las niñas, la primera regla, conocida a nivel médico como menarquia, representa un momento bisagra en términos biológicos. A partir de esa menstruación inicial y durante unas cuatro décadas, las mujeres van a experimentar de manera periódica ese sangrado que confirma que a lo largo del ciclo no se ha producido una gestación. Una ventana de varios días que a nivel cultural se ha asociado a una serie de síntomas más allá de la hemorragia: irritabilidad, fatiga, cambios en el apetito y sí, especialmente, dolor.

Pero el dolor menstrual no siempre es benigno. En muchos casos, está indicando la presencia de un problema. En el Día Mundial de la Endometriosis, que se celebra cada año el 14 de marzo, la compostelana Cristina Blanco, que lleva cerca de una década conviviendo con esta enfermedad, explica todo sobre esta patología que, si bien afecta a una de cada diez mujeres en edad fértil, está infradiagnosticada, debido al retraso generalizado en su detección, una demora, de media, de ocho años.

Qué es la endometriosis

La endometriosis es una afección inflamatoria crónica en la que un tejido similar al revestimiento del útero crece fuera de este órgano, con mayor frecuencia en la cavidad pélvica, pero a veces en áreas no conectadas con la pelvis. Afecta a alrededor del 10 % de las mujeres en edad reproductiva, según la Organización Mundial de la Salud. En España, se estima que hay dos millones de personas que la padecen.

«El endometrio es la parte interna de la matriz, que mes a mes se prepara para que la mujer se quede embarazada y si no lo hace, lo expulsa. En las que tienen esta enfermedad, el tejido está donde le toca y donde no le toca. Aunque se presente en un lugar diferente, es igual al que está en su sitio y cumple con su función, por lo que cuando la mujer no se queda embarazada, también hay regla. Una regla que no tiene salida, que no puede expulsarse y ese sangrado es el responsable de producir muchísimo dolor», explica el doctor Francisco Carmona, jefe del servicio de ginecología del Hospital Clínic de Barcelona y uno de los mayores expertos en el tema.

La endometriosis provoca menstruaciones dolorosas, dolor pélvico crónico fuera del período menstrual y en un 50 % de los casos, causa infertilidad, entre otros síntomas. A pesar de su prevalencia, el tiempo medio que lleva obtener un diagnóstico es superior a siete años, y es típico que una mujer consulte a cinco médicos antes de ponerle nombre a la enfermedad.

«Cada vez tenía más dolor, pero no le daba importancia»

La historia de Cristina con la endometriosis comienza con un síntoma que una gran cantidad de mujeres han llegado a normalizar: el dolor de regla. Y lo cierto es que, en muchos casos, el dolor puede no tener ningún significado más allá de la inflamación y los espasmos musculares que acompañan al período. Pero en el caso de esta paciente compostelana, el dolor iba en aumento.

«Empecé a tener molestias durante la regla a los 28 años. Cada vez eran más dolorosas. A esto venían unidos otros problemas intestinales y urinarios. Sin embargo, no le daba mayor importancia», cuenta. Ella, como tantas mujeres, había normalizado este dolor y en las consultas médicas a las que acudía buscando respuestas, esta normalización también estaba presente. «Muchas veces es difícil entender la enfermedad por parte de los médicos. Me han dicho cosas como "Tu cara no parece la de alguien que está con mucho dolor". Esto es algo que solo sabe quien lo ha vivido», lamenta.

Pero aunque era invisible, el dolor de Cristina se hacía notar de manera cada vez más intensa. «Al principio era mucho dolor durante la regla, pero luego eso vino asociado a otros problemas abdominales e intestinales. Estaba muy hinchada, tenía dolor al defecar. Todo esto era derivado de la endometriosis. El dolor te deja muy cansada, fatigada. Eso lleva también a problemas en la vida social, porque si una persona necesita pasar muchas horas acostada en su cama con una bolsa de agua caliente o un saquito de semillas, ese es tiempo que pierde de hacer otras», cuenta.

La búsqueda de un diagnóstico

«Hasta que realmente descubrieron que era endometriosis, estuve de consulta a consulta durante dos años. Cuando finalmente iban a intervenirme, porque habían decidido que lo mejor sería hacerme una laparoscopia para ver qué había, una ginecóloga, afortunadamente, propuso hacer una resonancia magnética antes. Cuando la realizaron, se vio lo que yo tenía y por fin le pusieron nombre a los síntomas que había estado teniendo», recuerda Cristina.

«En mi caso, se tardó dos años. Yo soy afortunada. Dos años es mucho tiempo, son muchísimos días, pero teniendo en cuenta que la media está en ocho años, no he sido de las más perjudicadas. Hay casos de mujeres que incluso reciben el diagnóstico en la menopausia, si les han quedado células endometriósicas, se siguen comportando de la misma manera y les producen dolor», señala.

Este diagnóstico, sin embargo, no trajo consigo el alivio de una cura. «Desde que le han puesto el nombre a mi enfermedad no ha dejado de ser una lucha constante. Sigue siéndolo, pero ahora es una lucha más guiada», dice la paciente. «Esta es una enfermedad crónica y no tiene cura. Se tratan los síntomas. El primer tratamiento que me pusieron fue hormonal y no dio resultado. Luego, me han implantado un DIU y tampoco ha dado resultado. El año pasado, me han intervenido quirúrgicamente para retirar los nódulos y ahora estoy esperando una nueva cirugía, porque la que han hecho no ha dado los efectos esperados», relata.

«Lo que sucede es que al principio, esto era solo con la regla, pero ahora ya se ha cronificado. Entonces, todos los días vivo con analgesia. Si tengo planes con amigos o voy a ver a mi familia, son muchos los días en los que tengo que renunciar a quedar con ellos debido al dolor. Me han derivado a la Unidad de Endometriosis del hospital de Santiago, pero estas unidades están muy saturadas, porque son muy pocos especialistas los que las atienden. De hecho, dan una o dos citas al mes para atender a tantas mujeres que padecemos esta enfermedad. No es nada», explica.

Vivir con endometriosis

Más allá de los tratamientos disponibles, que no han sido creados para tratar la endometriosis, ya que no hay, a día de hoy, fármacos específicos, a las pacientes se les aconseja tomar una serie de medidas que pueden ayudar a mantener controlados los síntomas. La primera de ellas es mantener un estilo de vida activo y una alimentación saludable. «Debo decir que la dieta antiinflamatoria, aunque no cura la enfermedad, me ha ayudado. No tomo gluten, lácteos ni ultraprocesados. Esta alimentación ayuda a controlar un poco los dolores», dice Cristina.

En el ámbito profesional, es difícil compatibilizar una enfermedad crónica que cursa con dolor y una vida laboral activa. «Yo soy profesora universitaria y aunque intento no pedir bajas, es cierto que mi carrera se compone de varias tareas. Por una parte, está la docencia y, por otra, la investigación. Si tengo que pasar las tardes, cuando vuelvo de dar clase, muchas horas acostada, porque muchas veces ya no puedo más, no puedo dedicarle tanto tiempo a la investigación como lo demanda la profesión», explica. Esta es otra de las áreas de la vida en las que la endometriosis deja su huella y la falta de tratamientos efectivos impacta en la vida diaria de las pacientes.

Asimismo, la fertilidad se ve afectada en un 50 % de las pacientes con endometriosis. «Otro problema que hay es que cuando se padece endometriosis, hay que someterse en muchas ocasiones a cirugías que alteran la fertilidad y, lamentablemente, en el hospital clínico no hay un centro de congelación de óvulos, entonces, la posibilidad de tener hijos se ve muy reducida», señala Cristina.

Cuando su ginecóloga le dio el diagnóstico, le sugirió a Cristina que se pusiera en contacto con la asociación de mujeres afectadas por endometriosis, Querendo, de la que hoy forma parte. «Es muy importante compartir con otras mujeres que tengan el mismo problema, porque esto es algo que solo podemos entender las que lo padecemos», asegura.

En este sentido, Cristina señala también la falta de sensibilidad que a veces ha recibido en el trato con profesionales que no conocen la enfermedad. «Cuando vas al hospital con dolores, muchas veces te dicen que te tomes un ibuprofeno y ya está, o incluso te dicen que está en tu cabeza. En una ocasión he ido al médico y leyendo el informe del radiólogo me dijo: "Bueno, tienes algo, pero no es cáncer, no te vas a morir". Claro, no me voy a morir, pero la calidad de vida se ve muy impactada. Muchas veces, la endometriosis es un cajón de sastre y me dicen: "Tienes que aprender a vivir con el dolor, es una enfermedad crónica, no tiene cura". Esas palabras no son alentadoras. Es frustrante y triste», dice.

«Nunca hay que normalizar el dolor de regla. Muchas veces, otras mujeres te dicen: "A mí también me duele, no es para tanto, no seas exagerada". Pero no. Cuando la regla no te permite hacer vida normal, es que algo va mal y se debe buscar ayuda profesional», concluye Cristina.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.