Raphael Varane recomienda a su hijo no dar cabezazos al balón: ¿tienen consecuencias para el cerebro?

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Vigilar el número de cabezazos que hacen los jugadores podría ser una forma de evitar daños
Vigilar el número de cabezazos que hacen los jugadores podría ser una forma de evitar daños

La conmoción cerebral, que se puede producir después de un remate de cabeza, trae consecuencias en el futuro | Jesús Porta, neurólogo: «En futbolistas se ha visto que existe un riesgo aumentado de desarrollar demencia en comparación con la población general»

03 abr 2024 . Actualizado a las 16:44 h.

Raphael Varane (1993, Lina, Francia) fue uno de los defensas más destacados del Real Madrid de los últimos años, con cuatro Champions League bajo las órdenes de Zinedine Zidane. El actual integrante de la plantilla del Manchester United reconoce, en una entrevista concedida al diario L'Equipe, haber sufrido conmociones cerebrales mientras se disputaba un partido, con afectación directa en su salud y rendimiento.

No es de extrañar, por lo tanto, que el futbolista francés reclame una mejor y mayor atención a los futbolistas y se muestre especialmente preocupado por las consecuencias de golpear, repetidamente, el balón con la cabeza. 

En concreto, Varane recuerda la vuelta de los octavos de final de la Liga de Campeones 2019-2020, contra el Manchester City, cuando todavía era jugador blanco. Desde ese encuentro, se le achacan dos grandes errores, pero hasta ahora no había desvelado las razones: «Durante ese partido tenía una conmoción cerebral. Lo sentí desde el calentamiento, me dije: ‘despierta'. Casi quería darme una bofetada», lamenta. 

Si bien reconoce que sus tres primeros balones «fueron técnicamente limpios», se sentía demasiado lento: «No podía concentrarme, era como un espectador. El partido me fue mal y, en retrospectiva, me di cuenta de que estaba relacionado con el shock que había sufrido», añade el francés. 

El deportista señala que se tomó aquella eliminación como algo personal, «aunque colectivamente no estuviéramos teniendo un buen día», indica. Para él, los dos errores que tuvo marcaron el recuerdo de los años venideros. Sin embargo, al revisar lo que había ocurrido los meses anteriores, se percató de que no habían sido mera casualidad. «Durante un partido de Liga recibí un balón en la cabeza en un córner y tuve que abandonar el campo. Seguí un protocolo de recuperación de cinco días sin mucho esfuerzo», describe Varane en la entrevista con L'Equipe. El jugar se refiere a un partido contra el Getafe, de la Liga, en el que sufrió un golpe. 

Después de este primer episodio, pudo disfrutar de unos días libre que vivió con un cansancio intenso, «pero pensé que estaba relacionado con la descompresión habitual de final de temporada», precisa. Al reanudar los entrenamientos, recuerda que no estaba listo, que sentía que todavía le faltaba un margen de recuperación. «Me sentí sin energía preparándome para el partido contra el Manchester City, pero no era consciente de que tuviera relación con el golpe», añade. 

Con la mirada puesta en el pasado, Varane lamenta no haberse hecho una prueba para encontrar un diagnóstico de lo que realmente le estaba sucediendo: «Tenía que haber evaluado mis capacidades de recuperación. Solo entonces podría haber vuelto a jugar con un nivel de energía normal».

Por todo ello, el ex madridista insiste en la importancia de generar conciencia en el mundo del fútbol sobre estos casos. Considera que poder reconocer una conmoción cerebral y tratarla de la manera correcta es todo un desafío. «En el Manchester United nos recomendaron no dar más de diez cabezazos por entrenamiento», ejemplifica. Ahora, intenta hacer de la prevención su bandera y recomienda a su hijo, de siete años, «no dar cabezazos en los entrenamientos y partidos». En la entrevista con L'Equipe, destaca que este es un problema de salud real, «que puede llegar a ser vital», y que los días que suceden a los partidos con remates de cabeza llegan a ser complicados. 

Varane rematando de cabeza durante su etapa en el Real Madrid
Varane rematando de cabeza durante su etapa en el Real Madrid BENITO ORDÓÑEZ

Peligro en el fútbol

La ciencia muestra que el testimonio de Varane no es nada descabellado. Un estudio publicado en la revista Radiology concluyó que los futbolistas que acostumbran dar cabezazos al balón tienen mayor riesgo de sufrir daños cerebrales, pérdida de memoria o de habilidad cognitiva. El director de la investigación, Michael Lipton, de la Facultad de Medicina Albert Einstein de Nueva York, explicó que se centraron en este deporte porque es el más popular. Millones de personas, de todas las edades, lo juegan, «y el daño que puede causar el balón es objeto de gran preocupación», señalaba. 

El doctor Jesús Porta-Etessam, presidente de la Sociedad Española de Neurología, explica que los remates de cabeza son un factor de riesgo para desarrollar una encefalopatía postraumática crónica, un tipo de deterioro cognitivo. Además, la mayoría de los estudios también concluyen que este tipo de jugadas aumentan «discretamente» las probabilidades de padecer una enfermedad de Alzhéimer en el futuro. «En futbolistas se ha visto que existe un riesgo aumentado de desarrollar demencia en comparación con la población general», añade. Algo a destacar si se tiene en cuenta que son personas más sanas.

El estudio contó con 37 jugadores aficionados, todos en edad adulta, que habían practicado esta disciplina durante una medida de 22 años y jugado de forma regular durante el año anterior. En primer lugar, tuvieron que completar una serie formularios sobre su estilo de juego y la frecuencia con la que golpeaban el balón con la cabeza; después, les hicieron tests de memoria y resonancias magnéticas, para analizar cambios microscópicos en la materia blanca del cerebro, que permite la rápida comunicación entre las diferentes regiones de este órgano, y entre el cerebro y el resto del cuerpo. 

Así, descubrieron que, para encontrar anomalías en esta sustancia, una persona debía dar entre 900 y 1.500 cabezazos por temporada. Si bien la cifra variaba en función de cada jugador, este límite permitía ver afectaciones cerebrales de manera más evidente. Por ejemplo, los que superaban los 1.800 cabezazos obtuvieron peores resultados en los test de memoria, la diferencia de unos a otros oscilaba entre el 10 y el  20%. 

De esta forma, Lipton y su equipo encontró una relación entre esta acción y un daño cerebral aparente. Si bien no se atrevía a hacer declaraciones concluyentes, sí llamaba a la cautela: «Vigilar el número de cabezazos que hacen los jugadores podría ser una forma de evitar estos daños», indicaba. Un perjuicio que nada tiene que ver con los beneficios físicos del ejercicio. El neurólogo recuerda el papel protector del movimiento, que previene tanto el deterioro cognitivo, como el ictus. «La práctica de actividad física es muy beneficiosa pero, en la medida de lo posible, evitemos los traumatismos. No solo no rematando de cabeza o no haciendo boxeo, sino también, usando casco», apunta. 

@lavozdelasalud

Hablamos de remates de cabeza en el fútbol. Si se pueden evitar, mejor. Varane se ha pronunciado al respecto! #salud #medicina #curiosidades #futbol #realmadrid #parati

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Signos de una conmoción cerebral

Las conmociones cerebrales también son habituales en otros deportes, como el rugby o el fútbol americano. Precisamente, la Comisión Médica de la Federación Española de Rugby, la Asociación Española de Médicos de Equipos de Fútbol, la Asociación Española de Medicina del Baloncesto y el Hospital Sant Joan de Déu (Barcelona) publicaron la Guía de Formación Conmoción Cerebral. 

En el documento, explican que este traumatismo puede estar causado tanto por un golpe directo en la cabeza, como por movimientos de tipo latigazo cervical que ocurren cuando, en lugar de la cabeza, es el cuerpo el que recibe el golpe. «Por ejemplo cuando un jugador es bloqueado o choca con otro, e impacta con el suelo o con un elemento del entorno», precisa. En este sentido, recuerdan que la mayoría suceden sin que haya una pérdida del conocimiento, por lo que no es necesario que la inconsciencia aparezca para que exista una conmoción cerebral. 

Esta se define como una alteración del sistema nervioso central «que causa una pérdida temporal de la función cerebral», indican las entidades. El jugador que la sufre puede procesar la información con mayor lentitud e, incluso, no ser capaz de hacerlo. «Esto lleva al deportista a citaciones donde se toman decisiones erróneas, no es capaz de rendir como lo haría normalmente, y es un riesgo para él y los otros», recoge la guía, que confirma el testimonio de Varane. 

De hecho, las asociaciones médicas apuntan, en el documento, que justo después del primer golpe, el cerebro es susceptible de un mayor daño si ocurriera un segundo. Por ello, la persona tiene que ser retirada, de manera inmediata, de la actividad y no volver hasta que haya completado la recuperación, que según indican, está protocolizada. «De hecho —señala el doctor Porta-Etessam—, cuando una persona ha tenido una conmoción se retrasa, en la medida de lo posible, su reincorporación a la práctica del deporte para evitar un traumatismo craneal». 

«Una conmoción cerebral o se tiene o no se tiene», dicen en referencia a los síntomas claros. Eso sí, siempre que haya duda, la respuesta debe considerarse afirmativa. Los indicios visibles de una situación como esta es que el jugador se mueva de una forma «anormalmente lenta»; se sujete la cabeza con las dos manos; yace inmóvil en el suelo; presenta inestabilidad «cuando está de pie»; se siente aturdido, tiene la mirada perdida en el infinito; pierde el equilibrio con facilidad o presenta movimientos tónicos o convulsiones.

De mayor a menor riesgo, los deportes más peligrosos son los de contacto: «Partimos de la base de que el objetivo es dejar inconsciente al contrario. Esto es una brutalidad desde el punto de vista neurológico», asegura el presidente de la SEN. Le sigue el fútbol americano, el fútbol tradicional y el hockey. Ni siquiera el casco previene en estos casos, «ya que no protege de la transformación de la energía cinética en energía mecánica», indica. Es la desaceleración tan brusca la que produce el movimiento y, por lo tanto, las lesiones. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.