¿Tu zapato es de la talla correcta?: «Un alto porcentaje de personas, sobre todo mujeres, utilizan un número que no es el suyo»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Imagen de los zapatos de la actriz estadounidense Zendaya, durante un photocall.
Imagen de los zapatos de la actriz estadounidense Zendaya, durante un photocall. FABIO FRUSTACI | EFE

Los expertos recuerdan que para salir a caminar es necesario utilizar unas zapatillas de correr y evitar el calzado urbano

11 abr 2024 . Actualizado a las 18:20 h.

Parece que elegir el calzado correcto es más difícil de lo que se pensaba. Un estudio de la Universidad de Extremadura comprobó, en el 2016, que la mayoría de participantes no usaban el adecuado, ya que no este no coincidía con las dimensiones reales y verdaderas de cada pie. De esta realidad alertan desde el Colegio de Podólogos de Galicia (Copoga): «Un porcentaje altísimo de personas que vienen a consulta, sobre todo niñas y mujeres, utilizan un número que no es el suyo», indica Miguel Blanco, miembro de la entidad, que añade: «Una gran mayoría lleva un número más pequeño, lo que provoca problemas en las uñas o que lo dedos se pongan en forma de garra», cuenta. 

Blanco da varias razones para este problema. Por un lado, «a nivel social está mal visto que una mujer tenga un pie muy grande, así que escogen un número menor y dicen que están cómodas», indica. Sin embargo, cuando se va a la raíz del problema y se extrae la plantilla del zapato para comprobar las medidas, «vemos cómo el pie le toca la punta de delante, y los dedos gordos y los pequeños están doblados hacia dentro», indica. De esta forma, comienza el proceso de deformación. 

Cómo saber cuál es tu talla

No todo el mundo sabe elegir la talla adecuada. Para hacerlo, hay varios trucos. «Lo primero sería que los adultos hiciesen lo mismo que hacen con los niños. Sacar la plantilla del zapato y poner el pie encima». Y si es a última hora del día, mejor, porque el pie estará más hinchado y expandido. «Con esto en mente, en la punta tendría que sobrar de siete milímetros a un centímetro», detalla Blanco. Esta regla asegura que el calzado «tenga suficiente espacio para albergar los dedos», añade Navor Pereira, vocal del colegio gallego. 

Otra manera de comprobar que el zapato es el adecuado para cada uno es pisar un folio, trazar el contorno del pie, recortarlo e introducirlo en el calzado. «Si el papel tiene muchas zonas dobladas, sobre todo en los dedos, significará que no hay suficiente espacio», precisa Pereira. 

Más allá de la estética o comodidad, este error puede suponer un problema de salud al alterar la forma natural de la pisada, generar una carga excesiva en el pie, y que esta se traslade en lesiones o dolores en la planta, tobillo, rodilla y cadera. La lista es larga: «Callos, durezas, uñas clavadas o que se despegan del pie, infecciones o traumatismos continuados», enumera Blanco. 

Elegir un buen material también es importante, sobre todo, si ese zapato se va a utilizar con mucha asiduidad. Para Pereira, existen dos variables esenciales: la época del año y la actividad. «No es lo mismo un calzado urbano, que uno que utilizamos para trabajar; tampoco es lo mismo Ourense en invierno, que en verano, por ejemplo». Para personas con hiperhidrosis, que es un exceso de sudoración, se recomiendan zapatos ventilados, «con alguna malla que permita salir el vapor», señala. La piel o sus imitaciones, para momentos de lluvia y frío, es la opción predilecta. 

Ya en verano, el mejor calzado es el que sea abierto y vaya bien sujeto al pie. Si esto no se ajusta al gusto del consumidor, un zapato transpirable, de nuevo, con malla, es otra de sus propuestas. 

Respecto a la sujeción, el vocal del Copoga tiene mucho que decir. Ni chanclas ni bailarinas. «Algo que hay que tener en cuenta entre la población general es que debemos evitar el calzado que sea escotado o no tenga sujeción», explica. Ambos expertos señalan la importancia de que presenten algún tipo de sistema de abrochadura, ya sean cordones, velcros o hebillas. «Lo imprescindible para que cuando levantemos el pie al caminar, no notemos un desplazamiento hacia todas las partes», indica Pereira, que en este sentido, recuerda el mal momento que vivieron los pies cuando las bailarinas estaban de moda. «Venían muchas deformidades de los dedos porque el calzado escotado de ese tipo hace que se coloquen en garra para intentar, de manera inconsciente, sujetarlo», describe. 

Lejos de lo que se suele pensar, el calzado no se vicia, sino que los materiales se fatigan. No solo ocurre en la suela, donde el deterioro es más perceptible, sino también en el contrafuerte, que es la parte trasera del talón. «Cuando ponemos nuestro zapato sobre una superficie dura y vemos que está torcido hacia una zona o tiene deformidades evidentes, es momento de cambiarlo», recomienda Pereira. 

Los zapatos no sirven para salir a caminar

Establecer una guía respecto al zapato adecuado para cada ocasión es complicado, aunque existen recomendaciones generales. Si, por ejemplo, alguien quiere salir a caminar, no debe hacerlo con un calzado urbano, sino con zapatillas de running. «Los tenis de correr son los que mejor adaptados están al pie, amortiguan bien y suelen sujetar bastante. Además, tienden a ser más anchos en la puntera», señala Miguel Blanco. El podólogo se encuentra, en muchas ocasiones, a personas que caminan con cualquier tipo de suela: «Hay calzados de señoras con suelas muy duras que luego acaban causándoles dolor en los huesos o inflamaciones. Esto es porque no están preparados para soportar largas caminatas», describe. El paseo, aunque es menos lesivo que correr, sigue implicado un impacto. 

Eso sí, ni para una ni para otra disciplina abuses de la amortiguación. «Hay marcas que presumen de tener suelas muy gruesas, y al final, tener una amortiguación tan grande también puede ocasionar problemas», recuerda el miembro del Copoga. 

Durante la carrera, el pie es la articulación que mayor peso soporta. Según el Colegio de Podólogos de Galicia, la lesión puede tener su origen en la edad, en el sexo del corredor, en el peso, en los ritmos muy acelerados, en el abuso de superficies duras, en una técnica incorrecta o en usar una zapatilla deportiva que sea inadecuada al tipo de pie y pisada. Por ello, resulta fundamental escoger un calzado que permita una correcta transpiración, y que se adecúe al peso, a los kilómetros que hará el sujeto y al tipo de superficie. 

Para ir a la montaña, lo mejor es ponerse un calzado específico para el trekking. «En el monte hay muchos elementos que no podemos controlar. Puede ser un terreno muy llano sobre tierra o con subidas y bajadas sobre piedras», señala. De ahí, la importancia de llevar un buen material en los pies: «La suela de montaña suele tener mucho dibujo, son rígidas o semirrígidas. Además, un buen acordonado es esencial», describe. 

Lejos de lo que se suele ver en muchos gimnasios, los zapatos de suela plana y tela no son los indicados para trabajar ejercicios de fuerza, con o sin pesas. «Es una cuestión que guarda más relación con Instagram. A nivel biomecánico, no tiene mucha lógica». En este sentido, propone dos opciones. La primera es recurrir al calzado barefoot, y la segunda, adquirir unas zapatillas específicas para el trabajo de peso.

¿Qué es un zapato «barefoot»?

Cada vez se pone más de moda. Tal y como describe su nombre en inglés, barefoot significa descalzo. Esta modalidad de calzado, también conocido como minimalista, imita la sensación de caminar sin nada en los pies. Suelen tener una suela delgada, lo que aporta más flexibilidad en cada pisada, y una puntera más ancha de lo habitual. 

De los modelos sin suela al tacón

De menos a más altura. Precisamente, el minimalista es recomendable en la vida diaria siempre y cuando la persona esté acostumbrada. «Alguien que lleve toda la vida en un calzado muy duro, con el pie encofrado, tal vez necesite hacer una adaptación», detalla Pereira. Este diseño también se utiliza en el mundo del running, «y en esos casos exige hasta doce meses de adaptación», añade. 

El tacón es uno de los grandes males del zapato actual. El problema no reside en llevarlo un par de horas, sino en un uso continuo, «porque produce una serie de modificaciones biomecánicas que son perjudiciales para la salud», señala el vocal de la entidad gallega. Así, uno de los problemas que nacen de su uso es la superficie de contacto con el suelo.

Desde Copoga, indican que si el tacón es de aguja, es más frágil y, por lo tanto, el pie corre un mayor riesgo. Además, se desplazan las presiones que sufre, de modo que, a más altura, más peso soportará la zona anterior. Esto puede producir deformación de la bóveda del pie o acortamiento de los gemelos. En suma, los dedos pueden verse afectados, adquiriendo una forma de garra o martillo; y pueden aparecer helomas —conocidos popularmente como callos— o ampollas debido al propio roce de los dedos. 

Eso sí, igual de perjudiciales resultan las opciones con plataforma, en los que la altura es la misma para toda la superficie. «En este caso, no son flexibles, son muy duros y pesan mucho», indica Nabor Pereira. Todo ello dificulta la rotación del pie al caminar. 

Por último, las botas. La lógica lleva a pensar que utilizarlas en verano no es lo mejor porque no permiten transpirar el pie, pero hay más. «Uno de los problemas de las botas con cremallera es que no tienen un sistema de sujeción. Por eso, si alguien tiene un pie muy menudo tendrá bastante holgura porque no hay manera de apretarlas», destaca Pereira. Caso distinto y más adecuado son las opciones con cordones. 

En casa también importa

Desde el Colegio de Podólogos de Galicia recuerdan la importancia de elegir unas buenas zapatillas de estar por casa, «tan relevante como escoger el calzado de calle», precisan. En este sentido, aconsejan comprar aquellas que tengan sujeción para aportar estabilidad al pie, como  una tira que rodee al talón.

Otra recomendación es que tengan amortiguación y antideslizante en la suela, y que sean de materiales transpirables «para evitar un exceso de sudoración en su interior y, por lo tanto, mal olor», indican. Explican que es fundamental evitar el desnivel o tacón de más de tres centímetros y renovarlas cuando se hayan gastado. De lo contrario, al igual que sucede con el calzado habitual, puede ser el origen de distintas patologías como la fascitis plantar, los esguinces o las metatarsalgias. 

Lucía Cancela
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Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.