Carmen Sanz, experta en superdotación: «Los padres piensan que si un niño es brillante puede ser superdotado, pero no se plantean lo mismo con las niñas»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Carmen Sanz es creadora del centro El Mundo del Superdotado.
Carmen Sanz es creadora del centro El Mundo del Superdotado. Plataforma Actual

La creadora del centro El Mundo del Superdotado explica las razones por las cuales resulta más complicado encontrar a mujeres con altas capacidades: «Lo disimulan mejor»

06 jun 2023 . Actualizado a las 09:29 h.

Destacar o callar (Plataforma Actual, 2023) es el título con el que Carmen Sanz Chacón resume, en su nuevo libro, el precio a pagar de las mujeres por tener altas capacidades o ser superdotadas. Sanz es psicóloga clínica especializada en esta materia y creadora del centro El Mundo del Superdotado donde, desde el 2003, ayuda a potenciar el desarrollo emocional y social de los más inteligentes. 

Podría contarlo en primera persona. Con 8 años la subieron dos cursos por su cociente intelectual. Sabe, con experiencia, que ser muy inteligente puede ser una maldición. Precisamente, cambió la ingeniería física por la psicología para así poder ayudar al resto. «Se pasa muy mal, veo mucha incomprensión», dice. Está convencida de que tanto ella, como su equipo, salvan vidas: «Estos chicos lo pasan tan mal durante un tiempo en el que podrían haber tenido vidas mucho más felices y desarrolladas», reconoce. 

—¿Qué diferencia las altas capacidades de la superdotación?

—En todo el mundo, la superdotación se considera cuando alguien tiene un cociente intelectual superior a 130. Altas capacidades es un concepto educativo. Estamos hablando de una necesidad educativa, de atención diferente, que por regla general se marca a partir de 120 de cociente intelectual. Un niño de diez años que tenga estas características, ya tiene una cabeza de uno de 12. Se aburre en las clases y necesita que, de alguna forma, se le pueda subir de curso. En España, el concepto de altas capacidades depende de las comunidades autónomas. Por ejemplo, en Galicia se dice que tiene que tener 130, y en Andalucía no hace falta que llegue a ello, aunque pueden pedir otros parámetros. 

—¿En qué cociente intelectual se mueve la población?

—En 100. Hablamos de altas capacidades a partir de 120 y de superdotación a partir de 130. 

—¿Qué rasgos definen a las altas capacidades o superdotación?

—Para que se pueda distinguir hay una serie de características que destacan. En general, son más maduros que un niño normal, les gusta estar con mayores, y en muchos casos aunque no siempre, aprenden a leer y a hablar antes, les gustan los números y tienen intereses varios. Pero sobre todo, destacan por la madurez. Una vez llegan al colegio, muchas veces se detectan porque no acaban de encajar con los compañeros, son niños que a veces tiene problemas con las relaciones, a veces son muy tímidos o introvertidos, y otras veces, son más conflictivos, se mueven más, o incluso llegan a ser medicados incorrectamente porque se les confunde con niños con hiperactividad o con déficit de atención. Es más, también se les está empezando a confundir con niños con Asperger.

—En el libro habla del caso de una niña que se llama Marta, que tiene un cociente intelectual de 142, su edad mental es de diez años pero está en clase con gente de siete. En la valoración se encuentran principios de ansiedad social y depresión. ¿Es esto muy habitual en las chicas? 

—Sí, pero en los chicos también. Lo que encontramos, cuando hacemos la valoración a partir de los 8 o 9 años, es que muchos niños no están adaptados al centro y lo pasan mal. En un 50 % de los casos sufren o han sufrido bullying. En la población normal, este problema afecta a 1 de cada 4, en altas capacidades suele ser a 1 de cada 2. El hecho de no encajar en clase, de que las asignaturas les aburran, que en la ESO puedan llegar a suspender, les va provocando ansiedad, principios de depresión o incluso cosas peores. Ten en cuenta, que yo lo que veo es clínica, entonces, las personas que a nosotros nos vienen son personas en las que los padres han detectado algún problema. No tiene que pasar siempre, hay muchos niños con altas capacidades que no los tienen, por supuesto. Además de este libro, escribí otro que se llama La maldición de la inteligencia en el cual hablaba de esto, de que la falta de identificación lleva a los niños, a los adolescentes e incluso a los adultos, a tener problemas psicológicos graves por no haber sido identificados a tiempo y no haber recibido la atención que necesitan. 

—Usted destaca que hay una menor detección de mujeres con altas capacidades. ¿Cuáles son las causas que lo explican?

—Hay varios motivos. Uno de los más importantes es que las niñas disimulan mejor sus capacidades y son menos problemáticas en el colegio. Es más probable que un niño con altas capacidades sea disruptivo en clase o que tenga problemas de conflictos. Incluso, estos pueden ser físicos, porque sí que es cierto, que entre los varones hay una forma más agresiva y bruta. Las niñas se adaptan mejor, se meten debajo de la alfombra, disimulan más. Por esa razón, los padres no las traen a las consultas. En el centro vemos que vienen tres niños por cada niña. Esto es algo que pasa desde hace muchos años y en otros países. Pero hay más razones como, por ejemplo, los profesores. Cuando una niña saca buenas notas piensan que es porque se esfuerza mucho, cuando saca buenas notas un niño piensan que es muy inteligente. Después, cuando los docentes tienen que mandar a estos menores a la evaluación de altas capacidades también los envían más a ellos, que a ellas. Esto pasa en todo el mundo, no solo aquí. De igual forma, entra en juego el rol de los padres. Las familias siempre piensan que si un niño es brillante puede ser superdotado, pero no se plantean que la niña lo sea por sacar buenas notas. Además, como ellas tienden a ser más tranquilas y calladas, acabamos viendo más casos de niños. En suma a todo esto, están los típicos prejuicios y la propia autoestima de las chicas. En general, las mujeres pensamos que somos menos inteligentes de lo que de verdad somos, al revés que los hombres, que siempre se consideran más inteligentes de lo que realmente son. Así, en la adolescencia y en la edad adulta también vienen más varones. Pero bueno, en cualquier caso, los factores principales son la mejor adaptación de las niñas, y que en la familia y en la escuela piensan menos en sus altas capacidades.

—En todo lo que dice, el peso social y de la educación también juega un papel importante. 

—Claro. Fíjate, si buscamos ejemplos de mujeres en los libros de texto apenas encuentras. Casi todos son hombres y por eso tenemos esa conciencia de que ellas tienen muchas cualidades a destacar, pero no que sean una eminencia. Es más, esto afecta a que las chicas acaben derivando menos a las ciencias o tecnologías y tendamos a estar encasilladas en los ámbitos de educación, salud o los jurídicos. 

—A nivel de inteligencia, ¿hay diferencias entre hombres y mujeres? 

—A nivel intelectual, cuando hablamos de lo que es la inteligencia, no hay diferencias entre hombres y mujeres en absoluto. Eso está comprobado en todo el mundo por miles de estudios. Bien es cierto, que si hablamos de inteligencia emocional sí que hay algunas variaciones, así como determinados parámetros. Quizás los hombres tienen más capacidad visoespacial y las mujeres tenemos más en el ámbito vernal, aunque eso no está del todo claro. Pero en lo que respecta a la inteligencia emocional, sí hay distinciones. Nosotras somos más empáticas, los estudios muestran que tenemos más facilidad para percibir lo que sienten los demás.  Ahora bien, si hablamos de la lógica, lo que nos sirve para resolver problemas, no hay diferencias entre unos y otras. 

—¿Cómo progresa el desarrollo de la niña con altas capacidades?

—En la primaria, suelen adaptarse mejor en general. Las niñas son brillantes, los padres y profesores están contentos y no suelen aparecer grandes problemas. Cuando llegamos a la preadolescencia, maduran antes que sus compañeras. Por ello, se empiezan a abrir otros frentes. Por una parte, destaca como una chica inteligente, y no siempre está bien vista. Si un niño con altas capacidades ya tiene problemas con sus compañeros, la niña más. Así que a veces empiezan a bajar su rendimiento a propósito para pasar desapercibida. Y, por otra parte, entran mucho los estereotipos de género, por los que la mujer tiene que ser guapa y no lista. Así que estas chicas, que son más sensibles que el resto, sufren más y tienen peor autoestima. Quiero decir, si para un adolescente es una etapa complicada, para alguien superdotada, mucho peor. Además, el acoso a las chicas es muy sutil, la dejan de lado, critican su ropa y todo va haciendo mella en su autoestima. Después, a medida que avanzan al ámbito profesional, muchas mujeres escogen otra cosa que no es su propia elección, sino la influencia de su entorno. Con las parejas, todo se vuelve más complicado, porque con nuestro novio o novia siempre buscamos facilidad de comunicación. Una persona con altas capacidades necesita alguien con quien entenderse, lógicamente, y si bien no suelen aparecer problemas cuando el hombre destaca más que la mujer, sí los hay cuando ellas son más inteligentes que ellos, o cobran más, o tienen más éxito profesional. Ahí surgen bastantes conflictos y estas mujeres, muchas veces, tienen que decidir si quieren tener un desarrollo profesional exitoso o prefieren pasar desapercibidas en su entorno familiar. Es más, se ve muy claro el éxito que alcanzan cuando reciben el apoyo de su pareja. Sin embargo, aquellas que han tenido que renunciar a su profesión, aunque tengan una familia y se sientan felices en ese ámbito, muchas veces notan una carencia de no haber podido desarrollarse profesionalmente. 

—¿Cómo se ve el mundo con altas capacidades?

—Normalmente, son personas más inquietas, con más ganas de saber y conocer. Con intereses muy diversos y lo que les suele ocurrir es que no siempre los demás comparten sus intereses. Muchas veces, tienen la sensación de estar en una torre de Babel, parece que tienen un lenguaje diferente al resto. Por ejemplo, durante la adolescencia, las chicas pueden querer hablar de chicos o de ropa, y a las que tienen altas capacidades puede que todo eso no le importe y se interese muchísimo por la ciencia o tecnología. Claro, ella querrá hablar de inteligencia artificial con sus compañeras, pero a pesar de tener la misma edad, no encaja con ellas. Es como si viviera en otro país, como si hablaran un idioma distinto. Eso les resulta difícil de aceptar, les puede costar mucho hacer amigos y también mantenerlo porque levantan envidias. 

—¿A qué edad se suele detectar que una persona tiene altas capacidades?

—Lo normal es que sea antes de entrar a primaria, con 4, 5 o 6 años, que es cuando más se nota porque destacan sobre el resto. Aunque hay casos muy llamativos como los pequeños que con tres años ya saben leer y enseguida llaman la atención de los padres. Los hay hasta con dos años que se saben las capitales del mundo. A partir de los ocho años y en toda la adolescencia, nos suelen llegar aquellos que ya tienen problemas de conductas o con sus compañeros, o de fracaso escolar. Esto es muy importante, porque hay gente que piensa que los superdotados aprueban todo y es mentira. Hay muchísimos con fracaso escolar, no siempre tienen grandes resultados. Después, también me vienen muchos en la universidad. Es más, en El Mundo del Superdotado tratamos a niños, como adultos, chicos que han pasado por el colegio y el instituto sin esforzarse y en la universidad se dan la torta. 

—¿Cómo puede ser que nadie se de cuenta hasta la universidad?

—Ocurre que durante la primaria, la secundaria y bachiller les ha ido normal, pero luego llegan a la universidad y tropiezan. No tienen adquirida la capacidad de esfuerzo. Así que empiezan a repetir un curso, cambian de carrera porque les gusta otra, y así. De esos tenemos muchos casos, de chicos con altas capacidades que no son capaces de conseguir un título universitario. 

—¿Esta falta de respuesta puede derivar en problemas de salud mental?

—Sí, de hecho, suelen venir con ansiedad o principios de depresión. Lógicamente, no todos. Veo unos 300 casos todos los años. Muchas mujeres lo descubren a los 40 o 50. Yo he hecho valoraciones de personas de hasta 60 años que se han echado a llorar de la emoción porque durante toda su vida se habían sentido tan mal. Encuentran respuestas. No entendían lo que le ocurría, por qué si le había ido bien en la escuela, en la vida no les sucedía lo mismo. También hay casos de mobbing laboral, porque esta gente puede hacer el mismo trabajo que los demás en menos tiempo y mejor. 

—¿Un alto cociente intelectual es hereditario?

—Sí, estoy convencida de que sí. En las consultas siempre pregunto antecedentes, y aunque no siempre se haya hecho una medición de inteligencia, me dicen que el abuelo destacaba, o los padres son unos profesionales muy acreditados. Diría que en un 80 o 90 % de los casos que vemos es así. 

—¿Alguna vez le ha llegado un caso de que un progenitor descubre que tiene altas capacidades a raíz del diagnóstico de su hijo?

—Sí, eso es muy frecuente. Hacer las valoraciones a los hijos y que luego sean los padres los que vengan. 

—¿Cómo se trabaja con un niño superdotado?

—Un niño superdotado quiere aprender, así que hay que darle aquello que no saben. Lo que no puedes es tenerlos en clase repitiendo lo que él ya conoce. Para mí, la mejor solución siempre es subirles de curso para que él o ella pueda estar a la altura de sus capacidades. En concreto, a mí me subieron dos años y fue lo mejor que pudieron hacer en su momento. De hecho, es lo que siempre recomiendo como primera opción. Luego también hay que potenciar su trabajo creativo y los proyectos, porque estos métodos les van fenomenal. En lugar de hacer que memoricen, hay que darles cierta libertad. Es más, a algunos niños que pudieron aprender por su cuenta durante el confinamiento les fue fenomenal. Al final, si los mantienes aburridos, les quitas las ganas de estudiar y la motivación. 

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.