La salud mental de los adolescentes en crisis: «Han empezado a incorporar la conducta suicida como una forma de enfrentarse a los problemas»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

M.MORALEJO

Desde la pandemia, las autolesiones e intentos de suicidio se han incrementado en un 195 % en las chicas

14 jul 2023 . Actualizado a las 15:17 h.

Informes, estudios, metaanálisis y hasta encuestas constatan una realidad: la salud mental de los jóvenes ha empeorado desde la pandemia. «Parece que hay más niños y adolescentes con patología mental, y en muchas ocasiones, cada vez es más grave», apunta la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (Aepap) en su documento de actualización sobre trastornos mentales. Antes de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud ya había alertado de que 1 de cada 7 jóvenes de entre 10 y 19 años tenían algún tipo de problema relacionado con la salud mental, entre los que destacan la depresión, la ansiedad y los trastornos de comportamiento. Tras la emergencia sanitaria, los casos se dispararon y aumentaron un 47 % entre los menores. 

Mientras tanto, la Fundación ANAR apunta que, por primera vez, la conducta suicida se ha convertido en el principal motivo de consulta de los menores de edad en casi 30 años que llevan funcionando sus líneas de ayuda. La institución, que publica anualmente un informe sobre la demanda de sus servicios, señala que en el 2022, recibió 217.693 peticiones de ayuda procedentes de toda España, de forma que los casos graves (17.896) llegan a duplicarse en los últimos seis años. A su vez, la conducta suicida lo ha hecho por 34,8. 

La patología mental de los jóvenes no se puede entender sin atender al contexto cultural y social que atraviesan. «Vivimos en una sociedad cada vez más hedonista, existe poca tolerancia al malestar y cada vez se tiende a medicalizar más la vida cotidiana», apunta el documento de la Aepep. A su vez, los expertos señalan que se ha dado una pérdida de autoridad: «Se ha producido una pérdida de apoyos externos, como una familia extensa, los padres cada vez tienen más edad y horarios de trabajo más largos, y nuestros menores están continuamente expuestos a la tecnologías, con acceso a contenidos violentos o sexuales», indica la entidad. 

Esto no es todo, ya que el problema es multifactorial. Aunque ahora se haya quedado medianamente olvidada, la pandemia sigue dando  coletazos, especialmente, en materia de salud mental: «El confinamiento domiciliario y las restricciones posteriores de casi dos años de duración han supuesto un factor de riesgo más y ha obligado a nuestros adolescentes a adaptarse a numerosos cambios», precisa el estudio. Cerraron sus escuelas, hubo una mayor exposición de tecnologías, alteraciones en los patrones de sueño o alimentación, se interrumpieron sus proyectos y, a la vez, muchos tuvieron que atravesar duelos difíciles sin posibilidad de decir «adiós» a seres queridos. 

En suma, la literatura científica expone otros factores de riesgo, atendiendo a nivel individual, social y familiar. En la primera esfera, se destacan como variables de importancia el sexo femenino, la edad pospuberal, la presencia de otras patologías, un temperamento irritable o un déficit de habilidades sociales, entre otros; a nivel familiar, determinadas casuísticas como antecedentes de psicopatología o consumo de tóxicos pueden aumentar las probabilidades de tener un problema de salud mental; y, a nivel social, los conflictos, la ausencia de amistades o historias de bullying también hacen mella. 

Eso sí, la casuística del empeoramiento de la salud mental es parecida entre adultos y jóvenes: «En ellas, crecen los intentos de suicidio o los trastornos de personalidad o adaptativos, mientras que en los varones está empeorando el diagnóstico de consumo de drogas, episodios psicóticos, o primeros brotes», precisa la doctora Llanos Conesa, secretaria de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm).

Factores protectores que pueden mitigar los efectos de las adversidades sobre la salud mental
  • Sentido del humor.
  • Buenas relaciones sociales y familiares.
  • Logros personales.
  • Un nivel socioeconómico medio o alto. 
  • Hábitos de vida saludable.
  • Valores positivos.

Especial incremento en chicas

Si bien toda patología mental preocupa, los expertos destacan el aumento de autolesiones e intentos de suicido, especialmente, en las chicas adolescentes. Joaquim Puntí Vidal, coordinador de la Cartera de Servicios de Psicoterapia Infantojuvenil y del Hospital de Día de Adolescentes del Hospital Universitario Parc Taulí, hace una fotografía fija de los datos gracias al Código Riesgo Suicidio, una estrategia que se activa cada vez que un chico llega al hospital por tentativas autolíticas. Tiene una doble ventaja: «Por un lado, permite que esta persona quede registrada como un paciente con una conducta grave, lo que les permite tener un registro de cómo progresaron estas conductas en Cataluña desde que el código se puso en marcha; y además, asegura que, una vez concedida el alta, en tres días, ese joven tenga una visita concertada a cualquier centro de salud infanto juvenil para que un psicólogo clínico o psiquiatra pueda considerar la estrategia de intervención», precisa Puntí.

Así, tras comparar los datos del sistema del 2019 con los del 2021, observaron como las tentativas autolíticas se empezaron a incrementar a partir de septiembre del 2020. Un crecimiento mucho más considerable en la población femenina: «Los registros de chicas se incrementan hasta en un 195 % en comparación al período anterior, mientras que el incremento de la conducta suicida en chicos ha sido cercano al 10 %», precisa el psicólogo. Los datos proceden de un estudio publicado en la revista Journal of Affective Disorders. «Parece que ellos responden diferente a los estresores que atravesaron y que expresan su malestar emocional de otras formas», indica el experto. Una tendencia que viene de siempre. «Las chicas lo intentan más, y los chicos menos, solo que ellos utilizan métodos más letales», precisa el experto. 

El período en el que los casos empiezan a crecer es especialmente llamativo. La pandemia llevaba seis meses y en septiembre fue, paradójicamente, cuando vuelven con una mayor normalidad a la vida. «Eso supuso un cambio, es decir, las escuelas abren pero el resto de cosas, como el ocio, siguen cerradas. La socialización se ve mermada y podemos ver cómo esto influye en los intentos de suicidio», explica el Hospital de Día de Adolescentes del Hospital Universitario Parc Taulí.

Para Llanos Conesa, la pandemia ha marcado un antes y después, «pues ha permitido poner de manifiesto las deficiencias que había en el mundo social que viven, en su educación, o los recursos sanitarios de los que disponen o en sus exigencias sociales, que son cada vez más complejas», indica. 

Alejandro de la Torre-Luque, coordinador de la Plataforma Nacional para el Estudio y la Prevención del Suicidio y profesor de la Facultad de Medicina del área de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid, explica que tanto la conducta autolesiva no suicida como la conducta suicida «son totalmente diferentes aunque compartan la idea de hacerse daño a uno mismo», precisa. El experto describe la pandemia como un momento «de máxima tensión» para ambos sexos, aunque las chicas se han podido ver ligeramente más perjudicadas: «La socialización en personas se perdió totalmente, los adolescentes tuvieron una falta de oportunidades para hacerlo. La conducta social es una conducta en la que las chicas son especialmente habilidosas y, en ellas, tiene un peso muy importante en su bienestar», precisa. En suma a la carencia de pasar tiempo con sus amistades, se añade un factor de riesgo crítico: el ciberbullying. «Mientras que el acoso entre chicos es algo más físico, en las chicas tiene un componente mayor de intimidación, de bulos o de cotilleos. Algo que se puede perpetuar con más facilidad a través de las redes sociales», describe el investigador.

Chicos y chicas no tienen la misma psicología

Puntí también precisa la necesidad de incluir mayor perspectiva de género en los espacios destinados a salud mental. «Vemos que en chicas han aumentado las autolesiones suicidas, las tentativas autolíticas o los trastornos de la conducta alimentaria. Todas estas cosas tienen algo en común: un trasfondo de malestar emocional relacionado con uno mismo», precisa el psicólogo. Por ello, este tipo de perspectiva puede ayudar a conocer mejor «cómo funciona, desde un punto de vista psicológico, una chica adolescente en comparación a un chico», explica el experto.

En esta comparación, hay muchas diferencias. Ellas describen su día a día con un contenido más emocional, y «también hemos encontrado que cuando comparten en grupo la emoción negativa crea un sentimiento de identidad», precisa. Profundizar en este tipo de cuestiones tan concretas al género permitirá crear programas dirigidos a sus necesidades como la gestión emocional, del estrés o de enfrentamiento de crítica. 

«La patología mental es más precoz en los chicos, debutan antes, aunque a la larga haya más prevalencia en las chicas», indica la doctora Llanos Conesa, miembro de la Sepsm. Al hablar de factores externos, «la psicología de la mujer suele implicar una mayor sensibilidad a las respuestas del entorno», detalla. Aunque las tornas están cambiando, la mujer sigue siendo más receptiva a lo que le rodea

No solo eso, sino que tradicionalmente, la patología ansiosa y depresiva ha estado más presente en la población femenina. «Parece que con la menarquia, con los cambios hormonales asociados, siempre se ha encontrado una mayor predisposición a los trastornos afectivos. Además, en la adolescencia hay una parte de construcción social. Chicos y chicas se construyen diferente», aclara Puntí. La sociedad en este punto tiene mucho que ver. A esto, se suma el tipo de contenido al que tienen acceso. «En muchas series de las que ven, el contenido emocional se representa como un sinsentido o angustia de la vida, aparecen conductas lesivas o suicidas o malestar con la imagen; y en la mayoría, se personifican en chicas», cuenta el psicólogo que aclara que esto no es la causa, pero son variables que influyen en cómo se construye la adolescencia, «a partir del género».

Al contrario también sucede, mientras que la población femenina hace un mayor uso de redes sociales, «donde por cierto comparten esa negatividad», hay mayor cantidad de usuarios chicos de juegos online: «Lo que implica muy poca emocionalidad en las interacciones que tienen», indica. 

La psiquiatra insiste en el papel perjudicial de las redes sociales, así como los problemas de las familias que revierten en la crianza de los chicos: «Los padres tienen otras preocupaciones que los separan de sus hijos, que hacen que estos crezcan sin tener tanta atención y no puedan estar haciendo un seguimiento continuo de ellos», detalla. 

Del botellón a la salud mental

En la primera década de los 2000, las preocupaciones relacionadas con los jóvenes se alejaban de la salud mental. El botellón o los accidentes de tráfico ocupaban las portadas. ¿Qué ha pasado para que la depresión pase al primer plano? El problema es multifactorial. «Creo que una parte muy importante es que el adolescente ha empezado a incorporar la conducta suicida como una forma de enfrentarse a las situaciones de adversidad y solución de problemas», lamenta el psicólogo y coordinador del centro catalán. Prueba de ello para el experto son los tipos de contenidos que consumen. «Hay una serie que se llama Por 13 razones. En el año de su estreno, en el 2017, las búsqueda en Google en relación a la frase de cómo suicidarse se incrementaron, después de su popularización, en un 30 %», explica el psicólogo en referencia a un público especialmente joven.

Durante estos años, también ha cambiado la forma de ver a los adolescentes. «Hubo un momento en el que el malestar social se vinculaba a tribus urbanas o la conducción temeraria, eran problemas ante los cuales la sociedad se mostraba dura con estos chavales», recalca el experto. Una visión que ha ido virando hacia la vulnerabilidad: «Hoy en día, la sociedad percibe a los jóvenes como vulnerables. Este relato de menores con problemas de salud mental, con conducta suicida, con autolesiones, ha absorbido al joven activista social, implicado en asociaciones», precisa.

Un cambio a nivel poblacional que también ha desembocado en las redes. El psicólogo reflexiona sobre el papel de estas plataformas: «La mayoría de adolescentes ha podido ver alguna imagen de autolesiones en internet. Es más, el primer contacto de muchos con el suicidio ha sido a partir de series o de páginas web en la que, incluso, pueden preguntar al respecto», destaca. 

Precisamente, la presencia en redes debe estar altamente marcada por la edad. No es lo mismo un joven de 18, que uno de 15 u otro de 11 años. «A los once, tienen un cerebro donde todo aquello que tiene que ver con la planificación, con funciones de corteza prefrontal, no está desarrollado. Por eso, a un chico de esta edad no le podemos pedir que maneje bien las redes porque suponen muchos riesgos. Con uno de 15, tenemos que asumir que debe haber una supervisión por parte de los padres y llegados los 18, ya estamos en otro momento evolutivo», explica.

Familia y prevención

Tanto en la detección del problema, como en la prevención o solución, las familias tienen un papel determinante. «Cuando hablamos de niños o adolescentes, a los padres les cuesta más afrontar el problema por todo el estigma que rodea a las enfermedades mentales», precisa la psiquiatra, que lamenta que en ocasiones, se demore el diagnóstico por vergüenza o tabú. «De hecho, en salud mental existe una escalada importante entre el primer síntoma y el momento en el que el paciente aparece en la consulta. Hablamos de meses e incluso años», indica. Un factor que solo daña el estado de los pacientes. «Los niños no pueden desarrollarse ni académica ni socialmente». Por ello, los padres tienen una responsabilidad importante a la hora de aplicar el cuanto antes, mejor. 

Por su parte, el psicólogo Joaquim Puntí insta a que los progenitores sean capaces de acompañar a sus hijos: «En el fondo, el adolescente quiere tener una relación con sus padres, otra cosa es que lo consiga. Hemos de romper con la idea de que no quieren», indica. Por eso, señala que los padres deben buscar espacios comunes, a la vez que «educar y poner límites».

El entorno familiar también presenta una doble vertiente. «Por un lado, puede jugar un papel muy importante en la detección y búsqueda de ayuda, especialmente en las familias unidas; pero por otro, puede ser un factor de riesgo si tienen problemas estructurales, si por cuestiones económicos los padres no están tan pendientes de sus hijos o, incluso, si hay violencia de género», concluye el coordinador de la Plataforma Nacional para el Estudio y la Prevención del Suicidio. Aquí, buscar una solución resultará más difícil de conseguir. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.