Mario Alonso Puig, médico: «El solo hecho de tener el móvil sobre la mesa en una comida ya genera distracción»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Mario Alonso Puig es médico especialista en cirugía general y del aparato digestivo y Fellow en Cirugía por la Universidad de Harvard.
Mario Alonso Puig es médico especialista en cirugía general y del aparato digestivo y Fellow en Cirugía por la Universidad de Harvard. Asís G. Ayerbe

El reconocido experto y divulgador explica que cuando no estamos presentes en el aquí y ahora, se activan redes neuronales asociadas a una peor salud

16 nov 2023 . Actualizado a las 15:24 h.

El doctor Mario Alonso Puig es médico, fellow en cirugía por la Harvard University Medical School y divulgador. Desde hace más de 20 años se dedica a impartir conferencias acerca del bienestar humano, un área de investigación a la que ha dedicado numerosos libros. Su trabajo se enfoca en la potenciación de capacidades como el liderazgo, la salud, la felicidad, la creatividad y la innovación. Su nuevo libro, El camino del despertar (Espasa, 2023), aborda estas temáticas desde el punto de vista del camino del héroe, una metáfora acerca de la superación de la adversidad que está en el núcleo de muchas estructuras narrativas reconocidas. Desde Shrek hasta Matrix o El rey león, son numerosos los ejemplos de este camino metafórico en el cine y la literatura. En conversación con La Voz de la Salud, Mario Alonso Puig explica cómo podemos aplicar esta metáfora a nuestra vida para potenciar nuestra salud.

—¿En qué consiste la metáfora del camino del héroe?

—El camino del héroe es un viaje en el que una persona tiene que reencontrarse consigo misma. Hay que cruzar una serie de umbrales. El primer umbral nos reconecta con el cuerpo físico, del que nos hemos distanciado. Hay muchas personas que, por ejemplo, no sienten partes de su cuerpo. Esto es muy frecuente después de ciertos traumas emocionales. Cuando los aceptamos, pasamos el segundo umbral y entramos en la tierra del inconsciente. Aquí confrontamos aquello que nos asusta. También nos encontramos con nuestras heridas, aquellas cosas que nos sucedieron a lo largo de la vida y que no nos están dejando crecer. Son conversaciones que tenemos pendientes con nosotros mismos. La ventaja de entrar en este espacio, aunque no es fácil, es que sanamos muchísimas heridas emocionales que están limitando la vida a niveles que uno ni siquiera se imagina y empiezan a aflorar la alegría, la ilusión, la paz interior, la creatividad y la capacidad de emprendimiento. 

—Saliendo de las metáforas, en el libro explica que todo esto se logra a partir de la aceptación, lo que es difícil cuando estamos ante un diagnóstico de una enfermedad grave. ¿Cómo conseguimos aceptarlo?

—Tenemos que distinguir la aceptación de la resignación. La resignación es un rechazo encubierto. Es como decir: «No lo quiero ni lo querré nunca, pero lo tengo que aguantar». Esto a nivel fisiológico o corporal produce daño por la movilización de cortisol. Es un resentimiento que no acabamos de procesar. La aceptación, en cambio, es un concepto muy contraintuitivo, porque quiere decir abrazar. Cuando una persona viene a consulta, se le hacen una serie de pruebas y el resultado es que tiene un tumor maligno, hay un momento de shock y de negación que es humano y comprensible. Hay que darle tiempo para que eso se vaya asimilando. Pero una vez que se ha producido la asimilación de la noticia, la persona y su familia pueden tomar dos caminos en direcciones diferentes. La primera es enfadarse con la vida, consigo mismos o con quien sea, llenarse de miedo y caer en un túnel oscuro. Sigue siendo algo humano y comprensible, pero cuando esa es la opción que se impone, el cuerpo empieza a actuar de forma negativa y esto no favorece al paciente. En cambio, la aceptación es que esa persona diga: «Esto ha aparecido en mi vida y voy a asumir que este, hoy, es el punto de partida». Se trata de ver la enfermedad no como un castigo, sino como un camino que vamos a recorrer. Entonces, asumes esa realidad de una forma diferente. Y la aceptación está asociada a una mejora en el funcionamiento del organismo. Por eso, una de las cosas más importantes en medicina es ayudar a la persona a asumir esa enfermedad para tener más recursos a la hora de afrontarla. Lo que se abraza se transforma.

—¿Cuáles son los obstáculos que nos impiden llegar a la aceptación?

—Uno de los grandes problemas hoy es el nivel de distracción que tenemos. Estamos en 27 cosas a la vez y no estamos en ninguna de forma plena. Desde el punto de vista de la salud, lo que se ha demostrado es que cuando una persona no está presente, sino que está pensando en el pasado o en el futuro, se activa la red neuronal por defecto. Cuando se activa de forma sostenida, esto se asocia a una pérdida de salud, porque empeora la función del sistema inmune. Cuando estamos presentes, se desconecta la red neuronal por defecto y se activa la red ejecutiva central. Esto mejora la salud y la sensación de bienestar. En otras palabras, estar atentos aumenta nuestra sensación de bienestar. Pero somos una sociedad que pone parches en lugar de buscar el origen, por eso nos distraemos. La tecnología es tan atractiva para el ser humano, que salvo que uno de forma consciente desarrolle la disciplina de estar en el aquí y el ahora, llega un momento en el que nos atrapa. En una comida en casa o con amigos, el solo hecho de tener el móvil sobre la mesa ya genera distracción. Entonces, la recomendación es que tengas el móvil en el bolsillo. Porque tienes que hacer un esfuerzo consciente. Lo que vemos es que el móvil es una adicción. Y si uno no va ejercitando ese músculo de la disciplina poco a poco, lo digital tendrá más peso.

—¿La meditación ayuda a estar más presentes en este sentido?

—La meditación es probablemente de los caminos más efectivos para aquietar la mente. El problema de la mente es que genera tanto ruido que es imposible estar en el aquí y el ahora. La meditación es entonces un camino sencillo, que no simple, para lograrlo. Hay que entrenarlo, porque si no, mandan los pensamientos. Además, meditando tendremos un impacto sorprendente en la salud. Por eso lo recomiendan los médicos. La meditación ayuda muchísimo a tener más claridad mental y a reducir el estrés crónico que está detrás de tantas enfermedades.

—¿Emprender este camino nos puede ayudar a mejorar nuestras relaciones?

—Claro. Nadie se libera si no libera a otra persona. Uno aprende a amar amando. Aprende a ser humilde apartando a su ego del camino. El camino del héroe se recorre de forma independiente. Pero el final del camino del héroe y el éxito de recorrerlo está en sentir compasión. La compasión es el amor en acción. No solo aprenderé a quererme más, sino que aprenderé a querer más a los demás. En un mundo como el de hoy, con tanto conflicto, polarización y enfrentamiento, sería importante aprender a hacerlo. Uno descubre la importancia y el valor de los demás descubriéndose a uno mismo, y viceversa.

—¿El perdón es parte de estos cambios?

—Sí. El perdón no puede suceder si una persona ve maldad en la otra. Si yo creo que alguien me ha hecho daño por pura maldad, difícil es perdonar. Si entiendo que me ha hecho daño por una ignorancia que existe en ella, esa ignorancia sí la puedo perdonar. En el camino del héroe explica por qué detrás de los actos malignos no hay una maldad inherente al ser humano, sino que lo que ocurre es que las personas estamos mal. Cuando tenemos un día difícil, probablemente no sea el día en el que lleguemos con más paciencia o seamos más cariñosos con nuestros hijos. No porque seamos malos; porque estamos mal. Una persona que lleva años sin tomarse vacaciones, sin parar de trabajar, va a estar irritable. Pero no porque sea mala, sino porque está mal. Cuando nos alejamos de lo que somos, empezamos a estar mal y entonces hacemos cosas dañinas a los demás. Entonces, el camino del héroe en realidad es un reconocimiento no de lo que hacemos, sino de lo que somos.

—En el libro explica que para estar bien, tenemos que cuidar del llamado «segundo cerebro». ¿Cuál es el rol de la microbiota intestinal?

—Todo en el cuerpo está conectado, lo sepamos o no. Hace muchos años, se creía que lo único que hacía el tubo digestivo era procesar alimentos, obtener sus nutrientes y pasarlos a la sangre. Después se descubrió que, además, es capaz de controlar los niveles de serotonina, que es la hormona más importante para el estado de ánimo. Es capaz de controlar genes en las células grasas y de modular el sistema inmune. El cerebro digestivo tiene una relevancia brutal, muchas enfermedades se han originado en un intestino poroso, que en lugar de evitar la entrada de elementos tóxicos en la sangre, empieza a permitirla. Eso se debe a que la microbiota, que está encargada de proteger esa barrera intestinal, no está funcionando bien. Esto es lo que se llama disbiosis. Al reconocer esto, empieza a tener un papel importantísimo el cuidado de la microbiota.

—¿Cómo podemos cuidarla?

—Hay dos elementos especialmente dañinos para su funcionamiento. Uno de ellos es el estrés psicológico sostenido. Daña de una forma muy marcada la microbiota. En segundo lugar, las dietas proinflamatorias, es decir, aquellas basadas en comer cosas que producen una inflamación en el organismo. Hay que tener mucho cuidado a la hora de comer. Sobre todo mirando bien los alimentos altamente procesados y limitando de manera seria el consumo excesivo de azúcar.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.