La depresión de Jada Pinkett: «Este dolor era tan insoportable que la única opción era dejar de vivir»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Jada Pinkett Smith, mujer de Will Smith, en una imagen de archivo
Jada Pinkett Smith, mujer de Will Smith, en una imagen de archivo Danny Moloshok | Reuters

La actriz de 52 años acaba de publicar sus memorias, en las que cuenta cómo las adicciones en su familia y la presión de Hollywood la llevaron al colapso

27 nov 2023 . Actualizado a las 11:11 h.

¿Qué no le ha pasado a Jada Pinkett? Desde su infancia complicada en Baltimore, Estados Unidos, donde el fantasma de las adicciones estaba constantemente presente y se apoderaba de las vidas de todos los adultos de su entorno, hasta el estrellato en Hollywood en los noventa, el matrimonio con Will Smith, la Ayahuasca y la alopecia, la vida de la actriz y productora ha sido, como mínimo, tumultuosa. Amiga del fallecido rapero Tupac desde la época del instituto, no es ningún secreto que la joven Jada se codeaba en su juventud con narcotraficantes e incluso llegó a trabajar con ellos como vendedora.

Quizás todo esto fue lo que desencadenó sus trastornos de depresión y de estrés postraumático, un diagnóstico que da a conocer en las primeras páginas de Worthy, el amor que siempre merecí. Se trata de su autobiografía, que este mes fue editada en castellano por Cúpula. En el libro, cargado de su dolor y de confesiones personales, la actriz de 52 años se abre en canal y relata cómo ha sido el largo camino que tuvo que recorrer para llegar a alcanzar la estabilidad emocional y estar en paz consigo misma.

Una familia fragmentada

Cuando Jada Pinkett nació, su madre, Adrienne, era una adolescente de 17 años y su abuela había obligado a Robsol, el padre de Jada, a casarse con la joven. Pero el matrimonio duró poco. Tras el divorcio, la niña y su madre se mudaron a la casa de los abuelos maternos de Jada, donde ella pasó toda su infancia.

Si bien recuerda con nostalgia ciertos aspectos de esos primeros años, destaca la adicción como la enfermedad que acechaba a su entorno. En sus memorias, Pinkett da cuenta de cómo los adultos que la rodeaban fueron cayendo, poco a poco, en una adicción u otra: su abuela y su padre, alcohólicos, su tía Karen y, finalmente, cuando Jada era aún adolescente, su madre también cayó en la heroína.

«Un niño puede sentir la tensión entre los adultos y puede volverse hiperconsciente de asuntos que no comprende, cuando estos implican una falta de control o de seguridad. Si no tiene comprensión plena, puede sentirse solo, atrapado en su propia isla emocional. Conozco bien esa sensación», escribe en el libro.

A lo largo de esos años, la madre de Jada intentó abandonar las drogas sin llegar a hacerlo por completo. «Iba a rehabilitación y se ponía sobria, pero mantenerse limpia era otra historia. Al poco tiempo, volvía a consmir. Mi necesidad de vigilarla en casa se disparó a medida que mi madre se volvía cada vez menos fiable», recuerda.

Cambio de aires

Durante su adolescencia, Jada soñaba con estudiar en la academia de artes Julliard. Tanto la había idealizado que cuando recibió la carta de rechazo de la institución decidió que no quería estudiar actuación en ningún otro sitio y estuvo a punto de renunciar a su sueño. En esa ocasión, fue su madre la que intervino para obligarla a aceptar una oferta de otra universidad, la de Carolina del Norte.

El cambio de ambiente le vino bien. Hizo amigos y más tarde se trasladó a Los Ángeles para buscar trabajo en Hollywood. Tuvo éxito. Pero las presiones de la industria y su pasado no tardaron en alcanzarla. Poco después de cumplir 21 años, cuando su vida de actriz comenzaba a asentarse, tuvo su primer ataque de pánico. Sucedió en la calle, durante una interacción con una amiga. «Me doy cuenta, de repente, de que no estoy hablando, de que mi cuerpo está caliente, ardiendo, y empiezo a temblar. Hay una batalla librándose dentro de mí y de repente se me saltan las lágrimas. ¿Qué me está pasando? Me siento sobresaltada y confusa a la vez», describe.

El motivo por el que aparecen este tipo de síntomas a nivel físico tiene que ver con la respuesta de nuestro cuerpo ante los estímulos que le causan estrés. Se liberan adrenalina y cortisol. En consecuencia, aumenta el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, se suspende la actividad del sistema digestivo y hasta puede afectar al sistema inmunitario.

Esa fue la primera vez que Jada tuvo pensamientos suicidas. «Cuando llegué a casa, a una casa vacía, la tristeza dio paso a un impulso que jamás había experimentado: sentía que tenía que poner fin a este dolor interior, que era tan insoportable que la única opción era dejar de vivir. Cuanto más intentaba no pensar en rajarme las venas, más miedo sentía de que de verdad fuese a hacerlo. Por primera vez, no me fiaba de estar sola», recuerda.

Tras este episodio, Jada se puso en contacto con una psicoterapeuta que la derivó, a su vez, al psiquiatra. Le diagnosticaron una depresión clínica y le recetaron fluoxetina, un antidepresivo de uso frecuente. Al principio, no quería tomarse la medicación. «Dejé de resistirme cuando acordamos [con la psicóloga] que, una vez estabilizada, dejaría de tomarla. Cuanto antes», relata.

De este período, Jada recuerda sobre todo algunos efectos adversos de la medicación que, como señalan los expertos, se dan de manera frecuente, aunque también reconoce que el tratamiento la salvó. «No me gustó que acabara con mi libido. El sexo era lo único bueno que había en mi vida. Sin embargo, los medicamentos me ayudaron a sacar la cabeza de las nubes grises y la terapia me ayudó a iniciar un viaje de curación emocional. Ahora, al menos, podía ver de dónde venían las heridas, y así podía comenzar el trabajo del perdón y la aceptación», cuenta. Decidió, una vez más, cambiar de aires y se mudó a una finca en las afueras de Baltimore donde confiaba en encontrar paz.

Traumas enterrados

El matrimonio con Will Smith y la familia amorosa que Jada logró construir, así como su exitosa carrera profesional, fueron elementos que la anclaron durante años y la ayudaron a consolidar su identidad sin pensar en el pasado y sin detenerse demasiado en los traumas. Pero eso no significaba que esos traumas dejasen de existir. El cuerpo tiene memoria y el recuerdo de un evento traumático o de un período de depresión no resuelto puede permanecer profundamente enterrado como un fósil. En algún momento, el fósil sale a la luz. Así lo explica Jada en su libro.

En su caso, los problemas de depresión con los que había luchado tanto se volvieron a manifestar poco después de cumplir 40 años. Su matrimonio se desmoronaba y su salud no estaba en el mejor de los momentos. El trastorno no tardó en pasar factura. Sus pensamientos suicidas se convirtieron en ideaciones de cómo provocar un «accidente» que acabara con su vida sin perturbar a los demás con la realidad de un suicidio.

«Llevaba poniendo buena cara desde hacía dos décadas, diciéndole a la gente que estaba bien. Sin embargo, tras esta máscara los ataques de depresión y la desesperación abrumadora se habían consumido hasta convertirse en un fuego infernal que ardía en mi corazón roto», relata. «Más adelante, me diagnosticarían e informarían de que sufro de estrés postraumático agudo, trauma complejo y de una personalidad que disocia, pero sin ese diagnóstico de referencia yo era un desastre crónico sin arreglo, sin posibilidad de sanar», añade Jada.

Will Smith y Jada Pinkett en los Oscars 2022
Will Smith y Jada Pinkett en los Oscars 2022 MIKE BLAKE

El caso de Jada no es poco frecuente. Así lo explica la psicóloga Sandra Cudeiro, vocal de la Sección de Psicología y Salud del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia (Copg): «Muchas veces vamos acelerados por la vida y llevamos un ritmo con el que no nos da tiempo a pararnos a pensar en cómo estamos. A veces tenemos situaciones de mayor estrés que vamos acumulando y más o menos navegamos bien en esta tempestad. Pero otras veces estamos tan centrados en resolver todo eso que se nos acumula y se nos hace grande, que no nos paramos a pensar en cómo estamos. Y en esos casos, nos damos cuenta de que lo estamos llevando mal y de que necesitamos ayuda justo después de que la situación ha terminado».

Contar con el diagnóstico y, en última instancia, como afirma en las páginas finales del libro, su propio esfuerzo fueron las claves para lo que Jada llama su «sanación». Porque, por más que recibiera ayuda, tenía que poner de sí para salir del pozo oscuro y eso significaba enfrentarse a sus sombras y miedos. En este sentido, el autocuidado es fundamental para las personas que sufren depresión.

«Está muy bien intentar atender a las situaciones de las que tenemos que ocuparnos en la vida, pero siempre hay que dedicar aunque sea un ratito pequeño al autocuidado. No esperar a que tengamos ya un problema contundente y patente, sino hacerlo hoy, porque lo primero en salud mental es intentar una prevención y eso pasa por el cuidarse. Ese ratito de desconexión y de poder frenar para estar con nosotros mismos nos va a ayudar a ver cómo estamos», sugiere Cudeiro.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.