Rosa Molina, psiquiatra: «No hay nada más dañino que otro ser humano»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Rosa Molina es psiquiatra, docente y divulgadora.
Rosa Molina es psiquiatra, docente y divulgadora. Eneko García

Remarca que heridas emocionales con una envergadura aparentemente menor que los traumas de «alto voltaje» también pueden condicionar nuestra vida y relación con los demás

24 nov 2023 . Actualizado a las 18:55 h.

Rosa Molina dice tener la sensación de que nuestra sociedad se divide entre dos polos: aquellos que entienden el trauma como «una gran catástrofe» y los que piensan que cualquier evento adverso en nuestras vidas también puede llegar a serlo. Por eso, con la publicación de su nuevo libro Tus microtraumas (Paidós, 2023), pretende que la población «entienda mejor la complejidad de los eventos traumáticos, que también pueden ser situaciones del día a día que tienen el potencial de convertirse en traumáticas. Entender el porqué, su complejidad». 

La especialista en psiquiatría, que pasa consulta en el Sistema Nacional de Salud, también es doctora por la Universidad Complutense de Madrid y docente universitaria. Ha publicado diversos artículos científicos y realiza una importante de divulgación a través de redes sociales y del pódcast «De piel a cabeza», que realiza junto a su hermana Ana Molina.

—¿Qué es el trauma?

—El trauma lo definimos como una experiencia que produce una fragmentación en la salud psíquica de la persona. Provoca una ruptura, una experiencia que irrumpe nuestra capacidad psicológica para enfrentarnos al mundo y que no somos capaces de integrar en nuestra vida. Quizás lo que hay que destacar es que también viene a dañar nuestras nociones básicas sobre el mundo y el ser humano. Esa creencia de control que tenemos sobre la propia vida se tambalea. Tanto nuestra confianza en los demás, como considerar que el mundo es predecible o controlable. En el fondo en nuestro día a día, vamos funcionando bajo esa creencia de invulnerabilidad. Otra cosa es que, si nos ponemos a reflexionar, nos demos cuenta de que no es así, pero funcionamos bajo esa creencia. Y cuando tenemos una experiencia traumática, todo esto se tambalea.

—¿Qué nos puede causar un trauma?

—En realidad, cualquier situación adversa tiene el potencial de convertirse en traumática. Por ejemplo, un gran porcentaje de individuos que ha sufrido un accidente de tráfico no va a desarrollar un trauma, pero va a existir un porcentaje pequeño que sí. Ese pequeño grupo que sí lo desarrollar puede ser por diferentes factores. Bien por la vulnerabilidad previa que puede llegar a tener el propio sujeto, por el contexto en el que se ha producido, por el significado que le atribuye el sujeto a lo que le ha sucedido… No es lo mismo a los 16 años que a los 50, pero más allá del factor edad, tiene importancia el momento vital por el que la gente está pasando. Si esa persona se encuentra en una situación frágil, puede ser la gota que colma el vaso. Y por último, la red de apoyo que tengamos. Es decir, si ese accidente se da conjugado junto con otros factores que complican que pueda recuperarme, puede propiciar que ese evento sea traumático. No es tanto el evento en sí, sino las características individuales del sujeto, la red y circunstancias que le rodean, lo que va a hacer que pueda llegar a convertirse en trauma. 

—¿Y un microtrauma?

—Es aquel que, no siendo de «alto voltaje», podemos llegar a sentir que nos vamos a morir o que se puede tambalear nuestra integridad. En el microtrauma, quizás no es evidente porque pueden ser más sutiles, pero son, igualmente, dañinos para nuestra psique. Ya sea por la acumulación de esos traumas (porque al ser sutiles, se pueden ir acumulando), o por el contexto de vulnerabilidad que se produce.

—¿Un ejemplo de esos pequeños traumas que pueden ir acumulándose?

—Un comentario negativo repetido en un lugar de trabajo donde me siento inseguro y vulnerable, ya sea por mi jefe o por otra persona, pueden llegar a actuar como un trauma mayor. También en función de mi sensibilidad individual, capacidades adaptativas y experiencias previas. Puede ser que algo sea vivido o tenga un significado diferente a lo que inicialmente podía tener. Algo que un principio iba a ser pequeño, que se complique. Luego la falta de apoyos, no es lo mismo tener una buena red que entienda y valide lo que ha sucedido a no tenerla. Serían eventos que, aparentemente, son más sutiles, pero que también vienen a impactar de una manera muy importante en nuestra psique. Lo que sucede es que, a veces, es difícil desgranar esto con eventos concretos.

—¿Podría proporcionar algunos ejemplos de microtraumas?

—Conflictos como el bullying o el acoso laboral, humillaciones repetidas, procesos de adopción, divorcios o infidelidades, pobreza y falta de recursos, experiencias repetidas de violencia verbal, abandono o negligencia… No siempre tienen por qué provocar trauma, pero sí tienen el potencial de producirlo. 

—¿Cómo podemos detectar que una situación de ese tipo nos ha generado un microtrauma?

—Podemos identificarlo y verlo en base a nuestros síntomas, conductas y formas de percibir el mundo. Algunos síntomas que voy a mencionar ahora, de manera aislada, resultan inespecíficos, pero alguien que ha sufrido microtraumas puede sufrir problemas de concentración, de sueño, pesadillas repetidas, situación de hiperalerta, estar tenso, como si estuvieran pendientes del próximo problema o peligro. Todos estos signos de forma suelta no tendrían mucho significado pero, si los sumas, añadiendo algunos que son un poco más específicos del trauma...

—¿Cuáles son esos síntomas que son más específicos del trauma?

—Una tendencia al aislamiento, o fenómenos disociativos como la despersonalización y la desrealización. El primero es sentir que no soy yo el que está haciendo las cosas, sino que me siento como un autómata. El segundo, tener la sensación de estar en ese lugar de una forma que no es real, como si estuviera desenfocado. También dificultades en las relaciones interpersonales, por ejemplo, un exceso de confianza; miedo constante a sentirme herido y que eso me impida mantener relaciones íntimas o genuinas. Incluso puede darse al contrario, una necesidad constante de agradar estableciendo relaciones de dependencia. Todos estos pueden darnos pistas de que hemos tenido estos microtraumas. 

—¿Qué importancia tiene que el trauma se produzca en la infancia?

—Evidentemente es una etapa vital que marca, moldea y configuran nuestro cerebro. De hecho, tener experiencias traumáticas en etapas precoces, ya no es solo que nos marque, a un niño le desconfigura su cerebro, porque todavía se está desarrollando. Por tanto, pasa a ser como una esencia, una forma de funcionar, que va a ser parte suya. El niño aprende a funcionar en ese modo y por tanto va a influir en cómo ve el mundo y cómo ve a los demás. El trauma en la infancia puede que te haga sentir que el mundo no es predecible, que sienta desconfianza hacia los demás y que no sea capaz de intimar. No ser capaz de tener relaciones íntimas o de pareja porque no me fio, porque lo he aprendido desde mi infancia. Es una etapa que nos marca de una manera muy importante, de eso no hay duda, pero también confío en la capacidad de reparación.

—Es posible recuperarse del trauma. 

—Claro. Que hayamos tenido trauma en nuestros primeros años de vida no determina que no podamos llegar a tener una vida satisfactoria. Primero porque puedo tener otros actores en mi vida con los que, a lo mejor, yo he podido reparar esto. Es decir, haber tenido un ambiente hostil en la infancia puede ser reparado sin necesidad de un profesional, por otras circunstancias o ventajas que me encuentre en mi vida. Otras experiencias en positivo que vienen a compensar esas en negativo. Pero si no, en el peor de los casos, siempre estamos los profesiones. Siempre nos podemos recuperar. Ese es el fundamento de nuestro trabajo. 

—Hablamos de la posibilidad de recuperarnos de ese trauma, pero ¿qué hay de la prevención del mismo?

—Creo que podemos hacer mucho tanto a nivel individual, como por parte de la sociedad. De hecho, me gusta mucho recalcar el papel de esta última. El trauma en sí no lo vemos venir. La incertidumbre de que pueda pasar está ahí, eso no lo podemos controlar. Pero como individuos sí que podemos trabajar en ese mundo emocional, en pequeñas cosas cotidianas. Ir fijándonos en cómo las sentimos, experimentamos, pensamos y cómo afecta a nuestra conducta. Nosotros mismos podemos darnos cuenta de que a lo mejor, cuando me relaciono con los demás, soy una persona desconfiada o veo que tiendo evitar ciertas circunstancias. Si esto lo veo como un patrón repetido, el empezar a identificarlo nos ayuda a moldearnos. Es uno de los primeros pasos. Todo eso sería a nivel individual. Pero es que, además, quiero recalcar que como sociedad también podemos prevenir.

—¿En qué sentido la sociedad puede prevenir el trauma?

— A los niños, desde pequeños se les enseña a aceptar la diversidad y ser comprensivos. Todo esto va a propiciar, por ejemplo, que exista mucho menos acoso escolar. O menos situaciones de mobbing laboral, que al final, son experiencias traumáticas que nos marcan. Primero, decir no hay nada más dañino que otro ser humano. No es lo mismo que una casa se incendie por sí sola, por un accidente, a que lo haga porque lo ha hecho alguien con intención de hacerte daño. Eso sí que es más traumático. Eso sí que lo sabemos, le añade gravedad a la experiencia traumática. Por tanto, como seres humanos, podemos construir una sociedad que sea más preventiva. Evitar esas situaciones de hacer daño al otro. Volviendo al bullying, no deja de ser el resultado de una sociedad poco educada. Si nuestros niños fuesen psicoeducados desde pequeños, nos ahorraríamos muchas situaciones de humillación y de daño que marcan en etapas muy precoces. Creo que podemos prevenir en ese sentido. Por eso reivindico el concepto de red-siliencia. 

—Red-siliencia. ¿En qué se diferencia del concepto original resiliencia?

—Tanto la resiliencia como la resistencia parece que hablan del individuo a título individual, en mis fortalezas y en cómo afronto yo las situaciones. La red-siliencia hace más hincapié en la sociedad, en la importancia de la comunidad. Una comunidad resiliente es una que se ha preparado para esas circunstancias adversas que se pueden dar, que trabaja en equipo para afrontar situaciones adversas. Pero además, en el mundo emocional, una sociedad red-siliente es aquella que sabe cómo ayudar, apoyar y provenir. En el libro menciono que, al igual que con el tema de la obesidad, el código postal influye a la hora de hablar de salud mental. No es lo mismo vivir en una situación económica precaria que no hacerlo. 

—¿Es bueno quejarse?

—Quejarse tiene un sentido porque, de alguna manera, en la queja estamos ventilando emociones. Pero cuando se convierte en algo rutinario, estereotipado, lejos de ayudarnos hasta nos paraliza. No nos deja avanzar, nos hace incluso retroceder. La queja es quedarse en la lucha. Está bien quejarse si, además, busco una solución. Es decir, me quejo, lo verbalizo en palabras, intento entender qué es lo que ha pasado y además veo qué es lo que puedo hacer. Creo que esto es aplicable a muchas cosas en el día a día. Con todo, parece que buscar soluciones tiene que venir solo de nosotros y esto no siempre es así. Puede ser malinterpretado. Por eso hay que cogerlo con cuidado. 

—¿Qué importancia tiene la palabra en salud mental?

—Es clave. La palabra es la herramienta más potente y poderosa que tenemos en salud mental. Con eso, lo digo todo. Los límites de mi lenguaje también son los de mi mundo. Poner en palabras me permite identificar las cosas. Si soy capaz de poner en palabras un miedo, este se reduce mucho de tamaño porque, al final, es como si lo estuviéramos cosificando, reduciéndolo en un objeto. Mi miedo es esto, tiene estas dimensiones y este tamaño. Si no soy capaz de ponerlo en palabras es como una nube tóxica gris que enturbia y desenfoca mi mirada, dificulta la manera en la que me relaciono con el mundo y los demás. Me gusta mucho la palabra desenfoque o nube tóxica que lo enturbia todo. De alguna manera, las palabras crean realidades de algo que tenemos en el interior. Si tenemos ideas muy negativas se acaban convirtiendo en profecías autocumplidas. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.