Catherine vive con ASMR: «Vivir en A Coruña es intenso para mí; es un ataque constante a los sentidos»

SALUD MENTAL

Catherina, posando en un parque de A Coruña.
Catherina, posando en un parque de A Coruña. MARCOS MÍGUEZ

Capaz de sentir la Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma, esta inglesa afincada en Galicia eligió A Coruña para vivir, una ciudad que se le ha revelado como una fuente permanente de estímulos

22 mar 2024 . Actualizado a las 13:48 h.

La historia de Catherine es una concatenación de casualidades. Pese a ser del nordeste inglés, ha acabado viviendo en A Coruña. Llegó a Sanxenxo con quince años para trabajar como traductora y, con el tiempo, aquí conocería a su pareja. Fue una etapa. Se marcharon de vuelta a las islas, ella hizo un poco de todo —llegó a ser policía— y volvieron saltar el canal de la Mancha para instalarse definitivamente en Galicia en marzo del 2020, en temporada alta (altísima) de mascarillas. «Con el Brexit, decidimos marcharnos para criar a nuestro hijo. Las opiniones de la gente estaban cambiando en el Reino Unido, con una población cada vez más hostil hacia la inmigración. No quería que mi hijo se empapase de ese ambiente», explica. Primera casualidad.

La segunda es todavía más improbable. Si dimos con Catherine fue gracias a la entrevista que La Voz de la Salud hizo a Giulia Poerio, investigadora de la universidad de Sussex y una de las personas que más saben sobre ASMR (las siglas en inglés de Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma). Fue ella quién nos puso sobre su pista al explicarnos que «tenía una amiga en Galicia» que experimentaba esta sensación.

Apenas pasaron un par de días y ya estábamos conociendo a Catherine (la amiga), resguardados del mal tiempo en una cafetería. Llovía. Y cuando llueve, la ciudad desata sus olores y complica el ir y venir de sus habitantes. «Según he podido saber, las personas que sentimos ASMR solemos tener algunas características comunes, como una mayor capacidad de empatizar con los sentimientos de los demás. También percibimos más las cosas que nos rodean. Soy muy susceptible a los estímulos sensitivos, al ruido por ejemplo. Cualquier ruido, en mí se amplifica. Me agobio muy rápido. El tráfico, el ritmo de la ciudades. Para mí vivir en A Coruña es bastante intenso. Hay muchísimos sonidos, muchos olores, es un ataque constante a los sentidos», comenta Catherine sobre una ciudad que, pese a todo, le apasiona.

Si nunca han oído hablar sobre el ASMR, cabe recordar que estamos hablando de una respuesta sensorial que una parte importante de la población es capaz de experimentar (las estimaciones oscilan entre un 14 y un 20 % de la población). Se produce ante la exposición a determinados estímulos de los sentidos y que provocan en las personas capaces de percibirlo un hormigueo que se inicia en la parte posterior de la cabeza y se va irradiando al resto del cuerpo, provocando una sensación placentera y de relajación. Puede desencadenarse a través del oído (especialmente si a estas personas se les susurran cosas con suavidad), de la vista (por ejemplo, cuando ven a alguien realizar una tarea repetitiva de manera cuidadosa) o del tacto (es muy común que aparezca, por ejemplo, cuando les cortan el pelo). Sin embargo, cada caso es diferente. Pero el de Catherine es un ejemplo casi de manual.

El ASMR en el patio del colegio

Catherine no tiene un recuerdo concreto que describir cuando se le pregunta por la primera vez que sintió el ASMR bajar desde la parte trasera de su cabeza. «Tengo esta sensación desde que era una niña. Me encantaba que jugasen con mi pelo o que me hablasen con delicadeza, me quedaba grogui», eso sí lo puede asegurar. Su caso se ajusta a los patrones de desencadenantes clásicos del ASMR —muy mediados por el oído y el tacto—. También en los matices, como que esos estímulos vengan desde un contexto propicio: «Cuando mi madre me tocaba la cabeza, no sentía esa sensación. Tal vez fuese porque ella siempre solía estar con prisa y no acababa de entrar en ese estado. Dicen que suele pasar más en las interacciones con desconocidos y la verdad es que me cuadra, porque cuando mi madre me tocaba la cabeza, nada. Pero si eran amigas u otras niñas que estaban en el recreo conmigo sí que era muy relajante». En cualquier caso, este rasgo pasó desapercibido en su vida hasta que comenzó su etapa universitaria.

Fue durante mientras estudiaba la carrera en la universidad de Sheffield donde Catherine encontró a Giulia —quien orientó su carrera investigadora hacia el ASMR porque también es capaz de sentirlo—. «Pensaba que era un caso único hasta que la conocí y me habló sobre el tema. Fue quien me encendió la bombilla; ahí pude decir: "¡Eso es lo que me pasa a mí!"», exclama Catherine. Antes de la universidad, no le había contado a nadie lo que llevaba sintiendo desde que era una niña: «Lo veía con normalidad, pero era algo que considerase que tuviese que compartir o discutir con otras personas. Giulia me estuvo contando sobre la psicología que hay detrás del fenómeno, que era algo real, y ahí fue cuando empecé a descubrir todo ese mundo de los vídeos sobre ASMR que hacía que me quedasen dormida de la relajación que me provocaban. Me los ponía y empezaban los cosquilleos bajando por detrás de mi cabeza, esa relajación que invade todo el cuerpo».

Catherine Morris siente la experiencia del ASMR desde que era una niña.
Catherine Morris siente la experiencia del ASMR desde que era una niña. MARCOS MÍGUEZ

Aunque no todas las personas que experimentan el fenómeno son capaces de inducirlo a través de este tipo de vídeos, Catherine sí. Pese a que aquellas personas que experimentan el ASMR hablan de una sensación extremadamente placentera cuando se desencadena, ella no suele buscar activamente que se produzca —pese a lo fácil que lo tiene con una sencilla búsqueda en YouTube o TikTok—. «La verdad, intento no ver los vídeos porque, literalmente, me quedó dormida. Hay días en los que, porque estoy muy estresada o por lo que sea, sí que me los pongo. Sobre todo cuando necesito desconectar», asegura. En ella se produce un dato curioso con respecto a este tipo de vídeos: «Resulta que, sea en inglés o en español, me producen el mismo efecto». Y bromea con que, tal vez, podría poner su granito de arena en la investigación. «Creo que influye, por encima de todo lo demás, esa forma de hablar aterciopelada y el golpeo sutil con los dedos. Tendría que comprobar si importa o no entender lo que se está diciendo viéndome unos vídeos en finlandés». Sería interesante saberlo. 

Y su hijo, ¿también ASMR?

Unas décimas han hecho que Rory, el hijo de Catherine, no fuese esa mañana a clase y la acompaña en la entrevista. Si el ASMR tiene algún tipo de componente hereditario es otro de los misterios sobre este rasgo que la ciencia aún debe desentrañar. A falta de certezas, su madre trata de descifrar si Rory, demasiado pequeño para explicar respuestas emocionales tan complejas, también forma parte del colectivo. «Alguna vez le he puesto un vídeo, pero me mira con cara de por qué esto y no dibujos». Más allá de que no sea su contenido favorito, ella lo observa: «Le pregunto si nota algo, me mira y noto que lo que quiere saber es por qué estamos viendo eso y no a Spider-Man, que qué estoy haciendo. También me fijo en que, cuando le toco el pelo, parece que se relaja. A saber». Su marido —y padre del niño— ni es capaz de sentir el ASMR ni acaba de entender el sentido de estos vídeos. «Mi pareja no siente nada; no entiende nada cuando le enseño los vídeos. Me pregunta qué hago viendo vídeos de gente que susurra».

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.