Las claves para una buena vuelta al cole: «Comenzar con mal pie puede condicionar la evolución a lo largo del curso»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

Imagen de archivo de la vuelta al cole del año pasado.
Imagen de archivo de la vuelta al cole del año pasado. MARCOS CREO

Seguir una serie de recomendaciones es fundamental para que el niño no sufra consecuencias como somnolencia diurna o disminución del rendimiento escolar

06 sep 2023 . Actualizado a las 10:52 h.

Hay adultos que están deseando la vuelta a la normalidad y otros a los que le quita el sueño ver los primeros días de septiembre en el calendario. Podría decirse que lo mismo ocurre con los niños. El regreso a las aulas no es deseado para todos, pero los centros escolares empiezan a prepararse para abrir sus puertas y en unos días, las risas, los reencuentros y algún que otro llanto resonarán entre esas paredes. El curso arranca el 11 de septiembre en Galicia para 225.000 estudiantes. La vuelta al cole, empieza ya. 

Exprimir las vacaciones al máximo no siempre es la mejor opción

Quedan pocos días de vacaciones y es normal que los pequeños opten por querer disfrutar al máximo del último sprint. Pero dependiendo de la etapa en la que se encuentren, no siempre es la mejor opción. «Si hablamos de niños en la primera etapa de desarrollo, en la etapa infantil, los cambios son gestionados de una manera diferente. La maduración cerebral no está completa y los cambios de rutina pueden generarles mucho estrés», indica Eduardo Muñoz, psicopedagogo y especialista en neuropsicopedagogía. 

Por eso, como padres, lo ideal es anticiparse a esos cambios con tiempo, siendo parte de los mismos como figuras de apego. «Si les ayudamos a gestionar ese estrés o fluctuaciones del mismo, les estamos enseñando algo realmente importante en sus vidas. Un predictor de éxito en todos los ámbitos: la gestión de sus emociones», añade. A medida que los niños crezcan, ellos mismos podrán lidiar con estos cambios de rutina, «pero siempre bajo nuestra atenta mirada», amplía. 

Primer paso: regular horarios

«Hay muchos estudios que han evidenciado que, durante la época estival, lo que se produce es una alteración total de lo que es la estructura del día. Cuando los niños están en el colegio, tienen una hora de despertarse, desayunar, luego pasan una serie de horas en el colegio, por la tarde algunas extraescolares y una hora de dormir. Durante el verano, todo esto, si los padres no han tenido cierta previsión, se altera totalmente», señala Julio Álvarez, coordinador del Comité de Promoción de la Salud de la Asociación Española de Pediatría (AEP). De esta forma, su principal indicación es volver a dar una estructura a ese día a día: «Como cualquier hábito, no se puede hacer de un día para otro. Lo interesante sería que, unos días antes, aunque lo ideal serían quince, se comenzara a reinstaurar esa rutina. Si el niño ha estado acostándose más tarde de lo habitual, progresivamente lo que hay que hacer es ir adelantando la hora en la que se duerme y también la hora en la que lo despertamos». 

Álvarez recalca que este proceso es importante llevarlo a cabo tanto en los niños, como en los adolescentes. «Ellos, a lo largo del verano, pueden terminar acostándose a las dos de la mañana y levantándose a las doce o una del mediodía. Para pasar este horario a acostarse a las diez y media u once y despertarse a las siete, supone un esfuerzo importante y un período de adaptación que hay que pasar sí o sí».

Una vez establecido el horario de sueño y vigilia, lo ideal sería instaurarlo también en las comidas. «Adelantando la hora del desayuno, ajustando la hora de comida a lo que va a tener luego el niño y de la cena», explica el pediatra. 

¿Y si no podemos llevar a cabo ese proceso de adaptación? El problema es que puede acarrear somnolencia diurna, disminución del rendimiento escolar y alteración del humor. «Para empezar una nueva etapa, no es nada positivo. Cómo va a asumir un niño el comienzo de un curso no tiene nada que ver si está en condiciones adecuadas o si está cansado. Desde el reencuentro con los amigos a la primera impresión con los profesores. Todo esto, el comenzar una nueva etapa con mal pie, puede condicionar la evolución a lo largo del curso en algunos casos». 

¿Cuánto debe dormir un niño?

A grandes rasgos, los adolescentes deben dormir igual que los adultos, unas ocho horas. Los preadolescentes, entre los ocho y doce años, se recomienda un poco más, cerca de diez horas. Y ya por último, los más pequeños, lo ideal es que descansen entre diez y doce horas.

«No quiero volver al cole»

Después de dos meses de vacaciones, no siempre apetece la vuelta. En este sentido, Muñoz recalca que bajo ningún concepto se debe caer en el «ya se le pasará», porque de esa forma, estamos invalidando lo que siente. «Y quizás en un futuro, si a ese niño no le damos espacio para sentir esas emociones, las reprima». El psicopedagogo aconseja que, a la hora de relacionarnos con los pequeños cuando pasan por emociones intensas que quizás no entiendan, «debemos tener en cuenta varias premisas: sintonizar con el estado emocional del niño, legitimar esa emoción sin juzgarla, entenderla y darle el valor que se merece, escuchándole. Armonizar con esa emoción y ajustar nuestra respuesta en base a lo que sientan. Algo que, a lo mejor, no siempre hacemos». 

Una opinión con la que concuerda Mireia Orgilés, catedrática en tratamiento psicológico infantil en la Universidad Miguel Hernández: «Normalmente, el período de vacaciones es un momento en el que el niño está muy a gusto, sin prácticamente obligaciones o viajando. Por eso puede que algunos, vean de forma negativa la vuelta. En este sentido, lo importante es destacarle los aspectos positivos del regreso. Sobre todo en la parte social. Decirle que hay compañeros que hace mucho que no ven o recordarle esa extraescolar que tanto le gusta». Otra propuesta de la psicóloga es involucrar al pequeño en los preparativos de esa vuelta al cole, como comprar el material escolar o la mochila

Los llantos del primer día 

Sobre todo cuando son pequeños, en etapas preescolares, los niños no tienen noción del tiempo, los recuerdos no están muy afianzados y el apego con los padres es mayor. Por eso, el primer día de escuela infantil, con la consecuente despedida de papá, mamá o ambos, puede acabar en llanto. «La despedida debe ser con cariño, pero firme. No debemos extenderla mucho en el tiempo porque, a veces, tendemos a ser muy afectuosos. Hay que transmitirse el mensaje de 'aquí vas a estar bien'», aconseja Orgilés. 

«Seguro que a más de uno le suena la situación de que el niño se pone a llorar en la puerta y la profe te dice: 'Corre que no te vea'. Como estrategia tiene algunas fallas. Si la vemos desde el punto de vista de los niños, pueden sentir un abandono real y nosotros, también lo podemos pasar mal», apunta el psicopedagogo. ¿Cómo actuar? «Como padres, podemos hacer varias cosas que amortigüen ese momento. Una de ellas es ir a colegio diez o quince minutos antes para que se vayan adaptando al entorno. En ese primer día y durante los anteriores, también le podemos ayudar contándole esa nueva etapa: la forma en la que entrará, con quién estará, qué hará. Dejando que el niño nos la cuente también a nosotros una y otra vez, si es necesario. Así su cerebro realizará la integración de esa información y no será tan estresante en el momento que la vivan», responde Muñoz. 

Otra recomendación de Orgilés es decirle al niño cuándo vamos a volver. «Cuando son pequeños, cuando no tienen noción del tiempo, una buena opción es decirle: después de la siesta, mamá volverá; o después de la merienda, volveré». En ese sentido, Gonzalo Oñoro, pediatra, también concuerda: «Esos niños que tienen tres o cuatro años, que miden el tiempo diferente a los adultos, no saben lo que son las tres de la tarde o las once de la mañana, si eso es mucho o poco. Pero decirle, por ejemplo, que vas a venir después de comer, le da mucha seguridad porque van a ir viendo cómo pasa el día y van ocurriendo ciertas cosas, sabiendo que su padre o su madre volverá». 

Las rabietas

Es una etapa de grandes cambios y los expertos están de acuerdo en que es totalmente normal que se produzcan rabietas. «Es difícil. Por ejemplo, por las mañanas. A veces tenemos prisa porque llegamos tarde al trabajo, queremos que el niño desayune pronto, se vista... El peor enemigo de la educación o crianza de los niños es la prisa. Un niño necesita tiempo, calmarse. No nos pueden ver inseguros y con la necesidad de que la rabieta se acabe. Al contrario. Tiene que ver que tenemos tiempo y que vamos a esperar a que él esté tranquilo para continuar con la rutina. Porque si no, el niño puede pensar que igual se puede quedar en casa con nosotros. No, siempre transmitir que, aunque no te apetezca mucho, hay que ir al colegio, al igual que yo tengo que ir a trabajar. Vamos a calmarnos, a esperar que tú estés preparado y, en cuanto estés, vamos». 

Además, Muñoz explica que pueden darse dos tipos de rabietas: las intencionadas y las que no lo son. Dependiendo de cuál sea, la reacción de los padres puede ser diferente. Las primeras, son conscientes, mientras que las segundas son reacciones a estímulos, «en las que se ven secuestrados por sus emociones e incapaces de controlarse».  

La planificación de las extraescolares: lo ideal, un deporte 

Septiembre también implica la vuelta de las extraescolares. En este sentido, el pediatra Álvarez recalca que cada niño es un mundo y que la situación particular de la familia, también. Con todo, comenta que «teniendo en cuenta que los niños ya están haciendo actividad intelectual durante siete u ocho horas al día en el colegio, en las que están sentados todo el tiempo, lo ideal es priorizar extraescolares que impliquen un incremento de la actividad física». 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo ideal es que los pequeños practiquen, como mínimo, una hora de actividad física moderada-intensa al día. «Ese sería el mínimo. Por eso, lo ideal, es que se prioricen extraescolares que favorecieran el incremento de esta. Luego le puede gustar dibujar, piano o teatro. Pero, si el resto de la semana no nos hemos acercado a estas recomendaciones de actividad, quizás lo mejor que le viene a ese niño es deporte. Digamos que otro tipo de actividades están bien cuando ya tengas las necesidades básicas cubiertas y, una básica, es el ejercicio físico regular, porque evita el desarrollo de muchas enfermedades», amplía Álvarez.

Decir adiós al uso de las pantallas 

Por debajo de los cinco años, la OMS aconseja tres horas de actividad física, mayoritariamente jugando. De esta forma, Álvarez, remarca: «Hay que priorizar el juego, sobre todo, con otros niños. De ahí que, mientras los niños mayores consiguen el objetivo de moverse realizando una actividad deportiva o actividades grupales, en los más pequeños se consigue con el parque», señala el pediatra.

«Muchas veces, los padres te dicen: 'De dónde saco yo ese tiempo para llevar al niño al parque'. Yo siempre digo: '¿De donde podemos restar siempre? De las pantallas'. Es otro de los grandes retos que se plantean los padres con la llegada del nuevo curso: disminuir drásticamente el tiempo de uso de dispositivos electrónicos que tienen los niños», comenta el pediatra. Durante el verano, se incrementa. «En niños, la recomendación es una hora al día de pantallas y muchas veces, el uso suele ser superior. Por debajo de los tres años la recomendación es cero horas, excepto que sea para comunicarme con otros familiares», subraya el doctor.

En este sentido, ante posibles dudas que puedan surgir a los padres sobre cómo disminuir ese uso, recomienda una herramienta que ha desarrollado la AEP: Plan Digital de la Asociación Española de Pediatría. «Una página web en la que, todo este conocimiento, se intenta trasladar a las familias para que lo pongan en práctica. Cómo regular el uso de pantallas en sus casas». 

¿Cuánto durará el proceso de adaptación a la vuelta al cole?

Aunque es muy variable, por fortuna el proceso de adaptación a la nueva rutina solo durará unos pocos días. «Hay quien se adapta muy bien desde el primer o segundo día, y hay otros que se prolonga más y que puede durar incluso una semana, quince días o incluso un mes», confiesa la catedrática en psicología infantil. «Lo importante ahí es ver que el niño, poco a poco, lo va llevando mejor». ¿Y si eso no ocurre? «En el caso de que se vea que es una conducta muy prolongada que no se termina de adaptar, hablarlo con la profesora o tutora para que haga un poco de apoyo y de las instrucciones a seguir», concluye la psicóloga. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.