El tabú sobre la espermaquia, la primera eyaculación: «Todavía se la llama polución nocturna»

LA TRIBU

La espermaquia suele suceder durante el sueño.
La espermaquia suele suceder durante el sueño. La Voz de la Salud

Mientras que la primera menstruación de las mujeres adolescentes es comentada en los hogares, los primeros signos de la sexualidad de los chicos no son compartidos en familia

18 abr 2024 . Actualizado a las 10:35 h.

La idea de la sexualidad que tenemos en la España del 2024 es el resultado de siglos navegando entre pecados, herejías, moralidad y lascivia. Un campo semántico aterrador que convirtió la relación de los ciudadanos de buena parte de Europa con su propia sexualidad en un tema nada conveniente para conversar. Pocos tabúes cuentan con tanta documentación histórica. Las formas de amar no hegemónicas fueron confinadas, pero también el sexo como fenómeno normativo y fisiológico. Basta una mirada a la iconografía religiosa surgida en el arte tras la contrarreforma del siglo XVI, cuando la virgen María, embarazada de la Santísima Trinidad, comienza a ser sustituida por considerarse una herejía. Ante este panorama, complicado mantener una charla sobre sexo libre de juicios.

Han pasado los siglos y el tabú se ha ido degradando. Pero creerlo desaparecido sería pecar de un optimismo bastante ingenuo. Según señalan los pediatras especializados en adolescencia, siguen existiendo grupos poblacionales para los que la información sobre procesos naturales como la primera regla es nula o se transmite de manera abstracta. Así lo reporta Luis Rodríguez Molinero, pediatra acreditado en medicina de la adolescencia y vocal de la Asociación Española de Medicina de la Adolescencia: «Hay grupos sociales muy preparados, que tienen mucha información y educación. Pero hay otros que todavía parecen vivir en el siglo XIX, un grupo de la población que nos preocupa en el que la sexualidad es un tabú. ¿Cómo es posible que todavía existan niñas a las que les sorprenda la menstruación porque nadie les ha hablado de ella? Niñas que un buen día, con 12 o 13 años, cuando se van a cambiar la ropa después de la clase de gimnasia, se encuentran con que han manchado y se asustan. A estas niñas se les habla en abstracto de la menarquia, les dicen que ''ya son una mujer'', que algún día tendrán hijos, pero nunca de que les llegará el ciclo menstrual». 

Si esto sucede aún con las chicas, ¿en qué punto estamos con los chicos? Según el informe Relaciones Afectivas y Sexualidad en la Adolescencia elaborado por el Gobierno, apenas un 12 % del total de los jóvenes obtienen información útil sobre sexualidad y cuidados de la salud sexual de sus padres —muy por debajo del 32 % que asegura obtenerla de internet—. Si en vez de «padres», hablamos de padre y madre por separado, los datos son aún más reveladores. La figura paterna solo es referida como proveedor de información por un 4,5 % de chicos y un 1,5 % de chicas. Datos que chocan frente al 14,5 % de chicas que sí recurren a su madre para conocer información sobre los procesos de su cuerpo en el inicio de la pubertad.

Es cierto que la escuela se ha asentado como una pata esencial en la educación sexual que compensa, en parte, el silencio familiar. Fuera de ella, hablar de sexo con papá no parece ser una escena habitual en los hogares españoles. Una situación que provoca que los niños se enfrenten solos —o peor aún, mal acompañados— al inicio de su sexualidad. Además, existe un cambio del modelo familiar tradicional. El número de hogares monoparentales y también monomarentales se ha multiplicado. Madres que, por su condición de mujer, no han vivido en primera persona esos cambios, lo que dificulta el abordaje. En este contexto, la espermaquia permanece en una clandestinidad injustificada, un silencio que sí se ha roto con la regla. «Algo malo hemos hecho en la educación de nuestros hijos, porque uno de los objetivos de educar es anticiparte a lo que va a pasar. Es algo que también sucede con la menopausia, que todavía hay mujeres que se sienten asustadas cuando con cincuenta años se les va la regla. Es un error social, algo mal estamos haciendo cuando ciertos eventos normativos los vemos como anormales», comenta Luis Rodríguez Molinero.

¿Qué es la espermaquia? 

«La espermaquia es el equivalente a la primera regla en la mujer, llamado coloquialmente polución nocturna. Fíjate qué enrevesado es el lenguaje que llamamos polución nocturna a un fenómeno fisiológico. Los chicos, cuando lo escuchan, no lo entienden. Preguntan si es que están contaminando. Se sorprenden», asegura el pediatra. La espermaquia no es otra cosa que la primera eyaculación que viven los niños al alcanzar una edad que, según la media, oscila entre los 13 y los 14 años y que no está vinculada necesariamente a la estimulación sexual. Es una vía fisiológica que encuentra el cuerpo de los adolescentes de expulsar el semen acumulado.

En el caso de los chicos, habrá que diferenciar tres dimensiones distintas de la eyaculación: la reproductiva, la sexual y, por último, la fisiológica. La espermaquia se enmarca dentro de esta última. «Hablamos de la eliminación del esperma que se está produciendo en la adolescencia por la influencia de la testosterona, del hipotálamo y de las hormonas sexuales que provocan el crecimiento de los testículos. A partir de ese despertar sexual, los testículos empiezan a generar espermatozoides. Tengamos en cuenta una diferencia con respecto a la mujer: mientras la mujer solo produce un óvulo al mes, los varones producen espermatozoides constantemente. El cuerpo, para eliminar ese esperma que se acumula en la vesícula seminal, utiliza los sueños —de ahí lo de la polución nocturna—, que pueden ir asociados a fantasías o excitaciones eróticas, aunque no siempre. La espermaquia es la eliminación del esperma que el varón acumula con el desarrollo de la pubertad».

La cuarta de las acepciones de la RAE para la palabra polución es «en sentido moral, corrupción, profanación». Parece que ni el diccionario logra esquivar los juicios de la sexualidad.

En definitiva, la espermaquia es una forma del cuerpo de los chicos que inician su edad puberal para eliminar el stock.

El estigma de la primera eyaculación

La socióloga y maestra Júlia Sánchez Andreo sabe lo que es recorrerse los centros educativos de Cataluña para hablar de sexo. Fundadora de La Ciranda, un proyecto de acompañamiento respetuoso de la sexualidad muy centrado en población infanto-juvenil, llegó a escribir un cuento sobre la espermaquia —titulado Espermaquia (Pol·len, 2021)—  cuando vio lo habitual que era que los niños se enfrentasen solos a un proceso que no compartían con absolutamente nadie. «Cuando decidimos empezar a trabajar en las aulas, ya había trabajado mucho sobre la menstruación o sobre el parto, junto a muchas ginecólogas. Pero no solo puedes explicar la menstruación. Fue necesario investigar más sobre los procesos de maduración en los chicos. Además soy madre de un niño y me motivó más a generar recursos que pudiese utilizar cuando creciese. Como yo no he tenido la experiencia corporal, remití un cuestionario a grupos de hombres, sexólogos o a grupos que trabajasen masculinidad. Obtuve más de cien respuestas a preguntas de todo tipo: los cambios físicos y emocionales que habían vivido desde la infancia hasta la juventud, los tipos de relación de amistad que tuvieron, cómo fue la primera eyaculación, la masturbación, el coito y la sexualidad. Con esa información y la experiencia que obtuvimos en las aulas, hice el cuento», explica Sánchez. 

Una de las conclusiones que obtuvo fue que esta primera eyaculación nocturna «en la que están a solas» no era compartida ni tampoco nadie les había advertido sobre que les podía suceder. «Entre amigos sí hablan de la eyaculación, de la cantidad de semen, la distancia o la potencia. Pero es que de esa primera eyaculación no se habla ni entre los amigos. Nadie les había dicho nada, aseguraban que se asustaban, que se ensuciaban, que no sabía qué hacer. Es algo que ocurre sin ser tú consciente de que está a punto de pasar y no gestionas. Es de lo que menos información había», enumera Júlia asegura que el relato sobre la eyaculación al que tienen acceso los niños se limita al placer que provoca la masturbación, pero no de la parte fisiológica.

«Algo que me sorprende mucho, es que no hay ningún método de gestión del esperma. Con la menstruación tenemos las copas, las compresas, las bragas menstruales, los tampones, hay un montón de métodos para gestionarla cuando, de alguna manera, es más involuntaria. Sin embargo, con la eyaculación no hay nada. Sánchez Andreo constata que siguen siendo comunes los métodos poco higiénicos  para contener el esperma, creando sobre la eyaculación un aura sórdida sobre un evento fisiológico, que solo se explica debido al tabú que persiste sobre la sexualidad. «Me sorprenden muchos relatos muy escatológicos de gestión del esperma. Adolescentes que se lo embadurnan por el cuerpo y que dicen ''ya me ducharé'', casos en los que sale disparado por todos lados y, con la ropa de cama, hacen una bola y ya alguien lo limpiará. O el uso de calcetines sucios donde los niños introducen el pene antes de eyacular. Me imagino un calcetín de un adolescente abandonado debajo de la cama y pienso en la poca dignidad que hay en ese acto. Creo que, si puedes tener con dignidad un papel de váter en la mesilla de noche, una papelera o una toallita con tu nombre, algún elemento un poco más consciente y digno, creo que nos ayudaría a construir una sexualidad más higiénica, responsable y, en definitiva, más digna».

La importancia del lenguaje: un vocabulario de «corral»

La especialista pone el foco también sobre el lenguaje que habitualmente orbita sobre la eyaculación de los adolescentes y de los hombres en general. «Está muy presente ese tabú. Nuestra hipótesis de trabajo es que si los chicos, las personas con pene, tuvieran una dignidad para hablar de sus genitales, lo harían mejor. Si no das un vocabulario adecuado, vas a acabar en ese círculo de la polla, los huevos y la paja. Siempre digo que parece que están en el gallinero. Están metidos en el corral, cuando somos seres humanos con pene y testículos. El vocabulario ya lo esconde, lo hace malo. Cuando eyaculo y no lo puedo contar, parece haber un secreto, una sensación de culpa. Y esto provoca que cuando la sexualidad pasa a ser compartida con otros o con otras, arrastre toda esa 'maldad', culpa y clandestinidad. Eso no ayuda a nadie. Es muy importante dejar claro desde la infancia que no es una polla y unos huevos. Que tienen testículos y tienen pene. Son palabras tranquilas, sanas, normales; incluso médicas y fisiológicas». Pequeños pasos que podrían dirigirnos hacia una mejor manera de relacionarnos con nuestra sexualidad desde su despertar.

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.