Ignacio Novo, médico internista: «Una copa de vino al día no aporta ningún beneficio para la salud»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Ignacio Novo, médico internista, en una foto de archivo.
Ignacio Novo, médico internista, en una foto de archivo. Sandra Alonso

El especialista, que es portavoz del Grupo de Alcohol y Otras Drogas de la Sociedad Española de Medicina Interna, recuerda que el alcohol fermentado «no es mejor que el destilado porque la sustancia tóxica sigue estando presente»

13 nov 2023 . Actualizado a las 19:04 h.

El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida por la población en España, según la Encuesta Edades, elaborada por el Ministerio de Sanidad. También es la que goza de mejor fama, aunque ni una copa es saludable, ni existe un tipo de alcohol mejor que otro. Por el contrario, sí se sabe que es un factor causal en más de 200 enfermedades y su consumo nocivo no solo puede perjudicar a quién lo hace, sino a los de su alrededor. De los encuestados en el informe Edades, el 64,5 % declararon haber consumido alcohol en los últimos 30 días, mientras que el 9 % reconocía una ingesta diaria. Por edad, las mayores prevalencias de consumo, especialmente en el último mes, se registraron entre los 25 y 34 años. Sin embargo, la ingesta diaria era mayor en el tramo que superaba los 55. 

Si bien muchos se han excusado en un consumo responsable, Ignacio Novo, secretario y portavoz del Grupo de Alcohol y Otras Drogas de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y médico internista en el Complexo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela (CHUS), desmiente esta creencia: «La diferencia entre personas que nunca hayan bebido alcohol y las que hayan tomado cualquier cantidad en cualquier momento de su vida es que estas últimas van a tener un riesgo aumentado de cáncer y otras enfermedades». 

—¿Cómo es el camino que sigue el alcohol desde que se ingiere hasta que se expulsa?

—La ruta que sigue cualquier bebida con alcohol es más o menos la misma, aunque vaya a depender de si la persona la tomó con algo, si hubo ingesta de alimentos a la vez y otros factores. Con todo y en general, la absorción sucede bastante rápido en el tubo digestivo, mientras que la metabolización depende de algunos factores intrínsecos a la persona. Por ejemplo, hay una cierta predisposición genética en algunas personas a que esta sea más rápida o más lenta. Una parte de la metabolización, aunque no toda, sucede en el hígado; también intervienen otros órganos como los pulmones, los riñones o el páncreas. A partir de ahí, la posibilidad de eliminar dependerá de la capacidad que tenga el organismo para ello. Una parte se realiza también a través del hígado, otra pequeña parte a partir del aire exhalado; y si no es capaz de desaparecer por completo, se formará el acetaldehído, que es una sustancia realmente dañina, que se distribuye por el organismo y acaba causando el perjuicio. Este es el circuito bastante resumido, eso sí.

—¿El alcohol llega al corazón?

—Claro. Una cosa es el metabolismo en sí, es decir, cómo se digiere (por decirlo de alguna forma) la sustancia, y otra es dónde hay efectos tóxicos y dañinos. Que ojo, en algunos casos son los que se buscan cuando se usa una sustancia como droga, como la supuesta euforia. A ese nivel, hay efectos casi en cualquier órgano del cuerpo. Con una intoxicación aguda, en el corazón se puede producir lo que coloquialmente se conoce como el corazón de fiesta. Consiste en la aparición, muchas veces al día siguiente, de taquicardias, arritmias, debido a un consumo excesivo de alcohol. Por ejemplo, la persona intenta hacer sus actividades cotidianas, pero nota ese ritmo irregular del corazón que es algo perfectamente descrito, incluso en personas sanas que nunca habían tenido una arritmia. Por otro lado, se encuentran los efectos del consumo crónico, de la toxicidad acumulada, que entre todos los problemas graves asociados destaca la miocardiopatía dilatada. Es una dilatación progresiva del corazón, como si las fibras musculares estuvieran estirando cada vez más. Esto acaba provocando una disfunción de la contractilidad cardíaca, con cuadros de insuficiencia muy complejos de tratar que en ocasiones no tienen un tratamiento más allá de colocar dispositivos.

—¿Y respecto al cerebro?

—Además de la intoxicación aguda, se sabe que produce una neuroinflamación crónica en personas que consumen alcohol de forma habitual durante un largo período de tiempo. Ese daño se asocia a diversas enfermedades, algunas de ellas se parecen a una demencia, y luego está el clásico síndrome de Wernicke Korsakoff. Por un lado, conduce a una disfunción para caminar y hacer otras actividades, y por otro, una alteración de la memoria reciente, por citar algunos.

—Le sobran los ejemplos. Se ha visto que el alcohol contribuye a la aparición de 200 enfermedades.

—Claro. En otros órganos, como el páncreas, la asociación con el cáncer de páncreas o pancreatitis es muy habitual. Por supuesto, la asociación con el cáncer O.R.L., cabeza y cuello, es muy potente; también con el tubo digestivo, como el cáncer de colon y demás. Hay grupos de investigación que estudian la relación que guarda el consumo de alcohol con el daño ósea, con la osteoporosis acelerada o la alteración de los lípidos. Uno podría hacer un compendio de medicina de enfermedades relacionadas con el alcohol.

—Viendo la curva de alcoholemia en un gráfico de la DGT, la meseta se produce a las seis horas después de la ingesta. En teoría, si se hace una prueba de alcoholemia por espirometría tras este tiempo, daría negativo. Pero, ¿el alcohol sigue estando presente en la sangre?

—Sí, de hecho, se puede detectar hasta casi 24 horas después, dependiendo del nivel de ingesta que uno haya tenido y de la sensibilidad al alcohol. En el hospital, hay formas de detectar restos de etanol por encima de doce horas. Lo que sucede con las espirometrías es que la sensibilidad de los aparatos es menor, y por lo tanto, la posibilidad de detectarlo también decrece. Se debe más a eso que a que uno haya eliminado el alcohol de su cuerpo por completo. Después, hay zonas del organismo en las que ese etanol todavía se estará procesando, como es el hígado en este caso, o el tejido adiposo, las zonas grasas donde también puede haber un acúmulo de tóxicos en general.

—¿Habría forma de que afectase a la conducción?

—Saberlo es algo muy difícil, porque es algo individual. La gente siempre me pregunta sobre lo relacionado con las intoxicaciones agudas, pero desde el punto de vista médico, también atendemos a muchos pacientes crónicos. En este paciente, que tienen una dependencia, la alteración de sus capacidades puede deberse a tres cosas: a la intoxicación aguda; al síndrome de abstinencia, que tanto lo puede tener alguien que toma mucho alcohol, como alguien que ha estado tres días en una fiesta de pueblo con un consumo elevado, que hace que al día siguiente, aún sin alcohol en sangre, presente síntomas suficientes que le impidan hacer actividades como conducir. Y luego, una persona que tiene un consumo crónico, aunque no se le detecte etanol, puede estar experimentando unos problemas por daño cerebral y otras circunstancias.

—¿De dónde sale la resaca?

—Aquí influye la deshidratación, que no solo se debe a beber alcohol en lugar de otras cosas, sino a que las bebidas con alcohol no son hidratantes. Al revés, tiene un efecto diurético muy fuerte porque bloquea la hormona antidiurética, la cual se encarga de ayudar a regular los líquidos de nuestro organismo. Cualquier persona que bebe alcohol, puede percibir que va más al baño. Y esta deshidratación, relativa o absoluta, sí influye en el malestar. Además, hay una parte de la resaca que se debe a la propia toxicidad, que cuando el tubo digestivo absorbe el alcohol puede provocar las náuseas, o los vómitos. Y ya, por último, hay una parte que se puede dar en personas que consideran que su consumo no es elevado, pero en realidad sí lo es, y es síndrome de abstinencia que aparece al día siguiente con mareos, temblores o dolores de cabeza. Además, otra parte que puede deberse a una hipoglucemia relativa, porque el alcohol bloquea el metabolismo de la glucosa. Son varios los factores que se relacionan con la aparición de estos síntomas, conocidos como resaca.

—Si un paciente acude a su consulta y le dice que toma de dos a cuatro copas de vino a la semana, ¿es motivo de preocupación?

—Hace unos años, se publicaron unos análisis que se hacen de forma anual en los que se correlaciona el impacto sobre la salud de diversas cosas. La conclusión respecto al alcohol, y ojo que son estudios a nivel mundial con millones de personas incluidas, fue que cualquier cantidad se puede considerar de riesgo a largo plazo para enfermedades, sobre todo, cáncer. Es decir, la diferencia entre personas que nunca hayan bebido alcohol y las que hayan consumido cualquier cantidad en cualquier momento de su vida es que estas últimas van a tener un riesgo aumentado de cáncer y otras enfermedades, que es mayor cuanto más se consuma. Esto llevó a que los países fuesen haciendo recomendaciones más estrictas en cuanto a lo que consideran un consumo de riesgo en comparación a lo que antes se decía.

—¿En España dónde se sitúa?

—El consumo de alcohol se mide en unidades de bebida estándar, que en cada país se considera una cosa. Aquí corresponde a diez gramos de alcohol que, para entendernos, sería una caña de cerveza, media copa de vino, un chupito o media copa de combinado. En la actualidad, en España, la recomendación oficial es que cualquier consumo implica un riesgo. Por encima de esto, en hombres, un consumo de alto riesgo es más de dos unidades al día, y en mujeres, una. Es decir, estaríamos hablando de 14 o 7, respectivamente a la semana. Bastante menos que antes. Por su parte, algunos países como Canadá han sacado recomendaciones todavía más estrictas, y hablan de que una o dos bebidas a la semana ya supone un riesgo moderado o alto de enfermedades relacionadas con su ingesta. Creo que esto debe tener un impacto en la población y en el descenso de consumo, que desgraciadamente en España no lo está teniendo.

Ignacio Novo, médico internista, en una foto de archivo.
Ignacio Novo, médico internista, en una foto de archivo. Sandra Alonso

—Hace falta concienciación y algo más.

—Sí. Pienso que una parte importante sería el etiquetado de las bebidas, que así como en el tabaco se logró, en el alcohol todavía no, para que esta información llegue realmente a las personas.

—Diversos estudios encontraron que el consumo de jóvenes se caracteriza por ser en atracón, algo preocupante para ustedes.

—Así es. Hasta hace poco no se le daba mucha importancia, pero ya aparece recogido como un consumo de alto riesgo relacionado con diversas enfermedades. En este caso, se habla de una ingesta de seis unidades en hombres o de cuatro en mujeres en un período corto de tiempo, en torno a seis horas. Lo que es salir por la noche y tomarse seis cervezas o dos copas, que ya es de alto riesgo.

—¿Hasta qué punto llegan los efectos del alcohol en personas adolescentes y jóvenes?

—Son momentos de mayor vulnerabilidad, hay estudios que hablan de trastornos de conducta relacionados, de desarrollo de enfermedades de índole psiquiátrica en el futuro, pero también de índole orgánica. Se puede perpetuar una adicción a una o varias sustancias. A veces el consumo de alcohol en adolescentes es un vehículo para iniciarse en el consumo de otros tóxicos que acaban siendo, en combinación, muy perjudiciales. Incluso, sin llegar a extremos, el daño orgánico por alcohol en personas jóvenes está infradiagnosticado e infraestudiado.

—¿Por qué razón?

—Normalmente, la gente joven no consulta por esto, y considera que salir todas las noches y tomar cuatro copas es normal y no pasa nada. Una compañera de Salamanca hizo un trabajo, durante dos años, en el que se analizaron las muestras de sangre de gente muy joven que acudían en la noche del Fin de Año Universitario. Se detectó que un porcentaje superior al 20 % tenía alteraciones en el perfil hepático, alteraciones de inflamación en el hígado con 18 años, debido a un consumo excesivo de alcohol y no solo de aquella noche. Un alumno de la universidad hizo su trabajo de fin de grado sobre qué considera la gente que es beber normal. En torno a un 30 % de los participantes daban positivo tras la valoración por encuestas de trastornos adictivos y requerían una valoración específica porque había datos que hacían pensar que podía haber un problema detrás. Pienso que estos problemas están infradiagnosticados y que muchas veces se normalizan situaciones que no lo son, o se minimizan síntomas o actitudes que deberían alertarnos de que algo está pasando.

—¿Qué es más adictivo como droga: el alcohol o el cannabis?

—En cuanto al potencial de la sustancia, es muy difícil hacer una comparación porque requeriría una especie de ensayo clínico comparando las dos cosas. Por el contrario, sí hay estudios en animales en los que se vio que el potencial adictivo del alcohol es equiparable a cualquier otra droga. Realmente, en ese sentido no hay diferencias. Pero hay otro factor muy importante a favor del alcohol que es el social. Ninguna droga está tan normalizada como el alcohol, y la presión de grupo, los eventos nocturnos, los de ocio, incluso publicidad y patrocinio, al final, acaban engullendo a la población, especialmente joven, en una rutina de que aquí se viene a consumir.

—Pongamos que dos personas están bajo el mismo tratamiento. Una bebe alcohol y otra no. ¿El pronóstico y efectividad sería diferente?

—Va a influir seguro, sobre todo, en la absorción de tratamientos orales. También en la metabolización, pues hay fármacos que la sustancia efectiva no es lo que nosotros tomamos, sino lo que el organismo metaboliza, y el alcohol puede entorpecer. Además, puede empeorar la tolerancia o provocar alteraciones directas. Algunos antibióticos o antidiabéticos tienen un efecto de interacción con el alcohol y pueden provocar una reacción de antabus, que hace que uno se ponga muy rojo, suda y tenga una sensación de calor tremenda. Así que no recomendaría consumir alcohol mientras se toma un fármaco. Desgraciadamente un porcentaje altísimo de la población, especialmente con más de 60 años, los mezcla.

—¿El consumo de alcohol crónico es capaz de producir cambios genéticos?

—Sí, totalmente. Cualquier exposición a tóxicos o agresiones pueden influir de dos maneras: una, estimulando alguna predisposición que uno ya tenga, con la que haya nacido; y dos, en sí mismo, el alcohol puede inducir a alguna alteración de tipo genético. No porque modifique el ADN, sino porque haga que se expresen algunos genes reguladores de la expresión de otros genes. Esto es algo complicado de entender. En nuestro grupo de trabajo tenemos varias publicaciones en las que se estudian algunas rutas de la respuesta inflamatoria que se modifican claramente en las personas que consumen alcohol de forma habitual, eso acaba condicionando que nuestros genes se expresen de una forma u otra, y esto se asocia a ciertas enfermedades. El vínculo genético entre alcohol, expresión genética y alguna enfermedad es más complicado de establecer, pero en algunas patologías sí lo hay.

—Existen muchos mitos sobre el alcohol y la salud. ¿La copa de vino tinto es tan buena como dicen?

—Es un no rotundo y no hay ninguna duda de esto. Detrás de todo ello, muchas veces estaban los lobbies de las empresas relacionadas con las bebidas alcohólicas. Hay estudios antiguos que defienden esta hipótesis en los que se hablaba del vino tinto metido dentro del concepto de dieta mediterránea, pero con el tiempo se ha visto que no es así y no aporta ningún beneficio. Podríamos discutir si tomar solo una copa al día es muy perjudicial. Como decíamos antes, esto va a depender del grado de consumo, pero sin duda, lo que seguro sabemos es que no va a aportar ningún beneficio para la salud. Eso está hoy en día más que claro.

—¿La cerveza es un buen recuperador después de hacer ejercicio?

—No. Cualquier tipo de bebida alcohólica bloquea el efecto de la hormona antidiurética. Va hacer que uno pierda líquido excesivamente por una parte, y por otra parte, es una bebida vacía que no lleva iones, que no lleva ningún tipo de aporte de energía, y no va a ser en ningún caso una buena opción para recuperarse del ejercicio físico. Al revés, lo que puede hacer es que el ejercicio no surta los efectos adecuados porque no haya suficiente glucosa para manejar la situación.

—¿El alcohol fermentado es mejor que el destilado?

—Tampoco. La sustancia tóxica, que es el etanol, y su metabolito que es el acetaldehído, están presentes independientemente de qué bebida ingiramos. Como es lógico, la concentración de alcohol será diferente en unas que en otras, pero los procesos que llevan a la producción de alcohol, al final, son similares. En un caso es más lento y en otro más acelerado, pero a fin de cuentas no hay diferencias en esto.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.