Cincuenta decisiones más cada día: así es la diabetes

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

La diabetes afecta al 10 % de la población, según el Ministerio de Sanidad.
La diabetes afecta al 10 % de la población, según el Ministerio de Sanidad. La Voz de la Salud | iStock

Existen hasta cinco clases, pero las más habituales son la Tipo 1 y Tipo 2. Según el Ministerio de Sanidad afecta hasta al 10 % de la población general y estima que «por cada paciente diabético, existe otro no diagnosticado»

17 ene 2023 . Actualizado a las 11:29 h.

La diabetes mellitus es un tipo de patología endocrino metabólica, caracterizada por un nivel elevado de glucosa en sangre, como consecuencia de la falta de insulina o el mal funcionamiento de esta. A su vez, la insulina es una hormona secretada por el páncreas, que surge como respuesta al aumento de concentración de glucosa en el torrente sanguíneo, una vez el organismo ha realizado la digestión y los azúcares presentes en la comida se han absorbido. Precisamente, esta es la sustancia que «permite que la glucosa pueda acceder a las células para ser utilizada como energía o para almacenarse y servir de reserva energética durante el ayuno», explica el doctor Pedro José Pinés Corrales, especialista del área de Endocrinología y Nutrición del Complejo Hospitalario Universitario de Albacete y miembro del área de Diabetes de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

Cuando las células y las moléculas de insulina se encuentran, se activan los mecanismos que permiten que la glucosa penetre a su interior. Sin embargo, tal y como ocurre en los pacientes de diabetes, si no se produce insulina, o esta no es reconocida por las células, la glucosa no logra entrar en ellas. Así, mientras este azúcar se va acumulando en el torrente sanguíneo, las células no pueden utilizarlo como fuente de energía principal. Este proceso de alteración metabólica puede explicarse de diferentes formas. Así lo expone la Federación Española de la Diabetes (FEDE):

«En algunas personas, la diabetes se desarrolla porque el páncreas pierde la capacidad de fabricar insulina a raíz de una reacción autoinmune del propio organismo contra las células que secretan esta hormona, mientras que en otros casos, el páncreas mantiene la capacidad de producirla, pero es el resto del cuerpo el que se vuelve resistente a su acción».

El aumento de la glucemia (hiperglucemia) también puede deberse a una combinación de los dos factores anteriores, y de no controlarse en cualquiera de los casos, podría afectar a la función de varios órganos, entre ellos los ojos, los riñones, los nervios, el corazón y los vasos sanguíneos.

Para entenderlo, el doctor Pinés Corrales recurre a una metáfora. El profesional habla de la insulina como «la llave que permite que la glucosa acceda a las células del organismo». Cuanto esta hormona está ausente, «no existe la llave», o si encuentra resistencia, «la llave no funciona correctamente», la glucosa se acumula progresivamente en la sangre. Sin embargo, «no es utilizada para obtener energía ya que no puede acceder a las células. Termina eliminándose por la orina dando lugar a algunos de los síntomas típicos de la diabetes como son el aumento del volumen de orina (poliuria), el aumento de la sed (polidipsia) y la pérdida de peso», explica el facultativo.

Hasta cinco tipos de diabetes

La diabetes mellitus afecta, según el Ministerio de Sanidad, a entre el 5 y 10 % de la población general, y estima que «por cada paciente diabético, existe otro no diagnosticado». El peligro está en su carácter silente, sin síntomas aparentes o conocidos. Existen hasta cinco tipos identificados, que responden a diferentes factores de riesgo como la genética, la edad y sus posibles causas.

Diabetes tipo 1

Antes conocida como la diabetes infanto-juvenil, por ser más común en personas menores de 30 años. Esta clase no está relacionada con el estilo de vida del paciente y por el momento, tiene la etiqueta de crónica. En la mayoría de los casos, se debe a un proceso autoinmune que ataca a las células del páncreas encargadas de producir la insulina. Esta destrucción celular predispone a una descompensación del metabolismo conocida como cetoacidosis.

La cetoacidosis diabética es una complicación metabólica aguda de la diabetes, que puede llegar a ser mortal. Se presenta con mayor frecuencia en las personas que tienen Tipo 1. Este fenómeno se produce cuando el cuerpo no tiene suficiente insulina para permitir que el azúcar entre a las células y se utilice como energía. En su lugar, el hígado procede a descomponer los lípidos para emplearlos como combustible, produciendo ácidos conocidos como cetonas. Si estas cetonas se generan excesivamente rápido, pueden acumularse hasta llegar a niveles peligrosos.

Puede presentarse con los siguientes síntomas:

  • Tener mucha sed
  • Orinar más de lo habitual
  • Respiración rápida y profunda.
  • Piel y boca secas.
  • Cara enrojecida
  • Aliento con olor a fruta
  • Dolor de cabeza
  • Rigidez o dolor muscular
  • Mucho cansancio
  • Náuseas y vómitos
  • Dolor estomacal

Los pacientes de diabetes Tipo 1 precisarán la insulina a diario durante toda su vida. Según la Federación Española de la Diabetes, este tipo alcanza hasta el 10 % de sus pacientes, y todavía se desconoce el porqué de esta respuesta autoinmune. Eso sí, la Fede indica que puede deberse a «un cierto componente genético en la predisposición a desarrollarla», aunque también pueda existir un factor ambiental que desencadene esta reacción. Tal y como su antiguo nombre indica, suele debutar a edades tempranas. La primera vez entre adultos resulta minoritaria.

Tratamiento

Por el momento, todos los pacientes de diabetes Tipo 1 tendrán que permanecer atados a la insulina de por vida. «Presentan un déficit completo o casi completo de esta hormona, por lo que para ellos el tratamiento con insulina es imprescindible. En su ausencia el organismo busca fuentes de energía alternativas que pueden terminar provocando graves complicaciones agudas como la cetoacidosis diabética», detalla el doctor Pinés Corrales. No obstante, tampoco se deben pormenorizar los hábitos saludables, que resultan fundamentales para mantenerla a raya.

No todo es negativo. En el área del tratamiento, se reconocen ciertos avances: «Los pacientes no solo se han beneficiado de los nuevos análogos de insulina, sino también de la financiación de los sistemas de monitorización de glucosa (ofrece valores en tiempo real), y de los sistemas híbridos de infusión de insulina y sensor», señala Eva María Delgado Olivencia, enfermera de la Sección de Endocrino-Nutrición del Hospital de Fuenlabrada y educadora en diabetes.

Diabetes tipo 2

Antaño se conocía como la diabetes del adulto, pues aparece con mayor frecuencia en personas mayores de 40 años, aunque el Ministerio de Sanidad ya activa las alarmas: «Cada vez es más común en sujetos jóvenes». Y es que esta enfermedad está más relacionada con los hábitos de vida del paciente, y por ello la prevención resulta imprescindible. En este caso, el problema no reside en la producción de insulina, sino en la resistencia que el cuerpo presenta a esta hormona. Es decir, esta sustancia figura en el torrente sanguíneo, pero las células no pueden utilizarla para introducir la glucosa en su interior.

Es el tipo más común, siendo hasta diez veces más probable que la diabetes Tipo 1. La razón detrás de su diagnóstico se encuentra más clara: «Las principales causas de la resistencia a la insulina son la falta de actividad física y la acumulación de tejido adiposo, por lo que el exceso de peso y el sedentarismo parecen ser los principales factores de riesgo para el desarrollo de esta enfermedad», apunta la FEDE.

Según la entidad, el 80 % de las personas que la padecen tenían sobrepeso cuando fue descubierta. No solo eso, en el terreno médico ya se habla de «diabesidad», al estar estrechamente relacionada con la obesidad. Precisamente, el diagnóstico infantil «va en paralelo con la obesidad en niños, que crece de manera exponencial», detalla la Fundación para la Diabetes Novo Nordisk. A pesar del aumento de números entre los jóvenes, la edad se sigue considerando un factor de riesgo, pues la prevalencia de diabetes tipo 2 es mayor con el paso de los años.

El estudio di@bet.es (publicado en el 2012) reveló que el 13,8 % de los adultos presenta diabetes tipo 2, lo que eleva las cifras a cinco millones de personas. No solo eso, casi la mitad de los pacientes (aproximadamente un 40 %) no tenían constancia de que presentaban esta enfermedad.

Tratamiento

El tratamiento pasa, en la mayoría de los casos, por un cambio del estilo de vida. Se recomienda reducir la ingesta de alimentos altos en azúcares libres e hipercalóricos, y aumentar la práctica regular de actividad física. De esta forma, la Fede indica que los niveles de glucemia podrán estar regulados en la mayoría de los casos, aunque deja la puerta abierta a la prescripción de medicamentos o inyecciones de insulina. En este caso, y al igual que en la diabetes tipo 1, también se han dado pasos hacia adelante: «Han aparecido nuevos fármacos con una ventaja muy importante, y es que no producen hipoglucemias. A ello se le suman los nuevos análogos de insulina tanto basal como rápida», explica la educadora.

¿Son los mismos síntomas entre una y otra?

El tipo 2 no suele presentar síntomas, como ocurre con la diabetes tipo 1. Sin embargo, si los niveles se desestabilizan en exceso, pueden aparecer algunos signos comunes. Para tenerlo más claro, «la diabetes es una enfermedad conocida por las tres p en su diagnóstico», señala Eva María Delgado, que añade: «incluye poliuria (orinas mucho), polidipsia (bebes mucho), y polifalgia (comes mucho). Si se tarda en diagnosticar también podría llegar a la astenia y al adelgazamiento».

Si bien los signos son comunes entre la diabetes Tipo 1 y Tipo 2, en la segunda «suelen ser silentes y lo habitual es que no tengan clínica. La mayoría se diagnostican por analítica o hallazgo casual», detalla la enfermera de la Sección de Endocrino-Nutrición. Solo cuando la enfermedad estuviese «muy descompensada», podrían aparecer los mismos síntomas que en la Tipo 1.

Diabetes gestacional

Como su propio nombre indica, afecta a las mujeres embarazadas, y comparte rasgos con la diabetes Tipo 2. El embarazo es un proceso fisiológico que exige un esfuerzo metabólico para el cuerpo de la madre, esto en ocasiones puede derivar en cierta resistencia a la insulina. Como consecuencia, el páncreas comienza a liberar más insulina para que la glucosa penetre en las células. Y, en ocasiones, el órgano no es capaz de producir la suficiente hormona, aumentan la glucemia.

Esta alteración acostumbra aparecer en el segundo y tercer trimestre de la gestación, y se suele diagnosticar con un análisis de los niveles de glucosa en sangre. Los síntomas suelen ser leves y pueden pasar desapercibidos o confundirse. Por normal general, los valores de glucosa volverán a sus niveles una vez haya nacido el bebé- Eso sí, según la Fede, «tanto la madre como el niño tendrán mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 más adelante». Así que ojo a su prevención.

Diabetes tipo MODY

Es una de las clasificaciones menos comunes, y recibe esta denominación por sus siglas en inglés Maturity-Onset Diabetes of the Young. Se debe a una mutación genética en el gen autosómico dominante, que altera la capacidad de generar insulina a través del páncreas.

Si bien es poco frecuente, se estima una prevalencia de entre el 1 y 5 % de las personas con diabetes, «es posible que por su rareza muchas personas se encuentren sin diagnosticar», señala la entidad nacional.

Diabetes tipo LADA

La Federación de Diabetes de España indica que este tipo todavía está sin clasificar, «porque se están realizando muchas investigaciones para identificar las diferencias con la diabetes tipo 1 y tipo 2». La LADA, también conocida como diabetes autoinmune latente en adultos, es una enfermedad de origen genético, en la que el sistema inmunitario ataca a las células que producen la insulina en el páncreas.

Los síntomas son similares a los de sus dos compañeras más conocidas, «solo que aparecen de una forma mucho más lenta que con la diabetes tipo 1, pero más rápido que con la diabetes tipo 2», declara la Fede.

El poder de la alimentación

Una vez la diabetes ha sido diagnosticada en una persona, el objetivo está claro: tener bajo control los niveles de glucosa en sangre. Por ello, se vuelve necesario vigilar de cerca esta patología, sobre todo en lo que se refiere a nivel farmacológico. Igualmente, ojo avizor a la alimentación. La ingesta de hidratos de carbono se debe tener en cuenta, «para evitar que un consumo excesivo de azúcares eleve la glucemia por encima de los umbrales saludables», y mantener un día a día activo, con la práctica de ejercicio físico. «Las decisiones respecto a su comida repercuten en el control metabólico de la persona con diabetes, y en su tratamiento, por lo que podría considerarse como decisivo el estar pendiente de ella», señala la enfermera.

No solo esto, porque tras la confirmación del diagnóstico, existen una serie de cuidados a los que el paciente debe decir sí o sí: «Alimentación equilibrada, realización de ejercicio, en su mayoría aeróbico, y administración o toma de su tratamiento con autoajuste del mismo», detalla la educadora.

Si bien existe un mayor control, la dieta para tratar la diabetes no esconde parafernalias: «Una persona con diabetes debe seguir las mismas recomendaciones de dieta sana que se aconsejan para la población general. En nuestro medio, la mediterránea es un claro ejemplo de patrón dietético saludable que además ha demostrado beneficios evidentes en la salud cardiovascular», precisa el especialista de endocrinología y nutrición.

Así, las dos únicas diferencias en el régimen variarán según el tipo. Para los pacientes de diabetes tipo 1, «es necesario cuantificar la cantidad de hidratos de carbono que toma para poder ajustar la dosis de insulina en cada ingesta», explica el profesional de la salud. En cambio, una persona con diabetes tipo 2 «habitualmente más asociada al sobrepeso y a la obesidad, reducirá las calorías de su dieta para intentar alcanzar un peso más saludable», añade el doctor.

¿Los hidratos de carbono suponen un problema para los diabéticos?

En este sentido, un apunte dado por el profesional: «Las personas con diabetes no tienen que limitar la cantidad de carbohidratos si su procedencia es saludable (frutas, verduras, cereales integrales, legumbres, lácteos), pero sí necesitan controlar la cantidad», explica Pedro José Pinés. Así, para los pacientes del Tipo 1, vigilar la cantidad de carbohidratos es imprescindible «para ajustar la dosis de insulina», mientras que los pacientes del Tipo 2, «ajustar la dosis de hidratos puede ayudarles a alcanzar un peso más saludable».

¿Cómo obtienen la energía?

Los hidratos no son la única fuente de energía que alimenta el organismo. Es más, ni siquiera es la que más calorías aporta por cada gramo: «Un gramo de glucosa permite obtener 4 kcal mientras que 1 g de grasa permite obtener 9 kcal», señala el doctor. Y a más calorías, más energía.

En cambio, tu cuerpo no entiende de sumas y restas. «Existen órganos, como el cerebro, cuya principal fuente de energía es la glucosa. Por este motivo, aunque una dieta variada y saludable puede ser obtenida modificando los porcentajes de energía que obtenemos de los carbohidratos, las proteínas y las grasas, siempre debemos garantizar unos aportes adecuados de hidratos que permitan un buen funcionamiento», recuerda el doctor Pinés. Los lípidos también entran en juego. El especialista de endocrinología comenta que no existe evidencia científica que apoye que reducir los carbohidratos y aumentar las grasas beneficie esta enfermedad.

No todo es blanco y negro. Existen diferentes tipos de grasas y el consumo de unas u otras se ha relacionado con un mejor o peor estado cardiovascular. «La dieta mediterránea, asociada al consumo de lípidos como el aceite de oliva o los frutos secos ha demostrado tener importantes beneficios y puede ayudar a mejorar el control de la glucosa en determinados pacientes», precisa el experto. En el otro lado de la balanza, «se deberían limitar el consumo de grasas saturadas (tipos de carnes o embutidos) y evitar la ingesta de las transaturadas, encontrada por ejemplo, en productos de bollería», señala el miembro del área de Diabetes de la SEEN.

El control de la glucosa como rutina diaria

El día a día de un paciente diabético incluye una larga lista de comprobaciones. Tan extenso es este repertorio que supone una media de mas de cincuenta tomas de decisiones al día: «A ello, habrá que añadirle controles de glucemia y/o valoraciones de sensor, cómputo de raciones, administración de dosis de insulina, el tipo de ejercicio físico, la prevención y la resolución de complicaciones que se le puedan presentar», explica la enfermera Delgado.

El paciente tiene que disponer de un rol activo en el control de esta patología: «Mi día a día depende de muchos factores: glucemias, ejercicio, estrés, comidas, conteo de hidratos, administración de insulina. Además de una alimentación saludable, también tengo mis días de excesos sin descontrolarme mucho. Tú debes ser quien controla a tu diabetes, no ella a ti», precisa Yessica Masó García, paciente del tipo 2.

Los pacientes del tipo 2 tienen una carga emocional extra que añadir en su mochila, pues soportan el prejuicio de otros que inciden en cómo se podría haber evitado. Si bien en su mayoría esta tipología está relacionada con la obesidad, «también tiene una carga genética importante», señala Delgado. Según la fundación Española de Diabetes, el tipo 2 tienen un mayor riesgo hereditario que la tipo 1, «en casi todos los casos un padre o un abuelo tenían la enfermedad. Cuando son gemelos idénticos, basta con que uno tenga esta patología para que el otro presente un 80 % de probabilidades de desarrollarla». manifiesta la entidad.

Revisiones médicas

No todos los pacientes con diabetes pasarán por el servicio de Endocrinología y Nutrición, el porcentaje de los afectados lo vuelve una tarea «casi imposible», explica el doctor, que añade: «Por suerte, en nuestro país contamos con una Atención Primaria que puede atender de manera adecuada y cercana a muchos de los pacientes con diabetes, derivando a los servicios de Endocrinología y Nutrición a aquellos que precisan de pautas de tratamiento complejas o que presentan complicaciones de difícil manejo». Así las cosas, para la población con diabetes bajo control las revisiones deben hacerse «al menos, cada seis meses». Plazo que se acortaría «en pacientes con inadecuado control glucémico en los que se ha realizado algún cambio de tratamiento o ante cualquier problema intercurrente», concluye el experto del Complejo Hospitalario Universitario de Albacete.

¿Cuándo acudir a urgencias?

Si bien la individualización en cada caso es necesaria, el hospital Sant Joan de Déu (Barcelona) destaca una serie de circunstancias en las que sería prudencial llamar o visitar a un equipo sanitario.

  • Vómitos persistentes durante más de cuatro horas.
  • Incapacidad para consumir la cantidad recomendada de líquidos o hidratos de carbono
  • Signos de deshidratación como la boca o lengua seca, labios agrietados, ojos hundidos, pérdida de peso o decaimiento.
  • Signos de una posible cetoacidosis: náuseas, vómitos, dolor abdominal, mal estado general, respiración rápida o tendencia al sueño.
  • El nivel de glucosa en sangre es mayor de 250 miligramos por decilitro (mg/dl), y existen cetonas en sangre u orina.
  • El nivel de glucosa en sangre no logra fijarse por encima de los 70 mg/dl.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.