José Luis García, sexólogo: «Yo siempre digo a los padres que se besen delante de sus hijos»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

José Luis García es psicólogo clínico y sexólogo.
José Luis García es psicólogo clínico y sexólogo.

El experto sostiene que la falta de modelos afectivos no violentos en el hogar deja la educación sexual de los jóvenes españoles en manos de la pornografía

24 ago 2023 . Actualizado a las 18:13 h.

José Luis García es doctor en psicología clínica y sexólogo desde hace 45 años. Se dedica al estudio de la educación sexual y el consumo de pornografía, temáticas que, a pesar de la modernización que ha supuesto internet en ese aspecto, continúan siendo tabúes en gran medida a nivel social. García, que imparte el primer curso de posgrado sobre pornografía y salud sexual en la Universidad Rey Juan Carlos, como profesor honorífico, continúa con su labor de alfabetización acerca de estos temas a los que considera urgente empezar a prestarles atención.

Su reclamo no es exagerado: los últimos estudios muestran que casi la totalidad de los jóvenes consumen contenido pornográfico antes de cumplir los veinte años de edad. En una etapa en la que el cerebro todavía se encuentra en desarrollo, recibir estímulos sexuales cargados de connotaciones violentas configura un escenario que pone en riesgo la salud mental de esta población. En conversación con La Voz de la Salud, García explica qué pueden hacer los padres para mitigar el impacto inevitable de estos consumos.

—Para situarnos en términos numéricos, ¿cómo de generalizado está el consumo de contenidos pornográficos a día de hoy?

—La inmensa mayoría de los jóvenes españoles antes de los 20 años van a consumir porno. Los estudios que tenemos, y hay varios, indican esto. Podemos situar la edad de los 16 años como una en la que la mayoría de los jóvenes ya han visto porno. No es solo en España. En Suecia, por ejemplo, el 96 % de los jóvenes a los 16 años ha consumido porno. Se da un caso similar en Australia. Este es un tema global.

—Pareciera que la pornografía está en todos lados; incluso, es fácil encontrarse este tipo de contenidos en redes sociales sin buscarlo. ¿Por qué es tan generalizado ese consumo?

—El acceso al porno es gratis, es fácil, está a disposición de cualquiera. Y los chavales y las chavalas necesitan respuestas a sus preguntas. Todos los niños y las niñas desde muy pronto comienzan a interesarse por el sexo, porque es una motivación de la conducta humana muy importante desde hace millones de años. La naturaleza ha previsto que eso sea así, es un impulso que te lleva a buscar placer. Además, en nuestra sociedad hipersexual se enfatizan aspectos sexuales en detrimento de otros factores más personales. Entonces, se consume pornografía porque es una de las pocas alternativas que tienen los jóvenes para responder a esas preguntas e inquietudes. Ni en la escuela ni en casa se habla de placer sexual, de deseo sexual. De pornografía no se habla. Son temas que siguen siendo tabú. Venimos de una creencia de que el conocimiento sexual es perjudicial y cuanto más se sepa, peor. Esto es un error, sobre todo ahora que la información sexual pasa por internet y por las películas porno.

—¿Toda la pornografía es igual?

—Especialmente, me preocupan las películas porno violentas, que son la mayoría. Un estudio reciente del estado francés indica que el 90 % de las películas porno que ven nuestros menores contienen violencia real. No es una ficción. Es un error pensar que lo es. Y esto es lo que ven nuestros jóvenes cuando están excitados, masturbándose, con el cerebro lleno de dopamina. Eso refuerza esa conducta y cuando tengan oportunidad, la van a repetir. Eso es lo que quiere la industria del porno y por eso está presente en los lugares donde están los jóvenes: en redes sociales y en videojuegos.

—¿Quiénes hacen un uso más acusado de estos contenidos? ¿Hay factores relacionados con la edad, el sexo u otras características?

—Hablar de si hay factores que lleven al consumo de porno cuando prácticamente la totalidad de los jóvenes lo hacen es difícil. No tiene sentido. Otra cosa es el consumo abusivo. Hay un estudio que indica que un 25 % de los jóvenes españoles antes de los 20 años habría visto entre 1.000 y 5.000 horas de porno violento. Esto es preocupante, porque indica una adicción, que es la consecuencia más conocida del consumo de porno. Podríamos pensar que la gente que consume en exceso tiene problemas personales, de aburrimiento, de soledad. Y efectivamente, en algunos casos, se constata que hay estos elementos. Pero cuando el consumo es tan generalizado, no se puede decir que haya variables que lleven al consumo. No sé si hay algún chaval que nunca haya visto porno. Y las mujeres, que tradicionalmente lo consumían menos, ahora se van incorporando. Porque la industria del porno no es tonta y está ofreciendo productos donde la mujer tiene relieve y toma iniciativa, para apuntar a ese nicho del mercado que es el 50 % de la población. En los próximos años, esa brecha va a disminuir.

—¿El consumo de porno a esas edades tempranas puede influir en nuestra manera de relacionarnos?

—Sin duda. Muchas investigaciones científicas sugieren que hay riesgos relacionados con ese consumo. Por ejemplo, la adicción, las alteraciones cerebrales, problemas en la pareja y también conductas irresponsables, porque el condón no existe en el porno y el mensaje que se da a los jóvenes es que hay que hacerlo sin nada. Hay problemas de ansiedad, de depresión, de consumo de sustancias. Hay un conjunto de investigaciones muy serias que sugieren que el consumo precoz y abusivo de porno no es gratuito, que tiene consecuencias. Esos niños y niñas van a sufrir mucho. Van a ser muy precoces en el sexo y van a tener mayor riesgo de violencia sexual e infecciones sexuales. De hecho, en España las infecciones de transmisión sexual que se han incrementado en un 250 %. La sífilis y la gonorrea están creciendo y todo esto preocupa enormemente.

—¿A qué edad se considera precoz el inicio en la sexualidad?

—No es que haya una edad. Sabemos que entre los 15 y los 16 años muchos chicos y chicas practican sexo. Pero esta edad parece ir disminuyendo cada vez más, al igual que el consumo de alcohol y de porno. Van de la mano. Si el primer acceso que tienen a la sexualidad es a través del porno y ver eso les excita y se masturban, el pasarlo a la práctica va a ser una cuestión de oportunidad. Pero es muy importante destacar que el cerebro de un adolescente es inmaduro. Hasta los 25 años, el cerebro humano no alcanza el máximo de madurez. Por tanto, mientras están en la adolescencia, su cerebro está construyéndose. Todas las experiencias vinculadas al sexo, sean fantasías, porno, o prácticas, van a tener una importancia destacada en esa etapa. Nuestro cerebro, por razones de la supervivencia de la especie, confiere una trascendencia importante a estos estímulos. Si a esto añadimos que es algo placentero, gratuito y emocionante, el sexo se convierte en un elemento de una atracción extraordinaria en la adolescencia. Luego, hay un contexto que puede facilitar o no esa práctica: el consumo de alcohol y drogas, por ejemplo. Mientras tanto, ni en casa ni en la escuela se ofrece educación sexual. Y esto es una bomba de relojería cuyas consecuencias ya estamos viendo. Ahora, como hay preocupación por las agresiones sexuales, hay una parte de la sociedad que está reaccionando. Pero hay una desidia acerca de estos temas que es muy arriesgada. Yo vengo advirtiendo desde hace años que no podemos dejar la educación sexual en manos del porno.

—¿Por qué resulta un estímulo tan potente el porno?

—Si aceptamos que el deseo sexual es una poderosa motivación de la conducta, podemos entender muchas cosas que pasan. El sexo tiene un poder extraordinario porque produce placer y está en nuestra base biológica. La naturaleza lo ha previsto para que la especie continúe. La corteza cerebral es la que nos permite decidir si lo practicamos o lo posponemos, pero el impulso está ahí y en la adolescencia, cuando el cerebro no está maduro, es mucho mayor. Un chico o una chica adolescentes tienen una atracción por el riesgo, se sienten invulnerables, quieren las cosas ya. Estos son factores propios de la adolescencia que facilitan que ese chico o esa chica practiquen sexo.

—¿Cómo pueden incidir los padres?

—Los modelos educativos, la conducta y las actitudes de los padres a diario frente a sus hijos son muy importantes. La psicología ha demostrado que aprendemos a través de esos modelos. Pero hay muy pocos padres que delante de sus hijos se besan, se abrazan, se tocan. Hay niños que crecen pensando que sus padres son hermanos. Yo siempre digo a los padres que se besen delante de sus hijos, que se abracen. Esto les va a permitir ofrecer un modelo de conducta afectiva que nada tiene que ver con la violencia. Tienen que decirles a sus hijos que papá y mamá se quieren, se desean, tienen relaciones sexuales, pero jamás recurren a la violencia. Luego están las preguntas. Los niños preguntan cosas desde los tres años y en muchas casas no se responde a esas preguntas. Si no hay respuesta, la van a buscar fuera. Entonces, los padres tienen que aprovechar cualquier pregunta, circunstancia o noticia para plantear ellos sus valores y modelos. Otro elemento que propongo es que de vez en cuando hagan pequeñas sesiones de trabajo informales planteando temas como el consentimiento, el uso del preservativo, una serie de pautas que van a hacerle la competencia al porno. Porque el porno va a seguir existiendo y es imposible controlarlo. Entonces, no nos queda otra que competir con él, ofrecer una serie de valores radicalmente diferentes a los que van a ver allí. Que no ocurra lo que sucede ahora, que es que el único modelo que muchos tienen es el de la pornografía, donde se practica solamente la penetración por la boca, el ano y la vagina de manera violenta y sin condón.

—Retomando los riesgos que supone el consumo de pornografía en edades tempranas, ¿cree que esto puede afectar a la salud mental de los jóvenes?

—El consumo abusivo de películas pornográficas violentas puede acabar alterando la capacidad de empatía y de compasión, de tal manera que se justifica la agresión sexual y se la ve como aceptable. 

—¿Las expectativas que genera el porno pueden influir en el disfrute de los encuentros sexuales con otras personas?

—Sí. Sabemos que la disfunción eréctil está muy asociada al consumo de porno. Los chicos y las chicas se acostumbran a unos niveles de excitación sexual tan poderosos que no van a disfrutar en una relación sexual. Por otro lado, hay juguetes sexuales que producen una respuesta sexual tan poderosa que después las personas no son capaces de experimentar la misma excitación en una relación con alguien. Corremos el riesgo de que prefieras masturbarte y ver porno a tener una relación sexual real. Este es un factor de deterioro y de crisis en muchas parejas. Estamos ante un desafío y la sociedad tiene dos opciones: o se plantea la educación sexual sistemática obligatoria desde primaria hasta la universidad, o deja la educación sexual en manos del porno. Ese es el dilema. O el porno, o los padres y los profesores. Tenemos que decidir qué vida sexual les espera a los adultos del futuro y la pornografía es altamente perniciosa, porque configura una relación afectiva de sufrimiento en muchos casos.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.