María Ruiz, psicopedagoga: «La autoestima mejora cuando uno aprende cosas nuevas»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Mari Paz Ruiz, conocida en redes como @psico_mporienta, es psicopedagoga.
Mari Paz Ruiz, conocida en redes como @psico_mporienta, es psicopedagoga.

La experta, que también es orientadora en un instituto, explica que «no saber aceptar un cumplido» puede ser una debilidad

07 nov 2023 . Actualizado a las 15:56 h.

Analizar la autoestima de cada uno exige un verdadero ejercicio de sinceridad. ¿Suele culparse de lo malo que le pasa?, ¿suele ser algo tímido con los demás?, ¿se compara con sus amigos?, ¿duda de sus opiniones? Contestar es difícil y decirlo en voz alta, todavía más. Mari Paz Ruiz, más conocida en redes como @psico_mporienta, psicóloga y psicopedagoga, lo sabe. Es autora del libro Dibujando tu autoestima, un cuaderno para que los jóvenes se conozcan mejor, aunque los adultos no quedan excluidos.Tener autoestima no depende de la edad. 

—¿Qué significa tener autoestima y qué no?

—La autoestima es como nuestro Pepito Grillo, nos habla sobre cómo nos sentimos o valoramos. Cuando tenemos una alta autoestima, ese pepito se refiere a nosotros en positivo, nos ayuda a destacar cada pequeño esfuerzo, a tomar decisiones y a llevar la iniciativa, a confiar en todas las oportunidades que tenemos, a recordarnos las cosas que sabemos hacer bien. Sin embargo, cuando tenemos una baja autoestima, ese Pepito Grillo solo resalta nuestros fallos y errores, nos infravalora, nos habla en negativo, nos compara continuamente y nos limita. 

—La Real Academia Española define autoestima como «la valoración, generalmente positiva, de uno mismo». A nivel popular, siempre parece un concepto muy superfluo. Para ir más allá, ¿sobre qué se sostiene?

—La autoestima en sí tiene varios pilares. Está formada por la autoaceptación, es decir, cuando alguien se mira a un espejo y se valora tal cual, sin resaltar defectos ni debilidades. Por la autoconfianza, que la persona tenga valentía y el poder de confiar en sus cualidades y habilidades a la hora de afrontar situaciones en su día a día, que se vea capaz. También por el amor propio que puede ser, simplemente, disponer de tiempo libre para hacer cosas que la persona disfrute, como leer un libro o hacer deporte; y, finalmente, por el autorrespeto, que consiste en no ofrecerle a nadie la oportunidad de que le trate mal, que sepa poner límites y expresar aquello que no le guste. 

—¿Es cuestión de creerse mejor que los demás?

—No, ni mejor ni superior. Tampoco consiste en infravalorar las virtudes de otras personas, ni estar continuamente comparándose con los demás o necesitando la valoración externa de otras personas para verse bien. Y ojo, que tampoco se debe relacionar la autoestima con la perfección, precisamente porque las personas con una autoestima sana aceptan sus debilidades.

—Si me veo cañón en el espejo, ¿es suficiente?

—Para nada, porque es mucho más que verse bien frente al espejo. Por ejemplo, una autoestima sana hará que seamos capaces de tomar decisiones en diferentes ámbitos de nuestra vida sin necesitar el pequeño empujón que a veces nos aportan personas cercanas. Tener la iniciativa a la hora de tomar tus decisiones, sabiendo defender tu punto de vista desde la aceptación de otras perspectivas diferentes, arriesgándonos, incluso al error o el fallo, retroalimenta en gran medida nuestra autoestima, convirtiéndonos en personas con decisión. Es como tener voz y voto final, sin filtro, en todo lo que sientes, haces o piensas.

—¿Qué observa que hace la gente en su día a día que menoscaba este nivel de confianza? 

—Hay muchos ataques directos. Por ejemplo, emplear un lenguaje negativo y utilizar la crítica continua, como cuando decimos: «Siempre meto la pata». Son frases que se dicen continuamente y la gente no es consciente, no somos, del poder que pueden llegar a tener en la estabilidad emocional. También podemos ir al otro extremo: intentar encontrar la perfección. Esto supone unos niveles de frustración muy altos porque la persona termina pensando que, al no conseguir las mejores calificaciones o los mejores resultados en determinados ámbitos de su vida, será menos valioso y peor individuo. 

—¿Podría llevar el ejemplo a las relaciones?

—Sí, por ejemplo, no establecer límites o no expresar aquello que no te agrada a otras personas va a hacer que te sientas muy menospreciado, hasta el punto de que puedan ser otros los que tomen las decisiones por ti. 

—Usted señala que, en ocasiones, estas actitudes son inconscientes. ¿Cómo podría percatarse alguien de que está cayendo en ellas?

—Sí, a veces pasan a formar parte de nuestra rutina diaria y se terminan convirtiendo en auténticos malos hábitos. Esa necesidad imperiosa de estar buscando siempre cualquier referente para compararnos, o fallos para restarle importancia a los pequeños avances, o la necesidad de depender demasiado de la aprobación externa, con preguntas como «te gusta», «¿crees que voy a conseguirlo?», «¿cómo lo habrá logrado ella?»

—Parece que siempre suele ser más fácil decir cosas malas que buenas de uno mismo. ¿Está de acuerdo?

—A veces nos resulta más fácil enumerar o mencionar aquellos aspectos negativos o debilidades que tenemos por cierta honestidad con nosotros mismos, para evitar ante todo parecer prepotentes. Incluso, se llega a infravalorar aquellas cosas en las que destacamos. Pero fíjate, también es una debilidad no saber aceptar aquellos cumplidos o elogios que recibimos. A veces, la gente se rodea de críticas continuas, lo que hace que toda su atención se centre en aspectos negativos o habilidades pendientes de pulir. Al igual que tenemos ese pepito grillo que puede sacar los aspectos positivos, también puede salir el pepito más crítico, que suele hacer mucho más ruido. Al final, terminamos con cierta frecuencia a prestar más atención a todo aquello que deberíamos mejorar o cambiar, porque nuestro entorno nos lo recuerda continuamente. «Tienes que ser más rápido en el trabajo», «tienes que ser más ordenado», «tienes que tener más paciencia con tu hermano». Son enfoques negativos que terminan condicionando nuestra interpretación y autoperfección.

—¿Cómo se encuentra un equilibrio entre lo que yo piense de mí misma y lo que otros piensen de mí? 

—Encontrarlo es algo realmente mágico, porque nuestra autoestima combina aquellos pensamientos que tenemos sobre nosotros mismos, como puede ser que soy bueno jugando al fútbol; y aquellos que los demás han proyectado sobre nosotros: «Eres bueno jugando al fútbol porque sabes defender muy bien». La clave estaría encontrar el equilibrio exacto, dar el peso necesario entre lo que tú crees y lo que has escuchado que otros dicen sobre ti. Parece difícil, pero puede lograrse.

—¿Qué tanto de autoestima es innato y qué tanto es adquirido? Supongo que la personalidad del individuo influye mucho en ella. 

—Tiene una parte que es innata y otra parte que es adquirida o aprendida, en función a todas las vivencias y experiencias de entornos cercanos. La primera estará configurada por todas las características físicas. Es decir, la altura, el cabello, los ojos o la personalidad. Luego tenemos la autoestima adquirida o aprendida. Es un plus añadido. Algunos premios que la persona haya ganado en el colegio, que le hayan hecho sentirse muy orgulloso y valioso, o ese instrumento que aprendió a tocar. 

—¿Cómo se suele enmascarar la gente? Esta conducta perjudica la confianza de cada persona en sí misma. 

—Hay ciertas señales que nos pueden indicar cuando alguien intenta enmascarar sus sentimientos o formas de comportarse. Por ejemplo, tener cierta tendencia a intentar encajar y agradar a todos, evitar tomar cualquier tipo de decisión que pueda implicar el rechazo o enfado de otra persona, tener cierta expresiones faciales que enmascaran determinado tipo de emociones, como la atención o la incomodidad, la incoherencia continua entre lo que se siente, se piensa y luego se dice en presencia de otras personas. 

—¿Cómo es una persona papagayo y cómo es una persona caracol?

—La persona papagayo es aquella que se siente orgullosa de todo lo que logra e intenta compartir esa alegría con las personas que le quieren, tienen un altavoz externo, son capaces de gritar a los cuatro vientos lo geniales que pueden llegar a ser y se convierten en verdaderos papagayos. Las personas caracol, por el contrario, son aquellas a las que le da mucha vergüenza contarles, hasta a las personas más cercanas, cualquier éxito o logro. Se meten en su caparazón y se cierran la boca con una cremallera. En el libro planteo una dinámica que consiste en expresar en qué rol te sientes más cómodo, siendo papagayo o caracol

—¿Es posible ser una mezcla de ambos?

—Claro. Podemos encontrarnos cierto tipo de personas que en determinadas situaciones pueden ser papagayo, sintiéndose cómodos en un ambiente cercano, pero sentirse caracoles, muy incómodos, en aquellos ambientes que apenas conocen.

—Es de bien nacido, ser agradecido. ¿Cómo ayuda la práctica de la gratitud? 

—La gratitud permite cambiar el enfoque, es decir, estar más atentos a todo lo que ya se tiene, valorar todo lo que se ha conseguido, dejando a un lado todas esas exigencias impuestas o buscadas que hacen que uno se ciegue ante el enorme valor de pequeños detalles. La gratitud permite empezar a ver aquellas cosas maravillosas que hay enfrente en la vida. Todo eso, además de feliz, hace que una persona se sienta valiosa, por eso es una inyección directa hacia la autoestima. 

—¿Cómo se construye la autoestima?

—Se puede moldear y mejorar cuando la persona piensa en las cosas que se le dan bien o le hacen sentirse feliz; cuando alguien se rodea de personas que le quieren y valoran; cuando aprende cosas nuevas y, además, se las explica a otras personas. Es como un gran bloque de plastilina que se puede moldear y dar la forma que cada uno quiera.

—¿Qué tres ejercicios recomendaría hacer para trabajarla?

—La mayoría de las actividades del libro se pueden realizar desde los siete años. Los más completos me parecen las gafas de la positividad, que consiste en recordar la última discusión que hayas tenido y profundizar en las cualidades que te permitieron solucionarla, qué hizo la otra persona, qué cosas no volverías a hacer; y la de detectives en acción, en la que debes pensar cómo serías si te convirtieras en lo que siempre habías deseado e investigar las situaciones en las que sientes inseguridad y malestar. Lo cierto es que deseo que este libro pueda ayudar tanto a padres como a docentes a moldear esa autoestima tan necesaria en niños y preadolescentes.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.