La generación Z busca ser otro tipo de adulto: «Nos dicen: "No aguantáis nada". Bueno, ¿vale la pena sacrificar mi vida?»

Lucía Cancela
LUCÍA CANCELA LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

La generación Z engloba a los nacidos entre 1994 y el 2010.
La generación Z engloba a los nacidos entre 1994 y el 2010.

Los nacidos entre 1994 y el 2010 se consideran pioneros en varios cambios de mentalidad, entre ellos, el modo de enfrentarse al trabajo

20 feb 2024 . Actualizado a las 12:54 h.

La generación Z, los nacidos entre 1994 y el 2010, no quieren crecer siendo un boomer ni un millennial. Rechazan vivir por y para su trabajo, priman la salud mental sobre el resto y se cuidan más que ninguna. Se ha repetido, por activa y por pasiva, que son la generación de cristal y, nada más lejos de la realidad, porque los expertos dicen que se han atrevido a romperlos. Protestan contra el machismo, la violencia de género, el cambio climático y luchan por cuestiones trascendentales como la diversidad sexual. 

Son los más preparados. El 65 % de los jóvenes practica deporte de forma habitual, el 50 % lee frecuentemente y un 20 % hace acciones de voluntariado, según el Informe Juventud en España elaborado en el 2020. Además, con una visión general, muestran más interés por la política que generaciones anteriores. 

La tecnología es una parte casi intrínseca de su forma de ser. Han crecido con el móvil en la mano, y se han ganado la etiqueta de nativos mobile. De hecho, según el documento elaborado por el Ministerio de Juventud e Infancia, suelen pasar unas tres horas de media conectados, aunque el trozo grande del pastel se lo llevan las redes sociales. Ven menos televisión y consumen más series en streaming, pasan del correo electrónico y se centran en Whatsapp. 

Su mente cambia de una tarea a otra sin apenas esfuerzos, acostumbrados al multitasking, suelen recibir información de distintas vías al mismo tiempo. Esto ha llevado a que algunos investigadores duden de su capacidad de concentración y atención, y que, por lo tanto, qué y cómo consumen ha variado respecto a generaciones anteriores. 

Con todo, no puede negarse que la exposición a tanta información haga que sepan filtrarla mejor. Los z, ya instalados en los puestos de empleo, tienen una concepción diferente con respecto al trabajo. Por un lado, se encuentra el uso generalizado de las TIC en cualquier contexto, mientras que por otro —y a raíz de la desconfianza hacia el sistema educativo tradicional—, buscan aprendizajes con mayor peso de la vocación y de las experiencias, además del respeto hacia otras opiniones y estilos de vida. Estas conclusiones pertenecen al estudio Generación Z. Todo lo que necesitas saber sobre los jóvenes que han dejado viejos a los millennials, elaborado por Atrevia y Deusto Business School. 

Comprenden la vida diferente a sus hermanos mayores, los millennials, y cuando crecen, no son los adultos que pensaron que serían. Este es el caso de Judit Solans, que con el nombre de su cuenta de Instagram @Readulteando, y su libro, Me bajo de la vida adulta (editado por Grijalbo), deja muy clara su posición. 

Esta catalana de 26 años pensó, al terminar la carrera, que la vida era algo más que cumplir unas expectativas: «Yo siempre había sido la clásica niña con muy buenas notas, que recibía el aplauso y la aprobación. Pero al saltar al mercado laboral, me di cuenta de que estaba luchando por una vida que no me gustaba por el simple hecho de que, en algún momento, alguien me había dicho que iba de esto», recuerda. Así que decidió cambiar y volver a empezar. 

La ansiedad hizo que explotase, como le ocurre a muchos jóvenes en la actualidad. «Cada vez estamos peor. Gritamos y nadie parece escucharnos. No todo es culpa de las redes sociales ni del móvil», lamenta. Solans también ha tenido que escuchar el famoso apodo de la generación de cristal que es excusa en que «a estos jóvenes todo les afecta». «Quizá lo que nos afecta es no poder ni quejarnos de las condiciones laborales porque, entonces, somos unos débiles y unos vagos que no quieren trabajar», señala para añadir que la realidad es otra. La generación Z sí quiere trabajar, pero rechaza que esto marque el ritmo de su vida. 

Trabajar para vivir y no vivir para trabajar

Cuando otras generaciones acuden al argumento del yo más, ella plantea: «Nos dicen: “Es que no aguantáis nada, mirad todo lo que nosotros hemos sacrificado”. Bueno, sí, pero ¿vale la pena sacrificar mi vida entera?, ¿mi salud?, ¿mi tiempo?, ¿para qué exactamente?», responde. 

Para la joven, las diferencias entre los nacidos antes y después radica en algo tan simple como las prioridades de cada época. «Lo bonito de cada generación es que da muchos pasos adelante. La de nuestros padres empezó a ir a la universidad y a buscar la seguridad que la mayoría de nuestros abuelos no tenían. En la nuestra, tenemos mucha suerte de tener todo lo que necesitamos, y nos está tocando centrarnos en las emociones y la salud mental», indica. A sus 12, desconocía el significado de la ansiedad, «ahora, muchos chicos, ya saben de qué va y van a terapia incluso antes». 

Judit Solans, @readulteando en Instagram.
Judit Solans, @readulteando en Instagram.

Salud mental en las relaciones sociales

Solans también se dio cuenta de que la vida, siendo adulta, no era lo que esperaba a los 15. «Veía que mucha gente se independizaba y yo también quería hacerlo, así que me atreví pero no con los recursos que a mí me gustaría», ejemplifica. Se sintió perdida sin encontrar un trabajo que le gustase relacionado con sus estudios, tuvo la necesidad de emanciparse, de asentarse en una relación amorosa o de conservar amistades que no iban a ninguna parte.

Y ahora, con 26, se pregunta: «¿Y qué más da?».  «A estas edades tenemos una serie de retos para entrar en el mundo real, como algunas personas lo llaman. Pero, ¿qué es el mundo real? Lo de antes qué era entonces, ¿el mundo irreal?», bromea. 

En sus redes sociales también trata el apartado de los vínculos sociales, de suma importancia en esta primera etapa adulta. «Veo que mucha gente, incluida yo, tiene la presión de que los 20 son el mejor momento, que hay que salir, disfrutar y experimentar. Pero mi forma de hacerlo es diferente a la de otra persona», cuenta. En lugar de salir de fiesta, prefiere ver una película, algo que también es válido. Parece de Perogrullo, pero recuerda que al contarlo en su cuenta de Instagram, se percató de cuántas personas sentían esta misma presión. 

Primar la salud mental también ha llevado a replantearse qué relaciones quiere mantener. «Cuando hago un plan con alguien es porque realmente me apetece, y no porque me aburra», apunta. Una tendencia que no escapa de las redes sociales. Allí muchos jóvenes muestran su solo date night, una cita con ellos mismos. 

Trabajo personal aparte, reconoce que todavía le queda camino por hacer. Tiene 26 y sigue sintiendo presión por saber qué será de su vida. «Tengo la impresión, a raíz de hablarlo con gente de mi edad, que a medida que te acercas a los 30, el miedo a un nuevo trabajo, a tener una nueva pareja o a mudarte de ciudad aumenta», señala Solans, quien no habla en nombre de su generación, aunque que su experiencia representa a muchos. 

Crecer entre crisis

La generación Z tenía, como mucho, 6 años cuando cayeron las Torres Gemelas y 13 en el momento de la mayor crisis económica de la historia. «Son hijos de un mundo en conflicto; de ahí que compartan algunas características con la llamada Generación Silenciosa, aquellos que crecieron entre la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, aunque estos no son precisamente silenciosos», dicen algunos investigadores.

Solans no ignora el pesimismo de crecer entre mensajes de desempleo y dificultades económicas. «Hemos crecido con mensajes híper pesimistas. Recuerdo que en el cole nos decían que no había trabajo, que escogiéramos la carrera con más salida porque todo estaba fatal. Es normal que ahora nos cuestionemos ciertas cosas», detalla. No sin escapar de las críticas. Todavía le preguntan el porqué de acudir a terapia, si ella ya tiene todo lo que necesita. 

«Precariedad estructural»

Isabel Duque, psicóloga, sexóloga y autora del libro Acercarse a la generación Z, conoce de sobra a este grupo de jóvenes. «Cuando dicen que es la generación de cristal, deberían decir que es la generación del cristal transparente, porque denuncian cuestiones estructurales que se han reproducido sistemáticamente y que no tendrían que pasar», reivindica. Entre ellas, el peso de la salud mental, que según la experta, han reivindicado en manifestaciones y en las plataformas que mejor se mueven: las redes sociales. «Con todo, nos seguimos encontrando con titulares pesimistas, con un enfoque súper adultista de que cualquier tiempo pasado fue mejor», señala. 

El gran cambio de paradigma en el que esta generación se ha convertido en pionera es la manera de enfrentarse al trabajo. Por un lado, estos jóvenes tienen empleos precarios e itinerantes, mientras que por otro, sus familiares le dicen cómo deben actuar con respecto al mercado laboral. «Han vivido crisis sistemáticas una detrás de otra; una pandemia mundial que nadie se esperaba y ahora un contexto bélico», apunta Duque. Todo ello ha dificultado que puedan ver cubiertas algunas necesidades como la emancipación: «Una persona joven que quiera vivir sola tiene que dedicar el 82 % del salario medio para hacerlo», destaca. 

Por todo esto, en consulta, no se extraña al encontrarse con un diagnóstico coyuntural: precariedad estructural. «Tengo a mujeres que han pasado por muchos empleos, puestos en prácticas, y algunas están hiperformadas y ven que nada es suficiente para alcanzar la estabilidad que deseaban», considera. Un malestar sobre el que muchos han decidido no callarse. «Han visto cómo sus familiares eran explotados, cómo les hacían cosas fuera de la ley de los trabajadores y esta generación no quiere eso», indica. 

Y lo peor de todo, según la experta, es que este problema estructural se vende como algo individual. «Parece que el éxito es lo único que les puede dar la felicidad y que si no se alcanza, es porque no lo quieren lo suficiente. En consulta, veo que todo esto provoca una depresión por agotamiento del sistema nervioso», lamenta. 

Este fenómeno no pasa desapercibido para la investigación. El que era escritor y filósofo, Mark Fisher, habla de la cancelación del futuro que bien se puede aplicar a los ceta. «Cuando se les pregunta por el futuro, muchos te dicen que qué futuro si ni siquiera tienen un presente al que agarrarse», recuerda Duque, que para su libro, habló con varios jóvenes. Un pesimismo que, pese a la cultura de la impuesta felicidad, forma parte de la fotografía fija de esta generación.

Lucía Cancela
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Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.