¿Igualdad en el sexo? La sexóloga Francisca Molero responde: «Los vibradores, mal llamados consoladores, no consuelan»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, reflexiona sobre el deseo sexual de la mujer este 8M.
Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, reflexiona sobre el deseo sexual de la mujer este 8M.

La presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología y ginecóloga repasa la historia de la sexualidad femenina y explica que los sesenta marcaron un antes y un después

08 mar 2024 . Actualizado a las 11:30 h.

Desde la Edad Media, la vida de las mujeres se articuló de puertas para adentro. Se establece un patrón sumiso, estático, dedicado a ser madre y esposa. Nunca mujer. Comienza el escrutinio religioso y la Iglesia establece que todo aquello que se salga de la norma es pecado, y cuando lo hace una mujer, una bruja. Con el Renacimiento, la histeria —una mal llamada enfermedad, que daba respuesta a todos los problemas de la población femenina que no encontraban explicación— pasa de ser tratada por la religión a la medicina, que busca dar respuesta a esa mujer diferente. 

La historia de la mujer describe el siglo XIX como un aislamiento femenino, una época en la que su sexualidad se dibuja con una sola función: la reproducción. Los cambios sociales del siglo XX abren la puerta a la curiosidad y permiten que la mujer tome las riendas de su deseo. Sin embargo, la moralidad cristiana sigue presente y no está bien visto que tenga una vida sexual con plena decisión. 

Los últimos 30 años han sido fundamentales para el avance. El feminismo ha ido de la mano de la apertura y la familiaridad con la diversidad sexual, especialmente, entre las generaciones más jóvenes. Francisca Molero, sexóloga clínica y presidenta de la FESS (Federación Española de Sociedades de Sexología), ha vivido el cambio desde dentro. Comenzó, en los años 80, a tratar la sexualidad desde las consultas de planificación familiar; a finales de los 90, observó cómo la mujer experimentaba nuevas sensaciones placenteras desde el descubrimiento, a nivel popular, del clítoris. Una serie de cambios que le permiten decir que, a día de hoy, la actividad sexual se encamina —por fin— hacia unas relaciones más igualitarias. 

—Más apertura, diversidad y autoconocimiento sexual por parte de las mujeres jóvenes de 18 a 25 años, según un informe del Instituto de las Mujeres. Debe ser una satisfacción para usted, que lleva ejerciendo laboralmente en este terreno desde los 80. 

—Muchísimo, y no solo porque a nivel individual hablen mucho, porque vengan más a consulta, sino por una perspectiva más general. Por ejemplo, yo estoy tratando bastante con pacientes oncológicas y parejas que después de un proceso de cáncer quieren revitalizar su sexualidad y reaprender en qué momento están. Eso es muy gratificante. También es muy importante la educación sexual. Soy portavoz de una plataforma que se llama Asignatura Pendiente, en la que trabajamos el principio inspirador de educación sexual afectiva, que aparece en la Lomloe. Es una plataforma de recursos orientada a educadores, para que puedan utilizar e implementar lo que les pide la ley. Concretar en el currículum escolar cosas que tiene que ver con la educación afectivo sexual. 

—La histeria dejó de considerarse una enfermedad en 1952. Algunos historiadores señalan que podría definirse como «el funcionamiento normal de la sexualidad de la mujer en un contexto de represión». ¿El deseo sexual femenino se veía como una enfermedad?

—No se valoraba que la mujer tuviera deseo. El problema era, y de hecho, ha sido hasta finales de los 60, que la sexualidad femenina como tal no existía, existía la sexualidad femenina en referencia a la sexualidad masculina. Se aceptaba que ella podía tener relaciones sexuales, pero siempre que fuesen heterosexuales y desde luego, nunca desde el deseo previo, sino desde la aceptación. Así que, si se negaba la sexualidad femenina como algo propio, mucho más el interés en conocer el  funcionamiento a nivel cerebral de los estímulos que la excitaban. Sin embargo, a partir de los cambios sociales que cambiaron el rol de la mujer —lo que guarda una profunda relación con el hecho de que saliera de casa—, se mudaron también los roles sexuales. Uno de los más importantes fue el reconocimiento de la sexualidad femenina independiente de la masculina. 

—¿Dónde está el germen del descubrimiento de la sexualidad femenina?

—Se produce, sobre todo, a partir de los 60. Eso no quiere decir que antes no podían mantener relaciones sexuales satisfactorias o que no conocían el erotismo. En el siglo XIX ya había imágenes eróticas y las mujeres las veían aunque fuesen dedicadas al hombre. Para mí, la revolución de mayor peso fue la aparición generalizada de los métodos anticonceptivos. Esto marca el momento en el que la mujer es capaz de desligar la reproducción a la sexualidad. Con ello, ya entramos en otro territorio. Ellas empiezan a ser conscientes de que pueden controlar su reproducción y se plantean otras cosas. En nuestro país, en concreto, empezamos a hablar de sexualidad a raíz de la aparición de los centros de planificación familiar. 

—¿Qué necesidades atendían en ese momento?

—Las mujeres venían, básicamente, a pedir métodos anticonceptivos. Lo significativo es que, a partir de los 80, ya había unos servicios especializados en atender unas demandas que hasta ese momento no estaban atendidas. A partir de ahí, las mujeres empiezan a hablar de su propia sexualidad, se dieron cuenta de ello, y también de que había otra manera de ser en la menopausia. Precisamente, veías que en ese estado, se sentían mucho más libres, expresaban su sexualidad de una forma diferente, porque habían perdido el miedo al embarazo. 

—La historia de la sexología concluye que, mientras que la sexualidad de la mujer se orientaba a la reproducción, se aceptaba que la del hombre buscase el placer.

—Sí. Fíjate, cuando hablamos de sexualidad y de sus funciones, hablamos de tres. La primera y más importante, que es transversal, es el placer. Esto no estaba contemplado como un objetivo para ellas. Las otras dos funciones son la reproducción y la comunicación erótica. La segunda, como dices, estaba muy presente. Y la comunicación erótica, también, pero solo en el momento en el que era aceptado el acercamiento masculino para tener relaciones sexuales. 

—El primer tratado de anatomía del clítoris no aparece hasta 1998.  

Efectivamente. Apareció de cara a la divulgación, porque en los documentos antiguos de anatomía sí existía. A partir de aquí, se empieza a conocer y es algo muy importante. Hasta este momento muchas mujeres solo se lo pasaban bien teniendo relaciones sexuales cuando había una relación de pareja; pero para las que no tenían un buen vínculo, no era un buen momento. Por eso, desde que se divulga que el clítoris es el órgano que más fácilmente produce placer si se estimula, empiezan a cambiar las cosas. 

—¿En qué influye?

—Las mujeres siempre han sido curiosas en el tema del cuerpo y del cuidado. Han sido cuidadores, pero no autocuidadoras. Cuando se habla de este órgano, entienden qué es, por qué muchas no llegan al orgasmo con la penetración —aunque otras sí—; y entienden que existe la masturbación femenina. Es decir, hay un mayor reconocimiento. Se habla más de sexo, la sociedad se vuelve más tolerante y aparecen los primeros juguetes sexuales, como vibradores. Todo eso pone de relieve los estímulos vibratorios a nivel de vulva y clítoris, lo que permitió que muchas mujeres pudiesen tener acceso a unas sensaciones sexuales que antes no habían tenido. 

—Vibradores, mal llamados consoladores. 

—Exacto. Es que los vibradores, mal llamados consoladores, no consuelan, consuelan las personas. 

—¿Cómo vivió desde la consulta este mayor autoconocimiento?

—No sorprendió demasiado porque fue un proceso ligado a los cambios sociales. La sexualidad está muy influenciada por los factores biofísicos, psicológicos y sociales. La sociedad establece toda una serie de elementos que, de alguna manera, enmarcan todo lo que es aceptable o no dentro de la sexualidad y del erotismo. Todos esos cambios tienen una repercusión en la vivencia real de la sexualidad. Van al unísono. 

—Es cierto que hemos avanzado, pero sigue imperando la idea de que el deseo femenino se liga a la emoción, y es ajeno al cuerpo. 

—Totalmente, pero es algo que se fomenta. Muchas de las informaciones de educación sexual se hacen, fundamentalmente, dentro de lo que es la emoción y la afectividad. Y eso es estupendo, pero hay una parte esencial que tiene que ver con el cuerpo; un área en la que precisamente hay muchas lagunas sobre cómo funciona y los factores biofísicos que afectan a la sexualidad femenina. Vamos dando pasos importantes, pero todavía estamos investigando cómo funciona la vascularización exacta del clítoris en su erección, o lo relacionado con las sensaciones de placer ante la estimulación. Hay una parte física sobre la que se divulga poco y, por lo tanto, es bastante desconocida. Conocemos la anatomía del clítoris, pero la gente, en general, conoce muy poco la de la vagina. Saber más al respecto eliminaría muchas creencias erróneas que pueden dar lugar a problemas de dolor en las relaciones sexuales y, además, se entendería mejor que la finalidad principal de la sexualidad es el placer. Un placer biofísico. 

—¿Cómo cambia el cuerpo de la mujer cuando hay excitación?

—La fase de excitación es una fase a nivel general, donde hay cambios a nivel genital y de todo el cuerpo. Se produce una erección del clítoris; los labios externos se alisan un poco y los internos se alargan; la vagina, en cinco o diez segundos desde una estimulación erótica independiente de la actividad que se tenga, va a cambiar y a aumentar dos tercios de su tamaño inicial. Para que eso ocurra el útero se va poniendo en ángulo recto, en lugar de estar en ángulo agudo como ocurre en reposo. Todas esas cosas son fundamentales para entenderlo. 

—Dice que la función principal de la actividad sexual es el placer. ¿Las mujeres siguen teniendo miedo a ser llamadas «zorras»?

—Creo que depende del grupo social, del contexto y de la edad. Pero sí que pienso que sigue habiendo una cierta diferencia entre cómo se valora la sexualidad masculina y la femenina. De cara a la masculina, sigue siendo más permisiva indiscutiblemente. 

—¿Cómo de importante es disfrutar de la salud sexual para la salud general? 

—Una actividad sexual satisfactoria mueve todos los sistemas corporales; desde el endocrino, al vascular, el neuronal o el osteoarticular. Sabemos y tenemos evidencia de que una actividad sexual periódica disminuye la mortalidad en general, incluida la del cáncer. Hay un estudio de revisión muy interesante que dice que si los hombres tienen de una manera más o menos periódica un número de eyaculaciones, que puede ser mayor a dos a la semana, pueden disminuir un 20 % el riesgo de cáncer de próstata, por ejemplo. Como ves, la sexualidad masculina sigue siendo más estudiada, en este sentido. Algo que sabemos respecto a la mujer es que mantener una actividad sexual periódica beneficia al suelo pélvico, porque hace que la vagina y la vulva sigan siendo funcionales, y disminuye la aparición de prolapsos, de caída del útero o de la vejiga. Se ha visto, además, que este cóctel neuroquímico que aparece cuando tenemos una actividad sexual satisfactoria produce dopamina, que es el neurotransmisor de los circuitos de recompensa. A su vez, esto tiene una modulación con otros neurotransmisores como la serotonina, relacionada con el estado de ánimo; con la oxitocina, con el vínculo, especialmente, si son relaciones sexuales con otra persona; o con la vasopresina. Para más inri, disminuye el estrés —entendido como una disminución de cortisol— y de hecho, todos los estudios que valoran la calidad de vida incluyen, desde hace tiempo, el hecho de tener actividad sexual periódica solo o compartida como un elemento positivo. 

—Desde que la mujer se incorporó al mercado laboral, tuvo un trabajo doble: dentro y fuera de casa. ¿Cómo han podido influir estas responsabilidades en el deseo sexual?

—Cuando hablamos de deseo sexual, hablamos básicamente de tres elementos fundamentales. Uno es el impulso, otro es la motivación y el último, el contexto. El impulso tiene que ver con factores relacionados con el tema hormonal y con la edad. Sabemos, por ejemplo, que los adolescentes y los adultos jóvenes son más impulsivos que la gente madura. Luego está la motivación, que se basa en cómo me siento yo como persona de salud, y en la calidad de la relación erótica que tenga en ese momento de la actividad o del vínculo. Este factor aumenta con la madurez y compensa a la posible disminución del impulso que puede ocurrir con la edad. Finalmente, está el contexto. Aquí la mala percepción de la salud —si yo me siento enferma, tendré menos deseo sexual—; la historia previa y el tipo de vínculo pueden influir. 

—¿Qué peso tiene el estrés del día a día en ello?

—Una cosa muy importante es que una persona tiene ganas de tener sexo cuando piensa en ello de una manera positiva. Si yo no lo hago, porque estoy totalmente ocupada, no se me despierta el deseo. Y si estoy agotada y físicamente estresada lo único de lo que tengo ganas es de descansar y de dormir. Esa es una de las cosas que ocurre con mayor frecuencia con el ritmo de vida que llevamos. No pensamos en sexo, y cuando lo hacemos, es como un problema. Eso no activa el deseo.

«La sexualidad de la mujer no se acaba en la menopausia»

—¿Qué estereotipos le llegan, todavía, a la consulta?

—Pensar que una mujer, por ejemplo, tiene que tener siempre un deseo activo; cuando en realidad, una respuesta sexual satisfactoria puede empezar desde el propio deseo, pero también, desde las caricias o de un vínculo. Eso es importante porque muchas mujeres vienen a consulta diciéndome que tienen un problema de deseo y no es cierto, porque responden bien cuando se les acercan de manera adecuada. Por otra parte, está el multiorgasmo. Claro que tenemos esa capacidad, pero hay veces en las que solo te apetece tener uno. Otro mito es que solo existe el orgasmo clitoideo. Después, algo que las mujeres, especialmente en parejas heterosexuales, no tienen nada asumido es que el hombre puede tener pocas ganas. Ellas siguen creyendo que ellos solo piensan en sexo y eso no es verdad en absoluto. Y por último, que la sexualidad se acaba en la menopausia. Pues tampoco. 

—¿Hacia qué roles ve que se mueve la sexualidad femenina?

—Pienso que las relaciones son cada vez más igualitarias. También estamos viendo que cada vez se tienen menos relaciones sexuales compartidas, hay una disminución y eso es evidente; mientras que existe un incremento de la actividad sexual individual. Es decir, tanto hombres como mujeres utilizan más la masturbación y el autoerotismo. En los varones era una cosa que siempre había estado presente, pero no sucedía lo mismo con ellas. Creo que el tema irá por ahí. 

—¿No se ve influida por el consumo de pornografía desde una etapa temprana?

—Esto ha salido a la palestra, y llevamos tiempo haciendo acciones respecto a este tema. El modelo pornográfico se consume pero no es una referencia con la que alguien se pueda comparar. Este el problema. Cuando haya una educación sexual integral, que es lo que se pide desde hace muchísimos años, y parece que ahora todos los implicados empiezan a ponerse las pilas, habrá otro modelo que tomar como referencia, y este se quedará como un recurso para adultos si les apetece. Sin embargo, el único modelo que hay es el pornográfico, que deriva en que los hombres piensen que las mujeres tienen un tipo de placer que no se ajusta a la realidad, y en que muchas se sientan presionadas pensando que tienen que experimentar ese placer y hacer las cosas que aparecen el porno. Al final, llegan los problemas. 

—Las relaciones placenteras contribuyen a una mejor autoestima. ¿Que una mujer disfrute, sin vergüenza, del sexo, le ayuda a empoderarse?

—Por supuesto, porque es un elemento clave. La sexualidad es una parte estructural de la persona. Activan los circuitos de recompensa, que te ayudan, por así decirlo, a equilibrarte y a tener bienestar, 

—¿Ellas siguen queriendo complacer al otro?, ¿siguen fingiendo orgasmos?

—Cada vez menos, pero lo de complacer sucede en ambas direcciones. La sexualidad, sobre todo, la comunicación erótica, tiene expectativas altas, y lo que quieren es que las personas disfruten. Es cierto que hay mujeres que fingen el orgasmo, pero no se vive como algo malo, sino porque ya disfrutan y no quieren sentirse presionadas. Saben que, a lo mejor, en las primeras relaciones sexuales es fácil que no lo alcancen porque los cuerpos no se conocen.

Lucía Cancela
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Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.