Lola Álvarez, psicoterapeuta: «El desarrollo cerebral explica gran parte de la conducta de los adolescentes»

Cinthya Martínez Lorenzo
CINTHYA MARTÍNEZ LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Lola Álvarez Romano es miembro de la Asociación de Psicoterapeutas de Niños y Adolescentes de Reino Unido (ACP), de la Fundación Británica de Psicoterapia (BPF) y del Consejo Psicoanalítico Británico (BPC).
Lola Álvarez Romano es miembro de la Asociación de Psicoterapeutas de Niños y Adolescentes de Reino Unido (ACP), de la Fundación Británica de Psicoterapia (BPF) y del Consejo Psicoanalítico Británico (BPC). Antonio Navarro

«Si tú también estás con el teléfono en la mano es muy difícil que riñas a tu hijo por la misma razón», alerta la especialista

13 mar 2024 . Actualizado a las 13:58 h.

La adolescencia es un período de gran desarrollo cerebral, por lo que resulta crucial distinguir entre los cambios propios de esta edad y los cuadros clínicos que requieren el diagnóstico de un especialista. Como padres, es importante estar atento a las «banderas rojas», para saber si se trata de un proceso normal o no. Divulgar sobre estas señales es uno de los objetivos de Lola Álvarez, una profesional con más de treinta años de experiencia. Licenciada en Pedagogía por la Universidad de Barcelona y con formación doctoral en la Clínica Travistock de Londres, ha trabajado en los servicios públicos de salud mental infantojuvenil del NHS en el área de Londres y en equipos de diagnóstico de trastornos neurológicos del desarrollo. Acaba de publicar su segundo libro ¿Qué me he perdido? Cómo afrontar los problemas de salud mental en la adolescencia (Planeta, 2024). 

—¿Cómo influye el contexto familiar en el desarrollo psicológico de los menores?

—Influye mucho. Cómo se comunica cada familia, qué distancia hay entre padres e hijos, cómo se comunican los padres entre sí. Todo esto son influencias que el niño va aprendiendo y absorbiendo. Si es una familia en la que todo se habla libremente, el niño se acostumbrará a hacer eso. En cambio, si es la típica familia que las cosas más delicadas se ocultan o se intentan disfrazar, los niños crecerán teniendo presentes incertidumbres e interrogantes, o con la idea de que hay cosas de las que es mejor no hablar. El contexto familiar es la entrada al mundo de cómo gestionan las emociones los adolescentes. 

—¿Cómo fue la adolescencia de los progenitores puede llegar a influir en la de los hijos?

—Hay padres que me dicen: «Yo era tremendo cuando tenía 15 años». Puede que tenga miedo a que su hijo haga cosas como las que hacía él, aunque no exista ninguna señal de que eso vaya a ser así. Pero sí puede influir en su manera de gestionar la crianza. A lo mejor el padre es excesivamente estricto. No basándose en lo que hace su hijo, sino en lo que hacía él cuando era joven. La experiencia de cada uno marca cómo piensas tú sobre la adolescencia. A veces los padres se basan en ideas preconcebidas que no tienen nada que ver con el hijo que tienen; hay muchos padres y madres que me lo dicen. 

—¿Crees que existe presión para que esa crianza sea «perfecta»?

—Todo el mundo lo hace lo mejor posible. Quizás hoy en día, como hay tanto intercambio informativo en redes sociales, sí que hay una especie de presión adicional a mostrar que todo es maravilloso. Pero no es algo de la familia, sino de la sociedad en general. Todo el mundo quiere mostrar su mejor versión y eso incluye a los hijos. Para ellos, provoca un tratamiento muy superficial de las cosas. Estás más preocupado por lo que piensan los demás que por lo que está pasando delante tuyo. Es una cosa que influye mucho a los adolescentes, pero también a los padres. Todo esto dificulta la comunicación entre padres e hijos, es como si hubiera barreras o filtros que no dejan ver a la persona real.

—¿Los hijos se parecen a los padres?

—Los hijos no son reproducciones exactas de sus padres, son personas con su propia autonomía física y psicológica. 

—¿Cuáles serían las «banderas rojas» a las que se debería de estar atento?

—Los cambios de conducta radicales que notas y los cambios de humor que observas.

—¿Un ejemplo de cambio de conducta radical?

—Por ejemplo, cambios de conducta puede ser que deje de salir con los amigos cada sábado como hacía durante mucho tiempo. Dejar de practicar un deporte; que no quiera hacer una actividad que antes le gustaba. Aislarse de su circulo social o que deje de comunicarse con la familia. Pasar mucho tiempo encerrado en su habitación sin nadie más. Todas estas cosas pueden ser algo que hay que investigar un poco más. También que tenga insomnio y que baje su rendimiento escolar.

—¿Y los cambios de humor?

—Cosas que antes reaccionaba de una manera, de golpe reaccione de otra, de forma inesperada. Cualquier adolescente puede tener estas alteraciones, pero si se ve que hay una sucesión o más de una de estas señales, quiere decir que puede estar ocurriendo algo. A lo mejor necesita ayuda y no sabe a dónde o a quién recurrir. 

—¿Qué puede haber detrás de todas estas señales de alarma?

—Es muy amplio. Desde haber sufrido algún trauma, una sucesión de eventos adversos en la familia, mudanzas, enfermedades o muerte de algún familiar. En realidad, casi todas estas cosas son inevitables. Pero si ocurren en un período de tiempo corto, puede ser que al niño le cause tristeza. 

Javier Ocaña

—Si nos ponemos en el supuesto de que tenemos un hijo adolescente. Le llamamos la atención por estar mucho tiempo en redes sociales y él se enfada. ¿Cómo actuar?

—Se trata de una cuestión de límites y es necesario ponerlos, aunque resulten en un encontronazo. Si cada vez que debe salir de las redes sociales porque ya lleva, imaginemos, tres horas, y sabes que se produce un encontronazo, lo que hay que hacer es hablar tranquilamente cuando sea un buen momento. Ahí, acordar que le vas a dar un aviso media hora antes para que se vaya desenganchado. Tiene que haber límites para todo y si estos cuestan hay que negociarlos, pero no eliminarlos. 

—¿Negociación o imposición?

—Depende. Si la negociación es infructuosa acabará siendo una imposición. Pero son los padres los que están al timón. Son ellos los que tienen que decidir cómo quieren que se gestionen las cosas. A veces a los hijos les cuesta aceptar eso, pero hay que hacerlo por su bien, porque los límites son necesarios

—¿Sirve ser ejemplo?

—Mucho. 

—En este caso, si el adolescente ve a sus progenitores con las redes sociales, ¿se complicaría la negociación?

—Totalmente, el ejemplo es fundamental. Muchos padres lo reconocen: «Yo también estoy con el teléfono en la mano». Claro, es que entonces es muy difícil que riñas a tu hijo. De alguna manera estás socavando tu propia autoridad. 

—¿Los trastornos mentales están en incremento o es que antes también se daban pero no eramos capaces de identificarlos?

—Diría que las dos cosas. Antes había muchos trastornos que, como no se conocía lo que estaba ocurriendo, tampoco se les hacía mucho caso. Los adolescentes hacían lo que podían. Pero bajo mi experiencia profesional, también creo que han ido en aumento. 

—¿Por qué? ¿Qué razones lo explicarían?

—Ahora mismo tienen una cantidad de estímulos mucho mayor que no siempre son capaces de procesar. Eso les puede provocar ansiedad y estrés. Es como si vivieran la vida a mil kilómetros por hora. Se van a la cama con el teléfono y siguen enviando mensajes que van y vienen. Esto no puede ser bueno, es un frenesí. Les consume energía y crea estrés. Les impide tener un ritmo de vida con un poco más de espacio para pensar.

—¿Cuál crees que es la solución?

 —Poner límites es fundamental. Al igual que ayudarlos a procesar todo esto. Predicar con el ejemplo y ayudarles a comunicar lo que están viviendo. No permitir que el mundo de las redes sociales sea su mundo. Es una cosa más, pero no tiene que ser el centro. 

—¿Su cerebro es más vulnerable a engancharse a redes sociales?

El desarrollo cerebral adolescente tiene una particularidad y es que la corteza prefrontal no está del todo desarrollada. Eso quiere decir que la función ejecutiva, que es lo que equivaldría a la sensatez y actuar de manera más medida, no está funcionando de manera óptima todavía. Eso se consigue a los 20 y pico, entre los 23 y los 25. Esto sí que les hace más vulnerables a ser más influenciables por algunas cosas. Tienden a actuar con mayor impulsividad. Sí, hay un tema de desarrollo cerebral que explica gran parte de su conducta. 

—Si un adolescente sufre un trastorno de ansiedad o depresión, ¿es probable que lo vuelva a sufrir de adulto?

—Si lo sufre de adolescente es posible que lo sufra de adulto también. El 50 % de los trastornos de la salud mental en la edad adulta empezaron en la adolescencia. Sí que hay relación. A veces han batallado con eso de la mejor manera que han podido y llegan a una edad adulta con batallas muy parecidas. Necesitan esa ayuda a la que no han tenido acceso cuando eran adolescentes, pero a lo mejor de adultos sí la consiguen. 

—Un consejo que suelas dar a los padres de adolescentes. 

—Hago mucho hincapié en que los padres se comuniquen mucho con sus hijos desde la infancia. Que lo hagan de la manera más fluida, natural y honesta posible. La comunicación es la mejor prevención para problemas de salud mental en el futuro. Que sepan que estás disponible, que tienes tiempo para ellos. Dedicarles tiempo, atención, observar cambios, mantenernos cerca y tener los temas de comunicación abiertos. Y añado otro: no rendirse. Si algo sale mal, si el niño tiene un trastorno, que intenten ayudarle. Hay muchas cosas que los padres pueden hacer para reconducirlo. Pero que no abandonen la lucha. Si no acierta a la primera será a la segunda o a la quinta, pero que no se den por vencidos; seguir ayudándoles hasta que las cosas se encaucen.

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.