Nadador, «runner» y crossfitero sin importar la edad: «A veces me da miedo encontrarme tan bien a los 71»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

Sara Barreira, con la camiseta de su Club Running Oleiros
Sara Barreira, con la camiseta de su Club Running Oleiros MARCOS MÍGUEZ

Ramón Folch, Sara Barreira y Benito Chaves se mantienen en forma pese a las dificultades: «Soy feliz preparando la mochila y yéndome al gimnasio»

12 feb 2024 . Actualizado a las 10:37 h.

Ramón Folch, Sara Barreira y Benito Chaves tienen tres cosas en común: el deporte les da la vida; llevan la constancia por bandera y al mirarlos muchos se preguntan: «¿Cómo lo hacen?». Los tres derrochan ganas y con su ejemplo consiguen que otros se muevan. La edad o las enfermedades no son una excusa. Conocen, en primera persona, los beneficios de hacer ejercicio y no dudan al recomendárselo a otros.

Ramón Folch, nadador de 86 años: «No siempre me apetece coger la moto e irme a la piscina»

A Ramón Folch lo apodaron como el Michael Phelps de 86 años. No es para menos. A su edad, ostenta récords que muchos jóvenes quisieran. Es un nadador «máster» del Club de Natación de Arteixo y, aunque está afincado en A Coruña, es natural de Sabadell. Cada lunes, miércoles y viernes tiene una cita con la piscina del Club de San Amaro, en el que, acompañado de su mujer, acumula kilómetros. Tres mil metros en cada entreno, «120 piscinas de 25», traduce como solo un pez en el agua podría.

Su historia con la natación viene de lejos. Desde que tiene uso de razón se recuerda dando brazadas. «Mi padre ya me llevaba a la piscina cuando tenía tres años. Pero por aquel entonces, las de Sabadell eran muy profundas —no como ahora— y eran demasiado para un niño», aclara. No le quedó otra que aprender a nadar en el río que cada verano visitaban durante las vacaciones familiares.

Creció entre litros de agua, «entre la natación y el waterpolo», aunque las responsabilidades de la vida adulta hicieron que aparcase su afición. «Con 24 años, dejé de entrenar, porque viajaba mucho ya que era comercial del sector textil», recuerda. Tan solo mantuvo, hasta los 50, un pequeño resquicio de lo que fue: la travesía del lago de Bañolas, el más grande de Cataluña, para el que se preparaba durante los meses estivales.

Folch, mientras se zambulle en la piscina del Club del Mar, lugar en el que entrena.
Folch, mientras se zambulle en la piscina del Club del Mar, lugar en el que entrena. MARCOS MÍGUEZ

El paso del tiempo y la jubilación lograron que se reencontrase con el agua a los 73. «Lo hice por practicar algo de deporte y por salud», reconoce. En su mente, no estaba la intención de volver a competir. Eso pertenecía al pasado, pero el que tuvo, retuvo. «Costó, porque hacía años que no nadaba, pero el cuerpo, que tiene memoria, se acuerda de cómo hacerlo». Una socorrista y entrenadora de su piscina se fijó en la técnica y le animó a que se apuntase a algún club. «Me fue liando y, al final, terminé accediendo. Empecé con el Club de Natación de Arteixo, y con ellos sigo».

«Siempre fui un nadador de fondo más que un sprinter»

En la actualidad, tiene todos los récords gallegos de crol y de espalda en su categoría. Él le resta importancia: «Los tengo porque de mi edad no hay nadie más, así que es a la fuerza». También tiene un par a nivel nacional, «uno de 1.500 y otro de 3.000». Aquí ya tiene más competidores, pero las largas distancias son su punto fuerte: «Siempre fui un nadador de fondo más que un sprinter». Los máster cambian de nivel cada cinco años, estrena la siguiente categoría en cuatro, y espera debutar: «Mi idea es llegar a los 90 y poder volver al campeonato de España, me haría mucha ilusión. Es algo que ya se verá, porque lo decide el tiempo».

Ramón Folch tiene 86 años y sigue nadando sin bajar el ritmo.
Ramón Folch tiene 86 años y sigue nadando sin bajar el ritmo. Marcos Miguez

Su caso no tiene una fórmula especial; lo que hace no es ningún secreto: «Vida sana, deporte, cuidarse y tener suerte de no enfermar», dice, para después continuar: «Creo que tengo buenos genes, porque en mi casa todo el mundo pasó de los 90». También media la fuerza de voluntad: «No siempre me apetece coger la moto e irme a la piscina». A veces, preferiría quedarse en el sofá, pero así no se ganan campeonatos.

Sara Barreira, «runner» desde los 64: «Cuando corro solo pienso en coger a las zapatillas de delante»

Los nietos de Sara Barreira la definen como una «superabuela». No hay reto runner que se le resista. A sus 71, conquista carreras y podios allá dónde va con el Club Running Oleiros. Correr llegó a su vida por casualidad, siempre había sido una persona muy activa, pero de un día para otro, se enganchó a dar zancadas. «En el gimnasio decidimos hacer una clase de running, al mediodía, y un año después, con 65, gané mi primera copa que fue en la Carrera de la Mujer».

Y desde entonces, no ha parado. Es algo que dice literalmente. Su última prueba, el domingo pasado en el Trail da Filloa de Zas, con kilómetros que discurren por sube y bajas del Monte Brondo, con barro, ríos y riberas. En la lista de esta coruñesa, también figuran otras carreras: las populares del circuito de la ciudad herculina, la Extrema de Manzaneda o la Kangas Mountain. Tiene kilómetros para elegir.

Su ruta habitual de sábado discurre por la Torre de Hércules, ida y vuelta, hasta sumar unos 15. «Si el domingo salgo con compañeros, vuelvo a correr otros 15 o 16». En su rutina, están marcados unos dos días de running semanales, «pero como soy un poco bruta, acabo haciendo más». Y después le suma sesiones de body combat, de spinning, de entrenamiento de fuerza o de natación. Parece difícil, pero a ella no le cuesta; ni siquiera tira de fuerza de voluntad. «Siempre tengo ganas de correr y de ir al gimnasio. Soy feliz preparando la bolsa y yéndome a entrenar».

Su médico está encantado. De hecho, solían correr juntos. «Al principio, él iba delante y yo detrás. Las últimas veces, fui yo delante», dice riéndose. Más allá de cuidar su salud —dice que sus analíticas están para enmarcar— el deporte despeja su mente y hace que esté acompañada. «En las carreras, muchos deportistas jóvenes se preocupan por mí. Me dicen si me ayudan. Y siempre les digo que no, que de momento puedo sola. Son maravillosos».

No corre con música ni con cascos. En sus entrenamientos, lleva una botella de agua y el móvil, «primero, para medir la velocidad, y segundo, por si me pasa algo». Sin entretenimiento externo, se concentra en una cosa: «Coger a las zapatillas de delante». Lo disfruta tanto que ni se plantea bajar el ritmo, y aunque en la calle sorprenda, su familia ni se extraña: «Ellos se sorprenden si no me ven corriendo, me preguntan si me pasó algo».

«Mi familia se sorprende si no ven corriendo, me preguntan si me pasó algo»

Su filosofía es la de «más zapatilla, menos pastilla», y la cumple a rajatabla. «A veces me da miedo encontrarme tan bien, porque siempre dicen que si a esta edad no hay dolor, es que estás muerta». A ella se le ve llena de vida.

Sara Barreira, corriendo por un parque cercano a su casa.
Sara Barreira, corriendo por un parque cercano a su casa. MARCOS MÍGUEZ

Hace de liebre —un corredor que marca el ritmo— para gente más joven. Su truco está en no asfixiarse y en utilizar unas buenas zapatillas: «Es lo que recomiendo a todo el mundo». Prueba a la que va, prueba en la que se encuentra con alguien conocido. «La gente joven me apoya mucho, se quedan mi cara al verme en el podio». Supone que a partir de ahora, el cuerpo empezará a resentirse. «Los años van pesando», aunque en ella, no tiene mucha pinta.

Benito Chaves, «crossfit» tras un cáncer: «Los martes y jueves son días de entreno obligatorios»

Benito Chaves es un ejemplo de que, quien quiere (casi siempre) puede. Este pontevedrés de 61 años tiene una enfermedad genética que comparte con varios miembros de su familia: poliquistosis renal y hepática. «Los riñones crecen mucho, están llenos de quistes, y llegados a una edad —que varía en función de la vida que les hayas dado— dejan de funcionar».

Es una condición que se lo ha puesto difícil. Ha vivido dos trasplantes de riñón y un cáncer renal, por lo que define la última década como todo «un reto». En total, pasó por más de doce operaciones seguidas. Hace un año y medio empezó a ir a clases de Crossfit en Distrito 360, no lo hizo por un motivo estético, sino por salud física y, si cabe más importante, mental. «Pasaba muchas horas solo en casa, aunque tenga un huerto y unos perros, no era suficiente». Dice que llegó a tener crisis de ansiedad derivadas de todo aquello.

Benito Chaves durante una sesión de entrenamiento en el centro deportivo Distrito 360.
Benito Chaves durante una sesión de entrenamiento en el centro deportivo Distrito 360. Ramón Leiro

Debido a su patología, él está jubilado, pero su mujer y sus hijos trabajan. Así que, animado por conocidos y familiares, buscó algo qué hacer. Y lo encontró en el lugar que menos se esperaba: un centro de ejercicio. Chaves no fue ajeno al deporte, de hecho, jugó al fútbol profesional, pero nunca había acudido a sesiones dirigidas por expertos. «Si iba al gimnasio, hacía lo típico, algo de bici o algo de elíptica», cuenta.

Ahora, ni se plantea faltar un día. «Los martes y jueves son dos días de entreno que todos nos tomamos como algo obligatorio solo por vernos», reconoce. Incluso, llega una hora antes de que su sesión comience para calentar y así poder seguir el ritmo.

«El entrenamiento se pasa tan rápido que te dan ganas de pedir que lo alarguen una hora más»

Cuando empezó, apenas podía caminar. «Unos meses antes, había tenido tres operaciones». Además, debido a la insuficiencia renal que también padece, su organismo —con carencia de calcio— las paga con sus articulaciones. «Tengo mucho dolor, y aunque mi enfermedad nunca se vaya a curar, esto me ayuda a seguir activo. Claro que estaría más cómodo en mi sofá, pero no se puede permitir», señala.

Benito Chaves y su grupo de entrenamiento.
Benito Chaves y su grupo de entrenamiento. Ramón Leiro

Hace flexiones, sentadillas o saltos al cajón, y aunque insiste en que no puede seguirle el ritmo a los más jóvenes, él lo da todo. «Se te pasa tan rápido, que al terminar te dan ganas de pedir que lo alarguen una hora más». Tiene ganas para dar y regalar. Tanto que describe su experiencia como un «milagro»: «Con esto, me vino Dios a ver».

En el centro pontevedrés hizo amigos, sus compañeros o los monitores son un ejemplo de ello. Los menciona a todos, uno a uno: «Somos una familia». Destaca que entrenar en grupo es un factor importante para ir motivado; a ello, se suma que un profesional siempre vigila lo que hacen: «Si no puedo hacer un ejercicio, me lo adaptan», explica. De Chaves dicen que es un «máquina». Sus ganas contagian al resto.

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.