Rebecca Puhl, investigadora: «Las personas con obesidad tienen más probabilidades de recibir una atención de peor calidad»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Rebecca Puhl, investigadora en el área del estigma del peso.
Rebecca Puhl, investigadora en el área del estigma del peso.

La experta del Departamento de Desarrollo Humano y Ciencias de la Familia de la Universidad de Connecticut, sostiene que el estigma por el peso que sufren las personas con obesidad «es un problema de salud pública»

27 oct 2023 . Actualizado a las 17:52 h.

La teoría dice que el estigma del peso se basa en la suposición errónea de que la obesidad es la consecuencia de una falta de disciplina y responsabilidad, omitiendo el carácter multifactorial del exceso de grasa, resultado de la interacción entre factores conductuales, medioambientales, genéticos y metabólicos. El tratamiento de este problema se ha basado tradicionalmente en el enfoque normativo del peso, que sitúa el descenso del número de la báscula como principal indicador de éxito. Un asunto sobre el que se ha manifestado hasta la Organización Mundial de la Salud, que en el 2017 elaboró un informe con recomendaciones para afrontar este estigma. En el mundo anglosajón, destaca la figura de la doctora Rebecca Puhl, licenciada en psicología, que lleva quince años estudiando los prejuicios sobre el peso y su efecto en la salud. Es directora adjunta del Centro Rudd de Política Alimentaria y Obesidad de la Universidad de Connecticut, en el que identifica y coordina las líneas de investigación destinadas a reducir este tipo de estigma. 

—Ponga un ejemplo sobre cómo afecta el estigma del peso a los individuos con obesidad. 

—El estigma del peso se refiere a la desvalorización social de las personas con mayor peso corporal. Son estereotipos comunes que incluyen la opinión de que las personas con un cuerpo más corpulento son perezosas, carecen de autodisciplina, tienen poca fuerza de voluntad y están desmotivadas. Están muy extendidos en nuestra sociedad, pero rara vez se cuestionan. A menudo conducen al prejuicio, el trato injusto y la discriminación de las personas a las que van dirigidos.

—Algunas investigaciones estiman que este tipo de discriminación se ha incrementado un 66 % en los últimos años. ¿Qué opina?

—Dado que las tasas de obesidad han aumentado, cabría esperar que el estigma se redujera con el tiempo y que la gente aceptara y tolerara mejor la diversidad de tallas corporales. Sin embargo, no es el caso, sigue estando presente. En contraste con otros grupos estigmatizados de nuestra sociedad, la reducción de los prejuicios sociales sobre el peso ha sido comparativamente menor. Un estudio reciente evaluó siete millones de pruebas de actitudes implícitas y explícitas de participantes estadounidenses, en base al Test de Asociaciones Implícitas, que es una medida de los prejuicios. Se observaron mejoras sustanciales hacia otros prejuicios relacionados con la raza, el tono de la piel y la sexualidad, pero el prejuicio implícito sobre el peso corporal solo había disminuido un 1 % del 2007 al 2020, que fue el marco temporal del estudio. De hecho, los autores no advirtieron de ningún cambio de cara al futuro. 

—¿Se conocen las razones?

—Hay varias. Continúa habiendo mensajes inciertos en los medios de comunicación que sostienen que la obesidad es cuestión de fuerza de voluntad. La realidad de la obesidad es muy compleja, y en ella influyen factores como la genética, el medio que nos rodea o la biología, de los cuales muchos se escapan del control personal. Mientras se siga culpando a las personas de su peso, el estigma seguirá estando ahí. Además, vivimos en una sociedad que valora mucho la delgadez, la cual ha llegado a simbolizar valores de éxito como la ambición, la disciplina o el deseo; y cuando las personas se desvían de ellos, se vuelven vulnerables al estigma. Y en suma a todo esto, existen muy pocas leyes que protejan a las personas del trato injusto o discriminación por su peso. Como resultado, se envía el mensaje de que el estigma todavía es justificable.

—Pero al mismo tiempo que el estigma ha crecido, parece que hay mayor costumbre de no juzgar el cuerpo ajeno. 

—Sí, hay una mayor concienciación al respecto y empezamos a ver que se extiende más la idea de no juzgar a las personas por su talla. Sin embargo, sigue habiendo diálogos perjudiciales, y precisamente aparecen sobre todo en las redes sociales, que avergüenzan a la gente por su tamaño. Esto es muy problemático. 

—Hace más de dos décadas, un estudio comparó cómo los pacientes de alzhéimer y obesidad eran vistos por la sociedad. Mientras que aquellos que padecían alzhéimer evocaban pena e intenciones de ayuda en el resto; los que tenían obesidad provocaban más enfado y rabia. ¿Cómo mina este tipo de visión la salud pública?

—Así es. Es importante reconocer que el propio estigma del peso es un problema de salud pública. Cuando las personas son estigmatizadas o tratadas injustamente, esto repercute negativamente en el bienestar emocional, la salud física, las relaciones interpersonales, la calidad de vida y la salud física. Por ejemplo, los estudios muestran que el estigma respecto al peso puede contribuir al incremento de la depresión, de la ansiedad, de una baja autoestima, de una peor imagen corporal y del uso de sustancias. También lleva a niveles más altos de estrés, a una mala relación con la comida o incluso, a la ganancia de peso. La evidencia muestra cómo este estigma es un problema de salud pública. 

—¿Puede influir en la atención sanitaria que reciben?

—Así es. Mi equipo ha encontrado que las personas con obesidad tienen más probabilidades de recibir una atención de peor calidad, de que se sientan juzgadas por sus médicos y, por lo tanto, eviten acudir. En algunos de nuestros estudios, hasta dos tercios de los adultos afirman haber sido estigmatizados por su peso por un médico.

—¿Qué papel juegan los medios de comunicación, las series o las películas?

—En este sentido es fácil encontrar ejemplos de estigmatización por el peso en diferentes medios. Por ejemplo, mi equipo de investigación ha estudiado la representación que se hace de las personas con sobrepeso, y aproximadamente, dos tercios de las utilizadas retratan a las personas de forma que se refuerza este estigma. Además, también suelen simplificar en exceso las causas del peso y la obesidad, olvidando todos los factores que antes mencionamos. Sucede lo mismo con los reality shows, las comedias o los dibujos animados. Los investigadores que han estudiado películas infantiles han descubierto que más del 80 % contienen contenidos que promueven el estigma del peso, y que más de la mitad de los programas de televisión dirigidos a los jóvenes contienen comentarios negativos sobre el cuerpo o el peso de un personaje. Y la publicidad también ha promovido el estigma del peso durante décadas, sobre todo en los sectores de la dietética y la belleza, donde los estudios demuestran que la publicidad sobre dietas y pérdida de peso suele aumentar la aversión hacia las mujeres.

—Si dos personas se presentan a una entrevista de trabajo, una está en normopeso y la otra tiene sobrepeso, ¿a quién cree que le darían el puesto antes?

—La investigación ha documentado que existe el estigma por peso en el entorno laboral. Los estudios sugieren que las personas con obesidad se enfrentan a prejuicios y a un trato injusto por su peso en el trabajo, lo que puede puede ocurrir en el momento de la contratación, pues tienen menos probabilidades de ser contratados que una persona más delgada con el mismo currículo; y también en lo que se refiere a tener menos probabilidades de ser ascendido y más de ser despedido.

—De hecho, este fenómeno parece agravarse con las mujeres. Se ha observado que ganan menos dinero a medida que suben de peso. 

—Este tema es complejo porque hay evidencia que lo confirma y otra que no. Algunos estudios sugieren que existe una "penalización salarial por obesidad", pero otros no. Se necesitan más investigación para comprender mejor este asunto. 

—En España, el sistema público de salud no considera la obesidad una enfermedad. Si bien la mayoría de asociaciones médicas están a favor de que se haga, algunos expertos se oponen a ello. ¿Usted qué opina?

—Ese mismo debate lo hemos tenido en Estados Unidos también. Algunas personas creen que clasificar la obesidad como una enfermedad reduciría el estigma porque ayudaría a la sociedad a reconocerla como un trastorno crónico complejo y multifactorial que no merece la culpa ni el estigma personal. Otros opinan lo contrario, que no haría más que aumentar el estigma, porque se consideraría a las personas como enfermas, cuando muchas personas tienen un peso elevado pero no lo están, ni son pacientes. 

—Lo habitual es que este estigma, como el resto, se pase de generación en generación. ¿Cómo deben hablar los padres del peso con sus hijos?

—El peso corporal es un tema cargado de muchas emociones y delicado, especialmente para los niños y adolescentes, cuyos cuerpos están cambiando y son más conscientes y vulnerables a los mensajes de la sociedad sobre el peso y los ideales de delgadez. Los estudios sugieren que, aproximadamente, dos tercios de los padres hablan con sus hijos al respecto. Y, sin embargo, pese a sus buenas intenciones, los progenitores pueden criticar, juzgar y culpar a los menores por ello. De hecho, muchos niños son objeto de burlas en la familia por este tema, y esto es algo muy problemático, porque es algo que también sufren en el colegio y con sus compañeros. ¿Quién les queda cómo apoyo? Como es lógico, cualquier padre quiere que su pequeño esté sano. Es más probable que esto ocurra si, en lugar de centrarse en sus palabras, se centran en sus acciones; si hablan más de salud y menos del número en la báscula; que hablen de la importancia de los comportamientos saludables para la salud, la energía, la concentración y en las habilidades de sus hijos, en lugar del aspecto físico. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.