María José Mas, neuropediatra: «En la adolescencia, nos encontramos con unos jóvenes que comen y duermen mucho por culpa de su cerebro»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

LA TRIBU

María José Mas Salguero es autora de los libros «El Cerebro en su laberinto: los trastornos del neurodesarrollo» y «La aventura de tu cerebro».
María José Mas Salguero es autora de los libros «El Cerebro en su laberinto: los trastornos del neurodesarrollo» y «La aventura de tu cerebro».

La experta explica cómo se divide el neurodesarrollo en las diferentes etapas de la vida, desde la niñez hasta la mayoría de edad

20 feb 2024 . Actualizado a las 19:06 h.

Si María José Mas Salguero, médico neuropediatra, tuviese que dar un consejo a los padres de niños para entender la situación actual con respecto al uso de tecnología sería que leyesen Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, y que después reflexionaran sobre ella. Al contrario de lo que otros expertos sostienen, Mas no niega la necesidad de saber moverse en un mundo inundado por los dispositivos electrónicos. Eso sí, recuerda que la responsabilidad reside en los padres o cuidadores del menor. 

Desde que esta neuropediatra comenzó a estudiar medicina, tenía muy claro que su foco de trabajo estaba en la neurología infantil. Con casi 25 años de carrera a sus espaldas, reconoce que la especialidad ha experimentado un cambio de guion. Desde una resonancia magnética reservada para casos puntuales o un encefalograma en papel, a verlo en una pantalla de ordenador, que permite modificar la velocidad de las ondas, la amplitud o la frecuencia. 

Como no podría ser menos, el conocimiento también se ha ampliado. «Ha habido una explosión enorme de la genética», destaca. Cuando esta neuropediatra se estrenó en una consulta, el metabolismo estaba en el centro del debate. «Sin embargo, a partir de los 2000, el conocimiento del origen genético de muchas enfermedades, del funcionamiento cerebral, o de la sinapsis a nivel fisiológico y fisiopatológico, han vivido un gran avance», celebra. 

—¿Por qué es importante que la familia tenga en cuenta cómo es el cerebro de los niños y cómo cambia con el paso del tiempo?

—El neurodesarrollo no es una cosa única, sino que es una sucesión de procesos que tienen un patrón, o una secuencia, que es la misma, en todos los niños. No importa cuándo haya nacido, ni dónde. Eso no se modifica porque hay una base biológica que hace que los seres humanos —todos— tengamos unos aprendizajes similares a lo largo de la vida. Casi por intuición cualquier persona sabe primero el menor empieza a caminar, después habla y posteriormente se relaciona mejor con los demás hasta tener una autonomía cada vez mayor. El objetivo del neurodesarrollo es la supervivencia minuto a minuto; parece que se produce para ser adulto y no, el fin es que la persona se adapte al entorno. Este puede ser muy diverso, de hecho, es imposible que dos niños tengan el mismo, incluso aunque sean gemelos. La velocidad a la que estos procesos suceden es muy particular para cada persona, algunas son muy hábiles en lo motriz u otras hablan antes. Así que todo esto depende de la predisposición personal y también de lo que el entorno vaya ofreciendo. Entonces, si bien existe una secuencia igual para todos, no podemos exigirle a nadie, sea cual sea su ritmo de neurodesarrollo, que se salte etapas y avance por delante. 

—Explica que es una secuencia igual para todos. ¿Por qué?

—La conducta de un niño, entendiendo la conducta como las habilidades básicas del ser humano y no como un comportamiento, es una expresión de los procesos biológicos que están ocurriendo en nuestro cerebro. Esta conducta responde por qué el pequeño empieza andando de un lado a otro, coge cosas y las tira, juega con objetos golpeándolos o los chupa. Esto lo hace, por ejemplo, porque necesita tocar y alcanzar las cosas para explorarlas. A medida que crece, este tipo de exploración desaparece y adquiere otras habilidades como el lenguaje. Digo que la secuencia es igual para todos porque, todas estas conductas, si nos damos cuenta, son muy similares en todos. Esto se debe a que por debajo de la conducta existen unos procesos biológicos. 

—¿Qué pasa en el cerebro del niño para que primero sea capaz de sostener la mirada, hablar o caminar?, ¿puede decirse que está cambiando?

—Sí, el cerebro va cambiando, totalmente. Cuanto más jóvenes somos las personas, más nos parecemos a nuestros iguales. Lo vemos cuando, por ejemplo, confundimos a dos hermanos cuando eran bebés. Esto sucede porque, a medida que alguien crece, el entorno lo va modelando, más allá de las características físicas heredadas. Todos estos cambios son una sucesión continua de procesos, muy complejos de estudiar, que se pueden dividir en etapas. 

—¿Cómo divide una neuropediatra estas distintas etapas del cerebro?

—Es una forma de división que yo me he inventado, no es algo científico, pero sí me permite explicarlas. Son cuatro: la etapa prenatal la llamo etapa anatómica, porque es cuando se forman las estructuras cerebrales; la fase de los 0 a los 3 años es la motora, porque es cuando adquieren las habilidades motoras como caminar, utilizar la mano o hablar. La siguiente abarca de los 3 a los 10, cuando aprenden el entorno cultural, el lenguaje y prima el pensamiento abstracto no el sensorial; y después llega la adolescencia, que es la etapa identitaria, tienen que tomar decisiones. Suelo decir que los adolescentes nos sacaron de las cavernas. 

—¿Qué sucede durante los tres primeros años de vida?

—Se construyen una serie de circuitos, que serían las vías motoras, y se conectan entre sí. Se produce la sinapsis. Se forma una red neuronal que es lo básico para el resto. A partir de ahí, tiene lugar una mielinización y sobre ello aparecen los distintos elementos como el lenguaje, el pensamiento abstracto o la conducta social, entre otros. Es decir, primero hay unos circuitos locales sobre los que se producen otros más largos, son vías que abarcan todo el cerebro. Esto es importante, porque no funciona a parches, sino como un todo. 

—¿Crece el número de neuronas?

—No, prácticamente, el número de neuronas que tenemos son las mismas desde el nacimiento, porque la masa global importante ya se forma en la 16 semana de gestación. Solo que hay que tener en cuenta que las neuronas suponen entre el 15 y el 20 % de todas las células cerebrales. 

—Pasamos a la etapa escolar.

—A partir de los tres años, sucede una especie de afinamiento de estas sinapsis, por eso llega el lenguaje, la generalización de las ideas o la abstracción. Se producen otros procesos de mielinización, otra formación de circuitos secundarios, que favorecen la aparición de vías más complejas como la memoria. Antes de esa edad, es difícil que alguien recuerde un evento o una circunstancia, solo tendrá el recuerdo de un olor o de un sabor. El niño de primaria, inicialmente, es muy individualista. Y poco a poco, empieza a salir de su núcleo familiar para relacionarse con otros niños, lo que modula su personalidad. Es un momento importante. Incorpora pequeños núcleos: sus amigos del recreo, de pintura o del fútbol. Aquí nos encontramos que todos siguen al líder, al que se le ha ocurrido hacer algo de primero y el resto le copian porque no saben qué hacer. Esto nos muestra lo imitativos que somos los humanos. 

—¿Qué sucede en la adolescencia? En otro reportaje, explicamos que todo lo que se había construido durante la primera década de la vida se remodela. 

—Sí. Por un lado, aparecen las hormonas, y por otro, es una época de inseguridad, de mucho rechazo a la familia, porque, como tienen la misma inteligencia que un adulto, piensan que son más listos que sus padres, solo que les falta experiencia. El cerebro vive una revolución terrible, y ya no solo por las hormonas, sino por la forma en que se configura. Es una etapa de tomar decisiones importantes, en la que se pueden equivocar, escogen qué actividad hacer, a qué se quieren dedicar, cómo va a ser su pareja. Hay un montón de cambios a nivel del sistema analítico que tienen que volver a encajar, porque vienen de un razonamiento muy lógico propio del niño pequeño. 

—¿Qué necesidades son básicas para este cerebro? Los adolescentes son unos incomprendidos. 

—Necesitan saber qué es lo que les gusta. La adolescencia no es una etapa homogénea, uniforme, en la que todo suceda por igual, sino que al principio tienen más miedo, rechazan mucho a los padres pero no se ven suficientemente autónomos. Todo esto ocurre porque los cambios se producen de una forma mucho más brusca que en las fases anteriores. Para toda esta transformación, el cerebro necesita mucha energía. El adolescente come mucho porque, lo que sucede en su cuerpo, son procesos biológicos que necesitan combustible; y después, para que se consoliden, precisa dormir. Así que nos encontramos con unos jóvenes que comen y duermen mucho. Sus horarios no son igual que en el adulto, porque las hormonas sexuales tienen la mala costumbre de segregarse por la noche, y los desvelan. Así que la mayoría se acuesta tarde, como muy pronto, se van a dormir a las doce. Y claro, el adulto no lo entiende. Todos estos cambios les impiden pensar con claridad, ven las cosas con mucha emoción, piensan que el mundo es suyo y, aún por encima, no tienen freno. Este control radica en la corteza prefrontal, que a su edad, no ha acabado de desarrollarse todavía. 

—¿Hay diferencias entre chicos y chicas debido a las distintas hormonas?

—Sí. Por ejemplo, los chicos tienen picos de testosterona que les da mucha fuerza, y como tienen tanta fuerza, piensan que subirse a un edificio es seguro porque no se van a caer, aunque después lo hagan. Esto causa mucha imprudencia. Y las chicas, en este ánimo de destacar sobre el resto como ellos, buscan ser la líder de un grupo a nivel emocional. Esta es la biología, aunque luego el entorno lo modifique. 

—A la vuelta de Navidades, Galicia prohibió el uso de móviles durante toda la jornada escolar. ¿Cree que son tan perjudiciales como se dice?

—El uso de pantallas varía en función de la edad. Las pantallas son herramientas que nos pongamos como nos pongamos no van a desaparecer. Es un soporte de conocimiento que te permite una interacción más compleja de la que hemos tenido hasta ahora. Pero también creo que los padres son los últimos responsables de su uso, no deberíamos llegar al punto de que sea la escuela la que lo prohíba. Pienso que hay que educar en su uso, ¿qué sucede? Que los padres tampoco lo hacen bien. Ellos son los primeros que usan mal las pantallas, todo el mundo lleva el móvil en la mano. Creo que los padres deben definir el uso de sus hijos. Conviene saber que en los tres primeros años de vida, se producen entre 700 y 1000 nuevas conexiones cada segundo. Si un padre o una madre, en lugar de estar atendiendo a su hijo, respondiéndole con una sonrisa, una caricia o una explicación —una interacción normal—, está con su móvil mientras el niño reclama su atención, al final, acabarán los dos mirando la pantalla, y esos cientos de conexiones se harán mirando al móvil en lugar de a su madre. Ahí hay una responsabilidad. Dicho esto, el cerebro humano es maravilloso, porque se adapta a lo que le eches. Si hemos creado una tecnología tan extraordinaria, ¿por qué negarías que alguien aprendiese a utilizarla?

—¿De qué forma afectaría al neurodesarrollo del niño un abuso de actividades extraescolares y una estimulación constante?

—Se me vienen muchas ideas a la cabeza cuando hablo de esto. Parece que a veces, cuando se apunta a un niño a una extraescolar, no se busca que disfrute, sino para que se convierta en el próximo Picasso si va a pintura, o en el próximo Messi si va a fútbol. Por eso hay que preguntarse cuál es el objetivo: socializar, hacer actividad física. Y luego, que la vea como una responsabilidad y que le impide jugar libremente. El juego libre es muy importante y cada vez hay menos. Todo tiene normas. 

—Póngame un ejemplo de juego libre. 

—Que se vaya con sus amigos y monte un juego con unas normas. Así se permite la creatividad, aprenden a resolver con sus iguales y cómo se relacionarán entre sí. Cada vez hay menos espacio para eso, y me parece muy grave. El juego libre es dejarlos en el patio y que hagan lo que quieran. 

—Otra situación cotidiana: ¿darles todo hecho también afecta a su cerebro?

—Efectivamente. Todas las personas tenemos retos que hay que ir resolviendo durante el día. No olvidemos que el neurodesarrollo es la supervivencia diaria. 

—Usted explica que leer es una inversión, sin embargo, hay un 36 % de españoles que no lo hacen. ¿Qué aporta esta práctica al cerebro?

—Cuanto más leas, mejor va a leer, más vocabulario tendrás y mejor podrás estructurar tus frases. El lenguaje es fundamental para la vida, porque te permite organizar tus pensamientos y comunicarte con éxito a los demás. Una persona que lee se ve enseguida. Además, si un niño lee muy tempranamente, mejorará su alfabetización. Por su parte, escribir también favorece el aprendizaje de palabras y de términos. La lectura y la escritura contribuyen a tener una mejor fonética y una mejor dicción. Dejando a un lado todo esto, otra de las ventajas de la lectura es la fantasía. Cuando alguien lee, su cerebro hace el esfuerzo de recrear todo lo que sucede en su cabeza, lo que estimula mucho mejor el aprendizaje que que se lo den hecho en una pantalla. 

—Si tuviese que dar un consejo a las familias, ¿cuál sería?

—Lo único que diría es que conozcas a tu hijo, que comprendas por qué se comporta así, cuál es su proceso mental, por qué tiene una rabieta y qué ha pasado. Si las familias hacen eso, lo van a acompañar, van a potenciar lo que puede hacer mejor y le darán seguridad. También va a generar un vínculo muy fuerte. Por eso es importante conocer a la persona. No porque tenga tres meses no se merece que no se entiendan sus actitudes, o porque tenga 15 años, se despreciará su rebeldía. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.