Miguel Ángel López Zúñiga, de nacer con meningitis a tratarla como médico: «Es muy fácil machacar a un discapacitado»

Laura Inés Miyara
Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Miguel Ángel López Zúñiga sufrió una meningitis en sus primeras hroas de vida y, a sus 31 años, sigue superando las secuelas.
Miguel Ángel López Zúñiga sufrió una meningitis en sus primeras hroas de vida y, a sus 31 años, sigue superando las secuelas.

Las secuelas físicas de la enfermedad le dificultaron la socialización en la juventud, pero no le impidieron hacer el Camino de Santiago en bicicleta ni convertirse en doctor

24 abr 2022 . Actualizado a las 13:14 h.

La meningitis, una inflamación de las membranas que recubren el cerebro, es una de las enfermedades más temidas por los padres durante la infancia. Se trata de un problema que puede avanzar sobre el organismo de un niño muy rápidamente y llevarlo al coma en cuestión de horas. En particular, las meningitis bacterianas son las responsables de la sepsis meningocócica, que es la primera causa de muerte por infección entre niños y adolescentes en España. Al mismo tiempo, es una enfermedad que, en muchos casos, deja secuelas. Así le ocurrió a Miguel Ángel López Zúñiga (1990), que contrajo meningitis en el nacimiento. Tres décadas más tarde, el superviviente se ha convertido en médico y ayuda a sus pacientes a superar la enfermedad que él mismo atravesó en sus primeros momentos de vida.

Cuando habla de su meningitis, López Zúñiga se refiere más a las secuelas que le dejó la infección que a la enfermedad en sí. «Mi meningitis fue algo de lo que realmente yo no tuve consciencia. A mí me dio la meningitis en el momento del parto, a causa de una bacteria que suele habitar en la vagina de la mujer. Yo la aspiré, la introduje en mi cuerpo y fue al cerebro. Entonces me produjo una meningitis. Realmente, yo no me puedo acordar de ese proceso, porque tenía horas de vida. Ese fue el inicio y llevo toda mi vida con secuelas que han sido, sobre todo, físicas. A nivel intelectual, ninguna. Pero físicas sí, he tenido que ir superando día a día las secuelas para poder tener la vida que tengo hoy», cuenta.

La detección temprana de la meningitis es crucial para la supervivencia, así como para evitar o reducir las posibles secuelas. Pero el problema de la meningitis surge cuando el paciente es todavía demasiado joven como para poder comunicarse. Por esta razón, la meningitis es una de las primeras cosas que se busca descartar cuando un bebé muestra signos de encontrarse mal. «Cuando un bebé tiene síntomas de una infección, es decir, está desconectado del medio, no tiene apetito, o tiene fiebre, se descartan las cosas más frecuentes, que son una infección de orina, una infección respiratoria, y una meningitis. Eso se hace de rutina en todos los niños pequeños que no se pueden expresar. Eso hicieron en mi caso y así fue que me diagnosticaron», explica López.

Secuelas

Afortunadamente, López superó el momento agudo de la meningitis y pudo tener una vida infantil con relativa normalidad en sus primeros años. Sin embargo, en el momento de empezar a desarrollar sus habilidades motoras, las secuelas de la enfermedad empezaron a manifestarse. «Cuando empecé a desarrollar la capacidad motora, mis padres se dieron cuenta de que yo tenía menos fuerza en el lado izquierdo y eso conllevaba que tenía peor equilibrio, porque me iba hacia los lados. También tenía problemas para hablar, porque la lengua hacia el lado izquierdo tampoco se movía. Si no podía andar, tampoco podía correr ni hacer muchas otras cosas», detalla.

Así fue que comenzó un proceso de entrenamiento, adaptación y aprendizaje. «A lo largo de los primeros años de mi vida, con mucha rehabilitación y mucho esfuerzo por parte de mis padres, fui consiguiendo hablar y andar. Otro hito diferente es, una vez que empiezas a andar, poder correr, y antes de andar, poder gatear, porque gateando me caía. Luego, montar en bici. Todo eso, a lo largo de la etapa escolar. Al mismo tiempo, tenían que ir asegurándose de que no hubiera un déficit cognitivo», explica López.

La adolescencia y el estigma

A pesar de las dificultades, López no recuerda esta etapa de su infancia con frustración. «Cuando eres niño, lo vives como un juego, porque no eres consciente de las limitaciones que hay. Yo, por ejemplo, me acuerdo que mi madre me ponía a andar por un bordillo con un pie adelante y otro atrás, para que trabajara el equilibrio. Cuando eres niño, no lo vives como un problema, no te genera ansiedad», dice.

Lo más difícil llegó en los años de la juventud. «Cuando ya tienes cierta edad, sobre todo en la época del instituto, empiezas a darte cuenta de que no eres como el resto de los niños y que hay cosas que tienes que aceptar porque eres diferente, y esas cosas no van a cambiar. A nivel familiar, nunca tuve problemas ni con mis primos, ni con mis hermanos ni con nadie. Pero sí a nivel escolar. Los niños somos complejos, porque nos tenemos que hacer notar frente a otros en la adolescencia, y eso lo hacemos a través de machacar al más débil. En este caso, el más débil no es una cuestión de fuerza, sino de capacidad. Es muy fácil machacar a un discapacitado. No porque haya tenido meningitis, sino porque es discapacitado, y se puede ser discapacitado por muchos motivos. Entonces, en el tema social de encontrar amistades, encontrar relaciones de pareja, sí tardé mucho más que el resto de la gente. Las acabé encontrando, por supuesto, pero tardé mucho más», señala López.

La adolescencia, con toda la crueldad que encierra, tiene la ventaja de que dura solo unos años. Sin embargo, en medio de esas edades, puede ser complicado imaginar un futuro diferente. Para López, fueron tiempos en los que el joven se llegó a cuestionar si esos lazos sociales llegarían a materializarse en algún momento. «Tenía mis dudas, porque tú eres consciente de lo que tú puedes hacer y cómo tú puedes actuar, pero no de cómo otros van a actuar. Yo siempre tenía el refuerzo de mi familia de que eso iba a cambiar, pero durante el proceso no acabas de creértelo», dice.

«Tuve ayuda de mis padres que siempre normalizaron la situación desde el primer momento y me hicieron ver que yo era diferente pero que eso no conllevaba que tuviera que tener una vida diferente a la del resto de las personas. En el instituto te das cuenta de que tú has madurado antes que otras personas y te vas a encontrar con ciertos problemas de aceptación. Y a lo largo de los años, esos problemas de aceptación se van resolviendo. Porque con la madurez de la gente eso va cambiando. El tiempo y la madurez de las otras personas fue lo que me ayudó. Yo no hice nada, no cambié mi forma de ser. Pero, con 14 años, no podía tener amigos de 14 años porque ellos no tenían la capacidad madurativa de entender que había algo más allá de la discapacidad. Igual a nivel de pareja. Ninguna chavala de 16 o 17 años iba a querer a una pareja discapacitada. Eso con el tiempo cambia, porque se valoran otras cosas», rescata.

Vivir de reto en reto

Como válvula de escape, López se enfocó en plantearse desafíos desde lo deportivo, un ámbito en el que las secuelas de la meningitis le suponen un reto. De hecho, señala que disfruta de vivir «de reto en reto». El más reciente ha sido completar el Camino de Santiago en bicicleta, desde Granada. «A lo largo de la vida, sigues evolucionando, al igual que lo has hecho siempre, y sigues aprendiendo a correr mejor, sin tropezarte, intentando lograr metas que previamente no habías conseguido. Por ejemplo, el año pasado, me propuse ir en bici de Granada a Santiago. Ahora, dentro de un mes, me he propuesto intentar correr una media maratón. A día de hoy, sigo intentando superarme día a día», cuenta.

Es esta actitud tenaz la que le permite ir afrontando y superando cada vez nuevos logros. «Mi discapacidad es física, entonces siempre estoy probando a ver dónde está mi límite. Yo a nivel intelectual no he tenido discapacidad nunca y he podido desarrollarme en lo que he querido, incluso más que otra gente. He estudiado una carrera, he escrito varios libros. He hecho cosas que mucha gente no ha llevado a cabo. Yo ahí no tengo límite. Mi límite está en lo físico. No tengo objetivos predefinidos, sino que van surgiendo cosas como lo de la media maratón, y digo: "Venga, vamos a intentarlo"», dice López.

Ayudar y ayudarse

A la hora de elegir una profesión, López lo tuvo claro: iba a ser médico. «Uno principalmente hace medicina por poder ayudar a otras personas. Si con tu testimonio y tu conocimiento científico puedes ayudar o tranquilizar, calmar a otras personas, siempre es agradable y positivo. Hoy me dedico a las enfermedades infecciosas y, precisamente, la meningitis en la mayoría de los casos es una enfermedad infecciosa. Suelo tratar este tipo de enfermedades», cuenta.

En su día a día, rescata también la actitud superadora que le dio haber vivido una experiencia como paciente de meningitis. «A día de hoy, con lo que conocemos y sabemos, nadie puede decir que las secuelas vayan a ser totalmente irreversibles. A un paciente no le puedes decir: "Esto no vas a poder hacerlo". Vamos a intentarlo, esfuérzate y veremos hasta dónde puedes llegar. Quizás, un paciente que después de la enfermedad no se puede mover, consigue comer solo, y ese es un gran paso. O una persona que pierde la movilidad de una pierna consigue andar por su cuenta. Eso, a priori, no se puede saber si se va a conseguir o no, y la única forma es intentándolo», dice.

Fue gracias a esta experiencia de paciente convertido en médico como López llegó a formar parte de la Asociación Española Contra la Meningitis. «Desde la asociación contactaron conmigo. Como era médico afectado por la meningitis, pensaron que podía echarles una mano y me propusieron ser parte del comité científico, para poder ayudar a otros afectados por la meningitis», cuenta.

Un paciente distinto

Al narrar su historia, López es juicioso y aclara que su caso, al haber convivido desde el comienzo de su vida con las secuelas de la meningitis, es único. «Mi testimonio es muy diferente al del resto del mundo, yo no conocí otra cosa. Yo nací con esto, entonces a mí no me han quitado de golpe y porrazo unas habilidades que yo ya tenía, que es algo que le pasa a mucha gente adulta. Hay gente adulta que deja de poder andar o que ya no es capaz de ser independiente y hay que cuidarla. Son tan diversos los problemas que es difícil decir cómo se siente una persona. Pero entiendo que una persona a la que le quitan ciertas capacidades, hasta que pasa por un proceso de adaptación, debe de ser complejo», aclara.

«Mi vida actualmente es completamente normal, igual a la de cualquier persona. Yo soy independiente, vivo solo, trabajo como médico en un hospital, y por las tardes hago las tareas del hogar, suelo hacer deporte, estudio, salgo con los amigos», cuenta.

Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara
Laura Inés Miyara

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.

Redactora de La Voz de La Salud, periodista y escritora de Rosario, Argentina. Estudié Licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Nacional de Rosario y en el 2019 me trasladé a España gracias a una beca para realizar el Máster en Produción Xornalística e Audiovisual de La Voz de Galicia. Mi misión es difundir y promover la salud mental, luchando contra la estigmatización de los trastornos y la psicoterapia, y creando recursos de fácil acceso para aliviar a las personas en momentos difíciles.